Es noticia
El cáncer de Carlos III reabre las preguntas (apenas un año después) sobre la Corona británica y su sucesión
  1. Mundo
Guillermo, ¿el último monarca?

El cáncer de Carlos III reabre las preguntas (apenas un año después) sobre la Corona británica y su sucesión

El comunicado de Buckingham Palace en el que se confirmaba que el Rey padece algún tipo de cáncer (sin especificar) ha sembrado de dudas la línea sucesoria en la Corona británica

Foto: Camila Parker, Carlos III, el príncipe Guillermo y Kate Middleton, princesa de Gales. (Getty/Chris Jackson)
Camila Parker, Carlos III, el príncipe Guillermo y Kate Middleton, princesa de Gales. (Getty/Chris Jackson)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Un perfecto binomio entre tradición y modernidad: eso es lo que definió la coronación de Carlos III en mayo de 2023. Como quien más tiempo ha permanecido como heredero al trono en la historia de la monarquía británica, ha tenido tiempo suficiente para pensar cómo quería que fuese su reinado. Tras siete décadas de era isabelina, quiere marcar una nueva etapa en la que se niega a ser tan solo un monarca de transición. Necesita dejar su impronta. Y, al igual que su progenitora, no tiene planes de abdicar. Lo dejó claro en su primer discurso a la nación como monarca, en que quiso renovar la promesa que hizo su madre, comprometiéndose con el pueblo a que toda su vida, "fuera larga o corta", estaría al servicio de los ciudadanos.

Sin embargo, no ha pasado ni siquiera un año de la ceremonia en la Abadía de Westminster ante más de 2.000 invitados y el jefe de Estado, a sus 75 años, ha tenido que cancelar su agenda tras ser diagnosticado con algún tipo de cáncer, todavía sin especificar.

Cuando el Palacio de Buckingham anunció el mes pasado que le habían tratado por un agrandamiento benigno de la próstata, pareció marcar una nueva etapa para una institución hasta ahora no conocida por su transparencia. El deseo del monarca era compartir detalles de su condición para alentar a otros hombres que experimentaban los mismos síntomas a buscar consejo médico. Como resultado, Public Health England registró un aumento en el tráfico de su sitio web.

La carencia de filtros al hablar de la condición del monarca contrasta con el secretismo con que se sigue abordando la situación de su nuera Kate, princesa de Gales, quien estará apartada de la agenda pública, como mínimo, hasta después de Semana Santa, tras ser intervenida de una "cirugía abdominal" no cancerígena.

El monarca recibió elogios por ser tan abierto, pero ahora se vive una historia muy diferente. Esta vez se trata de una condición mucho más grave. Existían incluso protocolos para informar a una serie de líderes mundiales. El comunicado ha resultado más opaco. Al asegurar tan solo que no es cáncer de próstata, se abre la caja de Pandora para todo tipo de especulaciones.

Según la historia real reciente, parece que hay ciertas condiciones que pueden divulgarse y otras que no. Desde Palacio, defienden que siempre fueron muy abiertos sobre la mala salud del príncipe Felipe —marido de Isabel II— a lo largo de los años. Señalan un anuncio público en 2011, cuando fue trasladado en helicóptero al hospital después de sufrir dolores en el pecho mientras la familia real se preparaba para la Navidad.

Sin embargo, a medida que la difunta reina y el príncipe Felipe se fueron haciendo más mayores, el Palacio pasó a una nueva posición, diciendo que no "proporcionaría un comentario continuo" sobre la mala salud del cada vez más frágil consorte.

Para mantener la dignidad de la soberana en su vejez, solo se repitieron varias frases. Cuando la difunta reina se vio obligada a faltar a compromisos públicos, por ejemplo, se dijo que tenía "problemas de movilidad". La frase más temida, no obstante, era cuando se decía que estaban "de buen humor". Según The Times, "no pasó" mucho tiempo antes de que la expresión llegara a tener el mismo efecto aterrador en los corresponsales reales que cuando un primer ministro asediado decía tener el "pleno respaldo" del partido, solo para ser obligado a presentar su dimisión días después.

Como renombrado adicto al trabajo, Carlos III quiere volver a sus deberes públicos lo antes posible. Como subraya el comunicado oficial: "Se muestra totalmente positivo acerca del tratamiento y espera volver a desempeñar plenamente sus funciones públicas lo antes posible".

