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La mujer que convenció a un país de apenas 5M de habitantes de que podía entrar en la carrera espacial
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El sueño de Marte

La mujer que convenció a un país de apenas 5M de habitantes de que podía entrar en la carrera espacial

Michaela Musilova es astrobióloga, ha participado en varias misiones de simulación de viajes humanos a Marte y tomó parte en el primer satélite enteramente eslovaco lanzado al espacio

Foto: Michaela Musilová. (Richelle Gribble)
Michaela Musilová. (Richelle Gribble)

Michaela Musilova narra su historia a bordo de un barco a la Antártida. No es el sitio más extraño donde ha estado. Su vida parte de la deprimida y tumultuosa Bratislava de los últimos años del Telón de Acero y pasa por la NASA y un volcán en Hawái. Pero el centro es Marte.

Musilova nació en 1988, en la Checoslovaquia todavía tras el Telón de Acero. Un año después, caía el régimen comunista tras la Revolución de Terciopelo y no fue hasta 1993 que oficialmente se declaró la Eslovaquia independiente. El país de su niñez es el de los postcomunistas: de las casas con paredes que se caen y humedades, las estufas de gas, y las librerías de juguetes, donde los niños del barrio cogían un juguete hasta que se cansaban de él, y entonces lo pasaban a otro niño, y así no hacía falta comprar otro. El espacio estaba para los sueños y los libros de Ciencia Ficción que a veces escribía y compartía con sus compañeros de clase. ¿Existen los aliens? ¡Qué vida sería poder dedicarse a buscarlos!

Y así es la vida. Michaela Musilova es atrobióloga, ha pasado por la NASA, participado —y dirigido— varias misiones de simulación de viajes humanos a Marte, su nombre está firmado en el Curiosity que deambula por el planeta rojo y fue parte en el primer satélite enteramente eslovaco lanzado al espacio, la chispa de esperanza y ciencia que empujó al país, de apenas 5 millones de habitantes, a relanzar su industria espacial e incluso entrar por fin —de momento como estado asociado— en la Agencia Espacial Europea.

"De niña, soñar con el espacio, con buscar vida extraterrestre, era… en abstracto. Porque sabía que para que pasara, mi vida tendría que cambiar radicalmente", cuenta Musilova, a bordo del barco del proyecto Homewardbound, una iniciativa que reúne a mujeres líderes del mundo STEMM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés) en un viaje-formación a la Antártida, patrocinado por Acciona.

Foto: Lanzamiento del cohete de Mitsubishi Heavy Industries (MHI) desde el centro espacial de Tanegashima en Japón (EFE)

Pero, en 1999, Eslovaquia mandó a su primer cosmonauta al espacio, Iván Bella. Para la jovencísima república, era un hito de los que suelen acompañar a la carrera espacial: más nacionalista, emotivo, propagandístico… que científico per se. En aquel entonces, una muy arruinada Rusia se ofreció a solventar parte de la deuda con Eslovaquia (20 millones de dólares de la época) invitando a un eslovaco a participar en una de sus misiones espaciales.

"Ser el primero está bien, pero ser el único es duro", declaró Bella en una entrevista entonces al diario Sme. Efectivamente, el viaje de Bella al espacio no significó el inicio de una prometedora ciencia espacial en su país natal. Durante muchos años, esto quedó relegado a un ‘lujo’ de grandes potencias.

placeholder Iván Bella, el primer eslovaco en el espacio (spacefacts)
Iván Bella, el primer eslovaco en el espacio (spacefacts)

Iván Bella pasó una semana en el espacio, pero cambió la vida de Musilova. Después de todo, los niños solo pueden imaginarse una vida con lo que han visto. "Al conocerlo, me di cuenta que quizá el sueño no era tan irrealizable. Quiero buscar aliens, quizá podría ser yo misma la que los busque en el espacio".

Obviamente, no ha sido fácil. La vida de Musilova es una sucesión tras otra de montañas que escalar. Tantas piedras que uno se pregunta si es que hay gente que está condenada al sufrimiento de Sísifo y tener que volver a empezar una vez casi se ha rozado la cima del éxito. Existe la tentación de simplemente transcribir su narración, apenas detenida por preguntas para corroborar este o aquel detalle.

