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La 'ciudad de la basura' sirve de refugio a miles de cristianos
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60.000 COPTOS VIVEN HACINADOS ENTRE BASURA EN EL CAIRO

La 'ciudad de la basura' sirve de refugio a miles de cristianos

Pocos lugares pueden representar mejor la discriminación que denuncian los cristianos egipcios como el barrio de Hanna Fathy. Forma parte de los zabbaleen,“gente de la basura”,

Foto: La 'ciudad de la basura' sirve de refugio a miles de cristianos
La 'ciudad de la basura' sirve de refugio a miles de cristianos

Pocos lugares pueden representar mejor la discriminación que denuncian los cristianos egipcios como el barrio de Hanna Fathy. Forma parte de los zabbaleen,“gente de la basura”, en árabe. Como el resto de sus vecinos, se dedica desde niño a separar la mayor parte de los desechos que producen diariamente los 20 millones de habitantes de El Cairo. Las calles de la ciudad de la basura albergan toneladas de residuos, animales, excrementos y otras 60.000 almas como la de Fathy, de profundas creencias cristianas. Es la comunidad de coptos más homogénea de la capital egipcia.

“Para muchos de mis vecinos, la ciudad de la basura es simplemente su hogar”, señala este joven de 28 años. Representa la tercera o cuarta generación de una comunidad que lleva instalada en este arrabal cairota desde mediados de los años cincuenta, cuando el panarabismo del coronel Nasser provocó el desplazamiento de millones de miembros de esta religión al exilio. Algunos, como los antepasados de Fathy, prefirieron arrinconarse en esta colina alejada del centro de la ciudad y hacer de la basura su medio de vida.

Es el futuro que le espera a los dos hijos de este egipcio, que asegura haber aprendido el buen inglés que habla sin haberlo estudiado. Sus pequeños sí acuden a uno de los dos colegios que existen en el barrio. También hay tres centros médicos, aunque ninguno de ellos “son de buena calidad”. Cada vez que sufren alguna enfermedad tienen que salir a la ciudad. Algo a lo que sólo están acostumbrados para traer la basura en camionetas. Una vez que llegan a la montaña, los burros ayudan en la tarea del transporte.

Los zabbaleen pueden ganar mensualmente, en el mejor de los casos, unas 1.000 libras egipcias, 125 euros. Aunque la situación ha empeorado en los últimos años. En 2009 el Parlamento decidió sacrificar a los 300.000 cerdos que poseían. Las autoridades egipcias, un país de mayoría musulmana donde no se consume esta carne, no tuvieron dudas a la hora de culpar a los cerdos del origen de la llamada gripe porcina. “Fue un golpe muy duro para nosotros, porque los cerdos se comían los residuos orgánicos y nos ayudaban a separar la basura para reciclarla”, explica Fathy.

Aunque el dominio de la economía informal permite que sigan recogiendo el 80% de los residuos de las calles, la privatización de la recogida de basuras en 2003 fue un golpe más para esta comunidad. Aunque a menudo no funcionan correctamente, “el Gobierno ha traído el agua y la electricidad, como es normal en todos los barrios, pero no se preocupa de los problemas de la gente”, insiste Fathy. La principal fuente de ayuda es la Iglesia copta, presente en cada rincón del suburbio. Los vecinos sujetan con cuerdas vírgenes que quedan suspendidas en el espacio que separa un edificio de otro. La imaginería preside la mayoría de los hogares. Yen lo alto de la colina se alza la catedral de San Simeón, un templo construido en la roca, con un anfiteatro con capacidad para 20.000 personas. Este símbolo de la Iglesia ortodoxa egipcia, la mayoritaria entre los coptos, deja bien a las claras el lugar que ocupa actualmente la confesión cristiana más numerosa de todo Oriente Próximo.