De momento, no se habla de crisis constitucional y en todo momento se transmite un mensaje de tranquilidad. De hecho, ni siquiera se ha activado el protocolo para llamar a los consejeros de Estado, aquellos autorizados para actuar en lugar del monarca si este no pudiera cumplir con sus funciones de forma temporal debido a enfermedad o ausencia en el extranjero.

En los próximos días, Carlos III seguirá asumiendo sus deberes como jefe de Estado, incluidas sus audiencias semanales con el primer ministro, Rishi Sunak, y las reuniones del Consejo Privado, pero no podrá retomar su agenda pública.

Para el responsable de una monarquía parlamentaria, como es el caso de Reino Unido, tan importantes son las firmas que estampa en los documentos que convierte en ley como la agenda que le acerca al pueblo. Ya lo decía Isabel II: "Hay que ser vistos para ser creídos". ¿Qué pasa entonces cuando hay un rey, pero no es visto? ¿Deja de ser creído?

Por otra parte, está la cuestión de la continuidad. Los analistas reales siempre recalcan que "cuando se viven tiempos turbulentos, a la gente le gusta aquello que le ofrece una sensación de estabilidad, como la monarquía británica".

Foto: Robert Hardman, experto en monarquía británica y protagonista de una de las charlas del Hay Festival de Segovia. (Cedida/Gema Checa)

Es obvio que, subiendo al trono con 73 años, Carlos III no iba a tener un reinado de siete décadas como el de su progenitora. Pero tampoco esperaba nadie que sufriera este tipo de contratiempos tan serios tan pronto. Con la geopolítica en plena vorágine, a Reino Unido no le vendría bien cambiar tan pronto de jefe de Estado.

La transición entre Isabel II y Carlos III, pese a los miedos, ha sido tranquila. Pero a nadie se le escapa que los actos republicanos cada vez tienen más eco. Sigue siendo minoritario, pero el eco está ahí. El respeto de la nación por Isabel II, toda una figura de continuidad en los 70 años que estuvo al frente de la Corona, fue suficiente para mantener el movimiento republicano relegado a un oscuro rincón. Pero el comienzo de un nuevo reinado brinda ahora la oportunidad de evaluar una institución a la que sus críticos tachan de "arcaica" y "antidemocrática".

Foto: Los príncipes de Gales. (Reuters/Jon Super)

Los medios ya comienzan a hablar de distintos escenarios en caso de que el monarca fallezca. La Firma es puro protocolo. Y cuando un jefe de Estado de 75 años tiene cáncer, es el deber de la institución tener todo preparado.

La reina Camilla, de 76 años, asumiría el título de Queen Dowager, es decir, "la viuda del rey". Todas las viudas de reyes son técnicamente reinas viudas, pero algunas usan el título de reina madre si son madres biológicas del heredero. Y la madre del príncipe Guillermo era Diana.

Por su parte, Guillermo se convertiría en el nuevo monarca. Siempre ha sido mucho más popular que su padre, sobre todo desde que se casó con Kate, quien se ha convertido en un pilar fundamental de la institución. Un pilar, recordemos, que lleva también tiempo fuera de la escena pública. Los expertos en monarquía consultados en su momento no se atrevían a pronosticar un futuro a largo plazo para la institución: ¿podría ser Guillermo el último rey?

Catherine Mayer, autora de Carlos: el corazón de un rey, aseguraba a este diario que, si bien Carlos ha sido visto como "el eslabón más débil" por los movimientos republicanos en la Commonwealth en el pasado, no cree que vayan a producirse cambios constitucionales durante su reinado. "De haberlos, no creo que tengan lugar con Carlos, sino con Guillermo y Kate, quienes no pienso que sean el activo que todos creen que son. No lo digo como una especie de crítica hacia ellos, solo creo que los tiempos actuales juegan en su contra", concluye.

Un perfecto binomio entre tradición y modernidad: eso es lo que definió la coronación de Carlos III en mayo de 2023. Como quien más tiempo ha permanecido como heredero al trono en la historia de la monarquía británica, ha tenido tiempo suficiente para pensar cómo quería que fuese su reinado. Tras siete décadas de era isabelina, quiere marcar una nueva etapa en la que se niega a ser tan solo un monarca de transición. Necesita dejar su impronta. Y, al igual que su progenitora, no tiene planes de abdicar. Lo dejó claro en su primer discurso a la nación como monarca, en que quiso renovar la promesa que hizo su madre, comprometiéndose con el pueblo a que toda su vida, "fuera larga o corta", estaría al servicio de los ciudadanos.

Reino Unido
El redactor recomienda