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Escudo hoy, moneda de cambio mañana: la doble baza de Hamás con los 240 rehenes
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Plan a corto y largo plazo

Escudo hoy, moneda de cambio mañana: la doble baza de Hamás con los 240 rehenes

Según el último balance del Ejército israelí, 240 personas fueron capturadas el 7 de octubre en el sur del país. Hamás tiene muy claro lo que quiere hacer con ellos

Foto: Mural con los rehenes y desaparecidos tras la incursión de Hamás, en Tel Aviv. (Reuters/Hadas Parush)
Mural con los rehenes y desaparecidos tras la incursión de Hamás, en Tel Aviv. (Reuters/Hadas Parush)

Para el movimiento palestino Hamás, sus rehenes israelíes y extranjeros son una doble baza. Para el Gobierno de Israel son, en cambio, un dilema creciente. Según el último balance del Ejército israelí, 240 personas fueron capturadas el 7 de octubre en el sur del país. La organización islamista se ha negado, bajo diversos pretextos, a proporcionar a Qatar, la potencia mediadora, una lista completa con sus nombres y nacionalidades. Solo en una ocasión indicó que eran unos 250, de los que la quinta parte no estarían en sus manos sino en las de Yihad Islámica, una milicia más pequeña. La mayoría son civiles, pero entre ellos hay también un buen puñado de militares, incluidos algunos oficiales.

A corto plazo, Hamás ha intentado utilizar a los rehenes, sin mucho éxito, para intentar frenar la invasión militar israelí de la Franja de Gaza, que empezó el viernes por la noche. Por eso difundió, en la tarde del lunes, un vídeo en el que una mujer israelí capturada conmina al primer ministro, Benjamín Netanyahu, a intercambiarla a ella y a sus acompañantes —dos rehenes están sentadas a su lado— por presos palestinos. Advierte, además, de que la ofensiva en curso puede acabar con sus vidas.

Foto: La soldado Uri Magidish, junto a su familia. (FDI)

Netanyahu tachó el vídeo de “propaganda psicológica cruel” y la mayoría de los medios de comunicación israelí no lo difundieron. Aun así, fue visto cientos de miles de veces en redes sociales e hizo mella en la sociedad israelí, como también impactaron las súplicas de los familiares de los secuestrados que fueron recibidos el sábado por la tarde por el primer ministro. “Exigimos que la operación militar tome en consideración la suerte de los rehenes y de los desaparecidos, porque esa es la responsabilidad del Gobierno”, declaraba a la prensa internacional Merav, madre de Romi, uno de los rehenes, a su salida del encuentro con Netanyahu. Los demás familiares que se iban turnando ante las cámaras se expresaban en los mismos términos. Unos 1.500 se concentraron después ante la sede del Ministerio de Defensa en Tel Aviv.

A más largo plazo, Hamás quiere intercambiarlos por los más de 6.000 presos palestinos que hay en las cárceles israelíes. Un buen número son menores de edad y otros llevan años detrás de los barrotes sin haber sido juzgados. Desde el 7 de octubre, el Ejército israelí intensificó sus redadas en Cisjordania y el número de reos aumentó. “El precio a pagar por el gran número de rehenes del bando enemigo que están en nuestras manos es vaciar las cárceles de todos los presos”, afirmó el pasado fin de semana Abu Obeida, portavoz de Hamás, en un vídeo difundido por Al Aqsa, la televisión del movimiento armado.

Hamás quiere, en última instancia, reeditar el intercambio de 2011. Para recuperar al sargento Gilad Shal, que estuvo cinco años cautivo en Gaza, Netanyahu aceptó entonces liberar a 1.027 presos palestinos. No era la primera vez que Israel cedía. En 1985, ya puso en libertad a 1.150 reos a cambio de tres soldados. Demostraba así que “ningún soldado será abandonado en el terreno”, la frase tan reiterada a los reclutas israelí, no era una oración vacía.

Pero circunstancias actuales en Gaza tienen poco que ver con las de hace 12 años. Desde el viernes por la noche, Israel ha entrado en lo que Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, describen como “la segunda etapa de la guerra”. Interpretando entre líneas sus palabras de estos últimos días, sobre todo las del sábado, se deduce que su prioridad es acabar con Hamás y, solo en un segundo lugar, traer de vuelta a los rehenes a su país.

