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¿Deben los líderes empresariales dirigir la sociedad?
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EL MUNDO DE LOS NEGOCIOS TOMA CONCIENCIA SOBRE SU ROL

¿Deben los líderes empresariales dirigir la sociedad?

Hace un par de días, Juan Roig avisaba de la necesidad de cambios en España para adecuarse al tipo de cultura que los tiempos exigen. Esa

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¿Deben los líderes empresariales dirigir la sociedad?

Hace un par de días, Juan Roig avisaba de la necesidad de cambios en España para adecuarse al tipo de cultura que los tiempos exigen. Esa misma noche Florentino Pérez, José Manuel Lara o José Manuel Entrecanales, entre otros, acordaban la creación de un nuevo grupo de presión, Foro Puente Aéreo, que, entre otras actividades, se dedique a proporcionar ideas y soluciones al entorno institucional. Estas iniciativas, más allá de su alcance efectivo, vienen a señalar la preocupación existente en el entorno de los negocios por la situación que estamos atravesando, una crisis que entienden solucionable si el ámbito político se hace más permeable a las recetas provenientes del ámbito económico. Los empresarios tienen cada vez un papel más activo, y lo tendrán aún más en el futuro cercano, a la hora de gobernar las sociedades.

Para Iñaki García Arrizabalaga, profesor de Marketing de la Universidad de Deusto, es claro que el mundo de los negocios está adoptando posturas reactivas como respuesta a las presiones que el entorno le traslada. Y no es extraño que la sociedad gire la cabeza hacia las propuestas de los negocios porque, como señala José Luis Fernández director de la cátedra Javier Benjumea de ICADE, estamos en una situación difícil, compleja y crítica. Dadas las turbulencias en las que vivimos, “ni la sociedad tiene garantizadas la estabilidad y la paz ni la empresa tiene asegurada su supervivencia a medio plazo. Además, nos enfrentamos a problemas de tal magnitud que no existe una instancia política internacional que sea capaz de poner el cascabel al gato”.

Alude Fernández a que los cambios, positivos y negativos, provocados por la globalización, nos han sumergido en un contexto que nos ofrece grandes posibilidades, pero que también nos puede llevar a la catástrofe. “Hay problemas de tal calado que o los resolvemos o desaparecemos. Y en este entorno, no podemos esperar que las soluciones bajen del cielo, sino que hemos de ponernos todos a trabajar de manera coordinada, desde las administraciones, las ONGs y los agentes sociales hasta las empresas, que son las instituciones que hoy marcan la pauta globalmente. La empresa tiene que saber que o se implica o se acaba el chollo para todos. Por eso está repensándole la relación que tiene con la sociedad”.

Por eso, el mundo de los negocios está tomando conciencia, afirma Arrizabalaga, de que si gana la sociedad ganan también las empresas. “Hasta ahora, los problemas sociales se tomaban como externalidades que debían ser resueltas por las instituciones y por los políticos. Pero esa actitud, ese “que los problemas los resuelvan otros”, ha generado tantos inconvenientes e impactaba tanto en las empresas que nos ha hecho plenamente conscientes de que vamos en el mismo barco y de que lo que pase en él nos afecta a todos. No somos empresas ante la sociedad sino en sociedad”.

Para Arrizabalaga, las empresas han sido en parte responsables de la formación de los problemas de nuestra sociedad y deben ser, por tanto, parte de la solución, también a la hora de poner los recursos. Y esa convicción, que está instalándose en el entorno empresarial, está produciendo significativos cambios de política. “Hace diez años era inconcebible que una empresa se preocupase por la pobreza del mundo. Hoy esa actitud ha cambiado”. La tendencia se deja notar, por ejemplo, en la implantación y desarrollo de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), cada vez más presente y cada vez más valorada en las compañías, tendencia que se prevé que aumente en estos años de crisis. “Las evidencias empíricas de que la adopción de políticas socialmente responsables  no son dañinas para la empresa son abrumadoras. Vamos hacia un escenario en el que implicarse en la RSC a lo mejor no te aporta ventaja competitiva, pero ignorarla sí te dañará estratégicamente”.

La llegada del emprendimiento social

Otro aspecto que revela un cambio de mentalidad, como señala Federico Lozano, profesor de la escuela de negocios La Salle BES es la aparición del social entrepreneurship o emprendimiento social, “un sector que busca crear empresas que se manejan y administran igual que cualquier otra compañía y que también ofrecen beneficios pero cuya misión es específicamente social”. Es un sector que está provocando cambios radicales “a la hora de erradicar la pobreza o de aumentar el bienestar en la base de la pirámide social y que va a crecer notablemente porque tiene gran capacidad de producir retornos financieros reales”.