En busca de aliens

De joven, sufrió acoso escolar y, aunque gracias al trabajo de su padre, diplomático, tenía el idioma y los mundos posibles que da el viajar, el dinero era un problema. En Eslovaquia no había estudios espaciales, y Estados Unidos le estaba vetado por los costes. Ni siquiera se le pasó por la cabeza Moscú. "La generación de mis padres tuvo que lidiar con todos los problemas de [estar en la órbita] de la URSS y el comunismo, y tras la Revolución de Terciopelo, mi generación le dio la espalda a todo eso".

También la carrera que ella quería: astrobiología, en aquel entonces, una entelequia en todo el mundo. De los sueños de buscar aliens había pasado al interés por los extremophiles, formas de vida en condiciones extremas (temperaturas abismales, falta de oxígeno o agua, radiación… es decir, que amplían los límites a los que la vida conocida puede adaptarse). "Si podemos entender los límites de la vida en la Tierra, potencialmente podríamos encontrar formas de vida similares en Marte". A diferencia de la Luna, "hay todavía algo de esperanza de que podamos encontrar vida en Marte, especialmente en ambientes debajo de la superficie, como los tubos y cuevas de lava. Quizá incluso fósiles de vida de hace miles de millones de años".

"Si podemos entender los límites de la vida en la Tierra, potencialmente podríamos encontrar formas de vida similares en Marte"

Así que decidió crear su propio programa. Empezó en Reino Unido —estudiando astrofísica para añadir luego la carrera de biología— un largo y agotador camino de becas académicas, trabajos a tiempo parcial, estudiar hasta las tantas de la noche en tugurios de mala muerte para mantener las mejores notas. El viaje la llevó hasta EEUU, donde pasó por Caltech (California Institute of Technology) y la NASA.

"La visa de estudiante que tenía en Caltech no me permitía tener un trabajo, y aunque la beca me cubría los estudios, no el resto. Así que básicamente me moría de hambre. Iba a eventos donde sabía que iba a haber comida y cogía todo lo de la mesa. Para mantener mis notas, cuando estaba estudiando, cansada de madrugada, me daba una ducha fría para poder seguir estudiando unas horas más antes de que amaneciera e ir a clases". A la espera de otras becas, había meses en los que tuvo que dormir haciendo ‘CouchSurfing’ (sofás que gente presta gratuitamente para conocer viajeros) sobre su mochila y ordenador.

Sin pasaporte, no hay futuro

Su nacionalidad tampoco ayudaba, más allá de los problemas de visados. Da igual lo lejos que pudiera llegar: si no eres estadounidense, no puedes trabajar en la NASA. De hecho, tras meses intentando convencer al supervisor de un programa sobre extremophiles en el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, lograron encontrar un vacío legal para que, como ‘Investigadora invitada’, pudiera investigar temporalmente con ellos. Tampoco entonces en la ESA (Agencia Espacial Europea), donde solo pueden trabajar los estados miembro.

En el juego de viajar al espacio, el dinero es ahora clave. La carrera espacial ya no es solo de las grandes potencias. A Estados Unidos y Rusia se han unido China y la Unión Europea, y los acuerdos de colaboración, el abaratamiento de los costes y los avances tecnológicos han permitido que muchos otros países —algunos, sin historia de investigaciones al respecto — se hayan embarcado en la aventura espacial. Ya sea como un modo de desarrollar su influencia internacional, ganar peso geopolítico o atraer inversores. Si es que tienen los recursos para ello. Hace cuatro años, Emiratos Árabes Unidos lanzó su primera sonda espacial a Marte, convirtiéndose en la quinta agencia espacial en alcanzar la órbita marciana. Eslovaquia está todavía muy lejos de ese punto.

placeholder El tercer lanzamiento de Corea del Sur de un cohete espacial de combustible sólido. (EFE/Yonhap)
El tercer lanzamiento de Corea del Sur de un cohete espacial de combustible sólido. (EFE/Yonhap)

"Soy realista. No creo que tenga la posibilidad de ir al espacio. Aunque Eslovaquia es ya un miembro asociado de la ESA, lo que significa que la próxima vez que la ESA organice una convocatoria para astronautas, algo que solo hace como una vez cada década, yo sería elegible como eslovaca. Pero la última convocatoria fue en 2021 [cuando Eslovaquia no era miembro asociado] y nos la perdimos. E incluso si hubiéramos sido capaces, como Eslovaquia no invierte decenas de millones de euros [en la ESA y los programas espaciales], nuestras oportunidades son mínimas, casi cero, porque seamos realistas, el proceso se basa en cuanto se invierta".

