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'Los niños de Rusia': los exiliados, desertores e inadaptados que regresaron a España
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'Los niños de Rusia': los exiliados, desertores e inadaptados que regresaron a España

El periodista Rafael Moreno Izquierdo recupera la peripecia del accidentado regreso de aquellos críos que huyeron a la URSS en plena guerra civil y volvieron a España en 1956

Foto: Detalle de portada de 'Los niños de Rusia'. (Crítica)
Detalle de portada de 'Los niños de Rusia'. (Crítica)

El 28 de septiembre de 1956 Cecilio Aguirre Iturbe divisó al fin el rompeolas de Valencia desde el abarrotado carguero 'Crimea'. Había vivido 20 de sus 27 años a la sombra del exilio en la Unión Soviética, desde que huyó en plena Guerra Civil del puerto de Santurce en Bilbao junto a sus hermanos con la idea de volver pronto. Aquel desembarco era extraordinario: unos españoles regresaban voluntariamente a su país desde "el paraíso del socialismo", pero ninguna autoridad destacada del gobierno los esperaba y el diario barcelonés La Vanguardia del día siguiente recogió la noticia en su cuarta página. Con todo, los refugiados se mostraban emocionados e Iturbe se arrancó con un "¡Viva España!" en su atropellada declaración ante la prensa. No sabía que lo más duro de aquel regreso aún estaba por venir.

La historia detallada de la gran operación de retorno que trajo de vuelta a la Península a dos mil exiliados desde Rusia estaba aún por contar. El periodista Rafael Moreno Izquierdo (Madrid, 1960) ha fatigado durante años archivos y recabado toda clase de relatos personales para culminar la narración emocionante, extraña y también triste de 'Los niños de Rusia' (Crítica, 2016), que ahora llega a las librerías españolas. Una vasta operación en plena guerra fría que obligó a colaborar a dos potencias ideológicamente enemigas y cuyos resultados fueron inciertos. "Es ingenuo plantear el retorno de los españoles de la Unión Soviética en términos de éxito o de fracaso. En el fondo se trataba de un sueño irrealizable, aunque solo fuera porque el tiempo había transformado todo y no era un retorno a lo que podían aspirar, sino una redefinición de su propia existencia, de las fronteras que nos separan o que nos unen, de lo que añoramos o sentimos".

Por cierto que no sólo regresaron los niños a los que unos padres asustados por la guerra habían empaquetado a Rusia, también había exiliados políticos, marineros, pilotos y desertores de la División Azul. Y un puñado de espías. No todos se adaptaron.

PREGUNTA. En 1956, en plena guerra fría, dos potencias enemigas como España y la URSS logran el acuerdo para la repatriación de miles de españoles. ¿Quién cedió más en aquella operación y por qué?

RESPUESTA. Quien tenía más interés en facilitar aquella operación era la Unión Soviética, que vivía en aquel momento, igual que España, un proceso de aperturismo tras la muerte de Stalin y la llegada de Kruschev. Quería dar una imagen de mayor libertad y por ello favoreció, en contra del criterio del Partido Comunista Español, el retorno de los exiliados españoles. Franco no acababa de creérselo del todo y en el primer viaje envía a dos agentes camuflados como miembros de la Cruz Roja. Pero llegan tarde y el barco se marcha. El dictador recibió al principio a aquellas personas con desconfianza pero rápidamente se dio cuenta que en aquel momento a mediados de los cincuenta cuando empezaba a liberalizar el régimen, que también podía sacarle un rédito publicitario a aquella operación.

P. ¿Cómo habían vivido aquellos niños en la URSS de postguerra? ¿Querían realmente regresar o era más bien idea de sus padres?

R. En Rusia había tres grandes grupos de españoles. Los que llegaron cuando eran niños y tenía entre tres y 14 años, los emigrados políticos y los marineros y pilotos que estaban adiestrándose en la URSS cuando acaba la guerra civil española y se quedan allí atrapados. Los que realmente presionan para regresar son los llamados "niños de la guerra" que aunque han sido educados como ciudadanos modelo, como la vanguardia del comunismo preparada para cuando caiga la dictadura en España, sufren la añoranza del retorno, se sienten españoles y quieren volver a su país independientemente de su régimen político. Sus padres han mantenido desde España cierto contacto con ellos pero, cuando llegan, no sintonizan nada. Todo ha cambiado y se enfrentarán a muchas dificultades, especialmente las mujeres que en la URSS habían podido ir a la Universidad y ser independientes y llegan a a un país muy arcaico en el que para abrirse una cuenta debe acompañarles su marido.

Las mujeres que en la URSS iban a la Universidad llegaron a un país en el que para abrirse una cuenta debe acompañarlas su marido

P. Relata en el libro cómo al gobierno de Franco en aquellos años en los que la agitación política regresaba poco a poco, lo que más le importaba de aquella repatriación era la seguridad del régimen. ¿Tenía motivos para estar preocupado? ¿Había agentes y/o espías comunistas entre los refugiados?

