Es noticia
El insólito safari antiguerrillero del banquero del presidente Horacio Cartes
  1. Mundo
HUGO PORTILLO, A LA CAZA DE DELINCUENTES

El insólito safari antiguerrillero del banquero del presidente Horacio Cartes

Hugo Portillo cambió sus elegantes trajes a medida por un tosco chaleco antibalas. Su misión: capturar a unos líderes del Ejército del Pueblo Paraguayo

Foto: El presidente de Paraguay, Horacio Cartes, es recibido con honores a su llegada a la Casa Rosada, en Buenos Aires. (Reuters)
El presidente de Paraguay, Horacio Cartes, es recibido con honores a su llegada a la Casa Rosada, en Buenos Aires. (Reuters)

Un buen martes del pasado mes de septiembre, el banquero paraguayo Hugo Portillo cambió sus elegantes trajes a medida por un tosco chaleco antibalas y los suaves portafolios de cuero por un pesado rifle de asalto. En su mente no había cifras, balances o auditorías pendientes. Tan sólo un objetivo: neutralizar al enemigo.

Lejos de sus confortables oficinas aclimatadas en Asunción, el gerente general del Banco Amambay se internó con una columna de policías y militares en los agrestes caminos del distrito Capitán Bado, en la selvática frontera con Brasil. Su misión era capturar a unos supuestos líderes del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), un pequeño grupo criminal con ínfulas de insurgencia vinculado al narcotráfico y la extorsión en el norte del país sudamericano.

Portillo cambió sus elegantes trajes a medida por un tosco chaleco antibalas. Su misión era capturar a unos supuestos líderes del Ejército del Pueblo Paraguayo, un pequeño grupo criminal con ínfulas de insurgencia vinculado al narcotráfico

Pese a las escuchas, la planificación y el seguimiento, la operación naufragó bochornosamente. Un error táctico llevó al grupo antidrogaen el que estaba integrado Portillo a tomar por asalto la casa equivocada. El paso en falso –del que las malas lenguas culpan al “banquero novato”– alertó a los fugitivos, que finalmente pudieron escapar.

Meses después, la insólita participación del empresario en la frustrada cacería de bandidos rurales se filtró a los medios de comunicación, dejando al país perplejo, sembrado de rumores y preguntas. ¿Qué hacía el presidente de uno de los mayores bancos del país, propiedad del mismísimo presidente paraguayo Horacio Cartes, inmiscuido en un operativo militar antidroga? ¿Pagó por participar en un macabrosafari antiguerrillero”, como dicen algunos medios opositores? ¿O es un “agente especial”, como lo defienden los partidarios del Gobierno?

Renuncia piramidal

“Estoy preocupado. Operaciones militares con civiles, ministros enfrentados públicamente, acusaciones. Aquí se perdió el rumbo. Lo único cierto es que un presidente de un banco sale a combatir el EPP con chaleco antibalas y ametralladora”. Con estos tuits, el conocido periodista paraguayo Chiqui Ávalos (@chiqui_avalos) destapó en diciembre el escándalo, lanzando al hasta entonces desconocido ejecutivo financiero al estrellato de la opinión pública.

Tras negarlo rotundamente, el director de la Secretaría Nacional Antidroga (Senad), Luis Rojas, se vio obligado a reconocer días después que Portillo trabaja para la institución como "asesor ad honórem” en temas de financiamiento de grupos criminales, actividades de inteligencia y control de gastos.

El presidente Cartes, su predecesor, Federico Franco, el ministro del Interior, el jefe militar de zona… todos niegan haber autorizado la presencia de un civil armado en pleno teatro de operaciones

A finales de enero, el banquero volvió a acaparar los titulares por perder 1,5 millones de dólares de su bolsillo –y otros tantos de su compañía– en la firma Vip Security, un esquema Ponzi (fraude piramidal) con el aliciente de que la compañía en cuestión está siendo investigada por tráfico de armas. Este episodio colmó la paciencia del “patrón”, y Portillo acabó renunciando a la presidencia del Amambay.

Pero su dimisión, alegando los típicos “motivos personales”, no ha despejado ninguna de las dudas sobre su inusual aventura militar. El presidente Cartes, su predecesor, Federico Franco, el ministro del Interior, el jefe militar de zona… todos niegan haber autorizado la presencia de un civil armado en pleno teatro de operaciones. Nadie parece saber de dónde salió este señor.

El presidente de Paraguay, Horacio Cartes, durante una visita a Panamá (Reuters).El ‘Rambo guaraní’ investigado por la DEA

Aficionado a las armas y practicante del tiro de precisión, sus opacas tareas como asesor de la Senad incluyen análisis de finanzas criminales, gestiones logísticas –como la compra de sofisticados equipos de escucha israelíes–, y supervisión para frenar el descontrol de fondos en la lucha antinarcóticos.

