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Porno con o sin 'hiyab': "Los extranjeros me piden que me lo ponga"
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Utilización del símbolo religioso

Porno con o sin 'hiyab': "Los extranjeros me piden que me lo ponga"

Dentro del incremento del consumo de pornografía en los últimos diez años, uno de los subgéneros que ha cobrado relevancia es el del hiyab

Foto: Una mujer reza en Kabul (EFE/Samiullah Popal)
Una mujer reza en Kabul (EFE/Samiullah Popal)

Una cama blanca. La luz tenue, proveniente quizá de una lámpara cubierta con una camiseta interior o un trapo de cocina. En una de las paredes del fondo, hay un póster en el que aparece Capitán América.

“Podría hacer esto todo el día”, se puede leer.

Porno, en el caso que nos ocupa. Asumo, sin embargo, que los creadores del video no han prestado demasiada atención al apartamento alquilado por horas, más allá de asegurarse de su neutralidad: no hay pistas geográficas o culturales aparte de esa referencia al universo Marvel, que hoy en día podría adornar una pared de Texas o de La Meca, indistintamente.

Aparece una chica joven, blanca, desnuda pero con el cabello cubierto con un velo mal puesto. Mira fuera de cámara. Aparece un hombre. La besa. Ella va a decir algo. Él le dice: “Cállate, perra musulmana”. Los ojos de la chica no se incendian. El insulto le es indiferente.

No es musulmana.

La tela que le cubre la cabeza no es un hiyab, por mucho que el director o los actores jueguen a que lo sea. Se trata tan solo de un elemento erótico que, lejos de cubrir, expone.

Foto: Peregrinaje a La Meca. (EFE/EPA/Stringer)

Y es que el protagonismo no está en el pecho de la mujer, ni en su sexo, tampoco en su actitud. Está en ese pañuelo sobre el que el actor termina eyaculando. Antes de que el video se corte, la chica se quita el velo y lo deja caer; no significa nada.

Dentro del incremento del consumo de pornografía en los últimos diez años, uno de los subgéneros que ha cobrado relevancia es el del hiyab. Su peculiaridad consiste en que la actriz o las actrices llevan un pañuelo cubriéndoles el cabello, evocando una identidad musulmana. El hiyab o velo islámico es el elemento central.

Un estudio reciente sobre la presencia del hiyab en la industria pornográfica reveló que en Polonia, las búsquedas de "porno con hiyab" aumentaron en un 207% en noviembre de 2015. En Alemania, de enero de 2015 a abril de 2018, hubo un aumento del 114% en consultas en línea relacionadas con términos como "pornografía de refugiados", que incluía vídeos de mujeres con hiyab. También Hungría y Austria experimentaron un alza del 151% y 195% respectivamente.

El velo lleva años siendo un tema recurrente de discusión y se utiliza, a menudo, como arma arrojadiza. Hay quienes obligan a quitarlo, hay quienes obligan a ponerlo. Hay mujeres que se lo ponen por y para Alá; otras, sin embargo, eligen llevarlo como símbolo identitario. Sea como sea, debería ser algo personal. Sin embargo, está en boca de todos, en manos de todos: de los políticos, en los sistemas económicos, como parte de imaginarios ficcionales y, por supuesto, forma parte de la industria del sexo.

Imperialismo y deseo

El problema no es el deseo. A estas alturas, sería ingenuo creer que hablamos de un problema estrictamente religioso. La ficción está repleta de historias de pasiones prohibidas, de la tendencia humana a traspasar los límites y a encontrar placer en el vértigo que da la posibilidad de la caída. Deseamos. Transgredimos. Y está bien. El deseo está bien, incluso, cuando va en contra del Dios propio, asumiendo las cargas personales que ello pueda conllevar. El problema de este tipo de pornografía es que se utilizan los elementos religiosos para humillar, para castigar y para denigrar. Se trata de la continuación de una contienda que se está librando en el ámbito político y social. Y en toda guerra, el sexo puede ser también campo de batalla. El sexo como espacio político.

Ann Stoler defiende, en su análisis sobre la explotación colonial de la esfera íntima, que los elementos relacionados con el deseo han sido esenciales históricamente en la consolidación del imperialismo.

Cuando hablamos de imperialismo en el siglo XXI, este se presenta camuflado por el marketing, las ideologías políticas, los miedos colectivos, las ficciones y el deseo.

El hiyab es un elemento fundamental en la visión orientalista. Se ha mercantilizado a través de la publicidad, folletos de agencias de viajes y también como un objeto de conquista en la literatura. ¿Qué sería del explorador blanco sin sucumbir al poder seductor de una mujer velada?

Más allá de la fantasía

No podemos reducir este tipo de contenido a la necesidad de satisfacer una fantasía. En la ficción colonial, la mujer con velo era un trofeo sexual, una experiencia más del mundo exótico, un objeto sobre el que tomar posesión. En el caso del porno no podemos hablar simplemente de fantasías coloniales, sino de agresión, de odio.