R. El regreso de los niños de Rusia coincide con un momento muy especial. El PCE acaba de cambiar su estrategia y de abandonar la lucha armada orientado por Moscú y busca ahora infiltrarse en el sistema franquista y dar el golpe desde dentro. Se produce también las primeras acciones sindicales, las primeras huelgas y manifestaciones. Y en ese momento llegan 2.000 personas que han vivido en la Unión Soviética, que se han entrenado ideológicamente en el enemigo comunista, y que tiene que integrarse en todas las capas de la sociedad española. Por tanto, es obvio y hasta razonable que el Régimen tuviera miedo. Es más, en aquella época aún estaba vigente la ley contra la masonería y el comunismo y estaba completamente prohibida la acción política. Lo que descubrí en mi investigación es que si bien la mayoría sin integró sin más prescindiendo de la política, sí que hubo grupos que llegaron, presionados o no, con instrucciones del PCE, colaboraron con él y algunos sufrieron torturas y cárcel. Encontré documentos donde se ven esas cadenas, a quién obedecían y también cómo la KGB infiltró al menos unos diez agentes camuflados como niños para misiones de información que se mantuvieron durmientes un tiempo para luego colaborar o incluso regresar. Pero fueron pocos.

P. La CIA jugó un papel fundamental en la investigación de los repatriados que usted describe como hostil. ¿El anticomunismo americano era entonces aún más paranoico que el español?

R. A la CIA aquel regreso le planteó un problema pero también una solución. Un problema porque las bases americanas ya se habían instalado en España con sus bombarderos nucleares y, por tanto, sabían que eran vulnerables al espionaje soviético. Pero, al mismo tiempo, nunca había salido tanta gente del otro lado del telón de acero que hubiera vivido tanto tiempo allí. Los interrogaron a todos, a los dos mil, y descubrieron ciudades secretas que no conocían, información sobre fábricas militares, sobre el sistema de misiles balísticos, aviones, centrales eléctricas... Fue una de las mejores fuentes de información que tuvo la CIA en toda la Guerra Fría. No hay constancia de que aquellas personas sufrieran violencia física durante los interrogatorios, más bien premios en forma de vivienda, trabajo o limpieza de expedientes. También los enfrentaban entre sí con amenazas.

P. ¿Y cómo fue el recibimiento de aquellos niños de Rusia, cómo fueron recibidos en sus comunidades?

R. Fue muy curioso porque el régimen casi quiso soslayarlo, que pasara desapercibido, no envió a nadie de relevancia a recibirlos y las últimas expediciones ni se publicaron en la prensa. A nivel local, en lugares como Asturias o el País Vasco, la llegada de aquellos autobuses fue recibida con cierta alegría. Socialmente al principio fueron marcados como "los rojos" y sufrieron rechazo. Pero pronto cambió porque la mayoría de ellos no entraron en política y tuvieron vidas normales con ayudas públicas para vivienda y se les permitió que se incorporaran a la función pública. El proceso fue tan normal que hoy la memoria de ellos prácticamente ha desaparecido.

P. Me interesan por último los inadaptados, los que acabaron por regresar a la URSS porque parecen anti intuitivos. A fin de cuentas la dictadura española no era tan opresiva como el totalitarismo soviético. Por no hablar del frío... ¿Qué les ocurrió?

R. Hubo una combinación de factores. Aquellos a los que la policía española bautizó como "los turistas" llegaron a España ya sabiendo que quería ver a sus familiares y regresar después a la URSS. Y es que las autoridades españolas se dieron cuenta desde muy pronto que había un grupo muy numeroso que no pensaba quedarse. Luego hubo otro grupo que salió rompiendo sus familias porque la URSS no dejó salir a los maridos soviéticos aunque sí a las rusas casadas con españoles. Y muchas de aquellas mujeres regresaron. Y también hubo un grupo importante que no se había dado cuenta de que tanto el país como ellos mismos habían cambiado. Habían sido educados en un sistema planificado en el que no les hacía falta luchar por el trabajo ni tenían miedo a perderlo aunque ganaran poco pero en el capitalismo incipiente español sí les podía ocurrir. Los precios tampoco eran fijos como en Rusia. Tenían que competir y buscarse la vida y les costó mucho.

El 28 de septiembre de 1956 Cecilio Aguirre Iturbe divisó al fin el rompeolas de Valencia desde el abarrotado carguero 'Crimea'. Había vivido 20 de sus 27 años a la sombra del exilio en la Unión Soviética, desde que huyó en plena Guerra Civil del puerto de Santurce en Bilbao junto a sus hermanos con la idea de volver pronto. Aquel desembarco era extraordinario: unos españoles regresaban voluntariamente a su país desde "el paraíso del socialismo", pero ninguna autoridad destacada del gobierno los esperaba y el diario barcelonés La Vanguardia del día siguiente recogió la noticia en su cuarta página. Con todo, los refugiados se mostraban emocionados e Iturbe se arrancó con un "¡Viva España!" en su atropellada declaración ante la prensa. No sabía que lo más duro de aquel regreso aún estaba por venir.

Niños Unión Soviética (URSS) Francisco Franco
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