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Así actúa Eurovisión sobre tu cerebro: por qué unas canciones arrasan y otras las odias
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LA CABEZA DE LOS 'EUROFANS'

Así actúa Eurovisión sobre tu cerebro: por qué unas canciones arrasan y otras las odias

Los estudios neurocientíficos han analizado en profundidad por qué nos gustan más algunos temas y la relación de la música y el baile

Foto: Foto: Reuters/Phil Noble.
Foto: Reuters/Phil Noble.

El gran día de los eurofans ya está aquí. Millones de espectadores estarán pendientes de lo que pase esta noche en Liverpool, vibrarán con los temas, los cantarán, los bailarán y se morderán las uñas hasta el final contando los votos: ya sabes, como decimos en España, "guayominí, di puán". Incluso si pasas completamente del evento televisivo, no le has vuelto a prestar atención desde que actuó Chikilicuatre y prefieres, por ejemplo, la música en directo del WOMAD de Cáceres, que también coincide este fin de semana, tienes que reconocer que Eurovisión es un espectáculo y que en algún momento preguntarás cómo ha quedado Blanca Paloma.

Pero ¿qué nos atrae exactamente de las actuaciones del festival más famoso del mundo? ¿Por qué tantos países están dispuestos a reunirse en torno a un gran evento musical? ¿Cuáles son las claves para que una canción se apodere de tu cabeza y no dejes de tararearla incluso si no te gusta el estilo y odias Eurovisión? La neurociencia lleva décadas estudiando todas estas cuestiones porque la música y el baile son expresiones intrínsecamente humanas, pero ahora las podemos registrar en nuestro cerebro para analizar sus múltiples conexiones y entendernos mejor a nosotros mismos. Vamos a ver qué deberías saber antes de poner a tope esta noche el volumen de tu televisor.

Foto: Los dos lados diferentes del cerebro se ocupan de cuestiones diferentes (Foto: iStock)

Para empezar, uno de los aspectos más interesantes es cómo procesa nuestro cerebro la información musical. Como en muchos otros avances relacionados con el estudio del sistema nervioso y con sus patologías, las técnicas de neuroimagen están siendo fundamentales para entender qué áreas se activan. La primera es el lóbulo temporal, porque está relacionado con la audición: descifra el mensaje que nos transmite el habla de otra persona y, en este caso, es capaz de decodificar una canción como sensación musical.

Lo que une la música y el baile

Sin embargo, a partir de ahí, lo cierto es que el estímulo musical está relacionado con casi todas las áreas cerebrales. "Hay una relación muy evidente entre el sistema auditivo y el sistema motor. Si estoy sentado en una silla escuchando una obra musical y se analiza mi cerebro, encontraríamos que hay actividad neuronal en partes del cerebro que tienen que ver con los movimientos, a pesar de que estoy quieto", explica a El Confidencial el experto Jordi A. Jauset, ingeniero, músico y director del primer Máster en Neuromúsica español, que imparte la Universidad Católica de Murcia (UCAM). Sin duda, este solapamiento explica la íntima relación que establecemos entre dos actividades que casi no se entienden la una sin la otra: la música y el baile, también ligadas en las actuaciones de Eurovisión.

No obstante, para entender por qué nos gusta la música, la clave está en la activación del sistema de recompensa cerebral, un conjunto de mecanismos que nos permite asociar ciertos estímulos con el placer. Lo que ocurre es que estamos segregando dopamina, un neurotransmisor del sistema nervioso central implicado en un sinfín de funciones, incluyendo las emociones y el aprendizaje. "A veces se dice que la música es como una droga", recuerda Juaset, y esta afirmación no es ninguna estupidez, porque en el fondo está actuando de la misma forma que muchas sustancias placenteras.

placeholder Una actuación en Liverpool. (Reuters)
Una actuación en Liverpool. (Reuters)

"En general, escuchar música actúa sobre las áreas motoras, aunque tenga poco ritmo", señala el experto, autor del libro Cerebro y música: una pareja saludable; "pero si la canción en cuestión tiene mucho contenido rítmico, además activa el cerebelo y los ganglios basales", estrechamente relacionados con los movimientos. Así se entiende que la música y el baile estén tan asociados en todas las culturas humanas desde épocas ancestrales. Cantar y danzar alrededor de una hoguera, a nivel cerebral, se parece bastante a darlo todo con la canción sueca delante de la tele.

Las claves para el triunfo

Pero ¿qué nos hace decantarnos por unos temas y no por otros? Evidentemente, hay factores culturales e individuales decisivos, pero también hay patrones que han sido analizados por los científicos. Por ejemplo, "un estudio observó hace años que la mayoría de las canciones que triunfaban en las listas musicales tenían un tempo de alrededor de 120 beats por minuto" o BPM. Este concepto hace referencia a los "pulsos" o "golpes" que marcan el ritmo, más rápido o más lento y, curiosamente, "coincide con el ritmo normal de una persona al andar", afirma el experto. Cuando una persona camina por la calle y no está paseando pero tampoco tiene prisa da entre 110 y 120 pasos por minuto. "Si escucho una canción con ese ritmo, coincide con mis ritmos biológicos y me hace sentir bien", añade. Más rápido, cansa. Más lento, aburre.