Revivir una esperanza olvidada

Quizá Musilova no vaya al espacio, pero Eslovaquia ya está dando pasos en esa carrera espacial. Mientras ella se desencantaba por el lado oscuro de la academia, los datos falsificados en medio de la insaciable necesidad de publicar o morir, en Eslovaquia nacía la Organización para las Actividades Espaciales (SOSA, por sus siglas en eslovaco). Era, más bien, un grupo de jóvenes con una pasión pero que se les tomaba no demasiado en serio. Pero, siendo Musilova un ejemplo de "eslovaca haciendo cosas en el espacio", se acercaron a ella. Y ella de vuelta a Eslovaquia.

"En aquel entonces, no había mucho sobre el espacio en Eslovaquia, y lo poco que había, circunscrito a los círculos académicos. Pero no había llegado a la industria y no había ningún esfuerzo [por parte del Gobierno] para hacernos parte de la ESA", rememora Musilova. "Queríamos probar al país que Eslovaquia tenía el potencial para tener éxito en el espacio, y así nació la idea de construir de cero un satélite enteramente eslovaco. La idea era aprender durante el proceso a desarrollar tecnología espacial".

placeholder El skCube (SOSA)
El skCube (SOSA)

El skCube se lanzó al espacio en 2017. Apenas un cubo que casi cabe entre las manos y con una vida de apenas cinco años, costó cerca de medio millón de euros y movilizó a empresas, start ups, universidades, el público… y finalmente al Gobierno. Acabó siendo un proyecto nacional.

"El éxito del skCube, y la participación de empresas de tecnología espacial, demostró al Gobierno que es un sector que no debía dejarse abandonado". Si en 2017 apenas había compañías relacionadas con la industria espacial, ahora en 2030 hay al menos 40, según un informe de la joven Agencia Espacial Eslovaca, parte del Ministerio de Educación y Ciencia.

La empresa privada llega al espacio

Algunos de los sensores fabricados para el skCube, que utilizaban el sol para ayudar al minúsculo satélite a establecer su localización en el espacio se están utilizando en otros proyectos internacionales. Con la irrupción de otras empresas privadas —la más famosa, por supuesto Elon Musk, la carrera espacial ya es más económica e industrial que geopolítica. Mucha de la ciencia espacial puede, además, aplicarse en otros terrenos. Y es aquí donde pueden jugar los pequeños países como Eslovaquia.

Pero el mito de Sísifo es así. A punto de llegar a la meta, la roca resbala y hay que empezar de cero. En el caso de Musilova, en forma de un chantaje: su rápido ascenso (tenía 28 años y acababa de ofrecérsele una plaza de catedrática en una universidad) había generado tensiones dentro del mundo académico que cristalizaron finalmente en un informe de 60 páginas que sus rivales enviaron a sus colegas —y luego a los medios— "lleno de mentiras sobre mí", sostiene Musilova. Que no había trabajado en la NASA, que todo su CV académico era inventado. "El golpe fue durísimo, en un momento hasta tuve que ir al hospital. Era idiota, evidentemente se podía buscar toda la información sobre mí, mis credenciales, en internet. Pero la campaña estaba ya lanzada". Consiguió el puesto en la universidad, pero los rumores la acompañaban adonde fuera.

"Fue entonces cuando me enteré de que la NASA me había seleccionado para una misión de simulación a Marte".

El sueño (y pesadilla) de Marte

Ningún humano ha pisado todavía el planeta rojo. Los más optimistas opinan que podría pasar en las próximas dos décadas. "Nadie puede ir a Marte ahora mismo. No tenemos la tecnología, y la investigación científica no ha llegado a ese punto", admite Musilova. A diferencia de la Luna, con misiones más cortas, hay consenso científico de que no tendría sentido organizar una misión a Marte para llegar, saludar e irse. Así que se calculan misiones de entre seis y ocho meses. La microgravedad y sus efectos en el cuerpo humano (desde reorganizar los líquidos dentro del casquete que es la piel, pasando a los músculos, el sistema inmune o los huesos), la radiación… Son elementos todavía por superar.

