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Israel y Hamás negocian, pero todavía están lejos de un alto el fuego: los 5 grandes escollos
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Preparación de la entrada en Rafah

Israel y Hamás negocian, pero todavía están lejos de un alto el fuego: los 5 grandes escollos

Por mucho que Benjamín Netanyahu haya tachado de “delirantes” las condiciones puestas por el movimiento palestino Hamás para alcanzar un acuerdo con Israel, las negociaciones indirectas no están rotas

Foto: Imagen de la destrucción de Gaza en Deir Al Balah. (EFE/Mohammed Saber)
Imagen de la destrucción de Gaza en Deir Al Balah. (EFE/Mohammed Saber)
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Por mucho que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, haya tachado de "delirantes" las condiciones puestas por el movimiento palestino Hamás para alcanzar un acuerdo con Israel, las negociaciones indirectas no están rotas. A través de intermediarios y de facilitadores, desde Egipto a Estados Unidos, pasando por Qatar, continúan por medios telemáticos y en El Cairo. "Existe cierto margen de maniobra", escribía Amos Harel, comentarista del diario israelí Haaretz, haciendo alarde de un optimismo inusitado ante la próxima visita, este martes, de William Burns, director de la CIA, a El Cairo para reunirse con las delegaciones egipcia, catarí y quizás incluso israelí, según revelaba la publicación estadounidense Axios.

Pero estas negociaciones, incluso para un alto el fuego temporal que no acabe con la invasión israelí de Gaza, tienen todavía mucho que superar, como ya se ha visto en el último tira y afloja de condiciones y rechazos de acuerdos que han intercambiado Israel y Hamás en las últimas dos semanas. Cuando se han cumplido más de cuatro meses desde el inicio de la invasión terrestre de la Franja, Israel no ha logrado aún todos sus objetivos ni parece que los vaya a alcanzar. Pese al nivel de destrucción provocada en los apenas 365 kilómetros cuadrados (la misma superficie que la ciudad de Málaga), el Ejército israelí no la ha conquistado por completo. Aún no ha puesto pie en un par de campamentos de refugiados en el centro de Gaza y en Rafah, la ciudad fronteriza con Egipto.

Tampoco ha liquidado a los máximos jefes de Hamás ni de la Yihad Islámica palestina. Los israelíes "se fijaron el objetivo de eliminar el escalón político y el escalón del liderazgo militar de Hamás cuando entraron", recordaba en televisión el general retirado Frank McKenzie, exjefe del Mando Central de EEUU (Centcom). "No han tenido éxito hasta la fecha", recalcaba el pasado 4 de febrero.

De hecho, en una primera propuesta de acuerdo entre Israel y Hamás, elaborada en París a finales de enero por representantes de EEUU, Qatar y Egipto, ni siquiera figura ya la exigencia israelí de que los líderes militares del movimiento armado palestino salieran de Gaza para exiliarse en algún país árabe.

Foto: El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. (GPO/DPA/Kobi Gideon)

El consenso de mínimos de París prevé una pausa humanitaria en tres fases. La primera sería de tres semanas y, en total, las durarían 135 días, según la agencia de prensa Reuters. Durante cada una de ellas, sería liberado un puñado de los 132 rehenes israelíes en manos de Hamás que estarían aún en vida. Treinta y dos han fallecido, según el Ejército israelí, por diversas razones, la mayoría a causa de los bombardeos. También serían entregados los cuerpos de aquellos que murieron en cautiverio. A cambio serían excarcelados cientos de presos palestinos.

Foto: El Ejército israelí profundiza su ofensiva en el área de Jan Yunis. (EFE/Ejército de Israel)

Más allá de este acuerdo elemental, hay aún cinco grandes escollos para poder dar por concluida la guerra.

1. Hamás pide que al menos 1.500 presos palestinos sean puestos en libertad, una cifra excesiva en opinión del gabinete de crisis israelí. Antes de que empezase la guerra, en las cárceles israelíes había 4.763 prisioneros palestinos, pero su número se ha más que duplicado desde entonces, según la televisión Al Jazeera. Entre los que aspira a liberar figura Marwan Barghouti, uno de los líderes de Fatah, el movimiento palestino rival de Hamás. Lleva 22 años detrás de los barrotes. Al menos la tercera parte de los excarcelados serían condenados a cadena perpetua. Para los que seguirían cumpliendo condena o están en detención administrativa, Hamás reclama una mejora de sus condiciones carcelarias.

2. Hamás quiere que esas tres pausas humanitarias concatenadas desemboquen en un alto el fuego definitivo. Netanyahu se niega a ello porque desea tener las manos libres para reanudar la ofensiva si lo considera necesario. Los mediadores qatarí y egipcio han dejado caer a Hamás que, cuando concluyan esas treguas, la presión internacional hará que le resulte casi imposible al Gobierno israelí volver a la guerra. Instan a Hamás a conformarse con una mera declaración sobre un deseable final de la guerra sin que sea un compromiso explícito.

placeholder Palestinos frente a un edificio destruido en Gaza. (Europa Press/Omar Ishaq)
Palestinos frente a un edificio destruido en Gaza. (Europa Press/Omar Ishaq)

3. Hamás pide que el Ejército israelí permita ya en la primera fase la libre circulación dentro de Gaza, la vuelta de millón y medio de civiles al norte que está devastado y, finalmente, su retirada de toda de Franja. El Gobierno israelí solo está dispuesto a sacar a su Ejército de los principales núcleos urbanos.