Netanyahu y Gallant llegaron incluso a afirmar que el auge de la presión militar sobre Hamás podría obligar al grupo a soltar a los rehenes. Los hechos les dieron excepcionalmente la razón el lunes de madrugada, cuando el Ejército israelí pudo liberar en Gaza a la soldada Ori Megidish capturada hace tres semanas. Una operación exitosa que será muy difícil de repetir.

Foto: Tanques israelíes en la Franja de Gaza esta mañana. (Reuters/Amir Cohen)

Qatar, el mediador

Para proceder a un intercambio hace falta un mediador. El elegido es Qatar, un emirato que se ha mostrado generoso a la hora de financiar a la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania y también proyectos de las autoridades de Hamás en Gaza. Al mismo tiempo, no ha normalizado sus relaciones con Israel, a diferencia de otros países del Golfo como Baréin y Emiratos Árabes Unidos, que lo hicieron en el marco de los Acuerdos de Abraham.

Para demostrar que era un interlocutor válido, Qatar pactó con el movimiento palestino la liberación de cuatro mujeres, dos ancianas israelíes y otras dos, madre e hija, que poseían además la nacionalidad estadounidense. Para demostrar que era un interlocutor válido, Qatar pactó con el movimiento palestino la liberación de cuatro mujeres, dos ancianas israelíes y otras dos, madre e hija, que poseían además la nacionalidad estadounidense. Su puesta en libertad, el pasado 23 de octubre, dio pie a Hamás a difundir otro vídeo a través de Telegram con tintes propagandísticos, aunque casi todas las televisiones de España lo mostraron como si fuese una grabación de periodistas independientes. Su marido, mientras tanto, sigue en manos de Hamás.

Foto: Yocheved Lifshitz, a su salida del hospital. (Europa Press/Ilia Yefimovich)

Lifshitz, de 85 años, narró a la prensa desde el hospital donde estaba ingresada cómo transcurrió su cautiverio. Sus captores le golpearon hasta que la introdujeron en el laberinto de túneles de Gaza. Una vez dentro, fue bien tratada hasta el punto de que la visitó un médico. Hamás no quiere que se le mueran sus rehenes. Los cuida y los esconde allí donde las bombas israelíes no les alcancen.

En términos generales, “la escala bélica hace considerablemente más difícil” que se alcance una solución negociada para los rehenes, recalcaba, el sábado por la noche, Majed Al-Ansari, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Qatar. Aun así, los unos y los otros siguen confiando en la mediación del emirato, donde residen algunos de los jefes políticos de Hamás, como Ismail Haniyeh.

Prueba de esa confianza es que David Barnea, jefe del Mossad, el servicio secreto israelí, estuvo en Doha el pasado fin de semana para hablar de rehenes, según la publicación estadounidense Axios. El lunes acudió el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, quien llamó al primer ministro qatarí para “reiterar su agradecimiento al Gobierno de Qatar por su labor para garantizar la salida de los ciudadanos estadounidenses y extranjeros de Gaza y la liberación de los rehenes de Hamás”. El país, en definitiva, vuelve a ser indispensable en Oriente Próximo, mal que le pese a sus vecinos del Golfo, con los que mantuvo una muy tensa relación entre 2017 y 2021.

Para el movimiento palestino Hamás, sus rehenes israelíes y extranjeros son una doble baza. Para el Gobierno de Israel son, en cambio, un dilema creciente. Según el último balance del Ejército israelí, 240 personas fueron capturadas el 7 de octubre en el sur del país. La organización islamista se ha negado, bajo diversos pretextos, a proporcionar a Qatar, la potencia mediadora, una lista completa con sus nombres y nacionalidades. Solo en una ocasión indicó que eran unos 250, de los que la quinta parte no estarían en sus manos sino en las de Yihad Islámica, una milicia más pequeña. La mayoría son civiles, pero entre ellos hay también un buen puñado de militares, incluidos algunos oficiales.

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