Pero mientras tanto, ya se están estudiando muchos de los retos a los que deberán enfrentarse los futuros astronautas en Marte. Y muchos no son científicos, sino sociales. Meter a seis personas en un espacio minúsculo durante meses, sin contacto con los seres queridos, con un suministro limitado de agua, comida, energía y otros materiales para sobrevivir, pasar gran parte del tiempo en un traje espacial, sin opciones de salir a dar un paseo, comen alimentos liofilizados, usan un baño de compostaje, las duchas son de 30 segundos para ahorrar agua, las comunicaciones urgentes con la Tierra llevan un retraso de al menos 20 minutos… Los participantes son ratas de laboratorio, recogen todos los datos sobre sus constantes, sus patrones de sueño y comportamiento. "Incluso si eres muy empático, después de un tiempo incluso si alguien mastica muy alto te molesta".

placeholder La Estación de Investigación sobre Marte en Utah (The Mars Society / MDRS )
La Estación de Investigación sobre Marte en Utah (The Mars Society / MDRS )

Musilova ya había participado anteriormente en alguna misión de este tipo, en el Mars Desert Research Station en Utah, en colaboración con Reino Unido, llegando incluso a comandarla. Esta nueva misión era en Hawai, en la falda del volcán Mauna Loa. A 2.400 metros sobre el nivel del mar, en un terreno rocoso, de color marrón oxidado, aislados de toda comunicación… Casi como en Marte.

La misión, la sexta de este tipo del Hawaii Space Exploration Analog and Simulation (Hi-Seas), iba a durar ocho meses. Musilova dijo adiós a Eslovaquia, a su puesto de profesora, a un programa para desarrollar la carrera de ingeniería espacial en la universidad. El sueño marciano de su vida era demasiado fuerte. Finalmente, la misión duró cuatro días y se canceló. Una serie de catastróficas desdichas y mala organización dio al traste con el programa, subvencionado por la NASA.

placeholder La base de Hi-Seas en Hawai (NASA)
La base de Hi-Seas en Hawai (NASA)

Normalmente, este tipo de misiones requieren de al menos seis personas, pero esta comenzó con solo cuatro. Entonces, un accidente dentro de la base forzó que uno de los participantes tuviera que ir al hospital, rompiendo la ficción de estar en una misión en Marte. Todo quedó en un susto, y el herido quiso seguir con la misión, pero entonces otra de las participantes se negó, preocupada por la seguridad de la misión. Después de todo, recordemos que estas simulaciones son un experimento social. Y aquí no se logró gestionar el miedo.

Con solo tres personas, era imposible continuar. Y tuvieron que cancelar el programa. Musilova se encontró con una visa en EEUU a punto de caducar y sin ganas de regresar a Eslovaquia derrotada y con el rabo entre las piernas. La solución vino por parte del mismo programa que llevaba la estación de simulación, Hi-Seas. Si había tantos problemas, ¿por qué no los arreglaba? Y se convirtió en directora del programa.

Allí, dirigió más de 30 misiones hasta 2023, mientras intentaba seguir ayudando a Eslovaquia, reconcomida —admite— por haber dejado el país y los proyectos tan abruptamente. "Ha sido difícil. Se me ha puesto más difícil como mujer y joven. Los hombres se ayudan unos a otros y apoyan sus egos. Creo que porque soy tan diferente, y haciéndolo de modo diferente, no les gusta. Eslovaquia es todavía un país machista", sostiene Musilova.

Desde el extranjero, además de potenciar opciones de colaboración internacional para estudiantes eslovacos y promocionar las bondades de los primeros productos de la investigación espacial made in Eslovaquia, se ha centrado en la comunicación científica. "Cuando doy una charla trato de parecer femenina para conectar con el público. Si entro con una bata de laboratorio blanca, con el pelo recogido en un moño y pareciendo una friki, perdería la atención de la mayoría de la gente. Otro estereotipo. Pero si voy con un vestido, habrá quien diga: ah, pues no es tan diferente a mí, y hace ciencia. Las mujeres también pueden hacer eso".

Michaela Musilova narra su historia a bordo de un barco a la Antártida. No es el sitio más extraño donde ha estado. Su vida parte de la deprimida y tumultuosa Bratislava de los últimos años del Telón de Acero y pasa por la NASA y un volcán en Hawái. Pero el centro es Marte.

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