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El porno de nuestros antepasados
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El porno de nuestros antepasados

Maite Zubiaurre recoge en su libro 'Culturas del erotismo en España' las manifestaciones del sexo y la sensualidad que hubo en España desde 1898 a 1939

Foto: Los Borbones en pelota, Lee Fontanella, Robert Pageard y María Dolores Cabra Loredo
Los Borbones en pelota, Lee Fontanella, Robert Pageard y María Dolores Cabra Loredo

El desastre del 98 ennegreció España. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y otras colonias crearon una crisis política y social que la Generación del mismo nombre se encargó de perpetuar. Unamuno, Baroja, Azorín y compañía mostraron las miserias de un país en decadencia, triste, sin alma. La historia siempre ha contado la visión que los autores del 98 ofrecieron, pero había mucho más.

Más allá de la España negra había ganas de libertad, de evasión, de sexo, de sensualidad, de mirar y disfrutar. Poco se ha contado de esta España “verde”, que no solo estaba en su gente, sino también en su producción artística. Fotografías, ilustraciones, revistas, relatos eróticos, cortos pornográficos, shows de revista y transformismo… todas ellas caben en las páginas del libro Culturas del erotismo en España, 1898-1939 (Editorial Cátedra), de Maite Zubiaurre, una recopilación de imágenes y un repaso a la historia más erótica de España. Mientras todos recuerdan la Edad de Plata del arte español, Zubiaurre encontró la edad de oro de la sensualidad.

Felaciones, cunnilingus, tríos… todo cabía en aquel misterioso libro que terminaba de nuevo con fotografías de la familia real. Maite Zubiaurre se topó con una España diferente a la que la literatura le había enseñado y decidió que el pueblo debía conocer a una sociedad ajena a las restricciones sexuales y distinta de la España sombría que todos imaginan. Como dice en su libro, “una España verde y no negra”.

La autora confiesa a El Confidencial que cuando encontró esas postales pensó que las cosas comenzaban a cuadrar y que esa “España negra de los Gutiérrez Solanas y de los Unamunos” era sólo una España entre las muchas que había. Zubiaurre resalta que España no se diferenciaba tanto de lo que ocurría al otro lado de los Pirineos. “Allí se baila el foxtrot, las calles se llenan de flappers y las oficinas de 'taquimecas', los homosexuales salen de los extranjeros armarios, y en las fiestas circulan libremente la morfina y la cocaína. ¿Y en España? En España, también. En España, lo mismo, porque todo llega a nuestro país:la droga, los condones, las postales eróticas, el psicoanálisis de Freud, la sífilis, los idilios homosexuales, el nudismo y la pornografía. Y lo que no llega, nos lo inventamos, con derroche de imaginación y de gracia”, explica.

Una España que se tiñe de verde gracias al erotismo, una nación “verdinegra con irisaciones de mosca carroñera”, como la define la autora, que cree que se leían más las novelas cortas de la sicalipsisque las de la Generación del 98.

Una tercera España

El libro de Maite Zubiaurre crea una nueva teoría y se olvida de las dos Españas, la liberal y la conservadora, y propone una nueva división. La España visible, dominada por la alta cultura, y una España fantasmal, ninguneada por la historiografía cultural.Entre ellas, un puente de unión: la cultura erótica popular. Por ello las imágenes mezclan imaginería para ambos sectores, elementos modernos y elitistas como medias de seda francesas y máquinas de escribir, y símbolos castizos y cañís como peinetas y mantillas andaluzas.

“El erotismo, como la muerte, no entiende de clase social. El erotismo está en todas partes, pero el erotismo tiene, también, sus jerarquías. Lo hay muy fino, relamido y sofisticadamente perverso en esa España del primer tercio del siglo XX (amor a la francesa), pero también lo hay acanallado y groserísimo”, aclara la autora.

Para Maite Zubiaurre este erotismo contribuyó a una liberación de la mujer, aunque suene a paradoja. En la iconografía sicalíptica del momento el hombre había cosificado y convertido en objeto sexual a la mujer moderna. Secretarias, telefonistas, taquimecas… todas ellas eran el centro de la cultura erótica del momento, querían frenar así la liberación de la mujer de clase media.

Erotismo sin memoria

Maite Zubiaurre tuvo que investigar y buscar durante más de diez años las imágenes e historias que componen Culturas del erotismo en España. El principal problema con el que se encontró la autora fue la ausencia de archivos históricos para este tipo de imágenes, algo que sí que tienen otros países europeos como Reino Unido.

Aquí, debido a los gobiernos conservadores y la presión que siempre ha ejercido la iglesia con todo lo relacionado con el sexo, nunca se ha procedido a proteger la cultura del erotismo. “En España se le tiene poco respeto y una infinita e enquistada prevención a la carne y a sus placeres. Lo que dura (y lo que importa) son los huesos, las figuras descarnadas del Greco, los Cristos famélicos y amarillentos colgados de los crucifijos, y las fotos de muerto, mucho más populares, como indica acertadamente López Mondéjar, en ese primer tercio del siglo XX que las fotos de desnudeces retozonas. Siempre he pensado que a Goya le “perdonamos” su Maja desnuda porque es también el pintor de los caprichos y de los desastres de la guerra”, explica Zubiaurre.

Para paliar esa situación ha creado una página web que sirve como complemento a su obra y como archivo en el que la gente puede colaborar aportando sus imágenes eróticas de la fecha.

Su libro alcanza a la producción sicalíptica hasta 1939. Después sí que vino la oscuridad. El Franquismo paró la producción de todo tipo de imágenes eróticas, como cuenta la autora a este periódico: “La producción se paró. Y lo ya producido fue desapareciendo, porque intervenían las autoridades, porque las gentes se avergonzaban, en el clima reinante, de los viejos “pecados” y desenfrenos. Miedo y hambre: contra eso no puede el sexo”.

El desastre del 98 ennegreció España. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y otras colonias crearon una crisis política y social que la Generación del mismo nombre se encargó de perpetuar. Unamuno, Baroja, Azorín y compañía mostraron las miserias de un país en decadencia, triste, sin alma. La historia siempre ha contado la visión que los autores del 98 ofrecieron, pero había mucho más.

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