A algunos les resulta paradójica esta misión, ya que los 14 años de Portillo al frente del Banco Amambay, brazo financiero del emporio Cartes, están cuajados de sospechas y acusaciones. Hace cinco años, la entidad fue el centro de la operación Corazón de Piedra, orquestada por la agencia antinarcóticos estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés) para investigar el conglomerado del ahora presidente paraguayo por blanqueo de dinero y contrabando de cigarrillos, según cables diplomáticos de WikiLeaks revelados en 2011.

Además, la institución ha sido investigada e intervenida en varias ocasiones por mantener cuentas de conocidos capos, como Fahd Yamil y Arnaldo Moreira, mientras que Portillo fue objeto de otra investigación hace unos años en Brasil por legitimación de capitales y evasión fiscal sin que se llegaran a presentar cargos.

Imagen de archivo del banquero Hugo Portillo (ABC Color).Sin embargo, de las intervenciones de Luis Rojas en varios medios para defender apasionadamente la cooperación del empresario en las tareas de inteligencia se desprende que el hombre de confianza de la familia Cartes es un “asesor” atípico. “Portillo es mucho mejor combatiente que muchos militares y policías movilizados en el Norte”, manifestó el zar antidroga paraguayo, quien precisó que la colaboración con el gerente se inició antes de que su jefe se instalara en el Palacio del Quemado.

Quién lo diría. Con sus gafas metálicas, su tez de oficinista consumado y su frágil aspecto, resulta complicado visualizarlo de camuflaje y ajustándose las cartucheras por la patria. “Se imaginan si el tipo muere o mata a alguien en un operativo. ¿Es que es un James Bond o un Rambo paraguayo?”, se preguntaba, indignado, un lector en el foro de un diario paraguayo. “No lo has reconocido –terciaba otro–, ¡es el Inspector Gadget!”.

“Zorros probono” en el gallinero público

Las desafiantes réplicas del ministro Rojas han dejado meridianamente claro que no va rectificar. “Me sofoca ya esta ridiculez. (…) Van a seguir chupando mandarinaa los que les molesta eso”, aseguró con desparpajo.

De hecho, el caso Portillo resultó ser apenas la punta de una madeja con la que el presidente Cartes ha tejido una red de asesores privados para supervisar puestos y decisiones estratégicas del Gobierno, entre los que se cuentan a los pesos pesados de su gigantesca corporación. La lista incluye a José Ortiz, gerente de la Tabacalera Tabesa; Francisco Barriocanal, gerente de Bebidas del Paraguay; y Carlos Cañete, tesorero del club de fútbol Libertad, también propiedad del líder colorado. Su misión, como la de todo asesor político, sigue sin estar muy clara.

Aficionado a las armas, las tareas de Portillo como asesor de la Senad son opacas. A algunos les resulta paradójica esta misión, ya que sus 14 años al frente del Banco Amambay, brazo financiero del emporio Cartes, están cuajados de acusaciones

En la oposición pusieron el grito en el cielo. “Parece que el propósito de Cartes es unir su poder político con su poder económico”, denunció el diputado opositor Miguel Abdón Saguier, quien mostró fotografías a la prensa de los directivos participando en un Consejo de Ministros.

El mandatario paraguayo ha defendido, una y otra vez, la honorabilidad de sus colaboradores, recalcando que trabajan sin percibir remuneración pública: “No es tráfico de influencias ni corrupción”, aseguró en varias oportunidades el líder conservador. Días después de esta afirmación pública, la compañía de uno de estos “asesores” ganaba un contrato de un millón de dólares para sanear de emergencia un lago sin licitación pública, para escándalo de sus detractores. “(Es) algo similar a dejar al zorro cuidando de la gallina”, resumió el parlamentario opositorJuan Bartolomé Ramírez.

La lucrativa guerrilla evanescente

El caso Portillo no pasaría de lo meramente anecdótico si no fuera porque su fallida incursión en la jungla ha aireado la lucha de poder en el seno de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), un grupo de elite de militares, policías y agentes antidroga creado por Cartes para aplacar la creciente osadía del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).

“Estas son excusas para no dar resultados”, respondió el jefe de la lucha contra el narcotráfico, Luis Rojas, a las críticas de compañeros policías y militares por invitar a un civil a la lucha contra los delincuentes. “Es hora de remangarse y laborar. Es hora de dejar de robar”. El EPP –al que se le calculan entre 20 y 150 “combatientes”– desafió abiertamente al multimillonario magnate tabacalero dos días después de asumir el cargo, en agosto, asesinando a cinco vigilantes de una hacienda ganadera propiedad de un terrateniente brasileño, el mayor atentado de su historia criminal.

Luis Rojas (c) en rueda de prensa junto al ministro del Interior, De Vargas (Reuters).
La respuesta del mandatario no se hizo esperar. Militarizó el norte del país y prometió proactividad en la lucha contra el fantasmagórico grupo rebelde, que ya se ha cobrado la vida de más de 30 personas –en su mayoría civiles– desde que comenzó a entonar la macabra cantaleta marxista-leninista hace una década.

