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Los récords de temperaturas no son lo peor: las noches tropicales aumentan la mortalidad
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EL RIESGO DE NO BAJAR DE 20 °C

Los récords de temperaturas no son lo peor: las noches tropicales aumentan la mortalidad

Los estudios demuestran que el exceso de temperaturas nocturno afecta al sueño y, en el caso de las personas vulnerables, se traducen en un incremento de la mortalidad

Foto: Dormir con calor puede ser desesperante. (iStock)
Dormir con calor puede ser desesperante. (iStock)

Nos abrasamos. La segunda ola de calor de este verano está siendo un fenómeno realmente extremo, no solo porque se están alcanzando récords de temperatura, sino porque se va a prolongar unos nueve días y afecta de forma intensa incluso a los lugares más insospechados del norte de España. Con la experiencia que tenemos de otros episodios menos dramáticos, sabemos que las consecuencias para la salud pueden ser muy graves. Los registros que aparecen en un informe del MoMo (el sistema de vigilancia denominado Monitorización de la Mortalidad diaria del Instituto de Salud Carlos III) atribuyen al exceso de temperatura 829 muertes el pasado mes de junio, cuando sufrimos el primer episodio de este tipo, adelantado a lo habitual.

Aunque hay excepciones, el perfil de quien fallece por este motivo es el de una persona mayor con patologías. Sin embargo, ¿cómo se producen estas muertes? Las autoridades sanitarias alertan sobre la necesidad de alejarnos del sol e hidratarnos en las horas centrales del día, cuando en algunos lugares han rondado los 45 °C, para evitar que suframos el famoso "golpe de calor". No obstante, las muertes por altas temperaturas se producen de una forma mucho más sutil y gran parte de ellas no tiene que ver exactamente con los picos del termómetro. Un estudio publicado en la revista 'Epidemiology' advierte de que las llamadas noches tropicales, en las que el termómetro nunca baja de 20 °C, incrementan notablemente las cifras de mortalidad en el sur de Europa.

Foto: Las olas de calor causan estragos invisibles en las economías de todo el mundo(EFE/David Arquimbau Sintes)

La investigación tuvo en cuenta el exceso de temperatura nocturna y su duración, relacionando ambos con las cifras de fallecimientos, para lo que incluyó datos de 14 años correspondientes a 11 ciudades: cuatro de España (Barcelona, Sevilla, Madrid y Bilbao), dos de Portugal (Oporto y Lisboa), cuatro de Francia (Montpellier, Niza, Toulouse y Marsella) y una de Italia (Roma). Al agrupar los resultados por países, el mayor riesgo de mortalidad estuvo en Portugal, con un incremento del 37% por exceso de calor nocturno, frente al 16% de España y el 12% de Francia. La duración de estos episodios no tiene una influencia tan destacada en los datos generales, aunque esta variable también incrementa el peligro en determinados lugares, por ejemplo, en las dos urbes portuguesas (29%), en Madrid (12%) y en Roma (7%). En algunos casos concretos, se aprecia un efecto sobre los fallecimientos por causas respiratorias o cardiovasculares, aunque los datos son muy heterogéneos para sacar conclusiones. En definitiva, sufrir altas temperaturas por la noche y de forma prolongada dispara la cifra habitual de muertes.

En relación con el calor, "la patología más clásica y concreta son los golpes de calor, pero realmente la mayor parte de las personas mueren por complicaciones del aparato cardiovascular o respiratorio”, explica Dominic Royé, investigador de la Universidad de Santiago de Compostela y experto en la relación entre el clima y la salud, que coordinó ese estudio, publicado hace ahora un año. Por eso, era muy interesante analizar específicamente lo que ocurre con las noches tropicales. En un episodio de ola de calor, ya partimos de un estrés diurno, pero "después sigue en las horas de descanso, cuando el cuerpo necesita recuperarse y bajar el ritmo cardiaco". Si esto no sucede, aumentan los riesgos. "Incluso las personas sanas, cuando no dormimos bien, al día siguiente tenemos un menor rendimiento, así que en las personas vulnerables se incrementa el riesgo de mortalidad", comenta.

