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Un viaje al negro futuro del “socialismo próspero y sostenible” de Cuba
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LOS CAMBIOS EN la economía de la isla

Un viaje al negro futuro del “socialismo próspero y sostenible” de Cuba

¿Qué significa ese “socialismo próspero y sostenible” que defienden las autoridades cubanas, y que a veces parece tan alejado del ciudadano común?

Foto: Un granjero cubano trabaja la tierra en La Lisa, en las afueras de La Habana, en marzo de 2014. (Reuters)
Un granjero cubano trabaja la tierra en La Lisa, en las afueras de La Habana, en marzo de 2014. (Reuters)

A la vera de un cañaveral, Estanislao espera por la muerte. Ni él mismo lo sabe, pero en este lugar perdido, a cientos de kilómetros de La Habana, su historia tiene pocos capítulos por contar.

Estanislao tiene 82 años y el cuerpo curtido por el trabajo de muchas cosechas en los campos de caña de azúcar que bordean su casa, a las afueras de Jobabo, un poblado del sureste deCuba.

Allí vive con su mujer de toda la vida. Están solos. Desde hace tiempo su familia se ha ido marchando hacia otros lugares en busca de mejores posibilidades económicas. Dos hijos están en La Habana trabajando en una “paladar” (un restaurante); otra busca fortuna en Matanzas, una de las provincias más prósperas del país; y el mayor –médico– cumple su tercera misión en Bolivia. Con las nietas pasa más o menos igual; sólo una reside todavía en el pueblo y los visita todas las semanas, “pero cualquier día de estos nos deja: el marido está haciendo los papeles para irse del país”, dice Estanislao, con un tono en el que no cuesta mucho adivinar la tristeza.

Sin embargo, de sus palabras no se trasluce el reproche. Aunque quisiera tener a toda su familia reunida, sabe que Jobabo no es lugar para fundar futuro. “Desde que cerraron elcentral (azucarera), en este pueblo los jóvenes no tienen nada que buscar”, lamenta. “Por eso entiendo que se vayan a probar suerte en otro lado, la vida es una sola y nadie va a hacer por ellos más de lo que hagan ellos mismos”.

Azúcar, el primer intento fallido

A comienzos del año 2000, la “Tarea Álvaro Reynoso” impulsó el cierre de casi dos terceras partes de loscentrales azucareras que funcionaban enCuba, en un intento por contrarrestar los bajos precios a los que se cotizaba el dulce en el mercado internacional. Al principio, la estrategia parecía infalible: eliminar las industrias y zonas de cultivo menos eficientes, y concentrar los recursos en sus homólogas más productivas.

Sin embargo, los resultados fueron desastrosos. Sin las inversiones y estrategias comerciales adecuadas, la medida sólo sirvió para desplomar la producción hasta su punto más bajo en cerca de un siglo (1,1 millones de toneladas en 2010), bien lejos de lo que sucedía tres décadas antes, cuando las moliendas promediaban registros seis o siete veces superiores.

En el orden social los efectos también fueron dramáticos. A la pérdida de la principal actividad económica de la Isla, que había cimentado su identidad desde los comienzos del período colonial, se sumó la precaria situación en que quedaron más de 200.000 trabajadores directos y otro medio millón que se vinculaba al sector a través de cadenas de servicios (entre ambos grupos, cerca del 15% de la población económicamente activa).

Si bien se intentó paliar la crisis mediante grandes planes de superación para los desempleados y en muchos sitios se fomentaron nuevas actividades productivas, la mayoría de los antiguos bateyes azucareros son hoy pueblos donde imperan la pobreza y el desánimo. No por casualidad, muchos de ellos son incluidos entre las llamadas “circunscripciones complejas”, una categoría usada porel Gobiernopara agrupar a las zonas que presentan mayores problemáticas sociales.

“Actualización”, un segundo intento ¿de éxito?

Los fracasos de la “Álvaro Reynoso” tuvieron dos resultados decisivos: la reorientación del país hacia la prestación de servicios en el exterior y el comienzo de las reformas económicas, después del sexto Congreso del Partido Comunista en abril de 2011. Desde entonces hasta la fecha, la apuesta ha sido por ampliar los espacios al sector privado y reducir gastos, aunque no siempre con los mejores efectos.

El producto interior bruto se ha mantenido virtualmente estancado, con crecimientos que no superan el 2,4% de promedio en los últimos cuatro años (1,1% en 2014), y se mantienen por debajo del contexto latinoamericano y muy lejos de los índices que –a juicio de La Habana– serían necesarios para comenzar a hablar de desarrollo.

