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Los Goya: una ocasión perdida
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Los Goya: una ocasión perdida

La gran gala de los premios del cine español estuvo repleta de claroscuros. La nómina de asistentes resultó excepcional pero el guion fue malo y el presentador no estuvo afortunado

Foto: Gala de entrega de los 30 premios Goya.
Gala de entrega de los 30 premios Goya.

Como suele ocurrir siempre, la gala de los Goya estuvo repleta de claroscuros. Fue un gran éxito de su presidente y junta directiva conseguir que asistieran grandes actores, cuatro de ellos reconocidos con un Oscar de Hollywood, personalidades de la cultura, con premio Nobel incluido, de la política e incluso del 'famoseo'. El capítulo de presencias resultó excepcional. Incluso algún malvado comentó que, con cuatro nominados en la gala y un ausente, el premio a presidente del Gobierno quedó desierto. El protocolo no estuvo acertado al recalcar la asistencia de algunos e ignorar al presidente del Congreso de los Diputados -tercera autoridad del Estado- y a una de las anfitrionas, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Duele pensar en los esfuerzos de otras épocas en la Academia por conseguir, casi siempre sin éxito, que el propio Banderas, Bardem, Penélope, Garci o Almodóvar estuvieran presentes. Notable también fue la presencia de Serrat y los Tambores de Calanda.

Lo peor de la gala, el guion, que convirtió en imposibles los esfuerzos de un no muy afortunado presentador. La realización y el despliegue técnico no fueron brillantes. A cualquier espectador le cuesta creer que las gentes del cine no puedan conseguir una retransmisión impecable, sin fallos de sonido o de cámara. A fin de cuentas, es el día en que el cine se reúne para contar su historia y lo hace desde dentro, con sus gentes. Por no hablar de ese premiado, torpe, mal educado y sobre todo pesado, en su insistencia, en no solo contarnos su vida, sino la de sus abuelas. Le callaron con el recurso de poner la música cuando se creció en su esperpento. ¡Ojalá no se vuelva a repetir! No gustó tampoco el supuesto discurso del presidente, por simple y mal estructurado.

Lo peor de la gala, el guion, que convirtió en imposibles los esfuerzos de un no muy afortunado presentador. La realización no fue brillante

Las cinco películas españolas más taquilleras de 2015 han sido producidas con la participación mayoritaria de Atresmedia o Mediaset, y son estas: 'Ocho apellidos catalanes', 'Atrapa la bandera', 'Perdiendo el norte', 'Regresión' y 'Ahora o nunca'. En total, han conseguido una recaudación en taquilla de 74 millones de euros.

Productoras independientes

La película triunfadora en esta edición ha sido 'Truman', acompañada en las nominaciones de la Academia como mejores del año por 'La novia', 'Nadie quiere la noche', 'A cambio de nada' y 'Un día perfecto'. Entre las cinco, han recaudado un total de 9 millones de euros. Todas ellas han sido realizadas por productoras independientes, aunque en algunas tengan una participación minoritaria los operadores de televisión por haber adquirido los derechos de emisión. Pueden por lo tanto las grandes empresas estar orgullosas de sus éxitos comerciales, pero en cambio no parecen gozar del aprecio de los miembros de la Academia.

Pueden las grandes empresas del cine estar orgullosas de sus éxitos comerciales, pero no parecen gozar del aprecio de los miembros de la Academia

Desde 1999, una ley obligaba a los operadores de televisión a invertir anualmente el equivalente al 5% de sus ingresos brutos en la producción de películas europeas.

Esta disposición administrativa fue contestada por las empresas de televisión y resultó inoperante hasta que en 2004 el Gobierno reafirmó la normativa, especificando que el 60% de esta cantidad se reservaría para películas españolas. Finalmente, los operadores televisivos decidieron cumplir la ley, participando activamente en la producción de estas películas con sus grandes recursos económicos, unos departamentos de desarrollo bien estructurados y con ejecutivos muy preparados, gracias a lo cual se han realizado proyectos de enorme interés para el gran público.

