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Fenosa, Gamesa, Iberia… subirse a la revolución o quedarse fuera
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LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS TIEMBLAN PERO RESISTEN LA PRIMAVERA EGIPCIA

Fenosa, Gamesa, Iberia… subirse a la revolución o quedarse fuera

El propio Hosni Mubarak inauguró en 2005 la planta de licuefacción de gas de Damietta, la mayor inversión española en Egipto. Unión Fenosa desembolsó cerca de

Foto: Fenosa, Gamesa, Iberia… subirse a la revolución o quedarse fuera
Fenosa, Gamesa, Iberia… subirse a la revolución o quedarse fuera

El propio Hosni Mubarak inauguró en 2005 la planta de licuefacción de gas de Damietta, la mayor inversión española en Egipto. Unión Fenosa desembolsó cerca de 1.000 millones de euros en esta infraestructura de alta eficiencia que permite transportar gas desde Egipto hasta España a un precio competitivo. En el año 2000, la compañía española se entendió con el antiguo régimen para suministrar gas egipcio al menos durante los próximos 25 años. El complejo de Damietta, al norte del país, está gestionado por la compañía local SEGAS, controlada en un 80% por Fenosa, mientras que el otro 20% pertenece a empresas estatales.

En enero del año pasado, Unión Fenosa Gas (controlada ahora al 50% por Gas Natural Fenosa y la italiana Eni) temió que la revolución egipcia amenazara los acuerdos firmados con el antiguo régimen. “El 25 de enero las cosas pintaban mal, hubo unos primeros momentos de incertidumbre”, reconocen desde la compañía a El Confidencial. Pero una vez superado el susto, “el triunfo de los Hermanos Musulmanes y los salafistas no ha afectado en nada. Quizá hemos sufrido alguna reunión de más, pero aunque los interlocutores sean distintos, los canales de comunicación siguen completamente abiertos”, añaden las mismas fuentes. Según Fenosa, la producción no se ha visto alterada en este año y la compañía ha cumplido sus objetivos. “No nos cuestionamos bajo ningún concepto salir del país”, concluyen. 

Justo un año antes de que cayera el rais, FCC consiguió la primera adjudicación de un contrato de colaboración público-privado con el Estado para construir una depuradora de aguas. La compañía que preside Esther Koplowitz, a través de su filial Aqualia, invirtió 360 junto a un gigante local de la construcción. Desde la empresa eluden valorar el futuro de esta inversión, aunque ya han tenido problemas en el país en otros sectores. FCC y ACS consiguieron en 2002 gestionar la recogida de basuras en El Cairo, pero el rechazo de los egipcios a pagar impuestos por este servicio y el boicot de familias que tradicionalmente han recogido a mano los residuos impidieron operar a las españolas. ACS dejó de prestar este servicio y desde que vendió su participación en Unión Fenosa su inversión en el país es reducida. 

Todo lo contrario que ocurre con la valenciana Cementos La Unión. En 2004, cuando ya preveía el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en España, la cementera decidió expandir su negocio a Egipto con un desembolso de 275 millones de euros. Abrió una fábrica cerca de El Cairo, una ciudad de casi 20 millones de habitantes donde el negocio residencial seguía creciendo, y se convirtió en una de las compañías españolas más importantes en el país norteafricano. Pese a que la primavera egipcia también ha paralizado el boom de la construcción, la firma declara a este medio que “el negocio progresa igual que antes de la revolución”. Tampoco hacen mella las suspicacias de que los partidos islamistas promuevan una economía más autárquica. “Pensamos en un futuro brillante, bajo la ambición del nuevo Gobierno de crear una economía más transparente. No estamos preocupados por nuestras inversiones porque pensamos que tanto las autoridades como los egipcios protegerán las inversiones extranjeras”, asegura la dirección de Cementos La Unión por correo electrónico.

Una filosofía que también parece adoptar Gamesa. Hace sólo un par de meses que el fabricante de aerogeneradores obtuvo un contrato por 70 millones de euros para vender molinos de viento cerca del Mar Rojo. El holding vasco entró en el mercado egipcio en 2003 y parece que los cambios políticos tampoco lo han espantado. Sólo cuenta con una oficina comercial en El Cairo, pero actualmente suministra cerca de un 80% de la potencia eólica en todo el país.

No lo vieron tan claro otros gigantes como Iberdrola o Cepsa. Mientras que la eléctrica no prevé nuevas obras tras la construcción de un proyecto de ciclo combinado, la petrolera mantiene desde 2005 dos proyectos de exploración en el Sáhara de los que no ha sacado partido. Ambas compañías señalan a este medio que siguen una estrategia progresiva de desinversión en el país.