De hecho, este ritmo vital también lo compartimos con algunos animales, según un artículo publicado hace meses en Science. Hace poco, la American Heart Association, organización que agrupa a los cardiólogos de EEUU, compartió en redes sociales que la canción Tití me preguntó de Bad Bunny es muy útil para realizar ejercicios de reanimación cardiopulmonar ante una situación de emergencia, ya que sus 107 BPM son ideales para realizar otras tantas compresiones por minuto y salvar vidas.

placeholder Blanca Paloma, en un ensayo. (RTVE)
Blanca Paloma, en un ensayo. (RTVE)

No obstante, el público objetivo al que va dirigida una canción puede ser determinante. "Los temas repetitivos atraen más a la juventud, mientras que a las personas más adultas les cansa la repetición y buscan otro tipo de aspectos, como la armonía y los tempos más lentos", afirma Juaset. Según explica, también hay factores relacionados con el género, por ejemplo, las mujeres le dan más importancia a las letras y a la melodía. Otras claves estarían relacionadas incluso con los instrumentos, como el uso de la percusión, especialmente si el objetivo es estimular el movimiento.

En el caso de Eurovisión, quizá más que en otras situaciones, el factor visual puede tener un peso importante, ya que es un festival concebido, precisamente, como un espectáculo televisivo. De hecho, desde ese punto de vista, es diferente a otras experiencias, como escuchar música de forma individual o asistir a un concierto. Ver este programa conecta con las emociones de forma diferente porque no estamos físicamente en el lugar donde se produce la música, pero al mismo tiempo sentimos que formamos parte de un acontecimiento internacional compartido con espectadores de todo el mundo.

Cómo lo viven los músicos

Todos estos vínculos son más fuertes entre los profesionales de la música, según demuestran las investigaciones, porque los desarrollan a lo largo de su aprendizaje. "Un músico es mucho más analítico, si escucha un concierto es complicado que deje de pensar en el tempo, en el compás o en la nota que está escuchando y pueda vivir esa experiencia musical como el resto", señala el experto. Esto no resulta especialmente satisfactorio: "Personalmente, me molesta, porque a veces no me deja disfrutar, sino que me lleva a analizar continuamente lo que estoy escuchando". Por el contrario, el cerebro de un músico desarrolla más materia gris y materia blanca en el área auditiva. Esto puede suponer ciertas ventajas. ¿Trabaja de forma más eficiente?

placeholder Un músico. (EFE)
Un músico. (EFE)

Algunos estudios indican que sí, no solo en lo que respecta a la música, sino en disciplinas muy relacionadas como la lingüística. Al fin y al cabo, un fonema del lenguaje y una nota musical no son tan diferentes. "Son vibraciones que nuestro cerebro capta a través del sistema auditivo, así que cuando procesamos música intervienen partes que también trabajan cuando procesamos el lenguaje", comenta Jauset. De hecho, la música se está abriendo paso como una gran herramienta para la dislexia. "Se avanza mucho si trabajas la percepción del ritmo musical, según los estudios, en lugar de intervenir solo en el lenguaje", destaca. Al compartir mecanismos cerebrales, mejorar una capacidad también repercute en la otra.

Aun así, la llamada musicoterapia es mucho más conocida en otros ámbitos, como las demencias. Por algún motivo que aún no está del todo claro, los recuerdos relacionados con la memoria musical son los últimos en apagarse, así que los terapeutas intentan que los enfermos de alzhéimer revivan cosas de su pasado a través de la música. El objetivo es que el cerebro pueda llegar a conectar de nuevo nombres de personas o situaciones que no puede recordar. Aquí no importa mucho el ritmo: la música que hay que utilizar es aquella que al paciente le recuerde a su juventud.

Foto: Así funciona el cerebro de los genios como Einstein o Mozart (iStock)
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¿Mozart o reguetón?

No obstante, los beneficios terapéuticos de la música no pueden confundirse con el desarrollo de capacidades extraordinarias, porque ahí estaríamos entrando en el terreno de la pseudociencia. Es lo que ocurrió con el famoso efecto Mozart, que en las últimas décadas ha conseguido vender mucha música clásica a base de poner bebés en las portadas de los discos prometiendo que serían beneficiosos para desarrollar la inteligencia. En realidad, todo procedía de un estudio publicado en 1993 por Nature. En un experimento, estudiantes que habían escuchado una sonata del compositor austriaco sacaron mejores puntuaciones en razonamiento espacial. Sin embargo, hoy en día la comunidad científica rechaza ese resultado, que no se ha podido replicar, y considera que cualquier música nos puede inspirar si para nosotros tiene un determinado significado.

¿Cualquiera? Sí, vamos a hablar del reguetón… En 2021, Jesús Martín-Fernández, neurocirujano del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria en Santa Cruz de Tenerife, llamó la atención al publicar en la revista Neuroscience que este controvertido estilo activaba más áreas del cerebro que la música clásica, especialmente, las que tenían que ver con la motricidad. ¿Sorprendente? En realidad no, porque al margen de los gustos personales, la calidad musical o las letras, hay un dato objetivo: "Tiene mucho contenido rítmico", apunta Jauset. Habrá que reconocer que activar áreas cerebrales y escribir canciones con cerebro son cuestiones que no tienen nada que ver.

El gran día de los eurofans ya está aquí. Millones de espectadores estarán pendientes de lo que pase esta noche en Liverpool, vibrarán con los temas, los cantarán, los bailarán y se morderán las uñas hasta el final contando los votos: ya sabes, como decimos en España, "guayominí, di puán". Incluso si pasas completamente del evento televisivo, no le has vuelto a prestar atención desde que actuó Chikilicuatre y prefieres, por ejemplo, la música en directo del WOMAD de Cáceres, que también coincide este fin de semana, tienes que reconocer que Eurovisión es un espectáculo y que en algún momento preguntarás cómo ha quedado Blanca Paloma.

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