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La desconocida misión espacial suicida de la NASA que jamás se llevó a cabo
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El rescate del Columbia

La desconocida misión espacial suicida de la NASA que jamás se llevó a cabo

Ni siquiera el milagroso viaje del Apolo 13 hubiera llegado al nivel de riesgo de un potencial rescate del Columbia. Habría sido una misión de doble o nada

Foto: El Atlantis conectado al Columbia en órbita terrestre. (NASA)
El Atlantis conectado al Columbia en órbita terrestre. (NASA)

En una fría mañana de enero de 2003, el Columbia despegó de Cabo Cañaveral. La misión STS-107 fue un vuelo aburrido hasta el 1 de febrero de 2003, a las 13:59:32 hora universal. Habían pasado 15 días, 22 horas, 20 minutos y 32 minutos hasta ese momento, cuando el transbordador espacial se transformó en un infierno volante a poco más de 1.500 kilómetros de la pista de aterrizaje, matando a sus siete tripulantes. Todo ello podría haberse evitado si la NASA hubiera lanzado la misión de rescate más arriesgada y difícil de la historia de la humanidad.

Como apunta el historiador especializado en aviación y veterano de la Marina de los Estados Unidos Andy Burns, el plan de rescate era casi imposible y rozaba el suicidio por la velocidad de planificación, entrenamiento y ejecución. Era un verdadero doble o nada que podría haber acabado en un desastre aún mayor, como contó la comisión de investigación del accidente, que encargó la simulación de un escenario similar tras descubrir el motivo de la catástrofe, uno de los eventos más trágicos de la historia de la exploración espacial. Pero según la Junta de Investigación de Accidentes de Columbia (CAIB), hubiera sido posible hacerlo. La NASA, acostumbrada a salir de situaciones imposibles como la del Apolo 13, apuntaron, podría haberlo hecho.

Foto: (Kampus Production - Pexels)

Misión imposible

Pero volvamos hacia atrás, al momento en el que el Columbia orbitaba la Tierra ajeno a su futuro destino, mientras el comandante y expiloto de pruebas Rick D. Husband, el piloto espacial, expilotonaval y expiloto de pruebas William C. McCool, el expiloto de pruebas David M. Brown, la especialista de misión Kalpana Chawla, el científico Michael P. Anderson, la cirujana de vuelo Laurel B. Clark y el especialista de misión y expiloto de combate israelí Ilan Ramon realizaban experimentos de rutina en microgravedad.

La NASA sabía que el Columbia había recibido el impacto de la espuma del depósito de combustible principal del transbordador pero decidió no inspeccionar los daños. Si lo hubieran hecho, habrían podido observar que las fisuras ocasionadas en los ladrillos cerámicos del escudo de su panza estaban destinadas a extenderse en la reentrada.

placeholder Destrucción del Columbia.
Destrucción del Columbia.

Contrarreloj

Si lo hubieran hecho, dice la CAIB, podrían haber lanzado una misión de rescate casi imposible. Contaban con todos los elementos para ello aunque el hipotético plan de rescate hubiera sido una carrera contra reloj. El sistema de soporte vital del Columbia —limitado por sus reservas de agua y comida pero principalmente por los filtros de hidróxido de litio que eliminan el venenoso CO2 de la atmósfera presurizada del transbordadora —como los del Apolo 13— sólo garantizaban una ventana de 30 días en el espacio.

Pero en aquel momento, en tierra, se estaba preparando otro transbordador para la siguiente misión. El Atlantis estaba inicialmente programado para un lanzamiento en marzo. Si hubieran descubierto el daño en el ala la planificación de meses tendría que haberse transformado en semanas.

placeholder Jim Kelly e Eileen Collins en primer plano dirigiéndose a la misión STS-114. Hubieran estado a cargo de la peligrosa misión de rescate al Columbia. (NASA)
Jim Kelly e Eileen Collins en primer plano dirigiéndose a la misión STS-114. Hubieran estado a cargo de la peligrosa misión de rescate al Columbia. (NASA)

La tripulación propuesta para el rescate hubiera tenido cuatro miembros: dos pilotos y dos especialistas de misión extremadamente cualificados para la actividad extravehicular (EVA). Este equipo probablemente habría incluido a la comandante de la misión STS-114, Eileen Collins, y al piloto Jim Kelly, astronautas muy experimentados que ya estaban entrenados y listos para la misión. La identidad de los especialistas en EVA nunca se decidió pero la NASA cuenta con muchos astronautas con una gran experiencia en estas actividades en el espacio. Esa experiencia habría sido crucial para el éxito del rescate.

Sin precedentes

La misión de rescate del Atlantis, dice la CAIB, no tenía precedentes por su complejidad y peligro. La tripulación se sometería a un agotador horario de entrenamiento las 24 horas del día siete días a la semana. No podía existir ni un segundo que perder, ni un fallo, ni un retraso. Era una misión para la élite de los astronautas y para los ingenieros que tenían que preparar la nave en tiempo récord, algo que jamás se había intentado.

placeholder Unión de los dos transbordadores. (NASA)
Unión de los dos transbordadores. (NASA)

Después, una vez en órbita y contando con que el Atlantis no sufriera daños durante el despegue —lo que habría a puesto a otra tripulación en el patíbulo sin posibilidad de rescate alguna— el transbordador tendría que haberse reunido en órbita con el Columbia con apenas unas horas de margen para la última fase del rescate, la más crítica de todas.

