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La razón por la que ninguna civilización interestelar ha contactado todavía con la Tierra
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No hemos hecho nada detectable

La razón por la que ninguna civilización interestelar ha contactado todavía con la Tierra

El astrofísico Avi Loeb reflexiona sobre nuestro lugar en el universo y cómo nos adentramos en una nueva era copernicana que rebajará aún más el vano antropocentrismo de nuestra especie

Foto: Ilustración de un espaciopuerto en otro sistema estelar. (Icon Age/Inteligencia Artificial)
Ilustración de un espaciopuerto en otro sistema estelar. (Icon Age/Inteligencia Artificial)

Enrico Fermi preguntó: "¿Dónde está todo el mundo?". Y Elon Musk se hizo eco de la misma frustración el mes pasado: "Todavía no he visto extraterrestres". Pero, como con cualquier relación, tenemos que preguntarnos: "¿Qué hemos hecho para merecer una pareja cósmica?".

Hace unos días, di una conferencia principal en una celebración pública en la ciudad de Toruń, Polonia, el lugar donde Nicolás Copérnico nació 550 años antes, sobre el tema de "La próxima revolución copernicana". Copérnico dedujo de los datos que no estamos ubicados en el centro del universo porque la Tierra se mueve alrededor del Sol. En otras palabras, se dio cuenta de que ocupamos un estatus cósmico sin privilegios, lo cual era problemático dado su papel como sacerdote.

Foto: El nuevo motor GO-2 de Morpheus Space.

La iglesia adoptó su modelo heliocéntrico porque permitió predecir con precisión la época de la Pascua, pero los teólogos insistieron en que el modelo es un concepto puramente teórico que no representa la realidad, por lo que clasificaron su De revolutionibus como un libro prohibido hasta el siglo XIX. Irónicamente, la validación de un modelo teórico con los datos es la única manera de evaluar su valor real en la ciencia moderna, como nos mostró Galileo Galilei, quien descubrió las Lunas de Júpiter un siglo más tarde como confirmación del modelo heliocéntrico de Copérnico. En 1992, el Vaticano admitió que Galileo Galilei tenía razón, pero esto llegó un poco tarde, 23 años después de que el Apolo 11 llevara humanos a la Luna por primera vez.

La aplicación del principio copernicano de que no somos privilegiados en la búsqueda de socios cósmicos, naturalmente sugiere que los análogos Sol-Tierra deben haber dado lugar a otras civilizaciones tecnológicas como la nuestra. Además, si los extraterrestres se parecían a nosotros en este momento, entonces es poco probable que se den cuenta de nuestra existencia y es poco probable que nosotros notemos la suya. Esto explicaría la frustración expresada por Fermi y Musk. Esto tiene su explicación.

placeholder La conferencia 'La próxima revolución copérnica' de Avi Loeb, en el lugar de nacimiento de Copérnico de Toruń, Polonia, el 18 de febrero de 2024. (Instytut B61/Adrian Chmielewski)
La conferencia 'La próxima revolución copérnica' de Avi Loeb, en el lugar de nacimiento de Copérnico de Toruń, Polonia, el 18 de febrero de 2024. (Instytut B61/Adrian Chmielewski)

La Tierra ha estado transmitiendo la luz de las ciudades y señales de radio al espacio durante poco más de un siglo, que es solo una fracción de los 100 millones de años de la esperanza de vida de las estrellas similares al Sol. Si todas las estrellas similares al Sol hubieran tenido un episodio de transmisión de señales tan largo en momentos aleatorios, solo habría habido 1.000 civilizaciones entre 100.000 millones haciendo lo mismo en un momento en particular. La separación promedio entre civilizaciones sincronizadas se puede cifrar en unos 1.000 años luz. Pero dado que nuestras transmisiones son recientes, solo los extraterrestres a una distancia de unos 100 años luz podrán notar nuestro avance tecnológico. Y podrían no estar tan cerca si la distancia promedio es 10 veces mayor. Pero incluso a distancias más cercanas, la tarea requiere de mejores telescopios de los que tenemos actualmente. Como mostré en un artículo con Elisa Tabor, las luces de cualquier ciudad terrestre no pueden ser detectadas por el telescopio Webb ni siquiera a la distancia de la estrella más cercana, Próxima Centauri [a solo 4,2 años luz — N. del T.]. Además, como mostré en otro artículo con Matias Zaldarriaga, nuestras transmisiones de radio actuales solo se pueden detectar a una distancia máxima de 100 años luz usando nuestros mejores radiotelescopios.

