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La batalla de los españoles contra los comanches: la masacre de San Sabá (Texas)
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Las tropas de su majestad frente a los indios

La batalla de los españoles contra los comanches: la masacre de San Sabá (Texas)

Poco conocido es el papel que jugó España en lo que hoy en día es EEUU. Te presentamos un capítulo de la historia tan ignorado como muchos de los áridos paisajes de Texas

Foto: 'La destrucción de la misión de San Sabá en Texas y martirio del Padre Alonso Terreros'. Mural atribuido a José de Paez
'La destrucción de la misión de San Sabá en Texas y martirio del Padre Alonso Terreros'. Mural atribuido a José de Paez

Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma.

–Carl Gustav Jung

El suroeste americano es inmenso, tal vez quepan cuatro o cinco Españas sin calzador. Planicies y praderas, valles y cañones, se suceden como fichas de dominó.

En 1758, en lo que hoy es el centro geográfico de Texas, una pequeña misión con cerca de trescientos inquilinos entre soldados, misioneros, comerciantes y algunos apaches convertidos, sufrió un durísimo ataque por parte de una tribu Comanche que no estaba dispuesta a compartir ni mucho ni poco. Es una de las historias que narra el historiador José Antonio Crespo en su reciente libro 'Españoles olvidados de Norteamérica' de la editorial Actas.

Un año antes, los Apaches, naturales moradores de aquellos pagos, desbordados por los ataques y la crueldad desatada por las tribus comanches que habitaban más al norte, habían decidido establecer relaciones de reciprocidad con los españoles al tiempo que manifestaban su deseo de convertirse. Si esta decisión estaba presidida por el oportunismo o la conveniencia, por el miedo o por la necesidad, es otra cosa. La realidad es que los ataques que se producían eran cada vez más sangrientos y el acumulado de víctimas se contaba por miles.

Ataque a traición

El Coronel Diego Ortiz Parrilla, un veterano militar con los galones adquiridos a base de comprobadas acreditaciones y hechos de armas, sería nombrado jefe del destacamento en el que toda la tropa eran voluntarios, habida cuenta del riesgo real de cambiar el domicilio terrenal por uno más etéreo ante tan aguerridos adversarios.

El Padre Terreros sería colgado boca abajo en el campanario de la misión mientras se desangraba sin decoro para un hombre de Dios

Era un 18 de marzo cuando más de dos mil comanches, ataviados con pinturas de guerra y una actitud manifiestamente hostil, entraron en la misión a sangre y fuego decapitando a los misioneros y matando sin previa declaración a más de una docena de soldados destacados en la protección del lugar sagrado. El fuerte estaba a unos tres kilómetros de distancia y desde él se oían los gritos desgarrados de las víctimas.

La razón de la separación entre el fuerte y la misión se debía a la querencia de los franciscanos de separar las armas del proselitismo. No querían que nadie se diera de alta en el gremio de los creyentes coaccionado por la presencia de los mosquetes y los sables. Por ello, esta actitud tan honesta les costaría la vida.

600 soldados y algo más de un centenar de tropas auxiliares apaches dieron respuesta al ataque de San Sabá. No hubo misericordia

El ataque duró cerca de dos horas y fue de un salvajismo inenarrable. El Padre Terreros sería colgado boca abajo en el campanario de la misión mientras se desangraba de mala manera y sin decoro para un hombre de Dios. Es de suponer que su alma invicta entrara por la puerta grande del paraíso, esté donde esté.

Los soldados y los apaches conversos no tuvieron mejor suerte. Sus cabelleras pasaron a conformar la terrible contabilidad de la sinrazón de la guerra.

Un contraataque sin compasión

Era obvio que no se podía dejar sin contestar aquella agresión, so pena de que el descrédito cayera sobre los españoles por no dar respuesta a tamaña iniquidad. Tomándose las cosas con calma, pero con buen ritmo, se implementaron las medidas para dar un escarmiento contundente a los osados, que no repararían en las consecuencias de semejante acción hasta que las tropas del Coronel Diego Ortiz Parrilla se les echaron encima.

Navegando por el mar de hierba de las praderas del medio oeste americano, cerca de 600 soldados de su majestad y algo más de un centenar de tropas auxiliares apaches comenzaron a dar respuesta al ataque de San Sabá. No hubo misericordia.

Los colonos españoles odiaban a Cuerno Verde por su brutalidad y por los cientos de asesinatos a sangre fría ocasionados en sus correrías

Tras exhaustivas pesquisas y algunos métodos contundentes, se pudo averiguar la autoría del ataque a San Sabá. Que eran comanches, se daba por cierto; pero que la Confederación Nachitoche estaba detrás tenía un calado y cariz preocupantes.

Los franceses, en la vecina Luisiana, patrocinaban a esta Confederación de tribus comanches en perjuicio de los intereses de España con lo cual, la lectura era fácil de entender. La fecha clave de la respuesta a las tribus comanches tendría como punto de partida el 15 de agosto de 1789 -años de la Revolución Francesa-, cuando otro coronel, Juan Bautista Anza, daría con la tecla para batir a estos grupos comanches aplicándoles su misma receta.

Los colonos españoles odiaban a Cuerno Verde por su brutalidad y por los cientos de asesinatos a sangre fría ocasionados en sus correrías. Es probable que se le atribuya esa sanguinolenta actitud como venganza por la muerte de su padre a manos de una patrulla española. Hay que destacar que su perseguidor, Anza, había perdido también a su progenitor a manos de los Apaches años ha, por lo que el tema estaba bastante enconado.

El Gran Jefe de la Confederación Nichitoche, una docena de destacados lideres de la Confederación y cerca de un centenar de jinetes, pasarían a mejor vida

Un tres de septiembre, un batallón de Dragones en misión de exploración, con los cascos de los caballos forrados para no amortiguar el ruido, ocultos de día y atacando de noche, dieron con el autor de la matanza de San Sabá. El Gran Jefe de la Confederación Nichitoche, una docena de destacados lideres de la Confederación y cerca de un centenar de jinetes, pasarían a mejor vida tras un ataque relámpago al amanecer.

Cuerno Verde, que así se llamaba el interfecto, no tuvo tiempo a encomendarse a Manitou. Una lanza de uno de los Dragones le atravesó limpiamente su vacío corazón. Es de suponer que sangraría.

Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma.

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