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Aquí está el futuro de la edición
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Estudiantes y editores analizan su oficio

Aquí está el futuro de la edición

Es hombre, tiene entre 25 y 34 años, cursa estudios universitarios, está en paro, vive en una ciudad de más de un millón de habitantes y

Foto: E-readers frente a una estantería de libros a la espera de partir de una oficina de correos londinense. (Reuters)
E-readers frente a una estantería de libros a la espera de partir de una oficina de correos londinense. (Reuters)

Es hombre, tiene entre 25 y 34 años, cursa estudios universitarios, está en paro, vive en una ciudad de más de un millón de habitantes y es de las personas que más lee en este país. Forma parte del 52 % de lectores frecuentes y del 63 % de población que dice leer libros. Según el último observatorio de datos de hábitos lectura, publicado en enero de 2013 por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el censo de lectores de libros en España crece cada año.

¿Eso quiere decir que la industria del libro crece? No. La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) reconoce una pérdida de un 6,7 % en la facturación neta de su negocio entre 2009 y 2010: de 1.953 millones de euros a 1.822 millones de euros. Esto supone una caída en la venta de ejemplares de un 1,7 % (de 236.197 a 228.226). En su último informese especifica que sólo el 22,3 % de lo facturado corresponde a literatura y el 11,5 % a ciencias sociales y humanidades.

De las 839 empresas editoriales, el 53,2 % de la facturación correspondió a 33 (12 de ellas muy grandes y 21 grandes), pero sólo fueron las empresas pequeñas las que aumentaron su facturación con respecto a 2009 (en un 9,4 %). El futuro de la edición española se polariza. La parte más jugosa de los beneficios es para las grandes empresas, pero la presencia de esas más de ochocientas editoriales protege la diversidad cultural.

La gran amenaza del editor son los grandes grupos editoriales y las políticas públicas de educación y cultura

La Universidad Pompeu Fabra de Barcelona tiene el Máster de Edición más prestigioso del país, que estos días reúne a una treintena de alumnos. Son la cantera del futuro editorial y se ven, mayoritariamente, ejerciendo su oficio en una de las pequeñas e independientes editoriales que mantienen vivas las librerías. No quieren las grandes empresas, prefieren otra cosa.

El valor del libro

“La gran amenaza del editor son los grandes grupos editoriales y las políticas públicas de educación y cultura. Están convirtiendo al editor en un especulador a la sombra del prestigio de la profesión”, asegura tajante Daniel Pino, uno de los estudiantes que aprenden del programa de asignaturas lo que supone la negociación de la compra de derechos, control de los derechos digitales, traducción, editing, maquetación y corrección, producción en papel e, incluso, cómo crear un sello editorial propio.

No es el único alumno que incide en la pérdida del valor del editor en las grandes empresas. Lorena Carbajo cree que “la peor amenaza de un editor es el propio sector”. “Muchos editores han caído en su propia trampa y se han dejado absorber por el mercado editorial”. La consecuencia, según Carbajo, es la saturación del sector y algo peor: Ya no se sabe exactamente cuál es el valor de un libro”.

La gran amenaza del editor son los grandes grupos editoriales y las políticas públicas de educación y cultura

Los editores del futuro pretenden “contribuir a conservar los espacios editoriales independientes” y su imaginación empresarial les lleva a un panorama muy real: un pequeño sello “rodeado de monstruos editoriales”. Alguno de ellos manifiesta un aguerrido sentido del compromiso con la creación de reflexiones confrontadas que cuestionen los fundamentos de la sociedad a la que se dirigen –ese escaso 52% de los españoles y quién sabe si más allá-, el mundo en el que viven. “Crear cultura”, resume Daniel Pino.

Carlota Freixenet sueña con dar sus primeros pasos en una editorial pequeña, “donde aprender de editores de oficio, con tradición y, sobre todo, que amen su trabajo”. Ella también es alumna del Máster y señala la necesidad urgente de devolverle el valor al libro. Todos creen que la materia prima a la que se entregarán no cuenta, se ha desvirtuado, ha perdido su sentido. Se niega a definir al libro como otra forma de entretenimiento, y lanza una sentencia que suena a manifiesto: “Debemos volver a hacer libros que sean libros, que quieren ser libros, no libros que quieren ser algo diferente”.

“La responsabilidad actual y el reto de los editores –presentes y futuros- es devolver el valor al libro, hacer que la lectura siga siendo el canal del conocimiento”, asume Sergi Soliva, cuarto alumno consultado por este periódico. Todos acuden a la “pasión” como virtud mayor en el desempeño de lo que pretenden que sea su vida laboral.

El futuro es digital

La edición digital es un nuevo mercado, en crecimiento –lento-, pero llamado a dinamizar el negocio. Los estudiantes a editores ven en ella la “gran oportunidad para revitalizar y reivindicar el trabajo del editor como productor de conocimiento”. Internet es para ellos el aliado que les dará a conocer y acercarse a su público y, por encima de todo, de reivindicar el buen catálogo: “Nuestra tarea es consolidar la profesión y dotarla de un sentido, de dignidad”.

