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Este científico español recogía chicles del suelo y acaba de ganar un 'anti-Nobel'
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Más memorable que un Nobel

Este científico español recogía chicles del suelo y acaba de ganar un 'anti-Nobel'

Investigadores de la Universidad de Valencia ganan el IgNobel por analizar las bacterias de los chicles, un trabajo más serio de lo que parece y que tiene aplicaciones sorprendentes

Foto: Manuel Porcar. (Cedida)
Manuel Porcar. (Cedida)
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Parece de broma y, si no fuera así, no habría ganado. Un equipo de investigación español se dedicó durante un tiempo a la delicada tarea de recoger muestras de chicles pegados al suelo para analizar las bacterias que contenían. Sí, cualquiera pondríamos cara de asco, pero es peor pisarlos. El resultado del estudio se publicó en noviembre de 2020 en 'Scientific Reports', una de las principales revistas del grupo 'Nature', lo cual ya es una recompensa importante para un grupo de científicos, pero el verdadero éxito les llegó esta semana, cuando fueron galardonados con el premio IgNobel en la categoría de Ecología.

Organizados cada año por 'Annals of Improbable Research', una revista que se autodefine como "de humor científico", los IgNobel son una parodia de los premios Nobel que en su edición de 2021 han decidido reconocer el trabajo de investigadores que han demostrado que el orgasmo descongestiona la nariz, que el olor del público en un cine sirve para clasificar películas o que la obesidad de los políticos de un país es un indicador de la corrupción. Después de 31 ediciones, no son los estudios más descabellados.

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Entre los galardonados este año, Leila Satari, Alba Guillén, Àngela Vidal-Verdú y Manuel Porcar, científicos del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio, un centro mixto del CSIC y la Universidad de Valencia ubicado en Paterna) han merecido el reconocimiento "por utilizar el análisis genético para identificar las diferentes especies de bacterias que residen en los chicles pegados en las aceras de varios países". Lo normal es que hubieran ido a recoger su premio al auditorio de la Universidad de Harvard donde suele tener lugar la ceremonia, cerca de Boston (EEUU), con la asistencia de numerosos premios Nobel pero, por segundo año consecutivo la pandemia ha obligado a celebrar el evento en un formato 'online'. En su discurso de aceptación, que no debía durar más de un minuto, los españoles decidieron parodiar el tema de The Beatles 'All You Need Is Love' cambiando la letra para hablar de sus chicles.

Sin embargo, no debemos dejarnos engañar: la investigación es mucho más seria de lo que parece y tiene aplicaciones sorprendentes. Como ecólogos microbianos, su labor es buscar bacterias en el ambiente. En esta ocasión, la idea fue averiguar qué microorganismos están presentes en los chicles usados, un peculiar ecosistema mucho más abundante de lo que uno se pueda imaginar. "Si sales a la calle y los buscas con la mirada, es increíble, en muchos sitios hay decenas por metro cuadrado", comenta Manuel Porcar, líder del grupo, en declaraciones a Teknautas.

placeholder Una de las ceremonias de entrega de los premios IgNobel, en 2016. (Reuters)
Una de las ceremonias de entrega de los premios IgNobel, en 2016. (Reuters)

Hasta ahora "nunca se había estudiado ese hábitat ecológico", así que al tomar las muestras los científicos se vieron sorprendidos por la gran diversidad de bacterias que pudieron recoger en los chicles que la gente había tirado en las aceras de España, Francia, Grecia, Turquía y Singapur, identificando géneros de bacterias como 'Acinetobacter', 'Sphingomonas', y 'Pseudomonas', según recoge el artículo. "El número de muestras no es lo suficientemente grande como para que podamos decir que cada país tiene su propio microbioma, lo que sí podemos decir es que hay una gran variedad, cada muestra era muy distinta de la anterior", afirma el experto. El tipo de suelo o el clima pueden ser determinantes en las diferencias.

Para realizar la toma de muestras aprovecharon sus propias vacaciones. Como buenos microbiólogos, viajaban con tubos estériles en la maleta y lo único que tenían que hacer era fijarse en los chicles adheridos al suelo de cualquier calle para llevárselos de recuerdo. El único requisito para que las muestras se incluyeran en la investigación de los chicles callejeros era que llevasen al menos tres meses pegados al suelo. ¿Cómo podían saberlo?

Ahí entra la otra parte del estudio, no menos interesante y "bastante hilarante", confiesa Porcar. Leila Satari, que firma el artículo en primer lugar, se dedicó a masticar chicles y pegarlos en el suelo. "Los íbamos muestreando durante varias semanas para ver cómo iba modificándose la composición de las bacterias", explica el investigador. Al principio era un microbioma típicamente oral, pero poco a poco esas bacterias de la boca (de los géneros 'Streptococcus' o 'Corynebacterium') se veían reemplazadas por otros microorganismos típicos del ambiente. Esa transición entre unos microbios y otros resultó muy interesante. "Nos sorprendió que ese proceso duraba tres o cuatro semanas", apunta el autor del trabajo, "hicimos unas gráficas muy precisas y así, cuando recogíamos una muestra, podíamos estar seguros de cuánto tiempo llevaba ese chicle pegado al suelo", gracias al estudio de la evolución de su composición microbiana.

¿Esto para qué sirve?

Precisamente, la posibilidad de detectar bacterias bucales durante mucho tiempo, "incluso en chicles expuestos al sol en Valencia durante tantos días", abre un mundo de posibilidades en el campo forense. "No es que los microorganismos sigan vivos, sino que se pueden detectar", aclara el experto del I2SysBio. Por ejemplo, "si por algún motivo no se encuentra ADN de un sospechoso en un chicle que ha comido, resulta que sí podemos encontrar el ADN de sus bacterias. Se puede recuperar mucho tiempo después", añade. Esa capacidad de detección podría dar lugar incluso a utilidades en el terreno de la epidemiología.