En general, hay pocas posibilidades de que alguien note nuestras transmisiones electromagnéticas si su civilización es parecida a la nuestra en este momento. Incluso si nos detectan desde una distancia de 100 años luz, pasaría otro siglo antes de que tuviéramos noticias de ellos. Una de las razones por las que pueden no evolucionar más allá de nuestra fase actual es que las civilizaciones llegan fácilmente a una fase de autodestrucción, por lo que podríamos no sobrevivir mucho más tiempo.

¿Qué pasa con la detección de objetos físicos, como la basura tecnológica, en lugar de señales electromagnéticas? La humanidad ha lanzado cinco sondas interestelares que abandonarán el sistema solar mientras están gravitacionalmente unidas a la galaxia de la Vía Láctea. Les llevará decenas de miles de años antes de que entren en el espacio territorial de otras estrellas. En ese momento futuro, estarán desaparecidos; serán esencialmente basura espacial. Por lo tanto, nuestra esperanza actual es encontrar la basura espacial de aquellos que nos precedieron hace más de mil millones de años, el tiempo que tardaría nuestra basura tecnológica en llenar el volumen de la Vía Láctea.

placeholder Avi Loeb, en la puerta principal de la casa familiar de Nicolás Copérnico. (Patricia C. Lopes)
Avi Loeb, en la puerta principal de la casa familiar de Nicolás Copérnico. (Patricia C. Lopes)

Desafortunadamente, nuestros mejores telescopios de reconocimiento, como la Zwicky Transient Facility o el Pan-STARRS, solo pueden detectar la luz reflejada por objetos más grandes que un campo de fútbol sobre la misma distancia que separa la Tierra del Sol. Nuestra civilización no ha lanzado ninguna nave espacial de ese tamaño por ahora. Por lo tanto, según el principio copernicano, no es sorprendente que sea difícil encontrar basura de contaminadores similares. A partir de 2025, el nuevo Observatorio Rubin usará una cámara de 3.200 millones de píxeles para inspeccionar el cielo del sur cada cuatro días. Podría encontrar nuevos objetos interestelares de otros contaminadores tecnológicos que lanzaron basura como el Tesla Roadster de Musk, la carga útil falsa del lanzamiento de prueba del cohete Falcon Heavy en 2015. Los objetos tan pequeños como el Tesla Roadster se pueden detectar como meteoros tecnológicos.

En mi conferencia en Toruń, proporcioné detalles sobre nuestros hallazgos de la expedición al océano Pacífico para recuperar materiales del primer meteorito interestelar reconocido. Los resultados del análisis se publicaron en un extenso estudio la semana pasada, lo que sugiere que los materiales recuperados se originaron desde fuera del sistema solar en función de su composición química anómala.

En resumen, el principio copernicano explica por qué nos sentimos solos en el Universo en este momento. No nos hemos dado a conocer lo suficientemente lejos en toda la Vía Láctea, y no podemos identificar civilizaciones como la nuestra a las distancias en las que residen la mayoría de ellas. Será mejor que nos esforcemos en una búsqueda más exhaustiva en lugar de llorar con la pregunta "¿dónde está todo el mundo?". Depende de nosotros encontrar a nuestros socios en lugar de esperar a que nos encuentren. En lugar de quejarnos por estar solteros y solos, pasemos a la acción y busquemos relaciones. Este será nuestro próximo despertar copernicano.

Avi Loeb es jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth.

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Enrico Fermi preguntó: "¿Dónde está todo el mundo?". Y Elon Musk se hizo eco de la misma frustración el mes pasado: "Todavía no he visto extraterrestres". Pero, como con cualquier relación, tenemos que preguntarnos: "¿Qué hemos hecho para merecer una pareja cósmica?".

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