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Las multinacionales dejan Bangladesh tras subir el sueldo de los obreros del textil
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¿Es el país más barato demasiado caro?

Las multinacionales dejan Bangladesh tras subir el sueldo de los obreros del textil

El derrumbe de Rana Plaza no sólo puso el foco sobre Bangladesh. También vinculó los beneficios de las firmas a las condiciones infrahumanas de los obreros

Foto: Manifestantes y activistas protestan en Savar (Dacca) en el primer aniversario de la tragedia de Rana Plaza. (Reuters)
Manifestantes y activistas protestan en Savar (Dacca) en el primer aniversario de la tragedia de Rana Plaza. (Reuters)

El derrumbe de la fábrica Rana Plaza no sólo puso el foco internacional sobre Bangladesh, segundo productor de ropa del planeta. También produjo un grave daño de marca al sector textil español, al vincular los beneficios de ciertas compañías a las condiciones infrahumanas de los obreros, tal y como informó en aquellos días este diario. La presión tras la tragedia provocó que el salario mínimo subiese a 0,25 euros la hora, el más bajo del mundo. Ahora, en este pequeño rincón de Asia crece el miedo a que las empresas occidentales busquen mercados aún más baratos para producir.

Bangladesh tiene el salario mínimo más bajo del mundo: 0,25 euros la hora. Las más de cuatro millones de costureras que trabajan en el país van cada mañana a la fábrica sabiendo que no cobrarán más de 49 euros al mes. Este pequeño rincón de Asia es desde hace años el segundo mayor centro de producción de ropa del planeta, sólo superado por el gigante chino. Y, aun así, en Dacca, la capital, crece el miedo a que las empresas occidentales busquen mercados aún más baratos para producir sus prendas.

El punto de inflexión se produjo en abril de 2013, cuando el derrumbe de la fábrica Rana Plaza provocó la muerte de1.138 personas y alrededor de 2.500 heridos. Aquel desastre puso sobre la mesa las pésimas condiciones de los trabajadores del textil, en su mayoría mujeres, y las ruinosas infraestructuras en las que cosen. Desde entonces, el mundo ha decidido poner los ojos sobre este pequeño país de 155 millones de habitantes, lo que generó una presión internacional que ha llevado a cambios en el sector.

Si no nos lo puedes dar a nuestro precio, nos iremos a otro sitio” es la respuesta que los empresarios locales dicen que reciben desde algunas famosas marcas. Al otro lado del mundo, la sueca H&M reconoció en marzo que subir los salarios en Asia dañaría sus márgenes de beneficio, si bien otras compañías como Tesco o Gap han pedido que se aumenten los sueldos de las costureras asiáticas.

Para los empresarios, crecen los costes. Para las costureras, mejoran sus condiciones, unas costureras que ahora se atreven a levantar la voz. Más de 100 sindicatos han podido registrarse en el último año en el país asiático, frente a la persecución que sufrían antes. Las organizaciones de trabajadores se van asentando en los centros de producción, donde calculan que ahora hasta un 30% de los empleados conoce sus derechos. “Los dueños de las fábricas sólo están preocupados por sus beneficios. Pero ignoran continuamente la seguridad de las costureras y sus derechos”, dice a El Confidencial Babul Akhter, presidente del Centro de Solidaridad de los Trabajadores de Bangladesh (BCWS).

Marcas, sindicatos y propietarios llegaron a un gran acuerdo para realizar inspecciones en más de 1.600 fábricas en todo el país, que alberga unas 5.000 en total. Las revisiones empezaron en febrero y previsiblemente terminarán este mes. BGMEA anunció a principios de septiembre que se han cerrado más de 200 fábricas por carecer de unas condiciones mínimas de seguridad, según informó el diario local The Daily Star. “Sobre todo las pequeñas fábricas no pueden cumplir los estándares establecidos en el acuerdo porque no tienen suficiente capacidad financiera para las reformas”, afirmó Shahidullah Azim, vicepresidente de la asociación.

"Otros países se están haciendo con nuestro negocio"

Desde el sector reconocen que el textil local atraviesa una etapa de incertidumbre. Los optimistas lo llaman transición y mantienen la esperanza. Los realistas sostienen que el país está perdiendo posiciones en el mercado internacional y que será difícil recuperarlas. A estos últimos les avalan los datos.

La confección de ropa, que supone más del 85% en las exportaciones totales del país, es la columna vertebral de la economía de Bangladesh. Eso se traduce en 24.000 millones de dólares al año, según el último ejercicio fiscal. Pero desde 2012, las ventas al extranjero han frenado su progresión, estando actualmente en un 10% frente al 15% del ejercicio anterior. Algunos empresarios locales reconocen que viven el peor crecimiento de los últimos 15 años. En broma dicen que si los pedidos siguen cayendo, el textil de Bangladesh acabará como la industria del yute que, antes de que se instalase la confección en los años 80, era el motor económico del país y ahora apenas llega a los 240 millones de dólares anuales.