Además, existe otra posible aplicación práctica: "Hemos cultivado las bacterias encontradas y vemos que muchas son capaces de comerse el chicle". Los investigadores han llegado a comprar por separado los diferentes componentes de la goma de mascar para analizar esta cuestión. "Son muchos ingredientes y hemos visto cómo unos cuantos son degradados por estas bacterias". Es decir, que probablemente los microorganismos que han hallado no viven en el chicle pegado al suelo por casualidad, sino porque les sirve de alimento. Lo más interesante es que podrían utilizarse, precisamente, en programas de biorremediación y en descontaminación. Dicho de forma menos técnica: estas bacterias podrían ser útiles para limpiar las calles de chicles y de otras sustancias que les sirvan alimento.

placeholder Manuel Porcar (derecha) con el resto de su equipo. (Cedida)
Manuel Porcar (derecha) con el resto de su equipo. (Cedida)

La idea no tiene nada de descabellado. De hecho, Manuel Porcar, también trabaja en la compañía Darwin Bioprospecting Excellence. Mientras que en los laboratorios universitarios analiza la diversidad de microorganismos del planeta, en la empresa los utiliza para aplicaciones muy concretas. "Pueden servir para descontaminar, para hacer bebidas fermentadas, para degradar plástico o como probióticos (nutrientes para la microbiota humana, animal o vegetal).

La realidad es que "en casi cualquier proceso industrial está presente algún microorganismo". De hecho, el término "bioprospección" que aparece en el nombre de la empresa es la búsqueda de microorganismos que tengan utilidades. Esa búsqueda de soluciones incluye, por ejemplo, uno de los grandes problemas sanitarios de la actualidad: las resistencias bacterianas a los antibióticos, a través de la búsqueda de microorganismos que produzcan nuevos compuestos.

Anteriormente, el grupo de investigación de Porcar ha descrito el microbioma de las placas solares, "una comunidad muy interesante con aplicaciones biomédicas" o el microbioma de las cafeteras de cápsulas de café. Ahora ya se han olvidado de los chicles y están a punto de publicar un nuevo trabajo sobre los microbios que se encuentran en los automóviles, en concreto, "en las partes que ensucia el combustible, porque tienen microorganismos que se pueden utilizar para degradar diésel de manera muy eficaz" (de nuevo, hablamos de biorremediación). Realmente, la búsqueda en ambientes curiosos es infinita.

La proyección de un Nobel

Quizá la moraleja de este premio IgNobel es que buscar bacterias en sitios exóticos y hasta "cochinos", reconoce el investigador, tiene aplicaciones muy interesantes, incluso industriales. Por eso, es compatible publicar en una revista tan prestigiosa como 'Scientific Reports' y ganar por ello el premio más humorístico de la ciencia. De hecho, "todos los trabajos que son premiados con el IgNobel deben ser ciertos y tienen que estar publicados en una revista científica seria", explica el galardonado. "Si te equivocas o haces un churro de trabajo no te dan el IgNobel, son investigaciones dignas, aunque vistas desde fuera produzcan risa", afirma. "Decir que las barbas vienen muy bien para detener los puñetazos", comenta en referencia a otro de los estudios premiados este año, "puede ser hilarante... ¡Pero es que lo han demostrado!".

placeholder Restos de chicle en el suelo. (EFE)
Restos de chicle en el suelo. (EFE)

Sin duda, los IgNobel cumplen así con su lema de "hacer reír y después pensar", pero Porcar y su equipo, orgullosos de haberlo logrado, creen que para ellos puede tener más repercusiones y muy positivas. "La proyección mediática no tiene precedentes. Hemos tenido cierto impacto con otros trabajos chocantes, pero esta vez el teléfono no para de sonar", asegura el microbiólogo. "No sé si alguien ha comparado la proyección mediática de un IgNobel con la del Nobel, pero ahí andará. Hoy estamos en los periódicos de todo el mundo", destaca.

Por eso, no es de extrañar que haya gente que presenta su propia candidatura a estos "anti-Nobel", aunque no es lo habitual y la tasa de éxito por esa vía es más bien baja. "Yo no sé quién nos presentó, los científicos conocemos qué se está haciendo en nuestro campo gracias a los artículos y seguro que a alguien le pareció chocante, se lo envió a los organizadores y lo seleccionaron", comenta.

En cualquier caso, la rigurosidad, la credibilidad y el talento no están reñidos con el IgNobel, más bien todo lo contrario, como demostró Andréi Gueim, ganador del IgNobel de Física en 2000 por hacer levitar a una rana con imanes y del Nobel de Física de 2010 por... "La verdad es que no recuerdo muy bien por qué le dieron el Nobel", confiesa Porcar, "uno se acuerda más de lo gracioso". Fue por sus experimentos con el grafeno y lo recibió junto a Konstantín Novosiolov.

Parece de broma y, si no fuera así, no habría ganado. Un equipo de investigación español se dedicó durante un tiempo a la delicada tarea de recoger muestras de chicles pegados al suelo para analizar las bacterias que contenían. Sí, cualquiera pondríamos cara de asco, pero es peor pisarlos. El resultado del estudio se publicó en noviembre de 2020 en 'Scientific Reports', una de las principales revistas del grupo 'Nature', lo cual ya es una recompensa importante para un grupo de científicos, pero el verdadero éxito les llegó esta semana, cuando fueron galardonados con el premio IgNobel en la categoría de Ecología.

Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ADN
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