La clave del estudio está en observar que ese efecto es independiente de la temperatura diurna. Es decir, que un exceso de calor durante la noche (definida en el estudio como el periodo entre la puesta y la salida del sol, al margen de las variaciones horarias que se producen a lo largo del año), en sí mismo, lleva a más riesgo de mortalidad. "Los estudios demuestran que las primeras horas del sueño son esenciales, si acabamos por dormir mucho más tarde, el descanso es más pobre", destaca Royé. Este dato es crucial en olas de calor como la que estamos viviendo, cuando el termómetro se mantiene muy elevado durante muchas horas tras la puesta de sol.

placeholder Ola de calor. (EFE)
Ola de calor. (EFE)

No obstante, aunque en algún momento puntual baje de los 20 °C que se ponen como límite para definir una noche como tropical, lo realmente significativo es lo que sucede en el conjunto de la noche. Si durante la mayor parte del tiempo se supera esa cifra, estaremos lejos de la temperatura de confort que nos permite conciliar el sueño. Aunque la ciencia no ha establecido guarismos concretos, algunos autores indican que lo ideal se sitúa entre los 15 °C y los 19 °C. Por eso, los autores del estudio quisieron determinar no solo la influencia de un exceso de temperatura, sino cuánto se prolonga. "Es posible que no importe tanto si el incremento de temperatura es muy grande, sino más bien la duración de ese exceso, pero es una cuestión que aún estamos analizando", comenta. "Mirar los picos de temperatura máxima o mínima no nos dice mucho, tenemos que analizar cuánto tiempo estamos sometidos a este estrés", puntualiza.

Por otra parte, el análisis no se circunscribe solo a episodios recogidos como olas de calor, sino que incluye todos los excesos de temperatura nocturnos aunque no estén asociados a este fenómeno. "Hay lugares del Mediterráneo que pueden tener noches de más de 20 °C varios meses al año", recuerda el experto. Además, hay que tener en cuenta que, con el cambio climático, "las temperaturas mínimas aumentan mucho más", incluso al margen de episodios extremos.

Recopilar más datos

En la actualidad, una vez publicado ese estudio europeo, el investigador de la Universidad de Santiago de Compostela trata de realizar el mismo análisis a nivel global, un reto más complejo por la heterogeneidad de los climas y de la forma de recoger los datos de temperatura y de mortalidad que existen en todo el mundo. "Se complica mucho, hemos incluido 170 ciudades de muchos países diferentes y estadísticamente el estudio es más difícil", reconoce, pero seguramente el resultado merecerá la pena y será muy significativo.

placeholder Termómetro callejero. (EFE)
Termómetro callejero. (EFE)

De hecho, hay otros estudios que van en la misma línea, como uno publicado en la revista 'One Earth', del grupo Cell, el pasado mes de mayo, que advertía de que el incremento de las temperaturas está afectando al sueño en todo el mundo. Los autores, de Dinamarca y Alemania, utilizaron datos de las pulseras inteligentes que miden la calidad del sueño y los cruzaron con la información meteorológica de 68 países. El resultado es que los ancianos, las mujeres y quienes residen en países de bajos ingresos son los más afectados. Además, quienes viven en climas más cálidos pierden más horas de sueño por cada grado de aumento de la temperatura, una situación que se agravará con el cambio climático, ampliando las desigualdades globales.

No obstante, ampliar el foco a los datos globales no es la única forma de estudiar esta cuestión. Si nos centramos en datos locales, se puede hacer un análisis más fino sobre los efectos de las noches tropicales, como el que realizó el propio Royé sobre la ciudad de Madrid estudiando las temperaturas por tramos horarios y con una alta resolución espacial. Así mostró cómo la intensidad y la duración del estrés térmico tienen una gran variabilidad dentro de una misma ciudad. En particular, los tipos de suelo influyen mucho en la acumulación del calor. De hecho, ya se ha puesto de moda el término "islas de calor" para aludir a las zonas urbanas que tienen temperaturas más altas por el tipo de edificios, asfaltos o aceras. "En las superficies construidas hay un mayor exceso de calor y en las zonas verdes, menos", resume.

