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Los días más negros del ministro Wert
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PADrRES DE ALUMNOS, CATALUÑA Y EL SECTOR CULTURAL, EN SU CONTRA

Los días más negros del ministro Wert

A José Ignacio Wert la he tocado correr con la suerte de ser la Maleni Álvarez del Gobierno de Rajoy, o lo que es lo mismo,

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Los días más negros del ministro Wert

A José Ignacio Wert la he tocado correr con la suerte de ser la Maleni Álvarez del Gobierno de Rajoy, o lo que es lo mismo, el farolillo rojo de las encuestas que, además, suma a su condición de ministro quemado y amortizado una capacidad innata para complicar las cosas justo en los momentos más innecesarios. Igual que le ocurría a la ex ministra de Fomento de Zapatero, que se hizo célebre durante años por sus salidas de tono y por sus ataques, entre otros, a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de quien llegó a decir que debería estar “o tumbada en la vía o colgada de la catenaria” del metro. Ambos comparten, además, el dudoso honor de que la oposición pida su reprobación en el Congreso de los Diputados. Algo que en el caso de Álvarez llegó a salir adelante, aunque en el Senado, donde el PP tenía mayoría.

La reprobación parlamentaria no deja de ser un gesto simbólico que no va más allá de la pura controversia política entre Gobierno y oposición. Pero la cosa se complica si, a ese tremendo lío que ha armado esta semana el ministro de Educación en el Congreso a cuneta de su “españolizar” a los catalanes, se une el hecho de que hasta el Rey Juan Carlos haya hablado con Rajoy sobre la infortunada expresión de la que Wert fue protagonista durante la sesión de control al Gobierno del pasado miércoles. Que el Rey pida explicaciones, como supuestamente hizo este sábado (después la Casa Real negó haber "criticado" a Ministro) tras el desfile del 12 de octubre, ya son palabras mayores y, que se recuerde no había pasado, al menos en público, hasta la fecha. “Lo de españolizar a los catalanes del pobre Wert. Ya le he dicho que está muy mal lo que ha hecho”, parece que fue la respuesta que Rajoy, encogido de hombros, le dio a Don Juan Carlos en una conversación bastante tensa, tal y como se pudo ver en el vídeo.

En un Gobierno de ministros quemados por la crisis, José Ignacio Wert parece no tener miedo a autoinmolarse en medio de la plaza pública, léase el Congreso, justo cuando el debate independentista en Cataluña está en su máximo apogeo y cuando la precampaña electoral del 25N ha arrancado ya para todos los partidos. En un ambiente caldeado ya de por sí, Wert ha aportado la cerilla que hacía falta para que todo terminase por estallar por los aires. Ha sido la puntilla, tal y como dice la oposición. En menos de un año, Wert ha dilapidado su capital político y se ha enfrentado a todo el sector. A padres, colegios, profesores y alumnos por la austeridad de los recortes y la bajada de becas y ayudas. La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), mayoritaria en la escuela pública, acaba de convocar el próximo jueves la primera huelga en la educación a iniciativa de las familias, secundando así la "semana de lucha" del Sindicato de Estudiantes los días 16, 17 y 18 de octubre. Wert, además, también tiene en contra a la cultura por la subida “salvaje” del IVA y, a modo de colofón o de gota que ha colmado el vaso, a la sociedad catalana que hace justo un mes salía a la calle para pedir la independencia y que quiere celebrar un referéndum de autodeterminación en la próxima legislatura.

Todo le ha pasado factura y, como recogía la última valoración del CIS, sigue a la cola del Gobierno con la peor nota de todos los ministros, con un 2,49. Algo que no deja de ser curioso tratándose de él, que proviene del campo de la sociología y del estudio de la opinión pública. Su cabeza pende, pues, de un hilo y no sería extraño que fuera uno de los primeros sacrificados en una eventual y próxima crisis de Gobierno.