En un complicado proceso, los astronautas especialistas habrían tenido que abandonar el Atlantis para conectar los dos transbordadores usando cables extensibles. Una vez completado el extenuante trabajo, su misión habría sido llevar dos nuevos trajes EVA al Columbia.

Al límite de la resistencia física

Ahí, deberían haber ayudado a dos astronautas —sin entrenamiento para este tipo de misiones de rescate— en su paseo espacial de vuelta al Atlantis. Allí, estos se quitarían los trajes para que los especialistas EVA del Atlantis los llevaran de nuevo al Columbia. La operación se hubiera repetido una y otra vez hasta que todos los miembros del transbordador averiado estuvieran a salvo en el Atlantis. En total, el proceso ininterrumpido hubiera durado unas nueve horas, con dos astronautas más allá del límite de su capacidad física.

placeholder La tripulación del Columbia. (NASA)
La tripulación del Columbia. (NASA)

Una vez que todos estuvieran a bordo de la Atlantis, los dos transbordadores se separarían. El Atlantis hubiera seguido su camino de vuelta a la Tierra y el Columbia hubiera entrado en la atmósfera terrestre desintegrándose sobre el océano Pacífico.

Cambio de mentalidad de la NASA

Resulta casi imposible pensar que el Columbia ocurrió de verdad después de los errores garrafales del Challenger, una catástrofe que hubiera podido evitarse si la NASA hubiera mantenido una política de comunicación abierta como la que tenía en tiempos del Apolo. Atenazada por la corrección política, una mentalidad de grupo y las exigencias del Congreso y los presupuestos, los ingenieros no se atrevían a contrariar para no retrasar más las misiones y no introducir problemas innecesarios.

placeholder Jim Lovell, izquierda, Jack Swigert y Fred Haise, los astronautas del Apolo 13 que estuvieron cerca de morir asfixiados. Foto tomada antes de la reentrada en la atmósfera terrestre (NASA)
Jim Lovell, izquierda, Jack Swigert y Fred Haise, los astronautas del Apolo 13 que estuvieron cerca de morir asfixiados. Foto tomada antes de la reentrada en la atmósfera terrestre (NASA)

Después de los dos años de pausa del programa ‘space shuttle’ y una investigación que denunció lo anterior, se suponía que era algo superado pero el Columbia demostró que la cosas seguían más o menos igual.

La investigación del CAIB reveló que durante el lanzamiento de Columbia, un trozo de aislamiento de espuma se rompió del tanque externo y golpeó el ala izquierda del ‘shuttle’. Este incidente —que no había sido ni mucho menos el primero y sobre el que ya había habido alertas— parecía menor pero tuvo las consecuencias catastróficas que conocemos, dañando el sistema de protección térmica lo suficiente para que el plasma ionizante entrara dentro del transbordador, iniciando un fuego infernal que mató a la tripulación —que además fue consciente de lo que pasaba en todo momento— y que terminó por desintegrarlo.

¿Habrá Challenger 3.0?

Esta vez, la NASA sí implementó cambios radicales en sus procedimientos operativos y aspectos del diseño del transbordador. Todos los vuelos del transbordador espacial fueron suspendidos durante más de dos años una vez más. Durante este período, la NASA se centró en mejorar la seguridad de los orbitadores, abordando en particular los problemas relacionados con el sistema de protección térmica.

El informe del CAIB también introdujo —en teoría— un cambio cultural dentro de la NASA, haciendo hincapié en la necesidad de una comunicación clara, una evaluación exhaustiva del riesgo y evitar la complacencia… igual que pasó con el Challenger. La tragedia de Columbia se convirtió en un recordatorio de los riesgos inherentes de los viajes espaciales y la importancia de la vigilancia constante en la exploración espacial.

El programa se reanudó con el lanzamiento del STS-114 en julio de 2005 usando estrictas medidas de seguridad. Pero, aunque las modificaciones de equipos y procedimientos fueron cruciales para garantizar la seguridad de las misiones posteriores, la tragedia del Columbia marcó psicológicamente el fin del programa. Con o sin misión de rescate imposible, es posible que todo hubiera acabado igual.

Ahora sólo queda ver qué va a pasar en esta nueva era donde compañías como SpaceX y Blue Origin están dispuestas a arriesgar mucho más, ambas dominadas por dos tipos a los que no les parece importarle mucho la seguridad física y mental de otros como Elon Musk y Jeff Bezos. Esperemos que la NASA los tenga bien amarrados.

En una fría mañana de enero de 2003, el Columbia despegó de Cabo Cañaveral. La misión STS-107 fue un vuelo aburrido hasta el 1 de febrero de 2003, a las 13:59:32 hora universal. Habían pasado 15 días, 22 horas, 20 minutos y 32 minutos hasta ese momento, cuando el transbordador espacial se transformó en un infierno volante a poco más de 1.500 kilómetros de la pista de aterrizaje, matando a sus siete tripulantes. Todo ello podría haberse evitado si la NASA hubiera lanzado la misión de rescate más arriesgada y difícil de la historia de la humanidad.

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