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"Un salario universal de 900 euros es la mejor solución al problema del trabajo"
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PARA MOULIER-BOUTANG, "LA CRISIS ES EXCELENTE"

"Un salario universal de 900 euros es la mejor solución al problema del trabajo"

“La ciencia económica, al observar a las abejas, sólo está capacitada para tener en cuenta lo cuantificable, como es la producción de bienes tangibles como la

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"Un salario universal de 900 euros es la mejor solución al problema del trabajo"

“La ciencia económica, al observar a las abejas, sólo está capacitada para tener en cuenta lo cuantificable, como es la producción de bienes tangibles como la miel y la cera, y no aquello que realmente produce valor, como es su tarea polinizadora, que permite la reproducción vegetal, animal y social”. Con esta metáfora, el profesor de economía política Yann Moulier-Boutang, autor de La abeja y el economista (Ed. Traficantes de sueños), quiere poner en imágenes los términos del nuevo orden económico. Para Moulier-Boutang, que ofrecerá una conferencia esta tarde en el museo Reina Sofía (Actualización: según ha comunicado el museo, la conferencia programada para hoy se pospone a mañana viernes 6 de julio a las 19:00 horas), “las nuevas formas de estructuración social están gobernadas por el capitalismo cognitivo, que es la forma hegemónica del capitalismo”. La riqueza y la creación de valor se han desplazado hacia esos bienes producidos por el conocimiento que no consisten únicamente en informaciones o datos, “sino que surgen de la inteligencia colectiva que circula por las redes numéricas”. Y su ejemplo de la polinización no es un mero recurso narrativo: “Hoy los apicultores americanos alquilan a los agricultores el servicio de polinización de los campos de colza y de los almendros, así como del 80% de la fruta y de las legumbres que comemos. La producción principal de las abejas es la bioproducción (la producción de lo vivo en todas sus formas)”.

Inteligencia colectiva en red

Para Moulier-Boutang, la crisis actual ha dado “la estocada final al viejo capitalismo industrial en la corrida de la mundialización”. La mejor prueba es que al comienzo de la misma, General Motors valía en bolsa 100.000 millones de dólares y contaba con 225 mil empleados directos mientras que Google no llegaba a los 50.000 millones y los 14.000 empleados. En la primavera de 2008 “GM valía cero en bolsa a pesar de su nacionalización y había perdido un cuarto de sus trabajadores, mientras que Google valía 140 millardos y sus efectivos ascendían a 24.000 empleados. 5 años después del inicio de la crisis, Apple había devenido la primera capitalización bursátil del mundo. Empresas como Exxon y Microsoft serán totalmente sobrepasadas por la formas del capitalismo cognitivo”.

Para proteger al precariado cognitivo conviene crear un salario universalEjemplos de esa transformación aparecen en todos los sectores mercantiles, y no sólo en los vinculados a Internet. BMW, afirma Moulier-Boutang, ha resistido mucho mejor que GM el nuevo contexto “porque su modelo de negocio gira alrededor de la economía numérica. Lo que tiene más valor añadido en el vehículo, y lo más costoso, es el sistema de captación de datos del conductor y de los pasajeros. El coche es en sí una plataforma de recogida de datos personales”. Igualmente, señala, la mayor parte del valor económico de un avión de caza hoy es la electrónica. Y lo mismo nos encontramos con las zapatillas Nike. “El conocimiento inteligente, la marca, y la confianza incorporadas en los productos y los servicios son la parte hegemónica del valor, aquella que manda. Y todos este conocimiento no consiste en un simple montón de datos y de informaciones codificadas, sino que está constituida por esos intangibles no codificados o codificables, de los cuales el modelo más acabado es la inteligencia colectiva en red interactuando en tiempo real”.

