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Legalización temporal del asesinato por el bien de todos
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ESTRENO DE 'THE PURGE. LA NOCHE DE LAS BESTIAS'

Legalización temporal del asesinato por el bien de todos

La violencia como catarsis era uno de los temas clásicos de las novelas de James Ballard. Sujetos de clase media lobotomizados por el consumismo que sólo

Foto: Legalización temporal del asesinato por el bien de todos
Legalización temporal del asesinato por el bien de todos

La violencia como catarsis era uno de los temas clásicos de las novelas de James Ballard. Sujetos de clase media lobotomizados por el consumismo que sólo despertaban de su letargo en situaciones explosivas. Aparatosos chutes de adrenalina (accidentes de coche, colapsos ecológicos, bloques de apartamentos en guerra) como vía para escapar de la prisión de una realidad mortecina. Una elección estética determinada por la peculiar biografía del escritor británico: Ballard nunca se sintió tan libre como durante su confinamiento en un campo de concentración japonés en la II Guerra Mundial

Una mezcla de paradoja y provocación que el novelista razonaba así: “Es necesario desmantelar ese asfixiante dispositivo de convenciones que llamamos realidad y los actos violentos de toda índole, como accidentes, enfermedades o traumas graves, tienen una suerte de efecto liberador. Quiero decir: la gente habla con nostalgia de la II Guerra, no porque en aquellos tiempos los estándares morales fueran más relajados, ni porque la gente fuera menos consciente, o porque viviera más el momento y tratara de pasarlo bien, sino porque el decorado convencional que nos rodea y del cual no podemos escapar, de repente se vino abajo”.

Es muy posible que a Ballard le gustara The Purge. La noche de las bestias, cuyo motor también es la violencia como terapia, aunque con un matiz importante respecto a sus novelas: su potencial catártico tiene aquí tanto de liberador como de vehículo de control social. 

La cinta se sitúa en futuro próximo, el Estados Unidos del año 2022, una sociedad utópica con tasa cero de paro y de violencia. La paradoja es que para mantener el equilibrio utópico parece ser necesaria una dosis de distopía anual: una noche al año en la que están permitidas las agresiones y los asesinatos. Una peculiar celebración cuya barra libre de sangre callejera coincide con vacaciones policiales. Legalización total del crimen durante 12 horas. 

Según oímos en las cuñas que anuncian el evento con euforia institucional, como si aquello fuera el chupinazo de San Fermín, se trata de dejar que el ciudadano libere la bestia que lleva dentro, desate temporalmente toda su violencia reprimida, como vía terapéutica para estar relajado el resto del año. Un extraño peaje a pagar para conservar la paz social. Arrebatos de violencia para evitar males mayores.  


Una noche que, como cualquier otra celebración institucional de éxito, se ha convertido en un fabuloso negocio; en este caso, para la industria de la seguridad. Las casas de las zonas residenciales se blindan en cadena, para lucro del protagonista del filme, un empresario encarnado por Ethan Hawke que se recluye con su familia en su residencia fortificada para disfrutar del espectáculo en televisión. 

Aunque la propaganda oficial defiende el carácter terapéutico del experimento, no faltan las voces críticas que lo ven como una coartada para eliminar impunemente a los elementos improductivos de la sociedad. 

No obstante, pese a estos apuntes de una perversa utopía capitalista, The Purge acaba saltando de la ciencia ficción al terror. Pone el foco sobre el asalto a la residencia de Hawke para horror de la unidad familiar burguesa. Es muy divertido jugar a la violencia… hasta que te estalla en tus propias narices, parece querer decir el director. 

Aunque pierda pegada como análisis de una distopía futurista, la apuesta por el terror le ha salido redonda a The Purge, revelación de la taquilla veraniega en Estados Unidos. En efecto, la película se vendió con éxito como cinta de terror, lástima que lo menos logrado de la función sea precisamente su deriva terrorífica. 

Más interesante resulta su reflexión sobre el lado oscuro de una sociedad utópica no tan lejana. Como todo filme de ciencia ficción que se precie, The Purge utiliza el futuro para hablar del presente. De ahí sus continuas alusiones a la fiesta de la violencia como ritual al gusto de los nuevos padres fundadores de la patria. La liberación anual de la bestia que llevamos dentro sería una puesta al día del mítico arrebato de violencia sobre el que se fundó América, y que aún colea. 

En una escena del filme vemos a unos vecinos de un suburbio burgués afilando sus machetes en el jardín antes de la barbarie, con toda tranquilidad, como quien prepara una barbacoa, imagen que provoca una mezcla de inquietud, desazón y extrañeza. Ahí reside el valor de The Purge. En su capacidad para transformar la normalidad en anormalidad. Hoy día ver a un estadounidense comprando una escopeta es algo tan familiar que ya no genera sentimiento alguno. Lo que da idea del alcance político de un filme que consigue que la imagen de una sociedad que se alimenta de violencia (365 días al año) vuelva a resultar desasosegante.  

The Purge. La noche de las bestias

Director: James DeMonaco

Reparto: Ethan Hawke, Lena Headey

Género: Terror futurista

Nacionalidad: Estados Unidos

Duración: 85 minutos

La violencia como catarsis era uno de los temas clásicos de las novelas de James Ballard. Sujetos de clase media lobotomizados por el consumismo que sólo despertaban de su letargo en situaciones explosivas. Aparatosos chutes de adrenalina (accidentes de coche, colapsos ecológicos, bloques de apartamentos en guerra) como vía para escapar de la prisión de una realidad mortecina. Una elección estética determinada por la peculiar biografía del escritor británico: Ballard nunca se sintió tan libre como durante su confinamiento en un campo de concentración japonés en la II Guerra Mundial