La falta de excrementos gigantes está desnutriendo el planeta
La desaparición de ballenas y de grandes mamíferos terrestres afecta a la fertilidad del suelo: estos grandes animales mueven toneladas de alimentos que devuelven a la tierra en forma de desechos
Imaginen manadas de mamuts y gonfoterios, ambos primos extintos (y más grandes) de los elefantes, búfalos en las praderas, ciervos con cornamentas de más de dos metros de ancho, osos que doblaban en peso a los que hoy ya nos parecen enormes y gigantescos mamíferos marinos. Ballenas, cachalotes, orcas y demás. Imaginen un planeta, el nuestro, poblado por versiones enormes de los animales que hoy conocemos.
Imaginen ahora, y perdonen lo escatológico de la petición, las montañas de excrementos que estos animales iban dejando a su paso. Quizá la conclusión más rápida que extraigan es que se trata de algo positivo porque hemos ganado en higiene, pero la higiene no es algo que preocupe mucho a la naturaleza, y de hecho la falta de excrementos gigantes no le está sentando bien. A falta de grandes animales que coman, se desplacen y evacúen, el reparto de nutrientes por la superficie de la Tierra se está modificando, afectando a la riqueza del terreno en muchos lugares.
Esa es la conclusión de un estudio publicado hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Science. Según los autores, las ballenas y los grandes mamíferos terrestres, así como las aves marinas y los peces anádromos, juegan un papel vital en el mantenimiento de la fertilidad del planeta.
Ballenas que comen en el fondo del océano
La cadena empieza en el fondo del océano. “Los cetáceos y otros mamíferos marinos a menudo descienden a mucha profundidad, y luego suben a la superficie para respirar y hacer la digestión. Es el momento en el que defecan, liberando nutrientes importantes, como nitrógeno y fósforo”, explica a Teknautas Joe Roman, experto en ballenas del Instituto Gund de Economía Ecológica de la Universidad de Vermont.
Estos animales ingieren enormes cantidades de comida y por tanto generan enormes cantidades de excrementos. A partir de aquí, aves marinas y peces comienzan una dispersión que continúan los mamíferos que se alimentan de ellos. Con sus desplazamientos, y al seguir la cadena alimentaria, los nutrientes viajan desde los fondos oceánicos a la superficie de los mares, ríos arriba y hacia las tierras del interior, alcanzando incluso las cimas de las montañas.
En tierra, los mastodontes, perezosos, ciervos y bisontes (entre otros muchos) comen, o comían, grandes cantidades de materia vegetal, acelerando la liberación de compuestos a través de la digestión y llevándolos a kilómetros de distancia de sus áreas de alimentación para liberarlos en sus excrementos, orina y, al morir, con la descomposición de sus cuerpos.
“Lo novedoso de este estudio es que hemos hecho la conexión entre los dos (la transferencia de nutrientes en tierra y en el mar). Nos ha permitido imaginar un mundo en el que grandes vertebrados terrestres, como mastodontes o perezosos gigantes, poblaban la tierra, y las ballenas y los peces eran mucho más abundantes”. Roman calcula que en nuestro planeta, hace mucho tiempo, vivieron diez veces más cetáceos, veinte veces más peces anádromos, el doble de aves marinas y diez veces más grandes mamíferos que ahora.
La extinción reduce la dispersión de nutrientes
Ya no tenemos esos números, y eso ha cambiado las cosas. La extinción y reducción en número de muchos de estos grandes animales ha afectado a esa circulación de nutrientes. En tierra, la capacidad de los animales para dispersar esos compuestos más allá de algunos puntos calientes donde se concentran se ha reducido a un 8 % de lo que fue en el pasado, antes de que la última edad de hielo provocase la extinción de unos 150 tipos de grandes mamíferos.