Cálculos conservadores aseguran que, desde 1989, el CUP (la moneda oficial) perdió más de siete décimas partes de su valor, una realidad que afecta sobre todo a segmentos como los pensionados y trabajadores de instituciones estatales. Se trata de una tendencia que no han podido revertir las medidas adoptadas al calor de la llamada “Actualización del modelo económico cubano”, considera el analista Pavel Vidal. “Si suponemos que la inflación anual se ubicó en apenas un 4%, el resultado es que en el período 2008-2013 los precios crecieron un 21,7%. Como consecuencia, tendríamos que los salarios reales no sólo no han mejorado, sino que han decrecido un 8,2%”, asegura enun estudio publicado por el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo-Cuba.

“Este ha sido un lastre del cual no se ha podido despegar la economía cubana. En más de veinte años, ni las reformas de los años noventa, ni la desdolarización y centralización de las divisas, ni la ayuda recibida desde Venezuela y la exportación de servicios médicos, ni la actual reforma de Raúl Castro, han logrado tener un impacto positivo sostenido en los salarios reales”, añade.

Menos teórica, pero más cercana a “la calle”, Lisbeth Consuegra, una contadora devenida en “cuentapropista”, pone el problema en sus propios términos. “Las cosas suben de precio y no pasa nada. Por ejemplo, el transporte. El fin de año todos los camioneros se pusieron de acuerdo y aumentaron el pasaje. ¿Alguien dijo algo? ¿Alguna institución tomó alguna medida? Cuando cobra, la mayoría de la gente debe todo su salario e incluso más, así no hay economía que valga”.

A la sombra de la “17”

Hasta donde alcanza la vista sólo se pueden ver sacos y más sacos de fertilizante listos para la entrega, a la espera de un transporte que los lleve hasta su destino. No es que sobren, todo lo contrario. Desde hace años, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) viene alertando sobre los bajos niveles de fertilidad que afectan a los campos cubanos, y la necesidad de incorporarles nutrientes que les permitan retornar a su estado original y enfrentar en mejores condiciones el cambio climático.

Sin ir muy lejos, a sólo unos minutos de esta fábrica paralizada por la “sobreproducción”, cientos de campesinos de la comunidad de Camalote agradecerían una buena remesa del artículo que ahora nadie parece necesitar.

A casi 600 kilómetros de La Habana, en una pequeña ciudad llamada Nuevitas, la Empresa Química Revolución de Octubre no puede producir ni un gramo más de fertilizantes nitrogenados. “¡Fíjate bien, no vayas a poner mi nombre, que me embarcas!”, pide la fuente deEl Confidencial, antes de dar su testimonio. En realidad sólo confirmará lo que la prensa local ya dijo hace unos días, aunque sin entrar en juicios acerca de las causas y consecuencias del problema.

Pero nuestro hombre sí las tiene claras. Él es uno de los casi 600 obreros que cada día trabajan en esa gigantesca planta, regalo de la Unión Soviética, la misma que en sus comienzos no daba abasto ante las exigencias de una agricultura en plena expansión. “Ahora ya no es así”, aclara. “Producimos de buchito en buchito y, de todas formas, la producción se nos queda. Dicen que es porque los Ferrocarriles no tienen vagones suficientes para llevársela toda, pero como sea los que salimos perdiendo somos nosotros, que con la '17' cobramos por los resultados, sin importar si la culpa es nuestra o de los demás”.

La norma a la cual se refiere, la Resolución 17, es uno de los puntos más controvertidos en la estrategia del Estado para lograr la eficiencia de sus empresas. Como en el caso de la “Álvaro Reynoso”, la idea general es acortar gastos, algo que no siempre es tan fácil debido al complejo sistema administrativo que rige en el país.

Pero esa no resulta una preocupación particularmente significativa para directivos como Marino Murillo, el vicepresidente a cargo de las reformas económicas y ministro del ramo en dos ocasiones. “Son tareas en extremo complejas, con impactos en la población, que requieren constante capacitación de cuadros y funcionarios, además de un sistemático proceso de seguimiento, fiscalización y control”, afirmó durante el último Consejo de Ministros celebrado en 2014.

Demasiado poco como para entender, en realidad, qué significa ese “socialismo próspero y sostenible” que defienden las autoridades, y que a veces parece tan alejado del ciudadano común.

A la vera de un cañaveral, Estanislao espera por la muerte. Ni él mismo lo sabe, pero en este lugar perdido, a cientos de kilómetros de La Habana, su historia tiene pocos capítulos por contar.

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