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El OnlyFans que colmó el vaso: el político más mentiroso de la historia de EEUU afronta su fin
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El OnlyFans que colmó el vaso: el político más mentiroso de la historia de EEUU afronta su fin

Cómo tiene que ser de grave el caso de George Santos, congresista republicano, para que el propio Partido Republicano esté deseando darle la patada y expulsarlo del Congreso

Foto: El congresista republicano George Santos ofrece una rueda de prensa. (EFE/Justin Lane)
El congresista republicano George Santos ofrece una rueda de prensa. (EFE/Justin Lane)

Uno de los rasgos más lacerantes de la polarización política de los últimos años, sobre todo en un país de rígida tradición protestante como Estados Unidos, es que se ha perdido el noble arte de dimitir a raíz de un escándalo. Otro rasgo es que los miembros de un partido preferirían tragar sapos del tamaño del Titanic antes que deponer a uno de los suyos. En este contexto, cómo tiene que ser de grave el caso de George Santos, congresista republicano, para que el propio Partido Republicano, la misma formación tribalizada que ha defendido a Donald Trump a capa y espada, esté deseando darle la patada y expulsarlo del Congreso.

Cualquier ser humano que siguiera la política americana de reojo, a mil kilómetros de distancia, hubiera percibido algo raro en George Santos: un hombre de 35 años capaz de asegurar, públicamente y casi al mismo tiempo, que es judío y es católico, que perdió familiares en el Holocausto y en los atentados del 11 de septiembre de 2001; que es de ascendencia ucraniana y latina; que es gay y que está casado con una mujer, por mencionar algunas de sus mentiras, con todo, más superficiales.

El congresista aseguró que había estudiado en el prestigioso instituto Horace Mann School, del Bronx. Mentira. Dijo que se graduó en economía y finanzas en el Baruch College de la universidad de CUNY. Mentira. Y que estudió en la Universidad de Nueva York. Mentira. Y que trabajó en Goldman Sachs y en Citigroup. Todo mentira. Aun así, pese a estas y otras señales de alarma visibles antes de las elecciones, tuvo suficientes votos como para ganar el tercer distrito de Nueva York en 2022.

Pero estas mentiras de índole personal, pese a que suponen una traición al votante y al partido y una violación de las reglas morales básicas, no son la razón por la que el Comité de Ética de la Cámara de Representantes, dirigido por el republicano Michael Guest, quiere que se expulse a Santos. Los presuntos crímenes del congresista van más allá y no sabemos si caben en este artículo, ya que el documento que reúne las “evidencias aplastantes” de quebrantamiento de la ley tiene 56 páginas elaboradas con base en 170.000 páginas de documentos y “docenas” de testimonios.

El resumen es que George Santos está acusado de 23 delitos federales. El congresista habría robado fondos de su propia campaña y los habría gastado en toda una serie de caprichos personales, como viajes, estancias en hoteles de lujo y centros de spa, productos de la exclusiva marca francesa Hermès, cuentas eróticas de OnlyFans y bastantes inyecciones de bótox. Al mismo tiempo, para ocultar el maltrecho estado de sus finanzas, que habría saneado ilegalmente con dinero de la campaña electoral, Santos está acusado de mentir repetidamente en sus declaraciones fiscales.

“El representante Santos buscó explotar fraudulentamente cada aspecto de su candidatura a la Cámara de Representantes para su propio beneficio financiero”, dice el documento, adoptado unánimemente por el comité. La investigación añade que, durante las pesquisas, Santos trató de ocultar información y añadió otras falsedades a la montaña de mentiras analizada por los congresistas. El documento, cuya conclusión es que Santos “ha traído un severo descrédito” al Congreso, ha sido enviado al Departamento de Justicia para que se tomen las medidas pertinentes.

Teniendo los días contados, Santos anunció que no se presentaría a la reelección en noviembre del año que viene, lo cual no fue suficiente para aplacar a sus compañeros parlamentarios. En los próximos días —es posible que el propio miércoles— está previsto que la Cámara de Representantes vote por tercera vez su expulsión. Las dos primeras veces faltó cuórum, pero es posible que, en esta ocasión, se alcance la mayoría de dos tercios necesaria para relevarlo de su puesto.

Foto: El congresista estadounidense George Santos. (Reuters/Elizabeth Frantz)

La expulsión de un miembro de la Cámara de Representantes es una rareza histórica. Solo ha pasado cinco veces en casi dos siglos y medio. Tres de ellas durante la Guerra Civil, cuando tres representantes, dos de Misuri y uno de Kentucky, decidieron unirse a los rebeldes confederados. Los otros dos casos se debieron a condenas en firme por corrupción: en 1980 y en 2002. Ambas a representantes demócratas, de manera que el caso de Santos inauguraría un capítulo en el Partido Republicano. Otro detalle es que Santos no solo ganó las elecciones en su distrito, que suma partes de Long Island y Queens, sino que se trataba de un distrito tradicionalmente demócrata. Los republicanos, por tanto, se arriesgan a que los demócratas recuperen este territorio.

El congresista se ha defendido con la estrategia de arrimar el ventilador a una montaña de excrementos: acusando a sus compañeros de la élite de Washington de incurrir continuamente en prácticas inmorales, de manera que las suyas, por contraste, se disuelvan en una especie de supuesta normalidad corrupta.

“No me importa. ¿Me queréis expulsar? Me lo tomaré como una medalla de honor”, declaró durante una entrevista emitida por la red social X, antes conocida como Twitter. “Tengo colegas que están más preocupados por emborracharse cada noche con la siguiente lobista que se van a cepillar, pretendiendo que nadie sabe qué está pasando. También por vender al pueblo americano, por no presentarse a votar porque tienen demasiada resaca o por la razón que sea, o no presentarse a votar en absoluto y entregar su tarjeta como si fuera un maldito caramelo para que alguien vote por ellos”, espetó.

Varios mimbres interesantes se unen en la historia de George Santos, que, al principio, fue tanteada como ejemplo de la quiebra del dominio demócrata en el estado de Nueva York. Un enfoque original, pero rápidamente reemplazado por las continuas mentiras de un congresista que ha roto todos los récords de fraude político, ya de por sí generosos en un país donde las posibilidades de financiación secreta e ilimitada prácticamente legalizan la corrupción. Hoy la historia es otra: hasta el Partido Republicano, o buena parte del mismo, quiere anunciar que en política no todo vale.

Uno de los rasgos más lacerantes de la polarización política de los últimos años, sobre todo en un país de rígida tradición protestante como Estados Unidos, es que se ha perdido el noble arte de dimitir a raíz de un escándalo. Otro rasgo es que los miembros de un partido preferirían tragar sapos del tamaño del Titanic antes que deponer a uno de los suyos. En este contexto, cómo tiene que ser de grave el caso de George Santos, congresista republicano, para que el propio Partido Republicano, la misma formación tribalizada que ha defendido a Donald Trump a capa y espada, esté deseando darle la patada y expulsarlo del Congreso.

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