Buenas y malas noticias

Tales cambios en las estructuras empresariales, en su organización y en la materia prima que utilizan han tenido consecuencias para sus empleados que todavía no se han reflejado legalmente, asegura Moulier-Boutang. La empresa ya no tiene su eje en la fuerza de trabajo, sino “en la inteligencia interactiva, la fuerza de la invención y la creatividad”. Lo que es una buena noticia, asegura, porque la confianza, la cooperación, la inteligencia y las facultades de aprendizaje y de transmisión, “son competencias que no pueden ser reducidas a ese mundo jerarquizado, rígido y burocrático en que estaban inmersas las empresas. Esa estúpida división del trabajo se acaba y ese es el lado bueno”. Pero también hay una mala noticia, como es la pérdida de derechos por parte de los trabajadores, que gozaban de una protección jurídica recogida en “normas que definían la misión del trabajo, su duración, sus condiciones, su nivel de remuneración, la forma de contrato y, por último pero no menos importante, la separación entre la persona privada y su capacidad de trabajo”.

Pero esta revalorización del trabajo cognitivo está transformando seriamente las fronteras entre el cerebro y el cuerpo. Según Moulier-Boutang, el trabajador del pasado podía conocer el reposo completo porque, al utilizar fundamentalmente la fuerza de su cuerpo, y tener horas de descanso, podía recuperar su energía. “Hoy el cerebro trabaja todo el tiempo y a menudo fuera del momento de trabajo acotado por el reloj de la oficina. La limitación del horario de trabajo, su realización en el recinto de la empresa y la separación entre tiempo de trabajo, y tiempo de placer no tienen sentido para el capitalismo cognitivo. La polinización fuera de las horas de mercado y fuera del tiempo laboral constituye a menudo las partes cruciales para la extracción de valor”. El resultado es que la vieja reglamentación no protege ya al asalariado cognitivo del agotamiento. “El nivel de estrés ha aumentado considerablemente y la usura nerviosa es la nueva enfermedad profesional”. Lo peor, no obstante, llega en el plano de la remuneración, porque al tomarse sólo en cuenta en el momento de fijar el salario las horas oficialmente trabajadas, “una parte creciente del empleo de la inteligencia no es remunerada”.

Para Moulier-Boutang es prioritaria la reconstrucción de un derecho del trabajo que tenga en cuenta estas transformaciones, y eso implica poner en marcha nuevas fórmulas muy alejadas de los supuestos en que nos basamos el siglo pasado. Por ejemplo, seguir preconizando el contrato de duración determinada, cuando más de la mitad de los empleos creados ignoran esos dispositivos de protección es sin duda un error. “Para proteger al precariado cognitivo conviene crear un salario universal de polinización que reforzaría la independencia del asalariado precarizado en relación a sus empleadores”. En este sentido, asegura, sería inútil “intentar refundar el Estado del bienestar alrededor de un tipo de asalariado industrial que se está muriendo (y si fallece, tanto mejor), en lugar de hacerlo alrededor de una garantía de ingreso desligada del trabajo clásico, como sería un salario de existencia de 900 euros por persona, incondicional en un país rico como Francia, y de unos 450 euros en países como Grecia”.

La zona Euro y sus retos

La crisis financiera, al contrario de lo que suele argumentarse, no va a suponer una rémora para esta clase de cambios, sino que los va a acelerar. En el sentido estructural, desde luego, afirma Moulier-Boutang, “porque abre la posibilidad de una bifurcación completamente nueva, revolucionaria”. Pero también en el sentido institucional, y especialmente en lo que resepcta a la arquitectura federalista europea, donde las transformaciones pueden ser sustanciales. Europa ha vivido durante mucho tiempo inmersa en una construcción híbrida entre ese confederalismo que permitía que cualquier nación soberana denunciase en cualquier momento los tratados de la Unión, y el federalismo que articulaba temas como la política agrícola común, los fondos estructurales, y la moneda única. “Se trataba de una fórmula muy cómoda, porque los federalistas esperaban que la profundización en la unión económica condujese suavemente hacia la unión política sin que los soberanistas se dieran cuenta, y los confederalistas reforzaban a cada abandono de la soberanía  (Maastricht, el Acta Única) aquellos organismos europeos que les servían para exorcizar la emergencia de una estado federal”.  