Uno de los entrevistados para este artículo, Bastian. S, de París, aseguraba que él está profundamente en contra del uso del hiyab y que se opone a la normalización de ciertas costumbres comunes entre los musulmanes. “No puedo arrancar un hiyab por la calle sin enfrentarme a repercusiones legales”, afirma. “Pero puedo fantasear con ese hecho y, muchas veces, el odio y el deseo están íntimamente conectados”. Hablamos de ejercer la violencia desde el deseo, desde un plano sexual.

“Durante mis encuentros sexuales con hombres extranjeros, suelo llevar el hiyab, me lo piden ellos”, cuenta Maha, prostituta de lujo en Abu Dhabi. "Sin embargo, con los clientes locales musulmanes se trata de algo impensable".

Foto: Niños juegan con armas de juguete en la celebración de ruptura del ayuno tras el ramadán en Peshawar, Pakistán. (EFE) Opinión
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Hala, una joven saudí que aparece con el cabello y el rostro cubierto en sus vídeos sexuales, explica que lo que atrae a sus seguidores es el hecho de ser realmente de origen musulmán. "Me dicen que en mis vídeos lo que excita es la verdad".

Los consumidores de pornografía que se consideran musulmanes son de la opinión contraria.

"Ver porno supone ir contra mis creencias; no quiero ver un hiyab ni nada relacionado con mi fe en ese contexto", confiesa Rami desde Dubai. "Para mí, el hiyab no debería formar parte de este tipo de vídeos".

La defensa que nace de la ignorancia

Existen intentos de justificar el uso del velo en el porno como medio para combatir los estereotipos occidentales. Existen voces que han tratado de otorgarle una carga positiva, explicando que incluir el hiyab en los videos sexuales supone la diversidad humana. Se refieren a una “sexualidad” árabe, cayendo en el error de mezclar etnicidad con afiliación religiosa:

Primero, porque las mujeres musulmanas no tienen sexo con el hiyab puesto.

Segundo, el hiyab no es identitario de las mujeres árabes, sino de las musulmanas que deciden llevarlo, sean árabes, europeas, o de Indonesia. El hiyab es un símbolo religioso, no étnico.

"No se tiene que entender el sexo con hiyab como representación de nada, porque solo satisface fantasías coloniales. No tiene nada que ver con la diversidad. Diversidad sería porno con árabes, con africanos, con americanos de cuerpos no normativos. El porno con hiyab es otra cosa distinta. Es tan absurdo como asumir que el porno con elementos de la religión católica es representativo del tipo de sexo que tienen los católicos".

Foto: Vista general del hotel Emirates Palace, en Abu Dabi. (EFE)

Hay quien señala que existen videos sexuales de otras religiones. Hay videos sexuales de monjas con su hábito y su crucifijo, y existe una gran variedad de contenido con judíos. El porno ofrece esa transgresión, ofrece disfrutar de lo prohibido unos cuantos minutos, sin consecuencias ni culpa. ¿Se sexualiza el hiyab? Sí, defienden algunos, como se sexualiza el cabello, las faldas, los pantalones, el embarazo, la delgadez.

Sin embargo, el contenido de los videos que incluyen el hiyab van más allá de la simple satisfacción. Hablamos de materiales repletos de vocabulario denigrante contra el colectivo musulmán. Las mujeres de los vídeos aparecen siendo castigadas por hombres europeos o por maridos que cumplen todos los estereotipos manidos de hombre musulmán machista y maltratador.

Erotizar un símbolo religioso como lo es el hiyab supone un intento de agresión al Islam. La cantidad de violencia contra las mujeres en este tipo de porno sobrepasa significativamente si se compara con otras categorías. Son comunes los insultos que incluyen referencias a la religión de la mujer (y no a su etnicidad, por ejemplo).

Foto: Mohamed Salah celebra un gol con el Liverpool (Reuters/Russell Cheyne)

Otro de los estereotipos presentes en este tipo de vídeos es la sumisión de las mujeres musulmanas. Las situaciones en las que se suceden los encuentros sexuales ponen el acento en esta percepción. El hombre la castiga: la mujer no le ha servido el té correctamente, por ejemplo. En otros vídeos, las mujeres actúan como si se encontraran en situaciones de desprotección y aceptan todo tipo de abusos a cambio de comida o alojamiento. El estudio mencionado con anterioridad confirma que en los vídeos que contienen eyaculación, el semen acaba sobre el rostro de la mujer con hiyab o sobre el mismo velo, recalcando la objetificación del mismo.

Tampoco es el velo en sí el problema, sino el significado que se le trata de otorgar. El hiyab es un símbolo de protección, protege una de las zonas del cuerpo de la mujer que solo puede ver el marido. Violarlo, correrse en él, trata de atentar contra su significado.

"El porno con hiyab es solo un intento patético de agresión", explica A.H, profesor de Islam en Alemania. "Tenemos que entender que se trata solo de un trozo de tela utilizado por actores".

Al final hablamos de una paradoja: Occidente, defensor del poder emancipador del exhibicionismo, recurre al mismo velo que trata de denigrar para obtener ganancias económicas.

Una cama blanca. La luz tenue, proveniente quizá de una lámpara cubierta con una camiseta interior o un trapo de cocina. En una de las paredes del fondo, hay un póster en el que aparece Capitán América.

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