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Leyendas y crímenes de Madrid: ruta por la historia y degustación en Lhardy
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salida única el 15 de abril

Leyendas y crímenes de Madrid: ruta por la historia y degustación en Lhardy

Desde asesinatos en nombre de la religión hasta narraciones relacionadas con los orígenes de la capital. Un paseo para conocer la ciudad desde otro punto de vista

Foto: Óleo 'La muerte de Escobedo', de Lorenzo Vallés
Óleo 'La muerte de Escobedo', de Lorenzo Vallés

Seis generaciones han mantenido la esencia de uno de los restaurantes más célebres de la capital. Lhardy, con 178 años de historia a sus espaldas, es el punto de partida perfecto para hacer un viaje en el tiempo por las leyendas y los crímenes del viejo Madrid. Testigo y partícipe de su historia, no es solo famoso por su cocido, sus croquetas y su tienda gourmet. Lo es también por haber mantenido el encanto galo que su fundador Emilio Huguenin imprimió en este coqueto local de la Carrera de San Jerónimo en 1839. Desde entonces, su escaparate de cristal y caoba antillana cautiva las miradas de quienes pasan delante de él. Fue el primero en muchas cosas: en separar las mesas de los comensales, en servir a domicilio y en presentar el menú en francés sobre una carta.

Sus seis salones huelen a madera y en ellos se respira la sobriedad de un establecimiento con un histórico de clientes que incluye al marqués de Salamanca, la reina Isabel II, Primo de Rivera, Niceto Alcalá Zamora –allí se decidió su nombramiento como presidente de la II República–, los reyes Alfonso XII y XIII, toreros como Manolete, la espía Mata-Hari y literatos de todas las épocas: Federico García Lorca, Benito Pérez Galdós, Ramón Gómez de la Serna, Ortega y Gasset, Jacinto Benavente o Azorín, entre otros.

Tras conocer los rincones de este emblemático restaurante, la ruta por el Madrid legendario arrancará desde el paladar con una degustación 'muy Lhardy': su famoso consomé –que se sigue sirviendo en un samovar ruso, un recipiente metálico con forma de cafetera alta–, tres tapas de su selecta cocina y una bebida le aportarán la energía necesaria para continuar con un fascinante recorrido que no ha hecho más que empezar.

Lhardy nació en la época en la que en Madrid había farolas de gas y en la Plaza Mayor se celebraban corridas de toros. Un espacio que, precisamente, celebra este 2017 su cuarto centenario y que, como Lhardy, ha sido testigo y protagonista de la historia de la ciudad. El suelo que actualmente pisamos fue antaño el fondo de la antigua laguna de Luján que Felipe II ordenó desecar para darle 'aire' al poblachón que más tarde se convertiría en la capital del país, y en sus adoquines se desarrollaron las más cautivadoras intrigas que un experto guía le explicará en detalle.

Cuatro siglos después del secado de la Plaza Mayor, Madrid festeja que Felipe III –regio en su estatua ecuestre, en mitad de la plaza– ordenara a Juan Gómez de Mora en 1617 que concluyera el nuevo foro que había soñado su padre. Sus muros fueron reducidos a cenizas tres veces –1631, 1672 y 1790–, y sus soportales con 114 arcos han vivido eventos de todo tipo: desde la beatificación de San Isidro en 1619 hasta la crueldad de la Santa Inquisición.

Crímenes en nombre de la religión

En esta ruta guiada con salida única el 15 de abril también se explican algunas de las matanzas que, en nombre de la religión, se produjeron en las calles de Madrid. El mismo Museo de Prado atesora una obra de Francisco Rizi donde se inmortalizó un Auto de Fe celebrado en la Plaza Mayor el 30 de junio de 1680. En ella tuvieron lugar cinco autos del Santo Oficio que dieron como resultado un total de 162 penitenciados, de los cuales casi una treintena ardieron en la hoguera. Los madrileños de aquella época presenciaron las muertes de 359 reos en la horca o en el garrote, víctimas recontadas desde el siglo XVII hasta 1809.

Muy cerca de la Plaza Mayor, bajando por uno de los diez accesos que tiene este espacio, la ruta adentra a los asistentes en las calles más antiguas de la ciudad. Sus secretos permiten olvidar por un momento el mundanal ruido para concentrarse en las intrigas, los fantasmas, las supersticiones o las brujas que habitaron los rincones de Madrid. Durante dos horas, este paseo revela –entre otras anécdotas– la intrépida vida del bandolero Luis Candelas. Bajo el arco de Cuchilleros, donde hoy está el restaurante-cueva que lleva su nombre, rebotan los ecos de las aventuras y desventuras, los romances y las fechorías del bandido más castizo de la historia.

En Puerta Cerrada, donde Madrid reclama sus orígenes con una cruz y un mural en el que se lee “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”, una leyenda hace referencia a la abundancia de arroyos y acuíferos con la que se encontraron los árabes en la fundación de Madrid y a los destellos de fuego que provocaban los impactos de las flechas en sus murallas, construidas en sílex. La ruta continuará entre celos y traiciones, con reyes y alcaldes como protagonistas. Después de este viaje por la historia, Madrid, su Madrid, nunca volverá a ser el mismo.

Seis generaciones han mantenido la esencia de uno de los restaurantes más célebres de la capital. Lhardy, con 178 años de historia a sus espaldas, es el punto de partida perfecto para hacer un viaje en el tiempo por las leyendas y los crímenes del viejo Madrid. Testigo y partícipe de su historia, no es solo famoso por su cocido, sus croquetas y su tienda gourmet. Lo es también por haber mantenido el encanto galo que su fundador Emilio Huguenin imprimió en este coqueto local de la Carrera de San Jerónimo en 1839. Desde entonces, su escaparate de cristal y caoba antillana cautiva las miradas de quienes pasan delante de él. Fue el primero en muchas cosas: en separar las mesas de los comensales, en servir a domicilio y en presentar el menú en francés sobre una carta.

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