Es noticia
De la 'guerra de generaciones' a las 'lógicas del honor'
  1. Alma, Corazón, Vida
A FONDO: CÓMO MALGASTAR TU VIDA LABORAL

De la 'guerra de generaciones' a las 'lógicas del honor'

Esta es la segunda parte del reportaje «Cómo malgastar tu vida laboral». Víctor, como su hermano Ignacio, estudió ingeniería “por influencia y por indicación

Foto: De la 'guerra de generaciones' a las 'lógicas del honor'
De la 'guerra de generaciones' a las 'lógicas del honor'

Esta es la segunda parte del reportaje «Cómo malgastar tu vida laboral».

Víctor, como su hermano Ignacio, estudió ingeniería “por influencia y por indicación de nuestros padres”, que pensaron en términos puramente pragmáticos. Se trata de ganarse la vida, no de pasarlo bien. Eso, para los ratos libres. Ahora es ingeniero de caminos y ha trabajado a tope desde que acabó la carrera. Tiene 39 años, está casado, tiene dos hijas de seis y siete años y vive acomodadamente en un chalet de las afueras de Madrid. Su radiografía es la del perfecto burgués de éxito y la crisis no le ha afectado por ahora. “A mí no, pero lo ves en el entorno. Y te planteas cosas como de qué manera vas a educar a tus hijos. Creo que se están rompiendo moldes que eran tradicionales y que servían desde hace mucho tiempo. A ver, decirle a tu hijo, ‘debes ser ingeniero’ siempre fue un consejo válido, lo eligiese o no después. Era una seguridad, al menos para el padre que aconsejaba o que guiaba al hijo hacia ese camino. Eso ha cambiado, y ahora ya no sabría qué decirles si preguntaran. ¿Qué les vas a contar? ¿Aprende a ser flexible y a adaptarte? Eso es un consejo demasiado vago, ¿no?”.

Para Víctor, se está produciendo un cambio de paradigma que la gente no está integrando bien en sus vidas. En su caso, el mayor problema es estar ubicado en la realidad para saber cómo encauzar a sus hijas cuando tengan la edad para hablar con ellas “de cosas más serias”. En todo caso, advierte, resulta imprescindible que terminen de adecuarse oferta y demanda. “Si una sociedad produce los profesionales que necesita, la cosa siempre es más fácil y no habría tantos problemas. Al fin y al cabo, siempre hará falta alguien que sepa construir un puente. Siempre hace falta uno que invente una máquina y otro que la haga funcionar. Siempre hace falta un abogado. Hay cosas seguras. Pero ahora ya sólo son seguras para los mejores”.

Si la gente se marcha es porque aquí no encuentra oportunidadesY ya ni siquiera eso, afirma Víctor Sampedro, catedrático de comunicación y opinión pública de la Universidad Rey Juan Carlos, porque los más preparados tampoco tienen sitio aquí. “Una masa de población con formación y habilidades prácticas se va a ver abocada a trabajar en el sector servicios, porque será lo único que encuentren, en gran medida porque quienes tienen la economía de España en las manos a lo único que aspiran es a que sigamos manteniendo nuestro segundo puesto como potencia turística de Europa. Lo que ahora es estacional, como ganarse algún dinero en un chiringuito en vacaciones, se convertirá en forma de vida. Y aunque encuentren empleo, y en ocasiones pongan en marcha proyectos propios, no dejará de ser infraempleo en comparación con las competencias que tienen”.

Pero tampoco la élite mejor formada lo va a tener fácil para trabajar en España.  “Es una incógnita lo que va a ocurrir con una generación de españoles que nunca va a ser propietaria de una casa, que no va a tener un trabajo acorde con su perfil de formación, que va a estar siempre infrautilizada e infrapagada”. Por eso, la mayoría de ellos han optado por buscarse la vida fuera, y por intentar encontrar en otros lugares lo que aquí se les niega. Siendo cierto que esta generación, apunta Sampedro, está mucho menos traumatizada con tener que trabajar lejos de su ciudad, y que no cae en el pesimismo, también lo es que si se marchan es porque aquí no encuentran oportunidades. Según Sampedro, eso está generando una situación peculiar ya que “si el panorama laboral está cerrado es porque ha sido monopolizado por generaciones de gestores que están desarrollando una política de guerra generacional. Ellos se han enriquecido pero no dejan lugar para quienes vienen detrás”. Las generaciones posteriores, por tanto, se ven abocadas a salir al extranjero. Y avisa Sampedro, piensan en el regreso. “Sueñan con volver. Estos jóvenes que trabajan aquí de precarios, cuando en otro país europeo tendrían una experiencia profesional potentísima, se van con rabia y con ganas de regresar para influir en los procesos en los cuales se les ha vetado”.