Debemos volver a hacer libros que sean libros, que quieren ser libros, no libros que quieren ser algo diferente

De hecho, las estadísticas señalan que el lector frecuente en soporte digital crece sin freno: del 42% en 2010 al 54% en 2012. Eso sí, sólo un 11,7% del total lee libros, aunque haya crecido. Ellos mismos se muestran defensores del papel: “¡Yo no me acostumbro a leer en un cacharro!”. Y a pesar de ello valoran la dimensión digital, porque conocen lo mejor de ambos mundos.

Por eso esperan una revolución en los hábitos gracias al nuevo soporte. El abaratamiento –que está por consolidar- acercará el libro a más lectores y “recuperará el amor por la lectura”. Con un aviso claro: “El mayor temor es hacer libros que tengan otra vocación. Si el objetivo es convertirlo en una aplicación, no confundamos al lector”.

Los antiguos pupilos

El Confidencial también ha preguntado a los editores de nueva generación, aquellos que han pasado de representar el futuro a definir el presente más prometedor del oficio con sus empresas propias. Donatella Ianuzzi (Gallo Nero), Daniel Moreno (Capitán Swing), Jan Martí (Blackie Books) y Jorge Lago (Lengua de Trapo). “Un editor sirve para que no todo aquello que se escribe salga publicado. Es como un entrenador y el catálogo es su equipo”, dice Ianuzzi al definir el papel del editor.

El editor debe tener un olfato muy desarrollado para detectar un éxito antes de serlo. Debe ser también estratega, planificador, valiente, con cierta inocencia pretenciosa

Las virtudes que estos cuatro editores detectan como necesarias en su oficio son “un olfato muy desarrollado” como detectar un éxito antes de serlo. Debe ser también “estratega”, “planificador”, “valiente”, “con cierta inocencia pretenciosa” y una fuerte conexión con el mundo que le rodea. No vale “abusar de la cueva”, de confiar exclusivamente en sí mismo y el quienes le rodean. Un editor es una antena receptora sin codificar.

Las amenazas: la pérdida de lectores y la pérdida de credibilidad. Hacen énfasis en la avalancha (“invasión”) de textos no editados, que restan tolerancia a las erratas y valor a la buena edición. El fenómeno de la autoedición se suma a la desaparición de los límites entre “editar” y “publicar” libros, en un mercado ahogado por las novedades.

Imaginan una industria en la que habrá, en una década, menos diversidad editorial y “mayor concentración, si cabe”. Mucho más polarizada. Un par de grandes grupos y una “polifonía casi infinita, y muy precaria, de pequeñas editoriales”. Y un dato significativo: sueñan con una empresa en la que tengan más tiempo para leer y menos para la burocracia de los correos electrónicos. Pero este precio no sólo lo pagan los editores independientes.

A continuación, las respuestas de los ocho participantesa las preguntas.

Donatella Ianuzzi, Editora de Gallo Nero

Lo digital tiene un potencial enorme y sería una pena que los editores desaprovecháramos esta oportunidad

¿Qué espera aportar a la edición?

En el caso de Gallo Nero, lo que intentamos aportar es aquella frescura que se casa con un toque de nostalgia. Nos gusta publicar libros que sugieren y no dicen, que están interrogando al lector para que el lector a su vez se interrogue a símismo y se descubra.

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

Siendo pesimista: altas facturaciones en la venta de aparatos tecnológicos, un nivel considerable de lectores digitales piratas y pocas ideas a la hora de pensar en la edición digital como un modelo de edición real, creativo y autónomo.Siendo optimista (hay experimentos interesantes en este sentido) lo digital aportarásangre fresca a la edición,ideas nuevas ypasión hacia el nuevo medio... asícomo editores que intentarán pensar en edición digital y no sólo en conversión. Lo digital tiene un potencial enorme y sería una pena que los editores desaprovecháramos esta oportunidad.

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

Tengo mucha nostalgia por las editoriales estilo Siglo XX, construidas alrededor de las personas. Ha habido toda una generación de escritores, por ejemplo, que jugaban un papel muy significativo en el mundo editorial, bien como lectores, bien como traductores o bien como consultores... Siempre me imagino sentada alrededor de una mesa redonda y acompañada de gente de confianza proponiendo títulos o compartiendo felices descubrimientos.

¿Para qué sirve un editor?

El papel que más lo define se puede resumir con dos metáforas: esponja (lecturas) y filtro (selección). Un editor sirve para que no todo aquello que se escribe salga publicado. Es como un entrenador y el catálogo es su equipo: selecciona titulares y banquillo y descarta lo que no considera necesario. Es su criterio y es discutible pero esta es el alma del oficio.

¿Qué cree que necesita un editor? ¿Cuáles son sus virtudes?

La primera virtud sería tener muchas virtudes, cuanto más sabe un editor, mejor controlarátodo el proceso y esto siempre es garantía de calidad. Por otro lado es indispensable tener un olfato muy desarrollado, ser capaces de experimentar una especie de sensación epidérmica con los títulos, esta sensaciónserála que finalmente le guiaráhacia una buena elección. Es una especie de don, pero se puede entrenar leyendo mucho. Hay que tener también una mente de estratega y ser un buen planificador.