Al contrario de lo que dicen mis colegas de izquierda, diría que la situación es excelentePero ese tiempo se ha terminado, asegura el profesor francés. “Diez años de moneda única combinados con la inaudita ampliación de la Unión han producido una ingobernabilidad evidente de la zona euro y más aún de los 27. La integración y la profundización pasan por la elección federal y por la liquidación del confederalismo en la arquitectura política de la Unión. En ese sentido, es necesaria una guerra contra ese soberanismo mortal, reaccionario, que arriesga a sumirnos en una revolución a la húngara”. Afortunadamente, señala Moutang, los mercados son lógicos y presionan en ese sentido: “los mercados votan por el federalismo. Y lo que no podemos hacer, como los diversos Mélenchon (político francés y eurodiputado del Frente de Izquierda) europeos, es pensar que como los mercados dicen que el sol marca mediodía, es en realidad de noche”.

Una nueva arquitectura europea

Y no solamente los mercados tienen razón, afirma Moulier-Boutang, sino que “son los alemanes los que han acertado sobre los pasos previos políticos que tenemos que dar para que la solidaridad económica y financiera no sea un fiasco. Una política keynesiana de crecimiento aplicada en los ridículos límites de los diferentes países de la Unión habría dado lugar en poco tiempo a las mismas catástrofes”.

En este orden, el ensayista francés responsabiliza a sus compatriotas de la parálisis institucional a la que está sometida la aventura europea. “Los alemanes nos tendieron la mano con un primer plan de los liberales en 1994, y en 2000 los socialdemócratas y verdes de Joschka Fischer fueron quienes se nos acercaron con el discurso de Berlín. Y en las dos ocasiones, los pusilánimes franceses, rechazamos lo oferta. Preferimos vivir entre el soberanismo en desuso a lo extrema derecha y un pseudo realismo cínico a lo Hubert Védrine (político socialista francés, ex ministro)”.

Sin embargo, “al contrario de lo que dicen mis colegas de izquierda, que ven el euro desmoronarse cada mañana, y a la Unión Europea romperse en pedazos, diría que la situación es excelente. La crisis está dando a luz a Europa”.  Esta es la ocasión que va a permitir dar el salto adelante necesario, asegura Moulier-Boutang, para llevarnos a la arquitectura institucional que los tiempos demandan.

“La ciencia económica, al observar a las abejas, sólo está capacitada para tener en cuenta lo cuantificable, como es la producción de bienes tangibles como la miel y la cera, y no aquello que realmente produce valor, como es su tarea polinizadora, que permite la reproducción vegetal, animal y social”. Con esta metáfora, el profesor de economía política Yann Moulier-Boutang, autor de La abeja y el economista (Ed. Traficantes de sueños), quiere poner en imágenes los términos del nuevo orden económico. Para Moulier-Boutang, que ofrecerá una conferencia esta tarde en el museo Reina Sofía (Actualización: según ha comunicado el museo, la conferencia programada para hoy se pospone a mañana viernes 6 de julio a las 19:00 horas), “las nuevas formas de estructuración social están gobernadas por el capitalismo cognitivo, que es la forma hegemónica del capitalismo”. La riqueza y la creación de valor se han desplazado hacia esos bienes producidos por el conocimiento que no consisten únicamente en informaciones o datos, “sino que surgen de la inteligencia colectiva que circula por las redes numéricas”. Y su ejemplo de la polinización no es un mero recurso narrativo: “Hoy los apicultores americanos alquilan a los agricultores el servicio de polinización de los campos de colza y de los almendros, así como del 80% de la fruta y de las legumbres que comemos. La producción principal de las abejas es la bioproducción (la producción de lo vivo en todas sus formas)”.