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Cartuchos, 'laserdisc' y otros formatos históricos que revolucionaron la informática
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Jason Curtis lleva 10 años coleccionándolos

Cartuchos, 'laserdisc' y otros formatos históricos que revolucionaron la informática

Un bibliotecario británico lleva una década atesorando todo tipo de soportes de almacenamiento. Ha reunido casi 400 en su Museum of Obsolete Media.

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¿Quién no recuerda con nostalgia las molestas rayas horizontales que aparecían en sus VHSfavoritos? ¿O los casetes que escondían en la cara B las peores canciones? ¿A quién no se le escapa una sonrisa al pensar que pocos años antes de la era de la nube guardábamos nuestro universo digital en disquetes, con los que sorprendentemente aún se sigue controlando el arsenal nuclear de Estados Unidos?

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En 2006, el mismo año en que Toshiba lanzaba al mercado el reproductor de HD-DVD, un formato derrotado en su guerra contra el Blu-Ray, Jason Curtis pensó que debía conservar los soportes que hubiera usado a lo largo de su vida y estuvieran en peligro de extinción. “Al principio tenía en mente una pequeña colección, pero a medida que guardaba formatos, continué descubriendo más fuentes de investigación como Wikipedia y la colección creció durante años”, explica Curtis a Teknautas.

Poco a poco, este apasionado de los formatos de almacenamiento vetustos ha reunido 380 soportes de vídeo, imagen, audio o datos que han quedado obsoletos, la mayoría de ellos completamente desconocidos para él hasta que comenzó su ambicioso proyecto.

No en vano, algunos de los que atesora datan de principios del siglo XX, como unos cuantos cilindros de fonógrafo (el primer medio para grabar y reproducir el sonido), fotografías estereoscópicas que creaban la ilusión de ver una imagen tridimensional o diapositivas de la llamada linterna mágica, un proyector de imágenes nacido en el siglo XVII.

Joyas desconocidas (y obsoletas)

Bibliotecario de profesión, este británico no se ha limitado a guardar al menos una unidad de cada tipo de soporte, pese a que ni siquiera puede recuperar la información de muchos de ellos porque no dispone de los recursos ni el espacio necesario para coleccionar también de los dispositivos de reproducción. También se ha encargado de etiquetarlos, rastrear su historia, ordenarlos por fecha de defuncióny exponerlos virtualmente con una breve reseña en su Museum of Obsolete Media (algo así como Museo de los Formatos Obsoletos, en español).

Abrir esta galería virtual en 2013 sirvió a Curtis para satisfacer “su propio deseo de ordenar” y atender al “sentido de la responsabilidad” al disponer de tal cantidad de formatos difíciles de encontrar. De hecho, instituciones como la University College of London recomiendan ya la visita a su página. Muchos entusiastas han contribuido a su colección desde entonces, tanto sugiriéndole nuevos soportes como donando algunos. De hecho, le han llegado formatos desde Alemania, Rusia o Estados Unidos.

Precisamente del país germano procede una de las piezas más peculiares de su museo: el Tefifon. Su banda roja servía para reproducir entre 60 minutos y 4 horas de música, pero la calidad de sonido era inferior a la de los LP. Tal vez por eso estuvo disponible casi exclusivamente en la Alemania Occidental de los 50, donde nació y pereció pocos años después.

Curtis también ha conseguido hacerse con grabaciones Dictabelt o con un disco de la máquina de dictado Audograph, dos de los soportes que registraron sonidos durante el asesinato de John F. Kennedy en 1963. En el Dictabelt parecían escucharse cuatro disparos en lugar de tres, lo que avivó la teoría de que Oswald no actuó solo, si bien finalmente se desmintió esa posibilidad. Los ruidos eran los de una motocicleta.

Very excited to have just received a donation of rare Audograph discs for the Museum http://t.co/maQTHddplV pic.twitter.com/V9asul8DOJ

La colección recoge incluso auténticos pioneros olvidados, como el Cartrivision de 1972, uno de los primeros sistemas de vídeo doméstico. Tan solo unos años antes de que Sony presentara el Betamax y JVC lanzara al mercado el VHS, la compañía Cartrivisioninnovó ofreciendo un catálogo de películas para su alquiler. Los clientes estadounidenses no podían rebobinar las cintas magnéticas rojas en su televisor, por lo que estaba asegurado que solo podrían verlas una vez.