Pero pese a que el EPP cada año se traga más y más presupuesto público, los resultados son tan decepcionantes que algunos sectores comienzan a preguntarse si en realidad existe el fulano grupo guerrillero o es una buena excusa mediática de los uniformados para lucrarse del presupuesto estatal, imponer su ley marcial a los campesinos y manejar turbios negocios en las sombras.

Cartes ha tejido una red de asesores privados para supervisar puestos y decisiones estratégicas del Gobierno, entre los que se cuentan a los pesos pesados de su gigantesca corporación

Expertos en seguridad advierten que el grupo, ya sea una comprometida guerrilla al alza o meros hampones campestres con marketing revolucionario, no sólo es real, sino que supone un creciente riesgo para la inestable economía paraguaya y sus débiles instituciones públicas.

“Los ataques violentos del EPP podrían llevar a un escenario similar al de Colombia. El principal problema es que el pequeño y fragmentado Estado paraguayo está mucho menos preparado para lidiar con la inestabilidad social y el terrorismo que sus vecinos regionales”, aseguró en enero una nota de la consultora Global Risk Insights, en la que advertía del posible impacto de los insurgentes en la inversión extranjera directa.

Puerto pirata del narco regional

Paraguay, con poco más de seis millones de habitantes mal repartidos en 400.000 kilómetros cuadrados, se ha convertido por su ubicación estratégica en un auténtico puerto pirata del tráfico regional de drogas, un caldo de cultivo perfecto para que florezca la guerrilla y el crimen.

Con el 80% de la tierra cultivable acaparada por el 2% de la población, y una de las mayores desigualdades del mundo según el coeficiente de Gini, el empobrecido país sudamericano se ha afianzado como el mayor productor de marihuana de Sudamérica y segundo del continente –sólo por detrás de México– con 48.000 toneladas en dos cosechas anuales.

Pero pese a que el EPP cada año se traga más y más presupuesto público, los resultados son tan decepcionantes que algunos sectores comienzan a preguntarse si en realidad existe el fulano grupo guerrillero

Latensión entre campesinos sin tierra y los grandes latifundistaspor una reforma agraria que nunca acaba de llegar es patente, mientras los “narcoganaderos” y “narcosojeros” –muchos de ellos brasileños–arman ejércitos privados tipo autodefensas, acaparan vastas extensiones de tierra y compran voluntades políticas.

“La tierra hay que darla a quien la necesite y quiera trabajarla por la vía que nos deje la oligarquía. Vamos a ver cuál es. (…) La gran revolución paraguaya se vislumbra en el horizonte”, dijo el EPP en su más reciente comunicado leído por su comandante, OsvaldoVillalba, un guerrillero de rostro lampiño y voz aniñada que prometió “justicia revolucionaria” para el “narcogobierno de Horacio Cartes”.

Al mismo tiempo, fuentes policiales afirman que las finanzas del EPP se han ido diversificando desde el secuestro y la extorsión hacia la alta rentabilidad del narco, incluyendo la protección de los cultivos locales de marihuana y la operación de pistas clandestinas para el tránsito de la cocaína hacia los efervescentes mercados de Brasil y Argentina. Un negocio al alza.

Líderes del EPP en un cartel que ofrece recompensas en Concepción (Reuters).El Pato Donald, a cazar guerrilleros

El incidente del banquero ha contribuido a erosionar aún más la paupérrima imagen pública de la lucha antidroga y antiterrorista del Gobierno de Cartes, que ha encajado críticas hasta de sus propios correligionarios. “La sensación que se tiene es que van de picnic, de safari, y estamos hablando de un operativo con un presupuesto altísimo para una actividad que no tiene ninguna seriedad”, manifestó el diputado colorado Bernardo Villalba, del empobrecido departamento de Concepción, uno de los más castigados por el grupo criminal EPP.

A tenor de los resultados, tienen motivos. En diciembre, otra emboscada militar a un grupo de subversivos terminó en un espantoso ridículo. En esta ocasión se culpó a “unos perros en la zona” que alertaron de la presencia del grupo comando. “Insólito y fortuito”, fue la valoración del Fiscal a una acción que se cobró las dos primeras víctimas militares del EPP y desató toda suerte de comentarios sarcásticos en las redes sociales.

Puede que este nuevo bochorno dé la razón al jefe antidroga paraguayo cuando trataba de justificar por todos los medios la presencia del banquero en sus filas: “Si hace falta traer al Pato Donald o a Mickey Mouse se traerán. Harán mejor su tarea que estos policías”.

Un buen martes del pasado mes de septiembre, el banquero paraguayo Hugo Portillo cambió sus elegantes trajes a medida por un tosco chaleco antibalas y los suaves portafolios de cuero por un pesado rifle de asalto. En su mente no había cifras, balances o auditorías pendientes. Tan sólo un objetivo: neutralizar al enemigo.

El redactor recomienda