Dos casos de cáncer en la familia real: ¿cuál es el futuro de la monarquía británica?
Lejos de ese halo de misterio que defendía en el Siglo XIX el escritor Walter Bagehot, la transparencia es lo único que puede garantizar ahora su supervivencia
Breve, pero con gran dignidad. Tras meses de especulaciones, la princesa de Gales explicó el motivo de su ausencia: tiene cáncer. “Me ha costado tiempo recuperarme de una cirugía seria para comenzar mi tratamiento. Pero, más importante, nos ha costado tiempo explicar todo a Jorge, Carlota y Luis [sus hijos] de una manera que sea apropiada para ellos y para tranquilizarles de que estaré bien”, expresa.
Pese a las tiaras y palacios, se demuestra que la familia real no es inmune a las enfermedades. El cáncer de Kate y el de Carlos III les acerca más que nunca al pueblo. Como madre de tres hijos pequeños, la mujer del príncipe Guillermo, heredero al trono, pide ahora "tiempo, espacio y privacidad" durante el tiempo que dure el tratamiento. La prensa británica asegura que se trata de un “mensaje que pasará a la historia como una de las transmisiones reales más conmovedoras que pudieran imaginarse”.
Pero la Monarquía se rige por protocolos, por líneas de sucesión que aseguren la continuidad, por tener siempre un plan B ante cualquier eventualidad. La Firma es una máquina que está diseñada para no detenerse. Por lo tanto, con el jefe de Estado y su nuera —que representa el futuro de la Corona— fuera de escena, la pregunta es obligada: ¿Qué implica esto para la supervivencia de la propia institución?
En una Monarquía parlamentaria, como es el caso del Reino Unido, tan importante son las firmas que el monarca impregna en los documentos que convierte en ley —algo que sigue haciendo— como la agenda que le acerca al pueblo. Ya lo decía Isabel II: “hay que ser vistos para ser creíbles”. La popularidad entre el pueblo es al fin y al cabo de lo que depende su perduración. ¿Qué pasa entonces cuando dos de sus principales pilares dejan de ser vistos? ¿Dejan de ser creíbles?
La era isabelina garantizó siete décadas de estabilidad. Pero cuando ni siquiera se han cumplido dos años de la coronación de Carlos III, ya se habla del “declive de la Casa Windsor”.
Lo cierto es que el cáncer no es una palabra nueva para la familia real. Un tumor de pulmón fue lo que terminó con Jorge VI, padre de Isabel II. Sin embargo, fue tan celosamente guardado que su muerte conmocionó a una nación que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba muy enfermo. Con Isabel II se siguió el mismo guion. Por mucho que el mundo cambiara a su alrededor durante los 70 años que estuvo en el trono, las costumbres de Palacio —las relativas a la privacidad de su propia salud— permanecieron intactas.
Cuando falleció en 2022, la causa oficial fue simplemente “vejez”. Pero, según una biografía publicada dos meses después por Gyles Brandreth, amigo del marido de la soberana, la reina padecía un mieloma, una rara forma de cáncer óseo. La Firma pretendía ahora seguir operando como si viviera en un mundo en que el público les creería cuando presentaban un parte médico como algo “rutinario” o “planificado”. Pero las reglas de juego han cambiado.
Lejos de ese halo de misterio que defendía en el siglo XIX el escritor Walter Bagehot —“Para mantener la magia de la realeza se tiene que mantener a salvo de la intrusiva luz del día”, afirmaba— la transparencia es lo único que puede garantizar ahora su supervivencia. El “Kategate” había puesto en evidencia las dificultades para encontrar ese balance entre la imagen de la que tanto depende la Corona y la privacidad que tanto anhelan sus representantes. Pero tras meses de una especulación que tanto estaba dañando la credibilidad, se han visto obligados a cambiar de estrategia y decir la verdad.