¿Cuáles cree que son las amenazas del trabajo del editor?

La primera y más importante es la gradual pérdida de lectores, sin lectores no hay editores. Luego estála pérdida de credibilidad como prescriptores y porúltimo la invasión de textos no editados en la web, que están creando otro tipo de lector con un alto nivel de tolerancia hacia errores y erratas. Esta tolerancia restarávalor a la buena edición.

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

Atlas de las islas remotas(Capitán Swing y Nórdica Libros)

¿Qué no le gustaría publicar?

Tengo una visceral animadversión hacia todos los seudopanfletos que han proliferado en la crisis, y en general hacia todos aquellos libros que tienen la arrogante pretensión de querer enseñarnos a vivir.

¿Cómo imaginan el sector editorial dentro de diez años?

Imagino que dentro de diez años se habrán hecho realidad todos los síntomas que vemos hoy en día: tendencia a la aglutinación de las editoriales bajo la "protección" de grandes grupos, una revolución en la distribución aunque no sabría decir en qué sentido pero estoy segura de que habrácambios, y una apuesta aún más evidente por el libro objeto. En definitiva en lugar de reconquistar a los lectores perdidos la edición se centraráen satisfacerlas exigencias de una élite lectora. Las tiradas serán más bajas y quizás se celebre el definitivo funeral del fenómeno best seller.

Un editor es un gestor de contenidos que tiene la responsabilidad de transmitir y generar conocimiento

Daniel Pino, estudiante del Máster en Edición Universidad Pompeu Fabra

¿Cuáles cree que son las amenazas del trabajo del editor?

Sin duda la gran amenaza son los grandes grupos editoriales y las políticas públicas de educación y cultura. Están convirtiendo al editor en un especulador a la sombra del prestigio de la profesión.

¿Qué espera aportar a la edición?

Poder contribuir a conservar los espacios editoriales independientes, que aunque no lo parezca son muchos. El problema es que estructuralmente son más inestables y aislados, y por lo tanto menos visibles. El futuro de la edición, como el de cualquier industria cultural de calidad, pasa por la intercomunicación y la cooperación activa.

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

En una gran ciudad en un pequeño sello independiente, rodeado de monstruos editoriales. Son los pequeños espacios de los que antes hablaba, con capacidad para crear confrontación y por lo tanto, cultura.

¿Qué virtudes necesita un editor?

Lo más importante es que sea un buen comunicador. Tiene que ser un mediador constructivo entre el autor y el lector, pero lo más importante es estar convencido de lo que hace y tener un buen equipo de trabajo. Creo que no se debería pensar en la figura del editor como un dios todopoderoso.

¿Para qué sirve un editor?

Para mí un editor es un gestor de contenidos que tiene la responsabilidad de transmitir y generar conocimiento. Por lo tanto sus funciones son esenciales en la configuración social en la que vivimos, lo que debería implicar estar en permanente renovación y cuestionar lo establecido.

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

Mox Nox, de Joan Cornellà. Es un libro de ilustración de la editorial Gang.

¿Qué no le gustaría publicar?

No me gustaría publicar libros malos, porque además de no servir para nada son contaminantes.

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

La edición digital abre vías de trabajo muy interesantes. Al igual que en cualquier sector, es imprescindible ser positivistas y aprender a sacar partido a las nuevas tecnologías. Es una gran oportunidad para revitalizar y reivindicar el trabajo del editor como productor de conocimiento.

¿Cómo imagina el sector editorial dentro de diez años?

Llevamos muchos años en los que la editorial tradicional intenta luchar contra lo inevitable, en vez de utilizarlo a su favor. Por lo que el papel de los editores más jóvenes va a ser fundamental. Creo que la distancia entre las grandes editoriales y las más pequeñas será intransitable. Internet estará cada vez más controlado, pagaremos una tarifa plana para todo y el valor de la creación y del arte estará por los suelos. Autodestrucción. La piratería seguirá siendo una consecuencia, no un problema. El papel no desaparecerá y la edición digital abrirá muchos caminos que serán los que realmente muevan conciencias y diviertan al personal. Los espacios inhóspitos son el hábitat del buen editor. Nadie dijo que fuera fácil, ¡pero valdrá la pena!

Nuestra premisa es seguir siendo independientes, pase lo que pase

Jan Martí, Editor de Blackie Books

¿Para qué sirve un editor?

Para llevar de la mano a los escritores que van a firmar a la Feria del Libro, que si no se pierden y tienen que avisarnos por megafonía. Poco más.

¿Qué cree que necesita un editor?

Valentía (pero no la "valentía" que se suele atribuir a los grandes tiburones empresariales o a los jóvenes brokers, eso no es valentía, es engaño y abuso), una cierta inocencia pretenciosa (pensar que aquello que te cambia un poco la vida puede conseguir lo mismo en la vida de mucha otra gente sólo porque tú lo digas y lo pongas en circulación), y una conexión fuerte con el mundo que te rodea, con lo que está pasando, con lo que se respira. No para aprovecharse de ello y obtener dinero (volvemos a la estrategia del tiburón), sino para contribuir a mejorarlo.