Los ejemplos más evidentes, según Lozano son los microcréditos, “cuyo boom proviene de que el sector corporativo se dio cuenta de que hay en él potencial para ganar dinero”. El emprendimiento social, no obstante, ha generado críticas que subrayaban hasta qué punto instrumentos pensados para ayudar a los más necesitados se convertían en simples fuentes de beneficios. Para Lozano, estas objeciones son infundadas, en la medida en que “el pobre es pobre, pero no tonto. También tiene la capacidad de elegir si quiere comprar o no una cosa, y conforme más competencia haya dentro de los mercados subdesarrollados, más opciones para elegir tendrá. Son espacios preparados para su inclusión dentro del libre mercado, lo que resultará muy provechoso a las personas de menos recursos”.

‘Arrimarse’ a los auténticos líderes sociales

Sin embargo, el impulso social que el mundo de la empresa se está planteando va más allá de la RSC o del emprendimiento social. En un contexto que se percibe como muy negativo, y donde las soluciones aportadas por el mundo de la política se ven como notoriamente insuficientes, cada vez son más quienes piensan que las visiones, ideas, formas de liderazgo y de gestión del mundo empresarial serían mucho más útiles para dirigir la sociedad que las utilizadas por los políticos. Para Javier Morillas, profesor de economía de la Universidad CEU San Pablo, en este sentido puede interpretarse la reciente reunión del presidente del Gobierno con los presidentes de las 35 empresas españolas más importantes. “Ese gesto de arrimarse a los auténticos líderes sociales y a los que de verdad llevan el país adelante era necesario, porque ellos son quienes mantienen el empleo en sus compañías y quienes están sosteniendo la marca España”.

Para Morillas, una intensa relación del mundo empresarial con la vida pública sería saludable, “máxime cuando los políticos españoles no están mostrando la altura suficiente para afrontar estos momentos. Cuando las administraciones públicas tienen una relación frecuente con la empresa y muchos de sus dirigentes provienen de ese entorno, como es el caso de EEUU, donde Obama ha contado o cuenta con gente como Larry Summers, William Daley (de JP Morgan) o Gene Sperling (de Goldman Sachs) el entramado de los asuntos públicos lo acusa para bien”. Esta relación, además, es parte de la necesaria implicación de la sociedad civil en los asuntos públicos, “una actividad imprescindible para conseguir sociedades sanas”.

La interrelación entre gobierno público y empresa, avisa Fernández, posee aspectos contradictorios. Por una parte, elementos de la gestión empresarial, “como el tener claros los objetivos, no dar palos de ciegos, organizarse de formar coherente, gestionar con racionalidad y  eficiencia y evitar el despilfarro, serían muy positivos para el gobierno de las naciones”. Pero, en otro sentido, “no sería nada sensato coger un CEO exitoso y ponerle a presidir el Consejo de ministros porque las sociedades tienen otros valores y otras formas de ver las cosas. Necesitan de otro tipo de éxitos más allá del económico”.

En cuanto a la relación inversa, esto es, lo que el mundo social podría aportar al empresarial, González señala que si hablamos de política en mayúscula, “encontramos valores como la búsqueda del bien común (no apostando únicamente por los accionistas o los dueños, sino teniendo en cuenta a trabajadores, clientes y proveedores, entre otros) o la democratización, exigiendo transparencia en la vida empresarial, que son esenciales para una compañía. No aporta nada cuando hablamos de esa política rastrera formada por grupos enfrentados por parcelas de poder, pero sí cuando hablamos de la política como la gran preocupación por articular una forma que permita que todos podamos vivir en sociedad”.

Hace un par de días, Juan Roig avisaba de la necesidad de cambios en España para adecuarse al tipo de cultura que los tiempos exigen. Esa misma noche Florentino Pérez, José Manuel Lara o José Manuel Entrecanales, entre otros, acordaban la creación de un nuevo grupo de presión, Foro Puente Aéreo, que, entre otras actividades, se dedique a proporcionar ideas y soluciones al entorno institucional. Estas iniciativas, más allá de su alcance efectivo, vienen a señalar la preocupación existente en el entorno de los negocios por la situación que estamos atravesando, una crisis que entienden solucionable si el ámbito político se hace más permeable a las recetas provenientes del ámbito económico. Los empresarios tienen cada vez un papel más activo, y lo tendrán aún más en el futuro cercano, a la hora de gobernar las sociedades.

Círculo de Empresarios Liderazgo Juan Roig