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La universidad sólo premia a los mediocres
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UNA ESTRUCTURA MARCADA POR LA ENDOGAMIA Y EL CACIQUISMO

La universidad sólo premia a los mediocres

“La endogamia, el acoso y el caciquismo no son frecuentes en la universidad española: son su modus vivendi”, afirma Guillem Bou, miembro fundador de la Plataforma

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La universidad sólo premia a los mediocres

“La endogamia, el acoso y el caciquismo no son frecuentes en la universidad española: son su modus vivendi”, afirma Guillem Bou, miembro fundador de la Plataforma contra el acoso y la corrupción en la universidad pública española. Como resultado, no es inusual que plazas a concurso sean adjudicadas sin méritos a los/las parejas, amantes y parientes de los catedráticos; que haya profesores que se apropien de las partidas económicas destinadas a la retribución de los becarios; que algunos docentes utilicen las instalaciones universitarias en beneficio privado, como si fueran extensiones de sus propias empresas; que algunos estudiantes perpetuos hagan carrera (en lugar de terminar la suya) estando presentes en las mesas de concurso precisas; que haya catedráticos que aprueben en un concurso a un compañero a pesar de que éste haya plagiado sus trabajos; o que los profesores sean acosados cuando no cumplan con las normas no escritas, no asientan cuando deben o cuando simplemente intenten defenderse de los abusos. Son algunos de los casos denunciados por la Plataforma en universidades como las de Oviedo, Alcalá, Sevilla, Murcia o la Rey Juan Carlos.

 

Sin embargo, el problema, más que en los casos que salen a la luz, parece estar en los que se silencian, mucho más frecuentes, dada una estructura universitaria que prima la obediencia sobre el talento. Así, afirma Guillem Bou, nuestro entorno educativo podría definirse como “una situación constante de coacción de quienes tienen poder académico efectivo sobre quienes no lo tienen y desean tenerlo”. Así lo demuestra el informe realizado por Laura Cruz Castro, Luis Sanz y Jaime Aja, de la Unidad de Políticas Comparadas del CSIC, basado en una encuesta a 2.588 investigadores (2.350, profesores titulares de universidad pública), según el cual el 70% de las oposiciones las gana un candidato que concurre en solitario, y en el 96% de los casos es un profesor que ya trabaja en el departamento que saca a concurso la plaza.

Se trata, pues, de un contexto que impregna por completo a quienes forman parte de él. Como explica Guillem Bou, “aun cuando una persona sea honesta, tras varios años sometida a este tipo de prácticas, es muy difícil que no entre en el juego”. Y es algo que parece tener difícil solución, ya que ni las reformas legislativas puestas en marcha por el PP ni las del PSOE han logrado atajar las actitudes endogámicas. “Con la nueva ley seguimos teniendo los mismos casos”, sentencia Bou. Un aspecto, el de las posibles soluciones, que será abordado en el Congreso que la Plataforma ha organizado este fin de semana en Madrid (viernes y sábado, en la Universidad Politécnica), y en el que fundamentalmente se darán cuenta de los últimos casos (ver http://www.corruptio.com/)

Esta red de reparto de áreas académicas, de fondos y de puestos de trabajo tiene graves consecuencias en diferentes ámbitos. Desde luego, en el privado, toda vez que quienes sufren estos casos de injusticia o acoso se encontrarían completamente solos. No hay colectivos que puedan dar la réplica institucional, los sindicatos no están (“su papel ha sido lamentable”, según Bou), no parece haber una voluntad política de terminar con la endogamia y quienes tienen los medios más inmediatos para detener estas prácticas están presos de la misma estructura. Así ocurriría con los rectores universitarios, que deben sus cargos a los votos de quienes deberían combatir. Desde esa perspectiva, según Bou, no hay solución posible, en tanto si alguno de ellos tomase las medidas adecuadas, le echarían de su puesto al día siguiente. Así, suelen optar por esconderse o por tratar de que no se hagan públicos los problemas, y eso cuando no apoyan directamente tales prácticas. “Es muy frecuente, afirma Bou, que acaben expedientando a quienes se atreven a denunciar en lugar de a los denunciados”.

