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Este explorador polar recorrerá 2.000 km por la Antártida a bordo de su trineo casero
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ha abierto un 'verkami' para financiar el viaje

Este explorador polar recorrerá 2.000 km por la Antártida a bordo de su trineo casero

La última aventura del madrileño Ramón Larramendi será también su primera expedición científica: ha organizado un 'crowdfunding' para lograr recorrer 2.000 kilómetros a finales de este año

Foto: Larramendi, con uno de sus trineos de viento
Larramendi, con uno de sus trineos de viento

Ramón Hernando de Larramendi se define como "explorador polar", quizá porque lleva desde los años ochenta recorriendo Groenlandia y la Antártida de un extremo a otro. A falta de un magnate filántropo o una fortuna, estas expediciones las ha financiado de formas muy variopintas: una de las primeras, en 1986, la pagó con un premio de Nescafé y una de las últimas se la patrocinó Acciona.

Ahora, a falta de otros benefactores tradicionales, Larramendi ha recurrido al 'crowdfunding' para lanzar su última aventura a finales de este año: un recorrido de 2.000 kilómetros por el continente helado que se convierta, además, en la primera campaña científica totalmente libre de emisiones.

Foto: El capitán de fragata del Hespérides, Javier Montojo Salazar. (Reuters)

Quiere 20.000 pavos para construir un trineo de viento que le lleve desde la base rusa de Novolázarevskaya hasta la llamada Estación de la Meseta, una base estadounidense de investigación clausurada desde 1968. En estas instalaciones se registró la temperatura promedio más baja del mundo, -72,3ºC en julio del 68.

Solamente por contemplar unos edificios abandonados desde hace casi 50 años (una expedición que los visitó en 2007 encontró que estaban intactos) la extravagante idea de Larramendi y sus tres acompañantes ya merece la pena, pero es que además existen motivos científicos para hacerlo.

placeholder La Estación de la Meseta tal y como estaba en 1968 (John L. Wright)
La Estación de la Meseta tal y como estaba en 1968 (John L. Wright)

La Antártida, y en especial su región oriental, es la última esperanza de quienes no creen en el cambio climático. ¿Por qué? Porque mientras en el Ártico y en el resto del planeta el hielo no deja de derretirse, esta zona gana hielo año tras año.

El misterio de la Antártida

Las observaciones por satélite apuntan a que las razones se deben a una mezcla entre presiones cada vez más bajas en el mar de Amundsen y una fase positiva en el Modo Anular Austral u Oscilación Antártica, que estaría contribuyendo a este frío más que nunca en el último milenio. En cristiano: los mismos gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global también están causando que los vientos fríos y borrascosos del Hemisferio Sur se arremolinen cada vez más en esta zona del planeta.

El problema es que, para que el método sea totalmente científico, no basta con el satélite, hay que arremangarse y comprobar si las mediciones a ras de suelo coinciden. Y eso es lo que Larramendi y su equipo (compuesto por Hilo Moreno, Manuel Olivera e Ignacio Oficialdegui) pretenden corroborar a lomos de su trineo de cero emisiones construido con micropagos.

placeholder El equipo de Larramendi toma muestras de hielo en el Ártico (Trineo de Viento)
El equipo de Larramendi toma muestras de hielo en el Ártico (Trineo de Viento)

"España tiene dos importantes bases científicas en dos islas de la Península Antártica pero no hay ninguna infraestructura en la zona continental, así que el Trineo de Viento es una plataforma móvil que permite a los científicos acceder a zonas de donde de otro modo no podrían tener datos", explica Larramendi, actualmente en Groenlandia, a Teknautas. "Y es importante, pues precisamente la zona oriental donde los estudios climáticos señalan que está aumentando el hielo es la misma en la que queremos recorrer 2.000 kilómetros a final de año, y hacerlo sin contaminar".

Aquí es cuando esta 'locura' empieza a cobrar sentido. Sabiendo que contarán con un equipo desplazándose a una de las zonas más recónditas de la Tierra, actualmente varias instituciones españolas, desde universidades a institutos del CSIC, están diseñando proyectos para incluir equipamiento científico en el trineo.

Aprovecharán para estudiar 'in situ' desde el impacto del cambio climático hasta la contaminación o posibles cambios biológicos en microorganismos polares.

La zona donde los estudios climáticos señalan que está aumentando el hielo es en la que queremos recorrer 2.000 kilómetros

Otro factor clave es el dinero. Aunque 86.000 euros puedan parecer muchos para un 'crowdfunding', que cuatro personas viajaran durante dos meses por este entorno con un convoy motorizado dispararía en varias veces el presupuesto.

placeholder El Trineo de Viento diseñado por Larramendi.
El Trineo de Viento diseñado por Larramendi.

El trineo de viento es una invención original de Larramendi, pero por su propia naturaleza suele estar planeado para una única expedición. Tras varias en el Ártico y un par en la propia Antártida, para esta décima expedición necesitan crear otro desde cero.

El convoy, de 14 metros de largo y tres de ancho, puede trasladar hasta dos toneladas y se compone de cuatro partes: la locomotora, dos módulos de carga y un último que sirve de habitáculo. Los tres módulos posteriores van equipados con placas solares que sirven a los expedicionarios para alimentar el sistema eléctrico. "Esa energía nos permitirá calentarnos, comunicarnos, cargar las baterías de las cámaras y de los equipos científicos", explican.

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Para la tracción del trineo emplearán —como su denominación presagia— una cometa que, impulsada por el viento polar antártico, les hará desplazarse a unos 15 kilómetros por hora de media.

"Estos investigadores saben que es importante validar los modelos climáticos con datos sobre el terreno, así como tener pruebas de los cambios que se están experimentando", indica el explorador. "Por ello hay interés en la comunidad científica polar, tanto española como internacional en que la expedición salga adelante".

Ramón Hernando de Larramendi se define como "explorador polar", quizá porque lleva desde los años ochenta recorriendo Groenlandia y la Antártida de un extremo a otro. A falta de un magnate filántropo o una fortuna, estas expediciones las ha financiado de formas muy variopintas: una de las primeras, en 1986, la pagó con un premio de Nescafé y una de las últimas se la patrocinó Acciona.

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