Los animales domésticos no han tomado el relevo. Aunque su número se ha multiplicado sus movimientos están limitados por vallas y cercas
En el caso de las ballenas, la situación es quizá más preocupante por la implicación directa del ser humano. Los autores del estudio aseguran que a causa de la caza en los últimos siglos, la capacidad de las ballenas y otros mamíferos marinos de mover el fósforo, un nutriente esencial para la tierra, desde el fondo del océano hasta la superficie se ha reducido en más del 75%.
En total, los autores calculan que la circulación elementos químicos esenciales impulsada por los animales ha caído hasta suponer solo un 6% de los que pudo llegar a ser en el pasado. Y los animales domésticos no han tomado el relevo. Aunque el número de vacas, ovejas, cerdos y cabras se ha multiplicado en todo el mundo, y de la misma forma lo han hecho los alimentos que ingieren y, por tanto, defecan, sus movimientos están limitados por vallas y cercas que impiden que transporten sus desechos como lo hacían sus antecesores salvajes.
Atención especial al fósforo
Los investigadores han prestado especial atención al fósforo, un elemento crucial en el crecimiento de las plantas. Antes de la época de la caza masiva de ballenas, los científicos calculan que los grandes cetáceos movian cada año 340 millones de kg de fósforo, que se han reducido a 75 millones en la actualidad, un 23% de su capacidad anterior.
Las aves marinas y los peces que se alimentan en el mar pero remontan los ríos para defecar, desovar y morir contribuían a su recirculación, transportando tierra adentro 150 millones de kilogramos de fósforo al año, una transferencia se se ha reducido en más de un 90%.
El fósforo es un elemento clave en fertilizantes de uso común, y las fuentes fácilmente accesibles podrían empezar a escasear en unos cincuenta años
"El fósforo es un elemento clave en fertilizantes de uso común, y las fuentes fácilmente accesibles podrían empezar a escasear en unos cincuenta años", explica Chris Doughty, del Instituto de Cambio Ambiental en la Escuela de Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Oxford e investigador principal del estudio. "Restituir estas poblaciones hasta sus cifras anteriores puede ayudar a reciclar el fósforo del mar y llevarlo a tierra, aumentando los almacenes naturales disponibles para el futuro".
Otro motivo para salvar las ballenas
Es una problemática que protagonizan los animales pero que nos afecta a los humanos. “Este ciclo global roto debilita la salud de los ecosistemas, la pesca y la agricultura”, asegura Roman. El estudio pone como ejemplo que la recuperación de las poblaciones de ballenas podría suponer un aumento en la capacidad del mar para absorber dióxido de carbono, responsable en parte del cambio climático.
Algo que puede ocurrir, asegura Roman, concluyendo con un mensaje esperanzador. Quizá recuperar a los mamuts no sea algo a nuestro alcance, pero sí podemos preservar mejor y evitar la desaparición de más ballenas “Desde la década de los 80, en que se prohibió la caza con fines comerciales, muchas de las grandes ballenas, como las jorobadas, los cachalotes o las ballenas grises, han resurgido. Es un proceso relativamente simple: deja de matarlas, frena el comercio con su carne, y volverán”.
Pide más controles sobre las redes de pesca donde pueden quedar atrapadas, y sobre las rutas de navegación comercial que chocan con ellas y las matan, así como el ruido en el océano, que las deja sordas y dificultan su capacidad para cazar y reproducirse. “Prohibiciones continuadas en el comercio con productos extraídos de las ballenas y una mejora en la gestión oceánica tendrán efecto a largo plazo en la protección de las ballenas y de toda la vida marina”.
Imaginen manadas de mamuts y gonfoterios, ambos primos extintos (y más grandes) de los elefantes, búfalos en las praderas, ciervos con cornamentas de más de dos metros de ancho, osos que doblaban en peso a los que hoy ya nos parecen enormes y gigantescos mamíferos marinos. Ballenas, cachalotes, orcas y demás. Imaginen un planeta, el nuestro, poblado por versiones enormes de los animales que hoy conocemos.