Airbnb no está muerto y sale a cazar 3.000M: así ha esquivado la crisis del coronavirus
La compañía reactiva sus planes para salir a bolsa. Alquileres de larga estancia, oferta de proximidad, experiencias 'online' e incluso bares clandestinos le han ayudado a mantener el tipo
Hoteles con la persiana echada desde marzo que no tienen aún fecha de apertura, 'resorts' con precios de saldo en plena temporada alta y vuelos tan baratos que no se necesita de ningún truco ni talento especial para sacar un billete tirado de precio. Si el coronavirus ha golpeado con fuerza a un sector, exceptuando el del ocio nocturno, ha sido el del turismo.
Pero el seísmo financiero que ha traído aparejado el SARS-CoV2 no dejó temblando únicamente a los grandes grupos hoteleros, 'tour operadores' o aerolíneas. Airbnb, uno de los máximos exponentes de la nueva economía, también recibió el covid como un impacto en su línea de flotación. "Los viajes ya no volverán a ser como conocemos", profetizaba el CEO de la compañía, Brian Chesky, en junio. Además, deslizaba un mensaje que hacía temer lo peor. "Tras 12 años haciendo negocios, hemos perdido todo en cuestión de cuatro a seis semanas", remataba.
Esas declaraciones venían precedidas por un tijeretazo sin precedentes. Para tratar de cortar la hemorragia en abril cercenaron su plantilla. Casi 2.000 empleados, el 25%, se fueron a la cola de paro. Además, apretaron el cinturón al máximo en aspectos como la publicidad o el marketing, con el fin de ganar tiempo hasta que la situación escampase.
En lugares como Madrid o Barcelona se veían historias de gente que en su día habían pegado un pelotazo con un 'miniemporio' del alquiler vacacional y que de la noche a la mañana vieron como una 'nómina' de 4.000 euros se esfumaba. El diagnóstico pintaba grave y muchos se atrevían a especular con un eventual sepelio de uno de los unicornios que más ha dado que hablar en los últimos años. Pero lo que parecía un dramático entierro puede acabar siendo el entierro de la sardina y convertirse en una fiesta 'bursátil'.
De "perderlo todo" a apuntar a la bolsa
La compañía ha conseguido rehacerse en un tiempo récord contra todo pronóstico y ha reactivado sus planes para salir a bolsa, algo que podría ocurrir en diciembre según la documentación entregada a la SEC, la institución que vela por los mercados 'yanquis'. Con este movimiento, según ha avanzado el 'Wall Street Journal', pretenden conseguir 3.000 millones.
En caso de llegar a esa meta, la compañía pasaría a valer 30.000 millones, quedando sustancialmente por encima de una empresa como Twitter (22.000 millones). Algo sustancialmente superior a la última valoración que Airbnb recibió en abril que ascendía hasta los 18.000 millones. ¿De dónde salió esta cifra? Pues básicamente del plan de rescate que articularon en abril. Además del redimensionamiento laboral y presupuestario, llamaron a la puerta de varios de sus inversores, que les facilitaron un balón de oxígeno de 2.000 millones de dólares.
Con esa partida conseguían cubrir la fuga de ingresos que estimaban para 2020. Los cálculos que manejaban en Airbnb era que estos cayesen aproximadamente hasta la mitad y que 2.200 millones dejarían de entrar a su cuenta corriente en este curso. El año no se presentaba sencillo incluso antes de la pandemia: venían de un 2019 en el que 4.800 millones de ingresos se destilaron en unas pérdidas de 674 millones.
Los confinamientos y las restricciones no hicieron más que envalentonar los agoreros que veían complicado que debutasen en bolsa esta temporada. Todas estas cifras se basan en filtraciones y analistas, ya que al ser una compañía privada no tiene la obligación de hacer públicas su cuenta de resultados.
Incluso, después de haber movilizado ese salvavidas, muchos no veían claro su continuidad, especialmente si se prolongaba la pandemia, las restricciones y la demanda no arreciaba con fuerza tras los confinamientos más duros. El cálculo era lógico: las reservas, las ganancias se derrumbaban y los gastos no podían reducirse al mismo nivel. Incluso hay quien preconizó que si no aligeraban la estructura hasta adaptarla a la nueva situación podían quedarse sin liquidez en tres trimestres.
Medidas anticovid
Lo primero que tocaba era establecer un protocolo anticovid. Eso es algo que hemos visto en todo tipo de empresas, una vez estas intentan retomar la actividad tras lo más duro de los confinamientos. Cabify, Uber, Iberia, EasyJet, Meliá... absolutamente todos movieron ficha para crear sus respectivas ceremonias sanitarias con un único fin: recuperar la confianza de los viajeros.
En el caso de Airbnb establecieron un protocolo anticovid y certificaban a los huéspedes que cumpliesen con estas normas, que no incluían nada excesivamente novedoso, más que procedimientos de limpieza, así como los productos correctos a utilizar. En algunos casos, algunos anfitriones optaban por dejar una ventana de 72 horas entre visita y visita.
Es cierto que las perspectivas de que medio mundo vuelva a estar cerrado casi a cal y canto como en los primeros meses del año no está sobre la mesa, pero las ganas de viajar están muy lejos, salvo honrosas excepciones (el caso de Asturias en España), de los niveles prepandemia. ¿Qué ha pasado exactamente para que los ánimos en torno a su futuro se hayan recuperado y se haya activado de nuevo el plan bursátil? Todo parece radicar en la singularidad de su negocio. Aunque lleve la coletilla turística, poco tiene que ver con el tradicional modelo de negocio de la industria. Según los datos de STR y AirDNA, desde el principio de la pandemia, el alquiler de pisos y alojamientos de este tipo han superado a las reservas de hotel en casi una treintena de países en todo el mundo.