¿Cuál cree que son las amenazas del trabajo del editor?

La posible desconfianza inicial del distribuidor ("No creo que tus inventos raros puedan vender"), la a veces inevitable "relajación" de algunos libreros (las dinámicas de las editoriales grandes los abocan a trabajar en una rueda capitalista que prima a lo nuevo por encima de lo bueno, y que concibe el producto libro como algo perecedero, de consumo rápido), la cerrazón del establishment de la prensa cultural y muchas cosas más, y las que están por venir. Por eso es tan importante el modo en que explicas lo que haces y la ilusión con la que lo transmites. Por eso es tan importante, en nuestro caso, estar en contacto directo con libreros independientes y sobre todo con nuestros lectores.

¿Qué espera aportar a la edición?

Nosotros sólo queremos compartir libros e ideas con cuanta más gente, mejor. Es un impulso. No le tenemos un gran respeto a la Señora Edición, la verdad, porque para nosotros sólo es un medio (uno muy bonito, sí) para conseguir lo que queremos.

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

Es parecida a Blackie Books, pero con más tiempo para leer, y para poder trabajar en ideas nuevas, colecciones, inventos. Y menos dependencia del e-mail. En nuestras oficinas hay una mesa enorme en la que siempre hay alguien trabajando, o invitados proponiendo cosas... y una pila de libros y papeles anotados cada vez más alta. Esa mesa es la esencia de lo que queremos que sea Blackie Books.

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

Es un misterio. A nosotros nos gusta poder crear cosas ad hoc para medios digitales, y por eso estamos creando una App, un ebook enriquecido... Lo que no nos gusta es convertir un libro en lo que no es: un archivo de texto. Nos parece antinatural, un paso atrás.

¿Cómo imagina el sector editorial dentro de diez años?

Como todo lo demás: estará lo macro (fusiones de editoriales, holdings enormes) y lo micro (editoriales formadas por una persona y un ordenador), y todo lo de en medio irá muriendo. Nuestra premisa es seguir siendo independientes, pase lo que pase.

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

Muchos. Karoo, Isaac Rosa, el Atlas de las islas Remotas, Casa de Hojas, John Fante, Juanjo Sáez... muchos, muchos.

¿Qué no le gustaría publicar?

Autoayuda, novelas oportunistas, ensayos fofos, autobiografías de ex presidentes.

Somos nosotros los que debemos no sólo aportar al mercado lo que necesita, sino también crear nuevas necesidades a los lectores

Lorena Carbajo, estudiante del Máster en Edición Universidad Pompeu Fabra

¿Para qué sirve un editor?

Si el escritor es el alma de la obra, el editor es el cuerpo, el que le otorga la forma. El editor es el que aporta a la obra coherencia, tanto textual como formal. Es el que apuesta por una título y por un autor e invierte sus conocimientos en que tanto el escritor como la obra lleguen al mayor número de lectores. Se encarga de gestionar todo el proceso desde la traducción hasta la promoción del libro, de darle una entidad y una identidad -a través del editing, del publishing-, cuidando cada uno de los aspectos desde la tipografía hasta el uso de las blancas, todo para que llegue al lector un libro impoluto, que dé gusto leer.

El editor se encarga también de mimar al autor, de aconsejarle, de apoyarle, de darle confianza. El editor debe apostar no solo por los títulos, sino también por los autores. Debe mantener con ellos una relación de complicidad y confianza, implicarse en el desarrollo de su carrera literaria, ser partícipe de sus éxitos y sus fracasos, y acompañarle en su crecimiento profesional y, por supuesto, personal.

¿Cuáles son las virtudes de un editor?

Ante todo pasión. Sin duda, esa afición vehemente por algo que te hace vivir por y para ello. Muchos de los profesores que han pasado por el máster hacen referencia a esto. Realmente es ese el sentimiento que lleva al editor hacer de su pasión por la literatura su profesión y su medio de vida, y a plasmar en sus autores y obras su mirada del mundo. También es necesario tener intuición, psicología, mano izquierda y, por supuesto, mantener un excelente equilibrio entre la sensibilidadliteraria y la cabalidad de la razón; la edición no deja de ser un negocio.

¿Cuáles cree que son las amenazas del trabajo del editor?

Pues a pesar de que la piratería, el IVA cultural, la crisis y los factores que son conocidos por todos, creo que la peor amenaza de un editor es el propio sector. Muchos editores han caído en su propia trampa y se han dejado absorber por el propio mercado editorial. Se ha perdido el valor por la edición en el momento en que se publican muchos más títulos de los que se van a vender. Hay una sobresaturación en el sector editorialy eso ha provocado que los libros como acervo cultural pierdan valor. Ya no se sabe exactamente cuál es el valor de un libro. Creo que se debe medir más lo que se publica.