Un gran mayoría de expertos, si se les pregunta acerca de los motivos por los que los profesionales lo están pasando mal y por los que jóvenes y adultos preparados no encuentran trabajo, nos dará una respuesta muy similar a la que brinda Rodrigo, abogado de 44 años, con 20 años de experiencia en empresas del sector de la construcción y que está ahora en paro. “La gente”, dice, “sigue aferrada a lo de siempre porque le encantan las etiquetas, y mientras alguien no le ponga una etiqueta a lo que pasa parece que no existe, o que al menos no tiene una justificación a la que uno pueda asirse. Pueden notar que hay cosas que ya no funcionan igual, que los nuevos paradigmas le están pillando con el pie cambiado, pero aún no saben qué pasa. En esta tesitura, siguen aferrándose a las viejas definiciones y, por ende, a las viejas concepciones y las viejas carreras y los viejos trabajos”. En su opinión se trata esencialmente de un problema de toma de conciencia del proceso histórico en el que uno está envuelto: “Cuando sucede la Guerra de los Cien Años la gente no es consciente de que eso es la Guerra de los Cien Años, cuando sucede la Revolución Francesa, tampoco son conscientes del cambio real que se está dando. Es una cuestión de etiquetas y de perspectiva. Es muy difícil tener lo segundo, y en cuanto a lo primero, las etiquetas, antes era más fácil: vivimos en la era del twitter, donde se da un bombardeo brutal para ser el que finalmente le pone nombre a algo que pasa. Hay tanta pelea que probablemente cuando se nombran las cosas ya han pasado. Cuando se nombra el cambio, este ya ha sido sustituido por otro”.

placeholder

Para Ramón, abogado de 52 años, el problema que impide la toma de consciencia, y el subsiguiente cambio de mentalidad es que vivimos atados a las raíces. “Hay una cosa que permanece en casi todos los contextos”, afirma, “por muchos cambios sociales que haya, por muchas revoluciones o crisis que haya, y es el contexto familiar, que es el elemento base de cohesión social, nos guste o no. La gente vive muy integrada en la familia, aún hoy, y si hay una ‘dinastía’ más o menos marcada de abogados o de médicos, o de arquitectos, lo que se llaman las profesiones de prestigio –o incluso de artistas– la presión subliminal –y no tan subliminal- para que tú sigas ese camino es enorme. Mucha gente ha acabado amargada por eso, otros han encontrado su camino, y creo que no es un influjo desdeñable en la mecánica social de este país, que es muy conservador. Lo que suele pasar es que uno de cada dos acaba en una profesión que no desea, porque las familias no consideran que sus integrantes deban trabajar en aquello para lo que naturalmente valen, sino en aquello que la familia estima necesario y digno. Es un concepto anticuado para una clase, digamos, alta, y creo que en otros países ha cambiado, pero en España sigue siendo así. Lo que pasa es que esa mecánica, que en cierto modo ‘ciego’ funcionaba, ha llevado en esta situación de cambio a una hipertrofia absoluta. Demasiada gente en determinadas profesiones, lo que a medio plazo las devalúa. ¿Qué te decían de pequeño, lo recuerdas? Te decían: haz esto, que es lo que tiene más salidas. En realidad tú ni siquiera sabías lo que significaba “salidas”. Luego lo vas entendiendo… Es probable que esos mensajes se sigan dando y que no cambien hasta mucho tiempo después de que la realidad social los haya dejado obsoletos. Nuestro ‘timing’ de cambio es muy, muy lento como sociedad”.

Cada vez más personas están ganando menos en trabajos más precariosSin embargo, la verdadera transformación que estamos viviendo trasciende con mucho, explica Luis Enrique Alonso, catedrático de sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, esa versión común según la cual son los conocimientos obsoletos y las resistencias al cambio los que estarían provocando las dificultades laborales en los nuevos tiempos. Más al contrario, “nos hallamos en una época que se ha abandonado la idea de que el trabajo era un derecho y un elemento de introducción a la ciudadanía para reparar sólo en los ciclos del negocio. Pasamos así del trabajo decente y con sentido, que permitía trazar proyectos de vida, a empleos con poca garantía, pensados para cubrir los ciclos del negocio, que permiten que se pueda usar y tirar la fuerza laboral. Según Alonso, después de la Segunda Guerra Mundial, la gran conquista que se logró en Europa fue la posibilidad de realizar proyectos de vida gracias a estatutos laborales de clase media. Y es justo eso lo que se está desvaneciendo: las dificultades para encontrar empleo tienen que ver sobre todo con esa dualización en la que cada vez más personas están ganando menos en trabajos más precarios, mientras que las menos consiguen mayores ingresos.

En ese contexto, el aumento de la frustración social, que resulta inevitable, aparece directamente relacionado con la pérdida de ese futuro en el que la mayoría de la gente había depositado sus expectativas. Vidas tan inestables y líquidas provocan mucho malestar, así como un comprensible rechazo al futuro que han planeado para nosotros. “Por eso, las reticencias a dejar la profesión en la que uno se formó no tendrían que ver con la inadaptación al cambio, sino lo que se ha dado en llamar “lógicas del honor” laborales, según las cuales el verse obligado a abandonar la profesión produce un acentuado sentimiento de vergüenza, mucho más vinculado con el deshonor que con la frustración. Por eso nos mantenemos en ese sector hasta que no haya más remedio…

Psicológicamente, además, el daño es muy profundo, y no tiene que ver principalmente con la pérdida económica. “Has invertido tiempo, dinero y deseo en algo vitalmente relevante, por lo que no poder llevarlo a cabo excede el simple malestar. Es algo muy profundo que cuesta tiempo superar. Son situaciones a las que arrastra esa ambigüedad en la que vivimos: nos movemos entre la aceptación forzada de la transitoriedad y de la máxima movilidad, y la necesidad vital de reforzar un proyecto personal”. Y ese es el dilema de fondo: no se trata de elegir entre un tipo de empleo u otro, sino entre la posibilidad de tener una vida elegida o de estar supeditado a la que nos imponen los demás. Ese es el sentido último de las resistencias…

Esta es la segunda parte del reportaje «Cómo malgastar tu vida laboral».