Es noticia
Un republicano coronado por Sus Altezas Reales
  1. Cultura
MUÑOZ MOLINA APUNTA QUE LOS REYES "NO ESTÁN A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS"

Un republicano coronado por Sus Altezas Reales

“Lo primero que uno quiere es acabar un libro, lo segundo que se lo publiquen, luego que tenga lectores y si le dan un premio pues

Foto: Un republicano coronado por Sus Altezas Reales
Un republicano coronado por Sus Altezas Reales

“Lo primero que uno quiere es acabar un libro, lo segundo que se lo publiquen, luego que tenga lectores y si le dan un premio pues qué se le va a hacer…” Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) se mostró templado y cauto en su comparecencia ante los medios de comunicación, que se dieron cita en la Casa de América de Madrid para preguntarle por el Premio Príncipe de Asturias de las Letras con el que el jurado ha coronado tres décadas de trabajo en prosa.

El escritor andaluz dejó claro en reiteradas ocasiones que un premio no es más que algo anecdótico en la carrera de un literato. Primero: “Los merecimientos tienen margen de arbitrio y casualidad”. Luego: “La carrera de un escritor no se puede medir por los premios que recibe, igual que no puede medirse por los premios que no recibe. No creo en los escalafones: la literatura no es más que gente que escribe y gente que lee. Hay bastantes escritores que se merecen un premio así”, explico lúcido el autor de El invierno en Lisboa.

A la pregunta de este periódico sobre el significado, para un escritor como él, de un premio creado por la Casa Real. Sin tapujos, el autor definió como republicano no como monárquico, “porque es una forma de gobierno más democrática que la monarquía". Pero aclaró que como forma de gobierno también tiene sus perversiones y que si le dieran a elegir entre la república holandesa y la venezolana, se quedaría con la primera. El escritor aclaró que "el ideal republicano se ha cumplido en regímenes monárquicos con más eficacia que en regímenes republicanos".

Monarquía fuera de lugar

Y no dudó en valorar la monarquía española: “A España le vino muy bien en la Transición la presencia del rey. En ese momento fue muy útil. Pero las personas que en la actualidad encarnan a la institución no han estado a la altura de las circunstancias”.

Las declaraciones del autor de Sefarard vinieron a corroborar la actitud que ha puesto sobre las páginas de Todo lo que era sólido, su último libro en la calle. “Quería hacer algo parecido a los ensayos de Orwell: una reflexión personal sobre los tiempos que a uno le han tocado vivir. Es una indagación una crónica de lo vivido, un ejercicio de querer comprender el tiempo que uno vive”, resumió. “Nada es tan sólido que no pueda desvanecerse mañana mismo en el aire. Nada es tan inverosímil que no pueda suceder”, escribe el novelista y ensayista en las tripas de este texto.

“El libro es una reflexión sobre lo difícil que es ver lo que sucede en el momento en que sucede y lo fácil que es dejarse llevar por la corriente. Más en un país como el nuestro en que la disidencia personal es muy difícil”, por eso reniega de muchas condiciones de este país, que define a uno por lo que hace en vez de por lo que es. “Procuro limitar mis identidades”.

Lo que no esconde son sus críticas. En Todo lo que era sólido el peor parado –después de su reconocida ceguera para entender el derrumbe del bienestar- es el político español, al que tilda de codicioso, conformista, conspirador, corrupto, integrista, intransigente, mediocre, mentiroso, narcisista, obediente y sectario. “Han predicado la greña, la violencia verbal, la irresponsabilidad personal y colectiva, el halago, la intransigencia, la palabrería embustera, la falta de rigor, la indulgencia hacia el robo, el victimismo, el narcisismo, la paletería satisfecha, el odio, la grosería populista, el desprecio a las leyes”, escribe.

El Premio Príncipe de Asturias de las Letras firmará ejemplares este fin de semana y el siguiente en la Feria del Libro de Madrid y el lunes presentará el ensayo mencionado, en la Residencia de Estudiantes, junto con Jordi Évole. Precisamente, la editorial de Muñoz Molina, Seix Barral, cumple con este galardón una temporada de reconocimiento absoluto además del Cervantes a José Manuel Caballero Bonald y el Premio de la Crítica de narrativa a Clara Usón, por La hija del Este. Elena Ramírez, directora de Seix Barral, reconoció que este laurel es “un acontecimiento importante para la editorial”.  

Comprometido con su tiempo

Según el acta del jurado, Muñoz Molina es un escritor que ha reflejado en su obra “episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personal” y “un intelectual comprometido con su tiempo”.  Sobre este aspecto ha señalado el autor de Beltenebros que esa es una decisión personal, que “hay escritores que se comprometen y otros que no”. Y citó la exposición del pintor Paul Klee, que ahora ocupa las salas de la Fundación Juan March (Madrid), porque muestra la obra de un artista que sufrió el nacismo y cuya obra no traduce su sufrimiento. “Ese hombre está fundando la belleza y la nobleza en contra del nacismo. Hay un compromiso, aunque no sea evidente”.

Muñoz Molina improvisó un recorrido por treinta años de trabajo, desde que empezara a escribir su primera novela Beatus ille, leída y contratada por Pere Gimferrer para Seix Barral, cuando el premiado todavía trabajaba en una oficina como funcionario municipal, en la ciudad de Granada. “Mi oficio es una cuestión de paciencia pero también de buena suerte. Y yo he sido muy afortunado”, dice.

No dejó escapar la oportunidad de hablar de aquellos años, los ochenta, en los que se formaba la primera generación que publicaba en democracia. “Nos encontramos con la democracia y con un público que no existía, pero que quería leer nuestros libros”. Confiesa sin pudor que la suya ha sido “una generación privilegiada”. Ese lector que ha crecido con ellos lo hizo en un ecosistema favorable: “En los ochenta si no hacíamos buenos libros sólo podía ser culpa nuestra. Ya no teníamos ni siquiera la excusa de Franco”.

Contra el abuso de la industria

Pero los tiempos han cambiado, el lector español “sigue siendo muy sofisticado”, pero algo ha cambiado profundamente. Explica que está preocupado porque con el pretexto de las nuevas tecnologías elementos tan arraigados como la educación, las bibliotecas y las librerías corren peligro. “Hay intereses poderosísimos que aspiran a destruir este ecosistema. Las grandes empresas tecnológicas quieren convertirlo en un monocultivo para convertirse en sus dueños”, en clara alusión y referencia a compañías como Amazon o Apple y su intento de “control tiránico y abusivo de la comercialización”.

El académico –ocupa el sillón u de la RAE- se considera un ciudadano y autor “enfermo de pasado”, que para escribir una novela lee con más atención los periódicos de 1936 que los actuales. Defiende el acto de la lectura como acto político. Muñoz Molina, exdirector del Instituto Cervantes de Nueva York, es de los primeros en despertar de la inflación de silencio que mantiene a este país ciego en las tinieblas dictatoriales, pero también es de los pocos que reconoce haber bajado la guardia ante el despropósito que aceleró el derrumbe de nuestros días.

“Lo primero que uno quiere es acabar un libro, lo segundo que se lo publiquen, luego que tenga lectores y si le dan un premio pues qué se le va a hacer…” Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) se mostró templado y cauto en su comparecencia ante los medios de comunicación, que se dieron cita en la Casa de América de Madrid para preguntarle por el Premio Príncipe de Asturias de las Letras con el que el jurado ha coronado tres décadas de trabajo en prosa.