Quizá la clave esté en que Wert no es un político profesional y ni siquiera un político al uso, lo que explicaría su tendencia a meterse de cabeza en todos los asuntos polémicos que rodean a su departamento. Hay que recordar, en este sentido, que aquello de “españolizar” a los alumnos catalanes formaba parte de su respuesta a un diputado del PSOE durante la sesión de control, en la que solo tenía tres minutos de tiempo tasados para dar respuesta a un asunto del que se supone, iba ya con el titular en la cabeza de lo que quería decir. No fue, para nada, un acaloramiento propio del debate.

Enfrentado a todos

El nombramiento de Wert como ministro de Educación y Cultura fue, quizá, una de las sorpresas más llamativas del Gobierno de Rajoy, que, durante la oposición, siempre había delegado los asuntos culturales en el diputado José María Lasalle, actual secretario de Estado de la materia y con quien tampoco Wert parece entenderse. La relación entre ambos es completamente gélida en un binomio en el que, de momento, Lasalle parece haber quedado completamente anulado. Justo, además, cuando  su interlocución es más necesaria que nunca con un sector de la cultura que está que trina con la subida del IVA del 8 al 21% para cines, teatros y demás espectáculos. Pedro Pérez, de la Federaciones de Asociaciones de Productores Audiovisuales Españoles (Fapae), reconoce que ese impuestazo es una “salvajada” sobre la que, en algún momento, espera que “rectifiquen”. La medida, además, ha generado división entre las propias filas del PP y ha levantado en rebeldía al presidente extremeño, José Antonio Monago, que compensará la subida con otras ayudas al sector.

Sorprende también que en un momento histórico en el que los recortes están sacando a la calle a miles de personas, sea él, y no el titular de Economía o el de Hacienda, el que encabece el ranking de los peor valorados por la ciudadanía. Algo que Wert se ha ganado a pulso con sus referencias a movimientos como la Primavera Valenciana, en la que acusó al PSOE de apoyar a los violentos; o con sus valoraciones sobre calidad académica de la beca Erasmus o sobre los criterios que se deben aplicar y endurecer para que un estudiante universitario renueve su beca. Un cóctel al que hay que sumar, por supuesto, el hecho de que dirija una cartera especialmente sensible para el PSOE, partido que ha rubricado con su sello todas y cada una de las leyes educativas ahora en vigor. La única que elaboró el PP, con Pilar del Castillo al frente, fue derogada por Zapatero nada más llegar al poder.

En este contexto, tampoco ha ayudado nada el hecho de que haya trascendido que su pareja, Edurne Uriarte, forme parte las tertulianas fichadas por la nueva dirección de Televisión Española para el programa de Los Desayunos.

Son demasiados frentes abiertos como para que Wert pueda salir indemne de la próxima remodelación de gabinete. El grueso de su trabajo, al menos, ya está hecho, pues el Consejo de Ministros ya ha remitido al Congreso el anteproyecto de ley de la próxima reforma educativa que pretende, dice, mejorar la calidad del sistema y la empleabilidad de los alumnos, y que recuperará, entre otras cosas, las reválidas al final de cada etapa escolar. Su etapa como ministro vive, de momento, las horas más bajas y sus días más negros. Solo una reválida superada con muy buena nota en el CIS le podría salvar de la más que segura quema. 

A José Ignacio Wert la he tocado correr con la suerte de ser la Maleni Álvarez del Gobierno de Rajoy, o lo que es lo mismo, el farolillo rojo de las encuestas que, además, suma a su condición de ministro quemado y amortizado una capacidad innata para complicar las cosas justo en los momentos más innecesarios. Igual que le ocurría a la ex ministra de Fomento de Zapatero, que se hizo célebre durante años por sus salidas de tono y por sus ataques, entre otros, a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de quien llegó a decir que debería estar “o tumbada en la vía o colgada de la catenaria” del metro. Ambos comparten, además, el dudoso honor de que la oposición pida su reprobación en el Congreso de los Diputados. Algo que en el caso de Álvarez llegó a salir adelante, aunque en el Senado, donde el PP tenía mayoría.