4. Hamás quiere que Israel prohíba las visitas de judíos, escoltados por el Ejército, al Monte del Templo en Jerusalén, que comparte espacio con la explanada de las mezquitas, incluida la de Al Aqsa. El Gobierno israelí las autorizó a partir de 2003. Los musulmanes consideran esas visitas como una provocación. Hamás bautizó además su brutal ataque del 7 de octubre "Diluvio de Al Aqsa". Esta reivindicación sirve para dar una validación religiosa a su lucha. Esta demanda palestina no parece fundamental y quizás podría renunciar a ella.

5. Hamás también reclama que se abran todas las fronteras de Gaza para que entre a través de ellas una ayuda humanitaria masiva previa a la reconstrucción de la Franja que necesitaría al menos unos tres años. Israel querrá ejercer un control sobre lo que entra en Gaza por superficie para evitar que, a través del paso de Rafah con Egipto, puedan introducirse armas. En paralelo, Tel Aviv y El Cairo deberán ponerse de acuerdo sobre cómo los israelíes podrán vigilar los túneles, hoy en día cerrados, entre la Península del Sinaí y Gaza, por los que Hamás también metió armamento en Gaza. Erez, el punto fronterizo entre Israel y la Franja, podría reabrirse coyunturalmente, pero en ningún caso para que la mano de obra palestina vuelva a trabajar en el país vecino.

Ataque al último enclave palestino

En paralelo a las conversaciones en ciernes de El Cairo, Netanyahu ordenó el viernes a las Fuerzas de Defensa de Israel que presentaran al gabinete de crisis un plan combinado para evacuar a 1,7 millones de gazatíes refugiados cerca de Rafah y aniquilar a los cuatro batallones de Hamás presuntamente atrincherados en esa ciudad fronteriza. La tarea es imposible porque esos civiles no tienen a donde ir y carecen de medios para desplazarse.

Ordenar esa última gran ofensiva supondría que entre una aparente victoria total y traer de vuelta a los rehenes, Netanyahu ha optado por lo primero. Probablemente, sea esa la decisión preferida de la mayoría de su gobierno compuesto de ministros ultras, pero no por la opinión pública. El sondeo del Israel Democracy Institut, publicado la semana pasada, revela que el 51% de los israelíes prioriza salvar a los rehenes, mientras que solo el 36% prefiere acabar con Hamás.

Netanyahu no precisó cuándo el Ejército deberá empezar a cumplir esa orden. Quizá sea, por ahora, más una amenaza que una instrucción para presionar así a Hamás y obligarle a hacer concesiones en vísperas de la ronda negociadora que se avecina en El Cairo. Por ahora, la única reacción del movimiento palestino ha consistido en proclamar que una nueva "agresión militar a gran escala" acabaría de inmediato con cualquier negociación.

Foto: Vista de la protesta propalestina delante de la Corte Internacional. (EFE/I. Rachidi)

La prensa israelí no da una fecha de arranque de la anunciada ofensiva, pero sí indica que debería estar terminada para el 10 de marzo, cuando empiece el Ramadán, el periodo de ayuno para los musulmanes. Es un mes en el que se suelen exacerbar las pasiones en el mundo árabe.

Desde que Netanyahu proclamó su intención de adueñarse de Rafah, le han llovido las críticas desde Occidente y desde el mundo árabe. La toma de esa última ciudad provocaría una escabechina. Ya van más de 28.000 muertos, según el ministerio de Sanidad de Gaza, en manos de Hamás. "Extender las operaciones militares a Rafah sería una grave amenaza para la vida de más de 1M de refugiados palestinos en la zona y aumentaría la catástrofe humanitaria", escribió, por ejemplo, el sábado, José Manuel Albares, ministro español de Asuntos Exteriores, en la red social X.

La escalada militar israelí en Rafah busca "echar a los palestinos de su tierra", denunció Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina. Eso es precisamente lo que teme Egipto, que decenas de miles de civiles palestinos huyan de los bombardeos, arrollen los puestos de control en Rafah y entren en el Sinaí. Hamás no lo desea, pero Gaza es en parte un territorio sin ley donde no siempre impone su autoridad a los civiles.

Foto: Los gazatíes escapan de la ciudad de Gaza después del ultimátum de Israel. (EFE/Mohammed Saber)

Para intentar evitar que esto suceda, el régimen del presidente Abdelfattah al Sisi ha advertido que suspendería el tratado de paz con Israel si su Ejército toma Rafah y provoca una salida masiva de civiles, según reveló el diario The Wall Street Journal. Esa suspensión no debería inquietar mucho a Netanyahu porque en ningún caso Egipto desenterraría el hacha de guerra con Israel.

Sobre el terreno, Al Sisi ha tomado otras medidas preventivas como la instalación del lado egipcio de esa frontera de cámaras con las que podría anticipar la avalancha humana. También ha levantado un muro de hormigón de seis metros de altura, rematado por una alambrada, para impedir una entrada multitudinaria de palestinos. A diferencia de Siria, Jordania o Líbano, Egipto apenas acogió a refugiados palestinos desde la fundación del Estado de Israel en 1948. Al Sisi es fiel a esta misma política.

Por mucho que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, haya tachado de "delirantes" las condiciones puestas por el movimiento palestino Hamás para alcanzar un acuerdo con Israel, las negociaciones indirectas no están rotas. A través de intermediarios y de facilitadores, desde Egipto a Estados Unidos, pasando por Qatar, continúan por medios telemáticos y en El Cairo. "Existe cierto margen de maniobra", escribía Amos Harel, comentarista del diario israelí Haaretz, haciendo alarde de un optimismo inusitado ante la próxima visita, este martes, de William Burns, director de la CIA, a El Cairo para reunirse con las delegaciones egipcia, catarí y quizás incluso israelí, según revelaba la publicación estadounidense Axios.

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