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La técnica del Kobido o cómo revivir el rostro sin cirugía ni liftings
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La técnica del Kobido o cómo revivir el rostro sin cirugía ni liftings

Esta terapia no invasiva trata todas las dolencias que se acumulan en la cara al estar expuesta a contaminación, rayos ultravioletas y otros agentes externos que dañan las células

Foto: Kobido, un masaje para relajar cuerpo y alma (Shutterstock)
Kobido, un masaje para relajar cuerpo y alma (Shutterstock)

La leyenda japonesa que Kaguya-hime cuenta la historia de un anciano bondadoso que recogió a una criatura de entre los bambús que se dedicaba a cortar para subsistir. Con sumo esmero y cariño, esta diminuta niña encontrada entre ramas fue educada y criada hasta que se convirtió en una bella mujer. Tan hermosa era Kaguya, como así se llamaba la fémina, que todo el país quería acudir a la humilde morada del anciano para disfrutar de sus encantos. No sabemos si esta esplendorosa mujer seguía los preceptos del kobido, pero seguramente hubiera estado encantada de recurrir a sus beneficios para inmortalizar su beldad a lo largo del tiempo.

Kobido, 'camino de la belleza' en su traducción al japonés, hace honor a su nombre. Con este término se conoce a las técnicas practicadas por los antiguos samuráis después de sus luchas, unos ejercicios que les ayudaban a relajar los músculos faciales y a preparar su mente para las siguientes batallas. Tan provechosos resultaban sus conocimientos aplicados sobre el organismo, que con el paso de los siglos fueron adoptados por las emperatrices japonesas. Si bien es cierto que estas delicadas damas no debían superar los estragos y fatigas provocados por las guerras, el empleo del kobido en sus albos rostros las hacía aparecer aún más bellas ante sus súbditos.

A día de hoy, el kobido se ha convertido en una terapia no invasiva para tratar todas las dolencias que se acumulan en la cara al estar expuesta a contaminación, rayos ultravioletas y otros agentes externos que dañan las estructuras celulares. También conocido como el 'lifting japonés natural' por su completa desvinculación con el mundo de la cirugía y los bisturís, esta práctica japonesa elimina la tensión facial y corrige algunas arrugas de expresión utilizando únicamente los masajes sobre el rostro para conseguirlo.

placeholder Masaje facial japonés (Shutterstock)
Masaje facial japonés (Shutterstock)

Pero no solo eso. Entre los beneficios de esta terapia japonesa se encuentra la lucha contra el estrés, las manchas provocadas por la edad, la eliminación de las migrañas y dolores de cabeza y los efectos nocivos que produce el bruxismo –rechinamiento involuntario de los dientes que se produce, sobre todo, durante el sueño– en los pacientes que lo padecen. Además, la estimulación de la cara colabora a la creación de colágeno y elastina de forma natural, dos elementos fundamentales para la tersura facial y la firmeza cutánea.

Hacer del kobido un aliado natural contra las arrugas es posible aprendiendo a tratar los puntos que los profesionales indican como más propensos a sufrir desgaste. Para ello se han organizado talleres en los que es posible conocer las ancestrales técnicas samuráis para descongestinar el rostro y contribuir a una mayor circulación linfática. Basta con apuntarse en pareja a estos cursos y agudizar la memoria para retener los conocimientos: durante unas cinco horas, un experto hace partícipe a los asistentes de cómo practicar el kobido para que resulte efectivo –primero uno de los miembros de la pareja será quien realice el masaje mientras el otro lo recibe, y a continuación se procederá a invertir los papeles–.

El kobido contrarrestra los efectos degenerativos del paso del tiempo, y quien lo ha probado asegura que sus beneficios y virtudes son claramente visibles tras la primera sesión. Puesto que no se practican prácticas invasivas ni quirúrgicas está indicado para cualquier tipo de persona. Solo hay que desear tener una piel más brillante y saludable: el resto será masajear y cantar.

La leyenda japonesa que Kaguya-hime cuenta la historia de un anciano bondadoso que recogió a una criatura de entre los bambús que se dedicaba a cortar para subsistir. Con sumo esmero y cariño, esta diminuta niña encontrada entre ramas fue educada y criada hasta que se convirtió en una bella mujer. Tan hermosa era Kaguya, como así se llamaba la fémina, que todo el país quería acudir a la humilde morada del anciano para disfrutar de sus encantos. No sabemos si esta esplendorosa mujer seguía los preceptos del kobido, pero seguramente hubiera estado encantada de recurrir a sus beneficios para inmortalizar su beldad a lo largo del tiempo.

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