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

Sin duda,Intemperie,es excepcional. Es indiscutible que Jesús Carrasco es uno de los autores con más talento de los últimos años y a cualquier editor le encantaría contar con su obra en su catálogo.

¿Qué no le gustaría publicar?

La verdad es que hay muchas cosas que no me gustaría publicar, pero creo que como profesional se puede aprender de todo. Nunca se sabe, quizá la obra que te puede parecer más insulsa o detestable, luego te acaba enseñando algo o quizá simplemente haciéndote reír, ¡que ya es bastante!

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

Los futuros editores sólo tenemos dos caminos: o trabajar en grandes grupos o establecer nuestra propia editorial. Personalmente, me gustaría más optar por lo segundo. Tengo un pequeño proyecto y espero estar preparada para emprenderlo después de todos los conocimientos que adquiera en el máster. Pero también es cierto que hay sellos magníficos que pertenecen a estos gigantes manteniendo intacto su catálogo, por lo que no descartaría desarrollar mi carrera en alguno de ellos.

¿Qué espera aportar a la edición?

Pasión, ideas, creatividad, compromiso... Podemos aportar lo mismo que en su día aportaron grandes editores como Herralde, Esther Tusquets o Mario Muchnick. Ahora, aunque haya cambiado el escenario y tengamos que adaptarnos a esta nueva realidad, somos nosotros los que debemos no sólo aportar al mercado lo que necesita,sino tambiéncrear nuevas necesidades a los lectores. Es función del editor, como gestor cultural, ser proveedor de textos que generen interés en el lector sin caer en la mediocridad.

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

Supongo que el gran dilema es que Internet ha cambiado las reglas del juego y nos encontramos ante una auténtica democratización de la cultura. Estoes, todo el mundo con una conexión de banda ancha puede ser escritor, editor, crítico, etc. Hay una cierta pérdida de criterio. Ante este panoramacreo que hay queentender la edición digital como una oportunidad de acercarnosa más público y de más maneras. La edición digital es más efímera pero también mucho más interactiva, por lo podemos tener mucho más acceso a las opiniones de los lectores y esto puede sernos de gran utilidad a la hora de detectar las necesidades ytambién para influir en ellas.

Nuestra tarea es consolidar de nuevo la profesión y dotarla de un sentido, de una dignidad. Creo que esa dignidad no se consigue publicando mucho y sin sentido, sino ofreciendo buenas obras de calidad, creando nuevos fenómenos literarios -que no comerciales. Y brandingeditorial, es decir, dotar a tu marca de prestigio, y eso se logra con un buen catálogo y una excelente calidad en la edición, ya sea en papel o en digital.

¿Cómo imaginan el sector editorial dentro de diez años?

Imagino que seguirán existiendo los grandes grupos –más poderosos si cabe-, pero estoy segura de que convivirán con pequeñas editoriales especializadas con un público fiel. Me imagino ediciones interactivas y grandes avances tecnológicos en torno a la lectura. Y, por supuesto, seguirán existiendo libros en papel, seguramente muchos menos, pero siempre habrá unos cuantos románticos que degustemos de vez en cuando una lectura con el sabor del olor al papel.

La editorial es un engranaje de producción de discurso y el editor siempre expone qué entiende por literatura.

Daniel Moreno, Editor de Capitán Swing

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

Podremos encontrarnos con muchos más materiales a disposición de los lectores. En muchos casos el aporte ideal de esa contribución será cuestionable. Llegarán muchas cosas y no todas cumplirán los requisitos. Eso ya ocurre en el papel, pero el formato digital puede disparar al disminuir gastos estructurales que tiene el papel. No hay mal que por bien no venga y hará que muchos proyectos que no podrían existir en papel, por sus características comerciales, puedan evolucionar.

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

Mi experiencia personal en el sector me dice que uno de los principales problemas es que la gente que comienza su actividad en una editorial tiene nulas o escasas oportunidades de realizar una parte creativa, personal y constituyente en el proceso. Una editorial que al menos lo permitiese sería un buen imaginario laboral de inicio.

¿Cómo imagina el sector editorial dentro de diez años?

Básicamente como ahora, no creo que en ese tiempo vaya ni haya dado tiempo a cambiar casi nada. Eso sí, creo que habrá menos diversidad editorial y mayor concentración si cabe.

¿Qué espera aportar a la edición?

A la edición hay muy poco que aportarle. Casi todo está inventado. Lo que no está tan inventado es lo que puede aportar la edición al público. Ahí está la pelea y la parte esencial de nuestro trabajo. No se trata de montar editoriales para editores, aunque a veces parece lo contrario.Si una editorial consigue despertar el ánimo de nuevos lectores y, además, contribuye a generar debate y discusión en un nivel amplio a través de su catálogo, creo que se podría dar por satisfecha en ese sentido.

¿Cuáles cree que son las amenazas del trabajo del editor?

La principal es la "democratización" del sector. Ya no hace falta ningún experto en alta cultura que venga a decirnos cuál es la escritura del mundo que nos hará mejores. La principal amenaza del editor es él mismo. El fenómeno de la autoedición va por estos derroteros.