El derrumbe del turismo

Si un sector se ha visto castigado por los cambios políticos en el país ha sido el turismo. Según las cifras oficiales, el año pasado Egipto recibió un 33% menos de visitantes que en 2010. Iberia ha sido una de las grandes perjudicadas. La aerolínea redujo a la mitad el número de vuelos semanales desde Madrid, aunque confían en recuperar pronto el flujo de viajeros. “En verano vamos a recuperar el número de vuelos de antes de la revolución. Tiene que aumentar la seguridad en el país, pero confiamos que en estos seis meses esto va a mejorar muchísimo”, señala en conversación telefónica Yahia Mohamed, supervisor de la Administración de Ventas en Egipto.

Iberia ha sufrido su propia revolución, tras la fusión con British Airways. Su oficina en El Cairo, que se encuentra en la plaza de Tahrir, en pleno corazón de las revueltas, mantiene echado el cierre, a la espera de trasladarse a las dependencias de la aerolínea británica. Mohamed insiste en que la guerra del Golfo supuso un golpe mayor para la compañía en la región. “Vamos a seguir aquí, si no hemos cerrado ya, no lo haremos en un futuro. La plaza Tahrir, que ahora mismo se evita, se convertirá en un reclamo turístico en unos meses”, confía este egipcio que trabaja en Iberia desde hace 20 años.

La presencia hotelera se reduce a una decena de instalaciones propiedad de Barceló, Sol Meliá y Partner. Las grandes cadenas no apostaron por Egipto, pero sí una pequeña agencia de viajes con capital hispanoegipcio que se ha ido consolidando como líder en el negocio de los cruceros de lujo, desde su fundación en 1989. Maricel Bea es la vicepresidenta de Galaxia Tours, una empresa familiar que da trabajo a 170 empleados. Según Bea el negocio ha bajado un 70% en lo que va de año. “Cuando estamos un par de meses tranquilos, ocurren sucesos como los de Port Said [donde murieron más de 70 personas en un partido de fútbol] o los enfrentamientos en la plaza Tahrir”, declara la empresaria. La agencia señala que se mantienen gracias a la llegada de turistas sudamericanos, “que no ha bajado tanto como la de españoles”. Bea también confía en que a partir del verano, cuando Egipto ya debe tener un nuevo presidente, la situación remonte. “Vamos a trabajar de la mano con los nuevos dirigentes para levantar un negocio tan importante como el turismo”. Mientras tanto, Galaxia Tours lleva pagando a sus empleados un 70% de sus nóminas desde el pasado abril y a partir del mes que viene iniciará una fórmula de despidos temporales rotatorios. Los trabajadores cesarán su actividad por un mes, para volver al mes siguiente en detrimento de otros, y así sucesivamente hasta que la situación económica mejore.

Malas perspectivas

El PIB egipcio se incrementó el año pasado un 1,9% y este año el Gobierno prevé que esa cifra se eleve hasta el 2,4%. Un ritmo muy lento para un país acostumbrado a crecer en los últimos años por encima del 5% y que necesita altas tasas para crear empleo. El alza del precio de los alimentos fue uno de los detonantes de la revolución. Y así lo sufrió Ebro Foods, otra de las empresas españolas asentadas en Egipto. “Después de lo que hemos vivido, el consumo se resiente, sobre todo el de los productos de mayor valor añadido”, apunta Omar Droubi, responsable del negocio en el país.

A diferencia del resto de compañías, la empresa alimenticia española que vende arroz de la fértil ribera del Nilo, reconoce que el “clima de negocios es mucho más complicado que hace seis meses o un año”. “Antes había más facilidades para firmar contratos, ahora todo el mundo tiene miedo y aplica la ley estrictamente, lo que retrasa prácticamente todo”, reconoce Droubi. Desde Ebro indican que no piensan ampliar el negocio, pese al gran mercado que ofrece Egipto con más de 80 millones de habitantes. “Aún no ha pasado lo peor, el año pasado fue difícil, pero lo peor está por venir”, insiste el gerente de la compañía. Ebro Foods es la única de las firmas españolas consultadas que deja abierta la posibilidad de marcharse del país.

Un panorama que tendrá que también tendrá que afrontar Roca. Meses antes de la caída de Mubarak, decidió entrar en el mercado egipcio con la compra del 50% de una compañía local de sanitarios por 18 millones de euros. La mayoría del dinero español apuesta por adaptarse a las nuevas circunstancias, pero desde la Oficina Comercial en Egipto, dependiente del Ministerio de Industria, advierten de una mayor inseguridad jurídica, de la inmovilidad del actual Gobierno interino y de un retraso en los pagos, que ya se producía con el régimen anterior.

El propio Hosni Mubarak inauguró en 2005 la planta de licuefacción de gas de Damietta, la mayor inversión española en Egipto. Unión Fenosa desembolsó cerca de 1.000 millones de euros en esta infraestructura de alta eficiencia que permite transportar gas desde Egipto hasta España a un precio competitivo. En el año 2000, la compañía española se entendió con el antiguo régimen para suministrar gas egipcio al menos durante los próximos 25 años. El complejo de Damietta, al norte del país, está gestionado por la compañía local SEGAS, controlada en un 80% por Fenosa, mientras que el otro 20% pertenece a empresas estatales.

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