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¿Por qué las élites de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios sin wifi?
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un libro para recuperar tu vida

¿Por qué las élites de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios sin wifi?

El libro 'Sal de la máquina', de Sergio Legaz, advierte del lado oscuro de las nuevas tecnologías

Foto: Detalle de 'Sal de la máquina'. (Ecologistas en acción)
Detalle de 'Sal de la máquina'. (Ecologistas en acción)

Sergio Legaz es librero. También es padre. Vive en Barcelona, una ciudad-escaparate cada vez más colonizada por los turistas, que han convertido las zonas emblemáticas en photocalls para selfies. La observación cotidiana de este tipo de disfunciones, además de su inquietud por el tiempo perdido frente a la pantalla, le llevó a un proceso de desconexión tecnológica.

Foto: Manifestación contra Airbnb en Nueva York en 2015 (Reuters)

También le animó a investigar sobre el funcionamiento de la industria de los móviles. El resultado es un texto breve, ágil y directo, titulado ‘Sal de la máquina. Cómo superar la adicción a las nuevas tecnologías y recuperar la libertad perdida’, publicado POR la editorial de Ecologistas de Acción. Recoge decenas de argumentos, cifras y ejemplos sobre la colonización de nuestras vidas por parte de los teléfonos inteligentes. Legaz va por la vida con un viejo terminal que solo dispone de sms.

PREGUNTA. La primera versión del libro, que usted se autoeditó, no ponía tanto énfasis en la “adicción a las nuevas tecnologías”. ¿Es cosa de la editorial?

RESPUESTA. A mí me preocupan las pantallas táctiles. En la editorial tenían claro que iba a funcionar mejor lo de “nuevas tecnologías”, así que lo pusimos. Yo paso de puntillas por la adicción, aunque sea un asunto candente. Me interesa más el hecho de que estemos perdiendo nuestros momentos de descanso. O que nos cerremos a la posibilidad de disfrutar del aburrimiento. Es lo que yo planteo. Creo que va más allá de la adicción.

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'Sal de la máquina'

P. Su libro explica muy bien cómo las empresas tecnológicas recortan opciones en vez de ampliarlas. Por ejemplo, la banca cada vez recorta más personal y obliga a realizar más operaciones desde un ordenador.

R. Sí, también tenemos que validar las transferencias respondiendo a un sms. ¿Quién se puede permitir no tener móvil? Creo recordar que hasta quinientos euros no te dejan hacer transferencias en ventanilla. Puedes hacerlo por el cajero automático. Estos días están cerrando las pocas taquillas de metro que quedaban, dejando un solo vigilante por acceso. Están deshumanizando la vida, retirando el trato personal del espacio público. También se ha suprimido la opción de poner la alarma en tu móvil y dejarlo pagado. Ahora, si quieres que funcione, tienes que mantenerlo encendido toda la noche, junto a la cama. ¿Se trata de tenernos enganchados veinticuatro horas al día? Hay que preguntarse a quién benefician estos cambios.

P. En el texto deja claro que benefician a las empresas de tecnología. Una de las distorsiones más peligrosas del sector es que los productos se lanzan al mercado sin ningún tipo de control previo. Corresponde a las organizaciones de consumidores demostrar que una novedad determinada puede ser perjudicial. La carga de la prueba está invertida.

R. Trato el asunto de las radiaciones ionizantes. Hay todo tipo de estudios contradictorios. Algunos demuestran, supuestamente, los efectos negativos y otros prueban -también supuestamente- que son inocuos. Las dos cosas no resultan compatibles. Hay que ver quién los financia. Recuerdo que una empresa de tecnología encargó un estudio independiente y le salió rana. La conclusión fue que las las radiaciones provocaban cáncer. Nos abocan a consumir frenéticamente, pero cualquier consecuencia del consumismo es responsabilidad nuestra, por hacer un supuesto mal uso. ¿La publicidad no tiene su parte de responsabilidad? Hay un banco que usó el siguiente lema publicitario: “Con tu móvil te olvidas del mundo; olvídate también de las comisiones con nuestra nueva cuenta”. Es alucinante: ¿quién quiere olvidarse del mundo? Pretenden que vivamos perdidos en un ensueño.

Las élites conocen el valor de los contactos personales. Es lo primero que dice un orientador: empieza por la gente que conoces en persona

P. Habla de un colegio de élite en Silicon Valley donde está prohibido el uso de pantallas. Incluso recomiendan a los alumnos prescindir de ellas al salir de clase. ¿Las élites quieren contacto humano para su entorno y enganche tecnológico para nosotros?

R. Es un ejemplo significativo. Los ejecutivos de Apple, Google y las demás empresas del sector llevan a sus niños a un colegio Walford donde se trabaja con telas, maderas y pintura y donde está prohibida la wifi. ¿Por qué son tan reacios a las nuevas tecnologías? Las élites conocen el valor de los contactos personales. Es lo primero que te dice un orientador laboral: olvida las ofertas de empleo y empieza por la gente que conoces en persona. Ahí es donde encuentras posibilidades reales y factibles.

P. Solemos pensar en las nuevas tecnologías como algo material. Su libro señala que para fabricar cada terminal de smartphone se consumen 75 kilos de materiales. Tampoco se olvida de las guerras por el control del coltán en la República democrática del Congo.

R. Las compañías que fabrican y distribuyen estos dispositivos no nos cuentan la parte sucia de su negocio. En Congo, como ha explicado Noam Chomsky, han muerto entre seis y diez millones de personas por la guerra del coltán. Los datos están en su libro 'Terrorismo occidental' (2016), escrito junto a André Vltchek. También hay constancia de 200.000 mujeres violadas en este conflicto. Son datos brutales.

En la sala de espera del pediatra. Un padre coloca un smartphone encima de la mesa, escoge un vídeoclip y pulsa play

P. Su libro también recoge ejemplos cotidianos, como el padre que obliga a su niño a jugar con el móvil para que le deje en paz durante un viaje en metro. ¿Son los menores los más desprotegidos?

R. Por supuesto. De hecho, después de la edición del manual he visto cosas peores. Por ejemplo, en la sala de espera del pediatra. Un padre coloca un smartphone encima de la mesa, escoge el vídeoclip de un cantante pop estadounidense y pulsa play. Ni siquiera eran canciones infantiles, sino para adultos. La música sonaba a todo volumen. Inmediatamente otros padres sentaron a sus hijos alrededor para que pudieran ver el contenido. Los juegos, libros y juguetes de madera de la consulta fueron ignorados. También el cartel que rogaba silencio y el que pedía que se quitara el sonido a los móviles. Así estamos educando a nuestros hijos. Ahora acabo de ver un colegio cuya publicidad consistía en una imagen de manos infantiles tocando tabletas y teléfonos inteligentes.

Sergio Legaz es librero. También es padre. Vive en Barcelona, una ciudad-escaparate cada vez más colonizada por los turistas, que han convertido las zonas emblemáticas en photocalls para selfies. La observación cotidiana de este tipo de disfunciones, además de su inquietud por el tiempo perdido frente a la pantalla, le llevó a un proceso de desconexión tecnológica.

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