¿Para qué sirve un editor?

Para explorar. No explorar territorios desconocidos e inexistentes, sino espacios que ya existen pero que no siguen los cauces establecidos. El editor proporciona espacio y voz a esos limbos narrativos. Él decide de alguna manera qué es lo que se lee, para bien y para mal.La editorial (que no es sólo el editor) es un engranaje de producción de discurso y el editorsiempre expone, aunque no sea de una manera indirecta, qué entiende por literatura.

Y las virtudes del editor son…

En casi todos los casos creo que debe ser una persona atenta a lo que pasa y receptiva-inquieta, en el sentido de saber escuchar y saber mirar-leer-encontrar las propuestas que ya están a su alrededor. Se trata de una "virtud" que no es fácil de describir: no tiene que ver con tener una gran cultura, ni haber realizado muchos Máster de edición. El editor peca de abusar de la cueva, de confiar en sí mismo o en el grupo que le ampara, piensa que todo lo que hay afuera es ruido o consumo potencial...

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

A nivel literario Pulphead (Mondadori), de John Jeremiah Sullivan. En ensayo, Por qué la austeridad mata (Taurus), de David Stuckler y Sanjay Basu.

¿Qué no le gustaría publicar?

Cualquier material que sirva para reproducir uhomogenizar el gusto y que de alguna manera neutralice el disenso y evite contradicciones y tensiones.

Aun siendo defensores del papel, entendemos y valoramos lo digital

Sergi Soliva, estudiante del Máster en Edición Universidad Pompeu Fabra

¿Cómo imagina el sector editorial dentro de diez años?

Diferente. Parece evidente que habrá muchos cambios en los próximos años. Los procesos de publicación están variando, así como las formas de consumo, por lo que, de un modo u otro, las cosas se irán adaptando. Adicionalmente, y de forma personal, sí considero que debe haber -y habrá- un cambio en el modo de trabajar: la segmentación de los procesos se reducirá para así optimizar, sobre todo, el tiempo entre la recepción del manuscrito y la puesta a disposición de los ejemplares. Desde un punto de vista externo parece que la interacción entre departamentos es difícil en muchas editoriales, cosa que impide, según mi opinión, la fluidez de las ideas.

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

Lo digital, por lo que parece, ha venido para quedarse. Y con esta afirmación no me refiero a que la hecatombe editorial esté a la vuelta de la esquina y que en unos años se dejen de editar libros en papel. Precisamente nosotros, como futuros (o eso esperamos) profesionales de la edición, seguimos defendiendo a capa y espada el valor del libro en papel. ¡Yo mismo no me acostumbro a leer en un cacharro!

Sin embargo, aun siendo defensores del papel, entendemos y valoramos lo digital. La generación a la que pertenezco es de las pocas que creció en lo analógico y se formó en plena normalización digital. Y aunque parece que no se le esté dando mucha importancia, la tiene, y ahora más que nunca. Hemos conocido lo mejor de ambos mundos, sabemos cómo optimizar los costes de producción a través de las herramientas que se han puesto a nuestra disposición, pero no olvidamos el valor de lo tangible, la importancia del libro como herramienta de conocimiento.

¿Para qué sirve un editor?

De momento, le veo muchas ventajas a la figura del editor. Si bien es cierto que últimamente se oyen voces en contra de lo editores y en pos de la autopublicación, no debemos olvidar que el editor no se dedica única y exclusivamente a la recepción de manuscritos e impresión de ejemplares. Detrás de toda publicación hay -o debería haber- un gran trabajo, junto con los autores, de editing de las obras recibidas. Esa suerte de revisión, junto con el saber hacer adquirido a lo largo de muchos años y muchas lecturas, convierte al editor en una pieza clave en el engranaje de la cultura.

¿Qué cree que necesita un editor para desempeñar su oficio?

Pasión, sobre todo. Como en cualquier otro oficio, la pasión marca la diferencia, y no sólo la pasión por el trabajo en sí mismo, sino la pasión por hacer las cosas bien, pasión para sortear todos y cada uno de los obstáculos que puedan surgir de un modo efectivo a la par que creativo. En ese sentido, también se necesita ingenio.

Vivimos una situación en la que se nos amenaza con un sector oscurecido por la crisis —económica y de valores, no nos engañemos— y la respuesta a tales amenazas, según mi punto de vista, no es otra que el ingenio. ¿Debemos luchar en una guerra contra la piratería sin aliados —y por aliados me refiero a entes gubernamentales? Quizás deberíamos dejar de luchar en esa gran guerra y empezar a librar pequeñas batallas. Se me ocurren un par o tres de ideas, ¡pero de momento me las reservo!

¿Qué espera aportar a la edición?

Por el momento, y según avanza mi proceso de formación, la pregunta es al revés: ¿qué espero que me aporte la edición? No obstante, siempre he sentido cierta responsabilidad para con el libro. De algún modo, es como si quisiera devolverle el favor de haberme ofrecido la entrada al mundo de las ideas. Así pues, no es tanto qué me gustaría aportar a la edición, sino qué me gustaría trasmitir a través de la edición. La responsabilidad actual y el reto de los editores —presentes y futuros— es devolver el valor del libro, hacer que la lectura siga siendo el canal del conocimiento.