Estos operadores de televisión apoyan sus películas con todos los mecanismos y recursos de promoción de los que disfrutan sus canales. Producto de esta inteligente política hemos podido disfrutar de títulos como 'Torrente 4', 'Lo imposible', 'Celda 211' u 'Ocho apellidos vascos', con los que se ha incrementado la cuota de asistencia a salas del cine español desde un porcentaje de aproximadamente el 12% hasta casi un 20%. Todo ello ha sido muy beneficioso para conseguir que el público vuelva a valorar una producción española digna, comercial y que sin duda contenta a muchos espectadores.

'Majors made in Spain'

Nada hay que objetar por lo tanto a estas empresas que se han incorporado a la producción tradicional del cine español. Ellas son nuestras 'majors', con prácticas muy similares a las de los grandes estudios de Hollywood, y de ellas son en gran medida dependientes muchos de los productores españoles.

La capacidad de producción de largometrajes en España puede estimarse en torno a los 150 títulos por año, que deberían financiarse con una inversión de aproximadamente 450 millones de euros. Las dos grandes empresas de televisión en España, Mediaset y Atresmedia, vienen a realizar unos 15 títulos por año, posiblemente con una inversión global aproximada a los 100 millones de euros.

Pero pese a los esfuerzos de colaboración con el cine de TVE, Movistar (antes Canal+) y algún otro operador, sus inversiones no superan los 30 millones de euros que, añadidos a los 100 de los grandes operadores privados, suponen apenas un 34% de los recursos económicos que la producción española necesita. Ello determina que más de 135 películas tengan que realizarse con presupuestos muy inferiores a lo que la media les exigiría. Películas que debían realizarse con tres millones de euros se producen con 950.000 euros de media y, lo que es peor, sin disponer de recursos para publicitar y promocionar estas obras. Son los productores independientes de estas 135 películas quienes luchan, a veces con éxito, por realizar cintas socialmente más interesantes, más innovadoras y donde el arte cinematográfico se manifieste con mayor intensidad.

Películas que debían realizarse con tres millones de euros se producen con 950.000 de media y sin disponer de recursos para publicidad y promoción

A la vista de todo lo anterior, parece razonable sugerir una mayor colaboración entre los grandes operadores de televisión y la producción independiente. Quizá sería deseable que la coproducción entre ambos sectores se triplicara, por el bien y la salud del audiovisual y en particular del cine español. La crisis económica y el abandono por parte del Gobierno de sus propias políticas culturales han acentuado las dificultades para que los productores en general puedan realizar y sobre todo promocionar sus películas. Las desigualdades entre los productores 'ricos' -aquellos que trabajan bajo el paraguas de los grandes grupos mediáticos- y los 'pobres' -los que solo encuentran la distribución de sus filmes a través de pequeñas compañías españolas- se han acentuado de tal forma que esta situación exige una revisión total, por parte del Gobierno que entre, de las reglas del juego para que todos podamos desarrollar nuestro trabajo en justa competencia.

Los políticos presentes en la gala tuvieron el buen gusto de hablar solo de cine y de cultura, incluso haciendo autocrítica del olvido que tuvieron durante la campaña electoral. Están a tiempo de rectificar e incluir la política cultural en las negociaciones para formar Gobierno. Conseguirán una sociedad más culta y más rica en todos los aspectos.

Como suele ocurrir siempre, la gala de los Goya estuvo repleta de claroscuros. Fue un gran éxito de su presidente y junta directiva conseguir que asistieran grandes actores, cuatro de ellos reconocidos con un Oscar de Hollywood, personalidades de la cultura, con premio Nobel incluido, de la política e incluso del 'famoseo'. El capítulo de presencias resultó excepcional. Incluso algún malvado comentó que, con cuatro nominados en la gala y un ausente, el premio a presidente del Gobierno quedó desierto. El protocolo no estuvo acertado al recalcar la asistencia de algunos e ignorar al presidente del Congreso de los Diputados -tercera autoridad del Estado- y a una de las anfitrionas, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Duele pensar en los esfuerzos de otras épocas en la Academia por conseguir, casi siempre sin éxito, que el propio Banderas, Bardem, Penélope, Garci o Almodóvar estuvieran presentes. Notable también fue la presencia de Serrat y los Tambores de Calanda.

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