La institución solo utiliza intervenciones de este tipo para momentos de especial gravedad. En sus siete décadas de reinado, Isabel II (sin contar con el mensaje navideño) solo se dirigió directamente a la nación a través de video en cinco ocasiones: en 1991, durante la Guerra del Golfo; en 1997, antes del funeral de la princesa Diana de Gales; en 2002, tras la muerte de la Reina Madre; en 2012, con motivo de su 60 años de reinado; y en 2020 con la pandemia de coronavirus.
El video de la princesa de Gales revela la preocupación que se vive en Palacio. Conscientes de que una fotografía podría ser cuestionada, podría plantear más teorías de conspiración, se optó por mostrar a Kate en acción. “Estoy bien y poniéndome más fuerte cada día, centrándome en las cosas que me ayudarán a curarme, en mente, cuerpo y ánimo”, ha expuesto. La incertidumbre, sin embargo, no hace bien a ninguna institución.
A message from Catherine, The Princess of Wales pic.twitter.com/5LQT1qGarK
— The Prince and Princess of Wales (@KensingtonRoyal) March 22, 2024
No obstante, si algo ha demostrado la historia sobre la Monarquía británica es su gran capacidad de resiliencia. Ha sobrevivido a una revolución, una guerra civil y las amenazas más oscuras. Más recientemente consiguió superar incluso lo que la propia Isabel II denominó “annus horribilis”. En 1992, se separaron tres de sus cuatro hijos, salieron a la luz todos los escándalos del matrimonio entre Carlos y Diana y un incendio arrasó con el Castillo de Windsor.
La prensa habló incluso de descartar al entonces príncipe de Gales, Carlos, como futuro monarca. La concepción de una boda con Camilla estaba fuera de cualquier debate. Y, sin embargo, ahora es Camilla quien está representando a la Corona. Lo impensable se convierte luego en una realidad. Para lo bueno y para lo malo.
La crisis que vive ahora La Firma es muy distinta a la de escándalos pasados. En esta ocasión no hay divorcios, amantes, ni juicios por supuestos abusos a menores (negados siempre por el príncipe Andrés). Lo que vive ahora es una enfermedad que ha hecho humanizarles más.
Pese a que el 55% de los británicos —que son los que al fin y al cabo tienen la última palabra sobre la Corona— aseguran haber escuchado teorías de conspiración en torno a la princesa de Gales, la popularidad de la familia real no solo se mantiene en los últimos sondeos sino que ha aumentado. Incluso Camilla, que es la que lleva ahora el peso de los actos públicos, también se ha visto favorecida.
Kate y Guillermo —la pareja idílica— verán reforzada aún más su imagen. Las últimas crónicas de las últimas horas ya alaban la estoicidad con la que han afrontado estos momentos tan complicados en medio de tanta teoría de conspiración que apunta incluso a problemas mentales de Kate por supuesto affaire de su marido.
Antes incluso del video de la princesa de Gales, la marca Kate ya se había disparado. Las cuentas oficiales de Instagram y X (Twitter) de los príncipes de Gales han sumado en los últimos meses más de 200.000 seguidores. En Estados Unidos —que se independizó de la corona británica en 1776— las búsquedas sobre la mujer del heredero al trono superan a las del propio Joe Biden o Donald Trump, estando el país en plena antesala de las elecciones generales.
Por lo tanto, Palacio también sobrevivirá a esta crisis. Eso sí, debe adaptarse a los nuevos tiempos. En una era en la que Internet desdibuja las líneas de la verdad, la marca real debe permanecer intacta, de ahí la importancia de aprender de los errores para no repetirlos. En la autenticidad reside la confianza de la Corona. Y tan solo han sido necesarios 2 minutos y 13 segundos para recalcarlo.
Breve, pero con gran dignidad. Tras meses de especulaciones, la princesa de Gales explicó el motivo de su ausencia: tiene cáncer. “Me ha costado tiempo recuperarme de una cirugía seria para comenzar mi tratamiento. Pero, más importante, nos ha costado tiempo explicar todo a Jorge, Carlota y Luis [sus hijos] de una manera que sea apropiada para ellos y para tranquilizarles de que estaré bien”, expresa.
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