Acusaciones difíciles de demostrar

Y el problema se complica en la medida en que tampoco las acciones judiciales suelen prosperar. En primera instancia, porque hay pocos acosados que se decidan a poner el asunto en manos de la justicia, en tanto se trata de una vía lenta y poco segura. Según asegura Ana Caro Muñoz, letrado universidad de Burgos, hay ya más de 40 sentencias judiciales dictadas en esta clase de casos, y la mayoría han sido ganadas por las universidades. Fundamentalmente porque se trata de procedimientos de difícil prueba: “los compañeros que presencian los hechos se retraen de declarar, los informe periciales (médicos, psicológicos, etc) no suelen ser tenidos por concluyentes y los jueces les tachan a menudo de parciales, y es muy difícil que puedan existir pruebas documentales o videográficas”.

No es extraño, por tanto, que el colectivo observe la situación desde una posición combativa pero pesimista, entendiendo que sólo una acción institucional sólida puede solucionar el problema. Para Bou, “sin una iniciativa gubernamental seria y sistemática, es difícil salir de esto”.

Pero la endogamia no sólo genera perjuicios para los implicados, sino que también acarrea daños sociales. Si nuestras universidades están configuradas como pequeños reductos de poder que priman a quienes agachan la cabeza en lugar de a quienes poseen la inteligencia y el conocimiento apropiados, estaríamos ante un contexto educativo dibujado mucho más por la mediocridad que por el talento. Así lo afirma Pablo Pernas, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, quien dice haber sufrido acoso por presentarse (y ganar) el concurso que no debía (“cometí un error: creer que se podía trabajar sin padrino”).  Para Pernas, en España “gana el mediocre y se castiga a los más brillantes. Hay casos sangrantes: un investigador con diversos trabajos publicados en prestigiosas revistas anglosajonas, y con un currículo notable, concurre a una plaza convocada en una universidad de provincias, que es finalmente otorgada al ayudante del departamento, quien sólo había publicado un artículo en una revista local”. 

Claro que, subraya Bou, ese no sería un caso excepcional. “Aquí se hace profesor titular a la persona que hace la página web del departamento o a la que trae los cafés, por citar dos casos reales”.  Por eso, no es extraño que los mayores talentos opten por marcharse fuera. “Los más brillantes se van a trabajar  al extranjero, porque es muy difícil que toleren un funcionamiento medieval que repugna a cualquiera que tenga un mínimo de inteligencia”.

Los casos que denuncia la Plataforma están referidos a la Universidad pública, algo que justifican en la medida en que, por una parte, una estructura de poder con el premio de funcionariado de fondo tiene más capacidad de acción que otra que sólo puede ofrecer una relación contractual. En otro sentido, porque está mucho más politizada que la privada, formando parte también de esa red de intereses partidos y sindicatos. Pero cabe preguntarse también si estos fenómenos sólo ocurren en la pública o se dan en toda clase de instituciones educativas. Para Bou, “en la universidad privada también pueden darse estas situaciones, pero también es cierto que suele buscar la excelencia y le hacen falta investigadores y docentes brillantes. Y no es raro que éstos acudan a ella: la pública no los ficha porque tiene sus deudas contraídas y sus propios impuestos revolucionarios”.

“La endogamia, el acoso y el caciquismo no son frecuentes en la universidad española: son su modus vivendi”, afirma Guillem Bou, miembro fundador de la Plataforma contra el acoso y la corrupción en la universidad pública española. Como resultado, no es inusual que plazas a concurso sean adjudicadas sin méritos a los/las parejas, amantes y parientes de los catedráticos; que haya profesores que se apropien de las partidas económicas destinadas a la retribución de los becarios; que algunos docentes utilicen las instalaciones universitarias en beneficio privado, como si fueran extensiones de sus propias empresas; que algunos estudiantes perpetuos hagan carrera (en lugar de terminar la suya) estando presentes en las mesas de concurso precisas; que haya catedráticos que aprueben en un concurso a un compañero a pesar de que éste haya plagiado sus trabajos; o que los profesores sean acosados cuando no cumplan con las normas no escritas, no asientan cuando deben o cuando simplemente intenten defenderse de los abusos. Son algunos de los casos denunciados por la Plataforma en universidades como las de Oviedo, Alcalá, Sevilla, Murcia o la Rey Juan Carlos.

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