¿Cuáles cree que son las amenazas del trabajo del editor?

El propio editor. Y el miedo. A todos nos gustaría ser Herralde, pero lo cierto es que ya no nos podemos permitir ser ese tipo de editor. Me explico: la idea romántica del editor como prescriptor de contenidos, aquella figura que desde el Olimpo del conocimiento acercaba al resto de mortales sus hallazgos culturales, no puede existir sin más. Vivimos en un contexto en el que debemos aunar esa voluntad de prescripción con un balance de resultados positivo.

Cruel, pero cierto. ¿Y cómo se hace eso? Dejando atrás el miedo, dejando de luchar contra nosotros mismos. No nos hemos quedado sin lectores, simplemente se han segmentado de un modo abismal y lo que ayer funcionaba para todos, hoy sólo lo hace para algunos. Con ello no quiero decir que tengamos que seguir en la línea de publicar centenares (¡miles!) de títulos anualmente y esperar que uno de ellos nos solucione el año. No, me refiero a seleccionar obras y cuidarlas hasta que se hagan un hueco en el público. Y, a partir de ahí, seguir trabajando.

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

Sin duda: La casa de hojas de Mark Z. Danielewski, una coedición de Alpha Decay y Pálido Fuego. Y no sólo por el contenido de la novela -que es fascinante-, sino por el reto que debió suponer trabajar en semejante obra de arte editorial. Hay que tomar riesgos, así llegan los éxitos. También me hubiese gustado participar en la creación de S de J. J. Abrams y Doug Dorst, aunque no se haya publicado en español.

¿Qué no le gustaría publicar?

Siendo que estoy en pleno proceso de formación, creo que ahora mismo no le diría que no a nada: ¡de todo se aprende! Sin embargo, si pudiera escoger, optaría por algo más literario.

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

Por lo pronto mi intención sería continuar mi formación de la mano de un/a editor/a que pudiera enseñarme todo aquello que en el aula no se puede ficcionar: el día a día de una editorial. Más adelante quién sabe. He pensado mucho en la creación de un pequeño sello editorial, y es un proyecto que quiero valorar en un futuro con un par de compañeros, pero para mí lo importante en este momento es aprender todo lo que pueda. Aprender y entender exactamente en qué consiste todo esto. Y, de ser posible, aportar aquello que considero que puede ayudar a afianzar la cadena del libro, desde el autor hasta el lector, pasando por todos los actores.

La función del editor es no permitir que los autores traicionen sus propias obras

Jorge Lago, Editor de Lengua de Trapo

¿Cómo imagina el sector editorial dentro de diez años?

Bastante más parecido al actual de lo que creemos, y bastante más polarizado de lo que empieza a estarlo ahora: un par de grandes grupos y una polifonía casi infinita y muy precaria de pequeños.

¿Qué espera aportar a la edición?

En el día a día, no sé si pensamos en qué aportamos a la edición o en qué creemos que se debe publicar hoy. Y si esa es la pregunta que nos hacemos, va más dirigida, con todos los límites que se quiera, a la sociedad que al mundo de la edición. Supongo que al pensar en qué creemos que se debe de publicar, y hacerlo en función de debates o conflictos sociales que queremos explorar, aportamos una cosa y no otra a la edición: verdad literaria (que no verdad literal), cierta independencia de contenidos con respecto a las modas o los mercados, un compromiso que no niega la literatura pero que es consciente de sí, etc.

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

Supongo que puede llegar a ser enorme, pero es solo una suposición. El otro día me comentaba una escritora que Amazon puede saber ya en qué página dejas de leer un libro (desde sus kindles, claro), a qué tipo de libro te lanzas después, o qué páginas te saltas de ese mismo libro. Es decir, qué contenidos “funcionan” y cuáles no, y qué deseos suscitan. Y eso puede ser una forma bastante potente de ajustar el producto a la demanda, de escribir o, más bien, editar a la carta. Y eso puede cambiar mucho las cosas. Sin olvidar el peso que empiezan a tener los éxitos auto-editados en las inercias del sector, cabe decir que editores, sea en formato digital o en papel tradicional, van a existir siempre, y más en un espacio de infinitas posibilidades y por tanto enorme ruido como el de la edición y ¡autoedición! digital. ¿Serán más prescriptores que editores? Es posible.

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

Como la actual pero sin hacer encaje de bolillos cada fin de mes para seguir abiertos tres meses más y, quizá, con dinero para un asalariado más que se encargue de la gestión digital de nuestros libros, que es un trabajo en sí mismo.

¿Qué virtudes necesita un editor?

Supongo que por encima de todo esa cosa indefinible que es el olfato. Saber si algo puede o no funcionar. Funcionar no refiere solo a lo puramente literario, sino a intuir qué se demanda, qué conflictos sociales o subjetivos, políticos, etc. pueden necesitar una exploración puramente literaria, y saber identificarla en una novela anónima que llega a la editorial.

