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La fórmula para regular el aire acondicionado que pondrá fin a la guerra en la oficina
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ES UNA ECUACIÓN de los años 60

La fórmula para regular el aire acondicionado que pondrá fin a la guerra en la oficina

Ellas, con pañuelos al cuello. Ellos, sudando la gota gorda. Un estudio holandés parece haber encontrado la razón a las diferencias térmicas en el entorno laboral

Foto: ¿Harta de pasar frío en la oficina? Han descubierto la razón
¿Harta de pasar frío en la oficina? Han descubierto la razón

La primera ola de calor ya está aquí y, con ella, algo tan clásico como el helado de chocolate. Cuando llega el verano, las mujeres de la oficina parecen no haberse dado cuenta de que el sol en la calle derrite hasta una barra de hierro: pantalones largos, chaquetas y pañuelos al cuello son parte de su vestimenta. En el otro extremo, los hombres, que a pesar de que la temperatura de la sala no llega a los veinte grados se empeñan en reducir el mercurio hasta límites polares. ¿Por qué estas sensaciones térmicas tan diferentes en un mismo lugar?

La razón de que las mujeres pasen frío en la oficina por culpa del aire acondicionado parece estribar en una vieja fórmula que utiliza parámetros metabólicos. Según un estudio holandés publicado por la revista 'Nature Climate Change', la mayor parte de los centros de trabajo rigen su temperatura siguiendo los estándares de esta receta matemática que sólo tiene en cuenta los valores masculinos.

Los investigadores del Hospital Universitario de Maastricht han descubierto que los termostatos de las oficinas siguen el modelo de 'confort térmico' desarrollado en 1960, donde se tienen en cuenta factores como la velocidad del aire, la temperatura del ambiente o la ropa que se lleva –entre otros– en relación al metabolismo de un varón de 40 años y 70 kilos. Al ser una ecuación matemática, cualquier alteración en sus incógnitas provoca un cambio radical en el resultado. Esta es la razón de que las mujeres se trasladen al Polo Norte cuando cruzan la puerta de su lugar de trabajo.

De esta forma, la versión de la ecuación de Fanger resulta obsoleta para oficinas donde conviven hombres y mujeres, de características físicas muy diferentes y generadores de calor completamente distintos. Como normal general, las féminas tienen cuerpos menos grasos, su función metabólica es más lenta y suelen pesar menos que sus colegas masculinos. Un cúmulo de rasgos que explicaría la razón por la que nunca se desprenden de la chaqueta a pesar de los sofocantes 40 grados del exterior.

La fórmula está pensada para varones de 40 años y 70 kilos

Los análisis llevados a cabo en Holanda también tienen en cuenta otros factores como, por ejemplo, la ropa. En muchas oficinas los hombres no varían su vestuario en función de la estación del año –mantienen el traje y corbata–, mientras que las mujeres recurren a prendas mucho más ligeras, como faldas, sandalias o blusas de tirantes. Una explicación más por la que siempre se podrá encontrar una prenda de abrigo en su cajón.

El medio ambiente agradece subir la temperatura

Lejos de quedarse en un tema de confrontación entre compañeros, la temperatura de la oficina es un aspecto muy a tener en cuenta por las empresas. “En muchos edificios el consumo de energía es mucho mayor de lo que debería porque la temperatura se calibra teniendo en cuenta el cuerpo de los hombres”, explica Boris Kingma, coautor del estudio y biofísico del Hospital Universitario de Maastrich. “Si tuviéramos una visión más precisa de las necesidades de calor de los trabajadores, sería posible gestionar el edificio para que se perdiera menos energía”, añade.

Además de un menor consumo energético, ajustar el climatizador de la empresa supondría grandes beneficios para el medio ambiente. “Las emisiones de dióxido de carbono serían menores”, explica Kingma. Yendo mucho más allá de la comodidad en el puesto de trabajo, el experto asegura que reduciendo la “discriminación térmica” se podría ayudar a “combatir el calentamiento global”. Según su estudio, si bien es cierto que las preferencias de temperatura varían en función del sexo y físico de cada persona, como regla general la zona de máximo confort térmico es similar tanto en hombre como en mujeres: con la piel a 33 grados.

La primera ola de calor ya está aquí y, con ella, algo tan clásico como el helado de chocolate. Cuando llega el verano, las mujeres de la oficina parecen no haberse dado cuenta de que el sol en la calle derrite hasta una barra de hierro: pantalones largos, chaquetas y pañuelos al cuello son parte de su vestimenta. En el otro extremo, los hombres, que a pesar de que la temperatura de la sala no llega a los veinte grados se empeñan en reducir el mercurio hasta límites polares. ¿Por qué estas sensaciones térmicas tan diferentes en un mismo lugar?

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