Sin embargo, aquel sistema adelantado a su tiempo desapareció a los pocos meses. Su precio prohibitivo para la mayoría de los hogares pudo ser una de las razones: el televisor equipado con este sistema costaba 1.600 dólaresde la época (unos 8.100 euros al cambio actual teniendo en cuenta la inflación).

Pese a que Curtis ha descubierto la existencia de muchas de estas reliquias en sus visitas al National Museum of Computing de Bletchley Park (el lugar donde 9.500 criptoanalistas, Alan Turing entre ellos, descifraban las comunicaciones alemanas durante la Segunda Guerra Mundial), al Science Museum de Londres o al National Media Museum de Bradford, en realidad ha comprado la mayoría en eBay o en tiendas especializadas.

Este bibliotecario dice que es difícil poner precio a su colección, aunque está convencido de que algunos soportes se han revalorizado desde que los compró. No importa que el LaserDisc de los 80 acabara siendo un fracaso: el primer sistema de almacenamiento en disco óptico debía tener obligatoriamente un hueco en este museo ‘online’.

De tarjetas perforadas a disquetes o cartuchos

“Las piezas más caras tienden a ser las más deseadas por los coleccionistas que buscan las mismas que yo pero por diferentes razones. Por ejemplo, los coleccionistas de objetos de Apple han hecho que los discos de Apple Lisa ‘Twiggy’ sean particularmente caros”, señala Curtis.

El coleccionista se ha hecho con algunos de los discos Apple FileWare de 5,25 pulgadas (Twiggy era su nombre en clave) compatibles con el malogrado ordenador que la firma de la manzana mordida lanzó en 1983. No es el único de los formatos del Museum of Obsolete Media que puede interesar a cualquier amante de la informática ‘vintage’.

Además de cintas y tarjetas perforadas, los principales soportes de almacenamiento de los ordenadores a mediados del siglo XX, o una completa muestra de la evolución de los disquetes desde que IBM lanzara los de 8 pulgadas en 1971, en este museo virtual también hay espacio para el entretenimiento.

El videojuego Combat para la mítica Atari VCS, el Mario Bros de la Nintendo NES o una tarjeta de memoria de un ‘megabyte’ de la primera Playstation, que Sony Combat​ descatalogó en 2006, son algunas de las piezas de la colección que pueden atraer a los ‘gamers’.

Curtis ha conseguido incluso un cartucho de la Pokémon mini de 2001, considerada como la videoconsola más pequeña del mundo con un peso de tan solo 70 gramos. Como no podía ser de otra forma, también preserva algunos juegos de la mítica Game Boy, la videoconsola de colores que marcó a los niños y jóvenes de los 90.

“Creo que la colección es también una celebración de la gran variedad de formatos que se han probado en los últimos años, algunos de los cuales tenían graves deficiencias, pero muchos son interesantes por lo que estaban tratando de ofrecer o mejorar”, defiende Curtis.

Asegura no tener un favorito entre sus decenas de reliquias, pero sí se atreve a calificar a un soporte como el peor sin dudarlo: el HitClips. Este formato de audio nacido en 1999 tan solo reproducía un minuto de una canción que ni siquiera se escuchaba en estéreo.

Los primeros reproductores de HitClips estaban destinados a los más pequeños, pero poco después Britney Spears, Backstreet Boys o Pink distribuyeron sus temas en este soporte. “En 100 años de progreso, era un formato que ofrecía una capacidad y una calidad de sonido similares a los cilindros de fonógrafo de cera”, afirma este coleccionista que se ha convertido en un experto en la materia.

Cuando acabe 2016, Jason Curtis está convencido de que su colección integrará ya 400 piezas. Además, planea añadir progresivamente información sobre la forma de conservar estos formatos. Pese a la pasión por su ‘hobby’, cree que no la completará nunca.

Siempreestá a la caza y captura de nuevos formatos de almacenamiento que un día hicieron historia. Aunque algunos se resisten a pasar a los anales, como el mítico Super 8 (Kodak quiere relanzarlo medio siglo después de su nacimiento), la mayoría de ellos han quedado obsoletos para la eternidad. Solo museos como el comisariado por Jason Curtis preservan la memoria de los soportes que un día guardaron nuestros recuerdos.

¿Quién no recuerda con nostalgia las molestas rayas horizontales que aparecían en sus VHSfavoritos? ¿O los casetes que escondían en la cara B las peores canciones? ¿A quién no se le escapa una sonrisa al pensar que pocos años antes de la era de la nube guardábamos nuestro universo digital en disquetes, con los que sorprendentemente aún se sigue controlando el arsenal nuclear de Estados Unidos?

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