¿Cuáles cree que son las amenazas del trabajo deleditor?

Aunque suene absurdo o paranoico, la mayor amenaza del editor es el desempleo masivo: en un país como el nuestro -con los porcentajes de paro entre nuestros universitarios altamente formados-, y siendo una editorial la forma de autoempleo más barata (un ordenador y la inversión de un primer libro, no más de 4.000 euros), la salida empresarial llamada “edición independiente” es inmediata, razón por la que contamos con más editoriales que cualquier país de nuestro entorno. En estas condiciones la frontera entre editar y publicar libros se vuelve porosa, y esa porosidad, que permite al lector contar con infinidad de novedades en el mercado, no se lo pone fácil al editor.

¿Para qué sirve uneditor?

Para filtrar interesadamente, y supongo que a los editores nos distinguen los intereses. Y para no permitir que los autores traicionen sus propias obras.

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

Un buen ensayo, no moralista, sobre la reconstrucción neoliberal de la crisis y sus razones estructurales, que no he encontrado por ninguna parte.

¿Qué no le gustaría publicar?

Es mucho más lo que no me gustaría publicar que lo que me gustaría. La lista es inmensa y no sabría cómo organizarla. Un intento: libros rescatados de algunos catálogos perdidos de finales del XIX o principios del XX, auto-ayuda, modas televisivas sin análisis o reflexión sustantiva, obras menores de autores consagrados, grandes tramas sin contenido alguno, celebridades que saltan a la literatura o el ensayo, booms literarios elevados a categoría de semi-genios antes de ser leídos, en fin… lista infinita.

Imagino un futuro en el que se publican libros más cuidados, más libres y más trabajados. Volviendo a los inicios.

Carlota Freixenet, estudiante del Máster en Edición Universidad Pompeu Fabra

¿Cómo es la editorial en la que se imagina trabajando?

Ahora mismo, el trabajo en una editorial -la que sea- seria un regalo. En el mejor de los mundos posibles, me gustaría empezar en una editorial pequeña, donde aprender de editores de oficio, con tradición, y sobre todo, que amen su trabajo.

¿Qué espera aportar a la edición?

Sangre, ganas de trabajar, y de darle valor al libro otra vez. Durante años hemos oído que el libro es otra manera de entretener y nos hemos olvidado de que, con esto, lo infravalorábamos. El libro no es lo mismo que una tablet, que un videojuego, es algo distinto. Debemos volver a hacer libros que sean libros, que quieren ser libros, no libros que quieren ser algo diferente.

¿Qué cree que necesita un editor en su oficio?

Ganas de leer, criterio, amor hacia los libros, las lenguas y la cultura y muchísima responsabilidad. No nos olvidemos que está en las manos de los editores el criterio lector de una generación, y no deja de ser lo que marca el canon cultural.

¿Cuál será la contribución de la edición digital en el futuro?

El mundo digital es un mundo de posibilidades enorme. Nos permitiría hacer libros más económicos, y así llegar a más lectores, recuperar el amor hacia la lectura. El mayor temor es estar haciendo libros que tengan otra vocación. Si el objetivo es convertirlo en una aplicación, no confundamos al lector.

¿Para qué sirve un editor?

Un editor es un filtro y a la vez un altavoz. Es quien prepara el material cultural y lo convierte en algo para que disfruten los lectores. Es un filtro, pero debe ser también un altavoz, debe cuidar a sus autores y hacer que brillen, no los autores, sino sobre todo, sus obras.

¿Cuáles cree que son las amenazas del trabajo del editor?

Principalmente, su ego. Además de eso, el mayor problema es encontrarnos ante una sociedad que ha perdido la cultura del libro, la necesidad de encontrar un momento durante su día, o su semana, en el que sentarse a leer. Además de encontrarse trabajando a las órdenes de alguien que no quiera hacer libros. Eso es lo peor que le puede pasar a un editor.

¿Qué libro le hubiese gustado publicar de los aparecidos en 2013?

El último de Petros Márkaris, Pan, Educación, Libertad, dónde habla de los jóvenes que vuelven a su país para volver a darle la energía que necesita. Que no deja de ser lo que quisiera para mí.

¿Qué no le gustaría publicar?

Libros en los que no sea capaz de creer. Libros que no me crea, que no me gusten o que engañen -no que inviten a imaginar-, sino que engañen con mala fe a los lectores.

¿Cómo imagina el sector editorial dentro de diez años?

Más pequeño. Pequeño en volumen, pequeño en facturación. Probablemente, publicando libros más cuidados, más libres y más trabajados. Volviendo a los inicios.

Es hombre, tiene entre 25 y 34 años, cursa estudios universitarios, está en paro, vive en una ciudad de más de un millón de habitantes y es de las personas que más lee en este país. Forma parte del 52 % de lectores frecuentes y del 63 % de población que dice leer libros. Según el último observatorio de datos de hábitos lectura, publicado en enero de 2013 por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el censo de lectores de libros en España crece cada año.

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