Aclimatarse y adaptarse

Este aspecto nos remite a una cuestión muy interesante que ya aparecía en el estudio de 'Epidemiology' de 2021. ¿Por qué existen tantas diferencias en el riesgo de mortalidad por calor nocturno en países tan similares como los del sur de Europa? ¿Por qué los habitantes de Portugal tienen un mayor riesgo? Lo cierto es que "hay diferencias importantes incluso entre Lisboa y Oporto", destaca el investigador de la Universidad de Santiago de Compostela. Por una parte, la población de la capital portuguesa está más acostumbrada a las noches calurosas que la portuense. Por otra, "el uso del aire acondicionado está menos extendido en Portugal que en España", apunta, un factor que podría ser importante para entender que, de los cuatro países analizados, los lusos sean los que salen peor parados.

placeholder Dormir se complica.
Dormir se complica.

Estos dos ejemplos nos llevan a dos conceptos clave para afrontar las temperaturas extremas: la aclimatación y la adaptación. El primero tiene que ver con nuestro cuerpo. El segundo, con nuestros medios. "La aclimatación fisiológica es un efecto conocido, a principios de verano muere más gente que hacia el final", comenta Royé. Por una parte, algunos de los más vulnerables no superan el impacto de la llegada de las altas temperaturas. Por otra parte, a medida que se van sucediendo los días con altas temperaturas, nos acostumbramos a ellas, es decir, nos aclimatamos. En cambio, la adaptación tiene que ver con factores socioeconómicos: "No todo el mundo se puede permitir tener aire acondicionado o escapar a la playa", resume el experto.

Sin embargo, esa adaptación no solo es una cuestión individual. Desde la histórica ola de calor de Francia en 2003, algo empezó a cambiar. Aunque la cifra oficial de muertes atribuidas al calor fue de 3.000 personas, estudios posteriores la elevaron hasta casi 15.000 en dos semanas, lo que suponía una sobremortalidad del 55%. El impacto de aquel episodio hizo que los expertos se empezasen a plantear una mejor planificación urbana para hacer frente a las altas temperaturas. Desde entonces, numerosos estudios demuestran que aumentar las zonas verdes (o azules, con agua) puede reducir el exceso de calor tanto de día como de noche. De hecho, este tipo de medidas incluso "tiene más efecto para bajar las temperaturas por la noche", afirma Royé. "Hay que ir hacia una planificación bioclimática, que tenga en cuenta cómo es el clima a la hora de diseñar las ciudades y cómo podemos reducir los efectos de las olas de calor y tener planes de emergencia". Por ejemplo, en España, Barcelona y Sevilla ya trabajan en "refugios climáticos", es decir, espacios públicos (escuelas, bibliotecas, pabellones deportivos o museos, entre otros) con agua y aire acondicionado donde la gente puede entrar a refrescarse.

Nos abrasamos. La segunda ola de calor de este verano está siendo un fenómeno realmente extremo, no solo porque se están alcanzando récords de temperatura, sino porque se va a prolongar unos nueve días y afecta de forma intensa incluso a los lugares más insospechados del norte de España. Con la experiencia que tenemos de otros episodios menos dramáticos, sabemos que las consecuencias para la salud pueden ser muy graves. Los registros que aparecen en un informe del MoMo (el sistema de vigilancia denominado Monitorización de la Mortalidad diaria del Instituto de Salud Carlos III) atribuyen al exceso de temperatura 829 muertes el pasado mes de junio, cuando sufrimos el primer episodio de este tipo, adelantado a lo habitual.

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