'Inseparables' (Prime Video): Rachel Weisz inyecta controversia a uno de los mejores papeles de su carrera

Cuando David Cronenberg se propuso realizar la adaptación cinematográfica de Twins, la novela de 1977 de Bari Wood y Jack Geasland, el director canadiense se llevó al terreno de sus propios intereses el relato sobre dos obsesivos hermanos ginecólogos, que intentan mejorar la salud de sus pacientes con sus innovadoras técnicas. Así, el realizador de la película Inseparables, utilizaba al actor Jeremy Irons por duplicado para encarnar a los dos gemelos perturbados, y aprovechaba para tratar algunos de sus leitmotiv favoritos: la visceral fisicidad del cuerpo humano, la dependencia a las sustancias químicas y la ocupación de una "nueva carne", mutante y mejorada en su evolución.

La guionista y productora Alice Birch se aproxima al mismo libro bajo un enfoque algo diferente con su nueva serie Inseparables, que Prime Video estrena este mismo viernes, 21 de abril. La primera diferencia que realiza en cuanto a la novela original y su predecesora fílmica, es que aquí no está protagonizada por dos hombres, sino por dos gemelas, ginecólogas de éxito, a las que temas como la menstruación o la reproducción femenina les toca más de cerca.

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Bajo este cambio de género en sus protagonistas, la historia necesariamente cambia desde sus orígenes por una serie de cuestiones que la producción atiende desde una cierta perversidad, como el deseo por la maternidad, el aborto traumático o la rivalidad femenina.

No es sencillo sentir empatía por los personajes de Beverly y Elliot Mantle, ambos soberbiamente interpretados por la británica Rachel Weisz, en el que podría ser el mejor papel (o los papeles, en plural) de su carrera hasta la fecha. La relación de dependencia y odio construida entre las hermanas despierta la enajenación del espectador, pero también la curiosidad por saber hasta qué punto la locura de la más ambiciosa puede superar los deseos de la más conservadora de formar una familia.

Una crítica al capitalismo despiadado

La miniserie sigue, durante sus seis episodios, el viaje de las hermanas Mantle desde que encuentran financiación para establecer una pretenciosa clínica de fertilidad hasta que las emociones y los desencuentros entre ellas les hacen separarse.

La ficción combina las secuencias más escatológicas con conocidos temas pop

La ficción no se corta a la hora de explicitar imágenes de alumbramientos y cesáreas que quizás incomoden a más de un espectador, pero que, por otro lado, saca a la palestra algunos de los grandes tabús de la sociedad occidental, como pueden ser la maternidad y la salud femenina. El tratamiento de la serie, sin embargo, es del todo provocador, y la ficción de la productora Annapurna combina las secuencias más escatológicas con conocidos temas pop que alivian la carga más solemne de los tramos donde la acción se ralentiza.

Probablemente, Inseparables no pase a la historia como una de las producciones más destacadas de la plataforma de la compañía de Jeff Bezos, pero sí resulta ser una muestra relevante de una conjunción de artistas (la gran mayoría del reparto es femenino, así como gran parte de las directoras de sus capítulos: Lauren Wolkstein, Karena Evans y Karyn Kusama), que aúnan fuerzas para relatar una historia que no es en absoluto habitual en pantallas.

Hasta el final de la serie, se deja a un lado la fácil confusión entre hermanas, algo a lo que el film de Cronenberg jugaba en todo momento, para centrar la atención en algunas de las principales preocupaciones sobre la reproducción o el acceso a una cobertura sanitaria digna únicamente por parte de la clase alta.

A veces sexi, y a veces mortífera, Inseparables es una serie voraz e incisiva, que intercambia constantemente conceptos como el placer y el sufrimiento, la vida y la muerte, el sexo y la sangre: binomios que, al final, siguen remitiendo a esa dualidad representada por la codependencia de las dos protagonistas.

La producción pone al límite a su público, pero lo recompensa con buenas interpretaciones y algunas secuencias memorables. Más importante todavía, resulta su crítica al capitalismo despiadado, así como a la decadencia de un sistema ególatra que juega a ser Dios y, a partir de ahí, construye un mundo a su imagen y semejanza.