Manchados de sangre

Al contrario que ocurre con las mezquitas, la ley vigente pone miles de trabas para levantar o remodelar iglesias. Y cuando los cristianos deciden actuar por su cuenta, a menudo sufren el ataque de grupos salafistas, la rama más radical de los musulmanes. En marzo de este año, la sangre corrió por la ciudad de la basura. Una manifestación organizada por los coptos para protestar por el incendio de un templo acabó con la muerte de una decena de personas. Las causas, son confusas. Los hechos, se repiten. “La discriminación que hemos sufrido siempre, se está transformando en una persecución real y sistemática contra nosotros”, opina en una entrevista para este periódico, Ramy Kamil, uno de los promotores de la manifestación del pasado domingo que se saldó con una nueva masacre.

Las cifras oficiales señalan que murieron 25 personas, entre ellas varios soldados, en los peores enfrentamientos en la capital egipcia tras la revolución. Los militares eludieron responsabilidades y culparon de atropellar a sus propios compatriotas a “civiles que se introdujeron en los tanques”. Mientras, los coptos señalaron a alborotadores a sueldo, partidarios del régimen del depuesto Mubarak, como los causantes de los choques.

El Gobierno abrió una investigación, pero sigue sin dar una versión verosímil de los hechos, al tiempo que niega rotundamente que se tratara de enfrentamientos sectarios. “Estamos ante la misma situación que hace varios años, con crímenes perpetrados contra los coptos que quedan impunes”, apunta a El Confidencial Naguib Bababir, miembro del Partido de los Egipcios Libres, una formación surgida al calor de la revolución para velar por los intereses de las minorías.

Un nuevo éxodo

Los coptos, que pasaron de representar una cuarta parte de la población egipcia a mediados del siglo pasado a no más del 10% actualmente, han iniciado un nuevo éxodo. No existen datos oficiales, pero las organizaciones de derechos humanos señalan que decenas de miles han abandonado el país desde el pasado febrero hasta mediados de septiembre. El caso de Fathy sólo representa el estrato más bajo de una población que históricamente ha denunciado “problemas con los templos, dificultades para escalar en la vida laboral y una escasa representación en la Administración”, según la Federación Joven Maspiro.

Las organizaciones de coptos reclaman la desaparición del apartado del documento nacional de identidad que identifica a cada ciudadano con su religión.  Denuncian que la etiqueta “cristiano” discrimina a los que, con más suerte que los zabbaleen, alcanzaron un trabajo como dentista, arquitecto o abogado.

Europa, Australia y Norteamérica son los destinos soñados por la mayoría de los emigrantes. De hecho, la embajada estadounidense en El Cairo organiza una lotería anual para repartir visados entre los miles de coptos que solicitan un permiso de trabajo. Los cristianos abandonan Irak, Líbano, Siria o Arabia Saudí y dejan paso a una mayoría islámica cada vez más grande. 

En el régimen de Mubarak, los coptos tenían asegurada una cuota mínima en el Parlamento. Entonces denunciaban sentirse discriminados. Sin embargo, el temor a que los partidarios de establecer un estado islámico, en cuya vanguardia se encuentran los Hermanos Musulmanes, provoca el temor de la minoría cristiana. El político Naguib Bababir, es uno de esos ciudadanos que lograron subir a lo más alto del escalafón. “Si hay unas elecciones verdaderamente democráticas, no tengo miedo. Yo soy copto y voy a permanecer en Egipto porque amo a mi país y quiero que mis hijos se eduquen en su país”, asegura. “El nuevo Gobierno tendrá que atender muchos asuntos, sabemos que no nos van a ayudar, pero no estamos preocupados porque tenemos a Dios”, confiesa aliviado, desde la otra cara del mundo, el basurero Hanna Fathy.

Pocos lugares pueden representar mejor la discriminación que denuncian los cristianos egipcios como el barrio de Hanna Fathy. Forma parte de los zabbaleen,“gente de la basura”, en árabe. Como el resto de sus vecinos, se dedica desde niño a separar la mayor parte de los desechos que producen diariamente los 20 millones de habitantes de El Cairo. Las calles de la ciudad de la basura albergan toneladas de residuos, animales, excrementos y otras 60.000 almas como la de Fathy, de profundas creencias cristianas. Es la comunidad de coptos más homogénea de la capital egipcia.