¿Más miedo a hoteles que a pisos?
Una de las cosas que parece haber servido de acicate es la idea de no tener que compartir espacio con una serie de personas, cada uno de su padre y de su madre, que vienen de cualquier lugar. En el caso de que se opte por un piso o casa en exclusiva, solo tienes que estar bajo el mismo techo que tus compañeros de viaje. Hay gente que puede desconfiar de la idea de que un particular aplicase estrictamente los consejos de higiene y medidas de seguridad al nivel de lo que puede hacer un establecimiento hotelero tradicional.
Sin embargo, los datos parecen corroborar que este miedo no ha llegado a materializarse. Booking, que maneja un volumen de 5 millones de anuncios de alojamientos particulares (la mayor cifra tras Airbnb), afirmó que las reservas de pisos se habían disparado hasta el 40%.
El propio Chesky, cofundador de la empresa, cuando dijo eso de que los "viajes ya no iban a ser" como conocíamos, matizó en que eso en absoluto significaba que "los viajes hubiesen terminado". Confiaba en ese momento en una redistribución de los destinos de sus usuarios, que huirían de zonas más concurridas, con lo que se produciría un trasbordo a lugares menos frecuentados y, sobre todo, cerca del destino. Vamos, el turismo de proximidad que se ha impuesto para la mayoría de españoles este año y que tanto se ocuparon de promocionar durante la desescalada.
Esos pronósticos parecen haberse cumplido. Las reservas para un destino a menos de 500 kilómetros se han disparado un 28%, pasando a suponer prácticamente la mitad de su negociado frente al 17% del pasado año, según las cifras que la propia compañía hizo públicas. Todo esto también les permitió aguantar el tirón. Su comunidad, aunque más cerca, se seguían moviendo.
Alquileres de 'larga' estancia
Pero no fue lo único en absoluto. Es cierto que muchos inquilinos optaron por al modelo de alquiler tradicional —solo hace falta ver cómo en Idealista se han multiplicado anuncios con contratos de seis meses o un año, algo bastante significativo—, pero Airbnb abrió una nueva modalidad: alquileres de larga estancia, permitiendo hasta 30 días de reserva y rebañar más público, que se desplazase lejos de su domicilio a trabajar durante unas semanas.
Y eso era posible gracias al teletrabajo. Si no tenías la obligación de ir aún a la oficina y los niños seguían teletrabajando (si es que los tienes), ¿por qué no escaparse medio mes o veintipico días en vez de la semana de rigor? Booking también optó por este modelo permitiendo estancias de siete a 30 jornadas. ¿Por qué este límite? Básicamente por las restricciones que se han puesto en diferentes lugares del mapa para atar en corto este servicio.
Sin embargo, es difícil pensar que los ingresos hayan caído a cero incluso en lo más duro de la primera ola de la pandemia. Porque la actividad se redujo, pero siguió, incluso en grandes ciudades donde parece que la afluencia de viajeros no terminaba de despegar. En España tenemos la idea de un confinamiento severo, alargado durante tres meses hasta que nos pudimos volver a mover fuera de nuestra provincia. Sin embargo, en otros lugares del mundo, algunos anfitriones vieron la oportunidad de reconvertir ese apartamento que tenían cogiendo polvo y cerrado a cal y canto en una suerte de espacio para eventos.
La ayuda de los bares clandestinos
En Londres, por ejemplo, el pasado verano se multiplicaron las denuncias contra gente que alquilaba apartamentos para celebrar fiestas, ante las evidentes restricciones del ocio en la capital inglesa. La situación pareció reproducirse en otros lugares del mundo, como EEUU o Canadá. El 20 de agosto la compañía movió pieza y publicó un 'bando' en el que prohibía alquilar las propiedades con este fin, aunque era algo que ya impedían el 73% de los arrendadores, según sus cifras. Limitaba el número de personas a 16, ya que, apuntaban, que algunos clientes seguían buscando espacios para reuniones familiares o de trabajo.
En ciudades como Londres, ante la caída de viajeros, había quien alquilaba su casa para fiestas
Es casi imposible cuantificar cuánto supuso eso, aunque es previsible que fuesen unas pocas migajas con las que quitar el hambre en los momentos más complicados. Pero el alojamiento no es la única vía de ingresos. Es cierto que la compañía ha abandonado muchos palos que pretendía tocar, como el del transporte, pero no ha hecho lo propio con las experiencias. Desde tiempo atrás, ofrece actividades que pueden ser rutas artísticas, degustación de tapas, rutas a caballo, talleres de cocina local... Durante la pandemia esto se reconvirtió en experiencias 'online' a través de Zoom. El modelo es el mismo, Airbnb cobra una comisión del 20%, según un informe de Analysis Group. Las cifras hablan de que en cinco meses las más de medio centenar de paquetes virtuales. Alguno de los responsables de las mismas han llegado a facturar 150.000 dólares mediante esta vía.
Este apaño le convirtió en un protagonista de reparto de otro de los grandes culebrones del verano: la asedio a las comisiones de la App Store. Al vender experiencias a través de su app, Apple interpretó que, según sus normas, la compañía debía pagar el polémico 30%. Tras unas semanas de tiras y aflojas, este conflicto ha entrado en punto muerto después de que los de Cupertino hayan dado un periodo de gracias sobre este tributo a varias compañías, entre ellas Airbnb.
Hoteles con la persiana echada desde marzo que no tienen aún fecha de apertura, 'resorts' con precios de saldo en plena temporada alta y vuelos tan baratos que no se necesita de ningún truco ni talento especial para sacar un billete tirado de precio. Si el coronavirus ha golpeado con fuerza a un sector, exceptuando el del ocio nocturno, ha sido el del turismo.
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