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Afganistán: el talón de Aquiles del último emperador
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Afganistán: el talón de Aquiles del último emperador

“Nunca pensé que Iraq sería el menor de mis problemas”. La frase, pronunciada  hace meses por el presidente Barack Obama, denota el despropósito en que se

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Afganistán: el talón de Aquiles del último emperador

“Nunca pensé que Iraq sería el menor de mis problemas”. La frase, pronunciada  hace meses por el presidente Barack Obama, denota el despropósito en que se ha convertido la aventura afgana. Mientras los talibanes ganan terreno en Helmand, Kandahar y en todo el sur y este del país, la reticencia de los socios europeos a aumentar sus contingentes, la corrupción galopante y la ineficacia del Gobierno de Hamid Karzai han convertido Afganistán en una misión casi imposible.

Los atentados de los últimos días han elevado a 19 la cifra de bajas entre las tropas internacionales durante la primera semana de agosto, con lo que este mes podría superar en muertos al pasado julio, el más mortifero hasta el momento con 76 víctimas mortales entre los efectivos de la Alianza. Desde marzo han caído más soldados de la coalición que en todo el periodo de 2001 a 2004. La insurgencia talibán conoce la trascendencia de los comicios presidenciales de este mes y, por ello, ha multiplicado sus ataques. Sabe que la inseguridad imperante reducirá la presencia de observadores internacionales a unos cuantos núcleos urbanos, dado que alrededor de un cuarto de las circunscripciones afganas se consideran prohibidas. Y nada puede resultar más desestabilizador para un proceso electoral que unos resultados considerados fraudulentos por un gran parte de la ciudadanía. 

No obstante, auque la estrategia de Obama para el avispero afgano adolece de carencias, resulta alentador que EEUU apoye iniciativas de reconciliación con elementos de la insurgencia que se han unido a los talibanes por negocio o por agravios y no por una convicción ideológica, o que advierta del peligro de que, con la intensificación de la guerra, se abandone la lucha por los derechos humanos o la mejora de la situación de las mujeres. Pero, ¿está la opinión pública occidental dispuesta a sacrificar más hombres y recursos para pacificar el país del Hindu Kush?   

El propio secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, de visita en Afganistán, subrayó ayer la necesidad de enviar más soldados al estado centroasiático. "He visto progresos en el sur -dijo desde Kabul-, en buena medida gracias al incremento en el número de militares así que, definitivamente, el número de efectivos sí importa. Francamente, creo que necesitamos más tropas". La nueva estrategia de Washignton expuesta por Obama hace ya meses no puede ser más clara: reconstrucción del país y de su economía y, principalmente, derrota total de la alianza entre los talibanes y Al Qaeda para evitar que el país vuelva a convertirse en lanzadera de atentados terroristas contra EEUU y Europa. Sin paz no habrá reconstrucción. Y esa seguridad sólo puede conseguirse mediante una victoria militar completa. No obstante, países como Alemania, España, Francia e Italia se muestran reacios a aumentar sus efectivos por motivos puramente electorales. Todos se empeñan en definir el parco despliegue de tropas como una mera contribuición a la reconstrucción del país. Un peligroso engaño ante una situación alarmante.    

“Nunca pensé que Iraq sería el menor de mis problemas”. La frase, pronunciada  hace meses por el presidente Barack Obama, denota el despropósito en que se ha convertido la aventura afgana. Mientras los talibanes ganan terreno en Helmand, Kandahar y en todo el sur y este del país, la reticencia de los socios europeos a aumentar sus contingentes, la corrupción galopante y la ineficacia del Gobierno de Hamid Karzai han convertido Afganistán en una misión casi imposible.

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