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'Morir en la ruina': el drama de envejecer donde una residencia cuesta más que un hotel
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El 'salvaje oeste' para los ancianos

'Morir en la ruina': el drama de envejecer donde una residencia cuesta más que un hotel

En Estados Unidos, las personas mayores afrontan el desafío de poder permitirse los cuidados personales y las residencias de ancianos por el aumento rampante de precios

Foto: Dos personas mayores en Washington, en 2020. (EFE/Michael Reynolds)
Dos personas mayores en Washington, en 2020. (EFE/Michael Reynolds)
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Envejecer en Estados Unidos en drama que tiene hasta su propio género periodístico. The New York Times inauguró en noviembre una serie de artículos crudamente titulada Dying Broke ('Morir en la ruina') para explicar los desafíos que enfrenta la población de edad avanzada. Nadie dijo que hacerse mayor fuera fácil, pero las dificultades inherentes a la ancianidad pueden resultar particularmente duras en el país más desigual y con menores prestaciones sociales del mundo industrializado. La mayoría de los miembros de la generación del baby boom se incorpora a las filas de la tercera edad con algunas cuentas pendientes. La más importante es cómo pagarán los cuidados personales que probablemente necesiten según avancen los años.

Un reciente estudio del Joint Center for Housing Studies, en la Universidad de Harvard, recoge que el 87% de las personas mayores de 75 años que viven solas no puede pagarse un servicio de asistencia. Una cifra notable si tenemos en cuenta que cerca del 60% de los octogenarios de este país que vive por su cuenta es aproximadamente el doble, proporcionalmente, que en España.

Estos números reflejan la confluencia de varios fenómenos. Entre los principales, el envejecimiento de la población por falta de relevo generacional, pese al efecto compensatorio de la inmigración; la creciente esperanza de vida y, como consecuencia, una mayor y más prolongada demanda de cuidados. Un cuarto factor es la falta de regulación o de opciones públicas que, como sucede con el sistema de salud y con los medicamentos, permite un alegre bailoteo de precios.

En la ciudad de Nueva York, una residencia de ancianos cuesta, de media, 169.704 dólares al año. Casi 500 dólares al día. Aproximadamente el doble que una noche en una habitación sencilla del Hotel Hilton en el centro de Manhattan. El pasado mes de julio, el precio medio de estas instalaciones aumentó en EEUU, según datos del Gobierno federal, un 2,4% intermensual. 12 veces más que la inflación.

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Por las páginas de la sección de The New York Times desfilan las historias de personas mayores que, en este difícil contexto, explican cómo una vida de trabajo en el rango de clase media no ha sido suficiente para costear los cuidados que necesitan ellas o sus cónyuges y acaban, muchas veces, sin blanca o dependiendo completamente de sus hijos.

"La perspectiva de morir en la ruina se cierne como amenaza inminente sobre la generación del baby boom, que expandió ampliamente la clase media y miró con esperanza a una jubilación respaldada por sus pensiones y por sus 401.000 dólares [una pensión en el marco laboral de la empresa]", escriben Reed Abelson y Jordan Rau en el diario. "Cerca de 10.000 de ellos cumplirán 65 años cada día hasta 2030, con la expectativa de vivir hasta los 80 o los 90 mientras el precio de los cuidados a largo plazo explota, superando la inflación y alcanzando el medio billón de dólares al año, según los investigadores del Gobierno federal".

Una de las historias se centra en la experiencia de cuatro hijos que llevan 35 años pagándole a su madre, hoy nonagenaria, un "seguro a largo plazo" que le permita sufragar la asistencia necesaria a estas edades. Pero no es suficiente, y tienen que añadir otros 4.000 dólares al mes para llevar esa atención al domicilio, que no cubre el seguro.

Tener cuatro hermanos, aun así, es una rareza, y muchas personas tienen que hacerse cargo de sus progenitores ancianos por sí solas, renunciando, a veces, a sus carreras. Según un estudio de AARP, una fundación sin ánimo de lucro centrada en mejorar la calidad de vida de los ancianos, en 2021 los estadounidenses contribuyeron cerca de 600.000 millones de dólares a la economía en trabajo gratuito. En este caso, cuidando a sus mayores, porque el coste de contratar a alguien o de recurrir a una institución es demasiado alto para la inmensa mayoría de los bolsillos.

El servicio más caro... y menos accesible

Pese a la creciente demanda de estos servicios, muchas de estas residencias han cerrado en los últimos años. En concreto, actualmente hay 600 residencias de ancianos menos que en 2017, de manera que más del 20% de las personas mayores de 65 años no tiene, en su condado, un servicio de este tipo. Esta situación los obliga a elegir opciones más incómodas. Muchas de ellas acaban en la cama de un hospital común que no ofrece los servicios que necesita, o lejos de su condado, tal y como refleja una investigación publicada por The Wall Street Journal.

Si bien existe una red de asistencia pública para evitar que los ancianos acaben durmiendo en una acera, la franja social que cubre es muy estrecha. Para que el Estado pague los servicios de una residencia de ancianos perteneciente a la red del programa Medicaid, la persona tiene que tener menos de 2.000 dólares en el banco. Si vive en pareja, menos de 3.000 dólares entre los dos.

Foto: Kevin Carey. (New America/Flickr)

A medida que envejece la población, el problema de la falta de cuidados adecuados será previsiblemente más acuciante. Según las estimaciones del Gobierno federal, la cantidad de norteamericanos con más de 65 años pasará de 56 millones a 81 millones en 2040. Y de momento pocos de estos futuros ancianos planifican para cuando lleguen a la senectud. El 70% requerirá algún tipo de cuidados, pero solo un 3% o un 4% de los mayores de 50 tienen un seguro a largo plazo que allane el terreno para sufragar la asistencia, aunque solo cubra una parte.

Con estos datos en mente, la Administración Biden aprobó en abril más de 50 decretos destinados a mejorar la accesibilidad a estos servicios, sobre todo las personas mayores discapacitadas. El presidente estadounidense no había logrado que el Congreso aprobara un paquete de 400.000 millones de dólares, más completo, en 2021.

La pandemia de coronavirus, que mató a 200.000 residentes y miembros del personal de las residencias de ancianos de EEUU, insufló urgencia a los planes de Joe Biden, que el pasado septiembre propuso mejorar los estándares de estos centros. Entre otras cosas, el Gobierno federal los obligará a tener un número mínimo de empleados, de manera que estos no se van desbordados. "Es un gran cambio en el sentido de que la industria no ha tenido que seguir estándares particulares", declaró el secretario de Salud y Servicios Humanos de la Administración Biden, Xavier Becerra. "En lo que se refiere a la calidad y a la rendición de cuentas de las residencias de ancianos a lo largo del país, ha sido un salvaje oeste. Lo que estamos diciendo, simplemente, es que no queremos mandar allí a nuestros seres queridos".

Envejecer en Estados Unidos en drama que tiene hasta su propio género periodístico. The New York Times inauguró en noviembre una serie de artículos crudamente titulada Dying Broke ('Morir en la ruina') para explicar los desafíos que enfrenta la población de edad avanzada. Nadie dijo que hacerse mayor fuera fácil, pero las dificultades inherentes a la ancianidad pueden resultar particularmente duras en el país más desigual y con menores prestaciones sociales del mundo industrializado. La mayoría de los miembros de la generación del baby boom se incorpora a las filas de la tercera edad con algunas cuentas pendientes. La más importante es cómo pagarán los cuidados personales que probablemente necesiten según avancen los años.

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