Las firmas internacionales no encuentran sólo en África el nuevo 'El Dorado' que antes veían en el pequeño país asiático. ‘Indonesia nos ha superado y ahora somos los cuartos en exportaciones a EEUU. Esto es muy preocupante’, señala Atiqul Islam

“Las exportaciones están cayendo. Nuestro negocio está siendo tomado por otros países”, afirmó recientemente Rahman Sinha, presidente del Opex Group y antiguo presidente de BGMEA. En concreto, Sinha sostiene que las marcas de Estados Unidos buscan nuevos mercados en África, como Uganda, Kenia o Etiopía, que presenten mejores precios. La inestabilidad política que vive Bangladesh desde hace dos años tampoco ayuda. Firmas como la europea H&M han anunciado que se instalarán en países subsaharianos para producir. La alerta que se ha encendido en las oficinas de Dacca se entiende si se tiene en cuenta que Estados Unidos y Europa reciben el 85% de las prendas que nacen en sus fábricas.

Pero no sólo en África las firmas encuentran el nuevo El Dorado que antes veían en el pequeño país asiático. “Indonesia nos ha superado y ahora somos los cuartos en las exportaciones a Estados Unidos. Esto es muy preocupante”, señala Atiqul Islam, actual dirigente de BGMEA. La lista de países del sureste asiático con oportunidades de negocio flexibles es interminable. Birmania, Camboya o Vietnam están recibiendo ahora pedidos que antes estaban destinados a Bangladesh.

El miedo al gigante indio

Babul Akhter representa con su sindicato a cientos de trabajadores. Su miedo es distinto. “En Sri Lanka no hay tantos trabajadores y en Birmania no están preparados. En China los trabajadores han cambiado su mentalidad y el valor de su fuerza de trabajo”, cuenta a este diario en su despacho de Dacca. Akhter cree que hay que mirar a su vecino occidental: “India sí que intenta quitarnos la producción: están creciendo mucho en el sector textil y son un competidor peligroso para nosotros. Será un problema para Bangladesh, porque fabrica cosas baratas de calidad internacional”.

Razón no le falta. India se convirtió en 2013 en el segundo mayor exportador de textil del mundo, sólo superado por China. 40.000 millones de dólares avalan esa posición privilegiada que supera a Italia y Alemania, según la AEPC. El 43% del textil que exporta el gigante indio es ropa (casi 16.000 millones), la cual se ha disparado un 21,8% respecto a 2012, un crecimiento que los expertos achacan a la crisis del colindante bengalí, con quien está recortando distancias a gran velocidad en prendas de vestir. Un compañero de Akhter que prefiere mantener el anonimato sostiene que, aunque los salarios son más bajos en su país, las marcas no quieren asumir la responsabilidad de pagar las reformas para que las fábricas de Dacca cumplan los mínimos de seguridad. El precio de estar bajo la lupa internacional es muy caro y otros países son, ahora, menos visibles.

La voracidad de las compañías internacionales, que a veces parece no tener límites, lleva a Bangladesh a enfrentarse a la situación de elegir entre mejorar la calidad de vida de sus trabajadores o mantener sus cuentas de resultados intactas. Liana Foxvog, del Foro Internacional de Derechos Laborales, tiene claro que el país debe apostar por una tercera vía: “Los trabajadores bengalíes quieren empleos, pero que sean dignos. La dicotomía ‘sin trabajo o mal trabajo’ es falsa. Hay un tercer camino a seguir: puestos de trabajo que respeten los derechos sindicales, que paguen un salario digno y que proporcionen unas condiciones seguras y saludables. Los consumidores no deberían aceptar nada menos de las corporaciones globales”.

Como Foxvog, los agentes sociales del país asiático se esfuerzan por convencer a las marcas occidentales de que es posible una industria fructífera en la que haya buenas condiciones de trabajo. Temen que las firmas no lo vean así. “Gobierno, empresarios y trabajadores estamos preocupados por eso. Las marcas no deberían irse porque hacen negocio aquí y es algo que hacemos juntos”, explica a El Confidencial Roy Ramesh, secretario general de la Federación de Sindicatos Internacional IndustriALL en Bangladesh. Para mantener la esperanza, Ramesh se agarra al gran acuerdo firmado a raíz del colapso del Rana Plaza. “Es un paso que más de 150 marcas han mostrado su intención de no mover su producción, al menos en los próximos cinco años. Si se van, los que más sufrirán al final serán los trabajadores”.

El derrumbe de la fábrica Rana Plaza no sólo puso el foco internacional sobre Bangladesh, segundo productor de ropa del planeta. También produjo un grave daño de marca al sector textil español, al vincular los beneficios de ciertas compañías a las condiciones infrahumanas de los obreros, tal y como informó en aquellos días este diario. La presión tras la tragedia provocó que el salario mínimo subiese a 0,25 euros la hora, el más bajo del mundo. Ahora, en este pequeño rincón de Asia crece el miedo a que las empresas occidentales busquen mercados aún más baratos para producir.

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