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El dilema de Bangladesh: explotación laboral o millones de parados
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NO HAY ALTERNATIVAS AL SECTOR TEXTIL O SON INCLUSO PEORES

El dilema de Bangladesh: explotación laboral o millones de parados

Bangladesh plantea un dilema. Por un lado, los países occidentales que compran sus productos pueden penalizar a la nación asiática para que mejore la deplorable situación

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El dilema de Bangladesh: explotación laboral o millones de parados

Bangladesh plantea un dilema. Por un lado, los países occidentales que compran sus productos pueden penalizar a la nación asiática para que mejore la deplorable situación laboral y de seguridad de sus trabajadores. Por otro, pueden ayudar a un país en desarrollo para que modernice las condiciones de los empleados bangladesíes de las multinacionales occidentales y mantener así millones de puestos de trabajo. Estados Unidos ha optado por la primera posibilidad, mientras que Europa ha apostado de momento por la segunda.

La Administración Obama suspendió recientemente el Sistema Generalizado de Preferencias (GSP) -un plan de ayuda al desarrollo- del país asiático porque “no está tomando los pasos necesarios para asegurar los derechos de los trabajadores”, una consecuencia del derrumbe del edificio de fábricas textiles Rana Plaza en el que murieron 1.129 personas en abril. Washington trata así de forzar al país a mejorar la situación de los explotados trabajadores bangladesíes.

La Unión Europea (UE), por su parte, alcanzó un acuerdo con el estado asiático por el cual Bangladesh se compromete a mejorar las condiciones laborales a cambio de asistencia y bajo la amenaza de perder las exenciones arancelarias de Europa, destino del 60% del textil bangladesí, sector que representa el 78% de las exportaciones del país con unos 19.000 millones de dólares anuales y da trabajo a 4 millones de personas, la mayoría mujeres.

La decisión norteamericana tendrá un efecto más simbólico que real. El GSP ahora suspendido permitía a Bangladesh exportar a Estados Unidos unos 5.000 productos sin barreras arancelarias, pero suponía apenas un 1% de sus exportaciones a dicho país. Además, el GSP no incluía los textiles. Aun así, la suspensión de los privilegios arancelarios tiene un impacto en la reputación del país y puede desincentivar nuevas inversiones estadounidenses.

“Es hipócrita pedir mejores condiciones y exigir precios bajos” 

La confirmación de que la UE mantendrá las exenciones fiscales ha dado un respiro al país asiático, que temía que Europa siguiera los pasos estadounidenses. Si la UE suspende el GSP, la industria bangladesí y millones de puestos de trabajo se verían seriamente amenazados. “Somos un país del tercer mundo y necesitamos tiempo para mejorar las condiciones laborales. Estamos en ello”, dice a El Confidencial K. I. Hussain, dueño de una fábrica y presidente de la Asociación de Compras de Textiles de Bangladesh (BGBHA), una organización que agrupa a varios empresarios del textil.

Anwar Shahi, vicepresidente de la BGBHA, se muestra menos conciliador. “Abandonar Bangladesh no es la respuesta. La respuesta es hacer la industria menos peligrosa. Es hipócrita por parte de los países que compran nuestros productos demandar la mejora de las condiciones laborales y, al mismo tiempo, exigir precios bajos”.

Las condiciones laborales en Bangladesh son terribles. Los empleados de este país son los peores pagados del sector textil del mundo, con un salario mínimo de 38 dólares mensuales. Unos sueldos que han convertido a esta nación, considerada en el pasado como un caso perdido, en el segundo exportador mundial de textiles, tras China. Las principales multinacionales occidentales, entre ellas Walmart, Inditex, H&M y Gap, se han beneficiado de estos bajos salarios.     

Sin alternativas laborales           

La seguridad en las fábricas bangladesíes es tan precaria como los salarios. En los últimos años, unas 1.800 personas han muerto en derrumbes o incendios de factorías. Muchas estas fábricas accidentadas producían para empresas occidentales. Ningún dueño de una fábrica textil ha sido condenado por estos accidentes mortales. Pero para los millones de bangladesíes que cosen ropa destinada a Occidente no existen alternativas laborales o son aún peores. Bangladesh, con una población de 150 millones de personas, es uno de los países más pobres del mundo. 

Tras el derrumbe del edificio Rana Plaza, que alojaba cinco fábricas que cosían para El Corte Inglés, Mango y Benetton, entre otras compañías occidentales, el Gobierno bangladesí anunció que subirá el salario mínimo, permitirá la creación de sindicatos, hasta ahora prohibidos, y vigilará la seguridad de las fábricas. Se espera que la nueva ley laboral sea aprobada por el Parlamento el 14 de julio.

El peor desastre industrial del país asiático llevó a unas 70 de empresas, entre ellas El Corte Inglés, Inditex y Mango, a firmar un acuerdo que promueve las inspecciones independientes de seguridad, la difusión pública de sus resultados y las reparaciones de las fábricas para garantizar la seguridad.

“Se están tomando medidas positivas. Hay que continuar presionando al Gobierno de Bangladesh, a los dueños de las fábricas y a las empresas multinacionales para que mejoren la situación”, dice a este diario el presidente de la Federación Nacional de Trabajadores del Textil de Bangladesh, Amirul Haq Amin. “Que Europa mantenga las exenciones arancelarias es una buena noticia. Si las suspenden nos quedaríamos sin trabajo. La solución no es irse, es mejorar las condiciones. Necesitamos los puestos de trabajo”, sentencia. 

Bangladesh plantea un dilema. Por un lado, los países occidentales que compran sus productos pueden penalizar a la nación asiática para que mejore la deplorable situación laboral y de seguridad de sus trabajadores. Por otro, pueden ayudar a un país en desarrollo para que modernice las condiciones de los empleados bangladesíes de las multinacionales occidentales y mantener así millones de puestos de trabajo. Estados Unidos ha optado por la primera posibilidad, mientras que Europa ha apostado de momento por la segunda.

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