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Empresarios, monjes y la diplomacia de la cerveza: Bélgica pierde una de sus trapenses
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TRAS LA VENTA A UN EMPRENDEDOR

Empresarios, monjes y la diplomacia de la cerveza: Bélgica pierde una de sus trapenses

La venta de la abadía de Achel a un empresario belga hace que su cerveza, una de las seis trapistas que quedaban en Bélgica, pierda su reconocimiento

Foto: Un monje trapista en la abadía de San Sixto, rodeado de cervezas Westvleteren. (Reuters)
Un monje trapista en la abadía de San Sixto, rodeado de cervezas Westvleteren. (Reuters)

Bélgica, un pequeño país en Europa occidental sin demasiada historia nacional y con pocos elementos que unifiquen a una sociedad enormemente dividida, cuenta con un par de elementos gastronómicos que la vertebran: el chocolate, los gofres, las patatas fritas y la cerveza. Es, de alguna manera, una forma de diplomacia blanda, parte fundamental de cómo el país se vende hacia el exterior.

Aunque el país sea conocido por su cerveza en general es entre los más entendidos entre los que tiene un especial buen nombre. Y eso se debe a las cervezas trapenses, elaboradas por monjes de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, también conocida como Orden de Trapa. Aunque quedan todavía 171 monasterios cistercienses en el mundo, solamente 14 de ellos elaboran cervezas tradicionales que reciben la etiqueta de “Producto Auténticamente Trapense” (ATP, por sus siglas en inglés), que entrega la Asociación Internacional Trapense, que tiene su sede, como no puede ser de otra manera, se encuentra en Bélgica, en la localidad de Westvleteren, en el este del país.

Y esta semana esa diplomacia blanda ha recibido un duro golpe. La cerveza trapista de Achel, en el noreste del país, dejará de producirse. Bélgica se queda solamente con cinco cervezas trapistas: la de Westmalle (provincia de Amberes), Westvleteren (Flandes Occidental), Chimay (en Hainaut), Orval (en la provincia de Luxemburgo) y la de Rochefort (en la provincia de Namur).

placeholder Un monje camina por el almacén de cervezas transitas. (Reuters)
Un monje camina por el almacén de cervezas transitas. (Reuters)

El pequeño drama belga llevaba tiempo viéndose venir. Hace tres años los dos últimos monjes de la abadía de San Benito de Achel, la Achelse Kluis, se marcharon y se incorporaron a la abadía de Westmalle. La producción de cerveza continuó en Achel, pero ya bajo la supervisión de los monjes de la abadía de la provincia de Amberes. Seguía cumpliendo con los criterios, porque la cerveza seguía produciéndose en el recinto de la abadía, con productos propios, seguía siendo supervisada por monjes y sus beneficios iban a parar o al monasterio o a la caridad, como marcan las normas. Sin embargo, el que la abadía quedara desierta ya hizo que se le retirará la etiqueta ATP.

Tras quedarse vacía, los monjes de Westmalle pusieron la abadía de San Benito a la venta. Ahora Jan Tormans, un hombre de negocios belga, ha comprado la abadía con el objetivo de seguir produciendo la cerveza. Se ha comprometido a que el sabor no cambie, y con los monjes de Westmalle ha acordado que se encargará el mantenimiento del resto de la vieja abadía. Ahora Tormans podrá comercializar su cerveza como "de abadía", para lo que solamente tiene que mantener una conexión con un monasterio, aunque este ya no esté activo. Hay muchas abadías que no pertenecen a la Orden de Tapa que producen cerveza en Bélgica. En 2021 en el convento benedictino de Maredret por primera vez las monjas participaron en el proceso de elaboración de la bebida.

Foto: Día Internacional de la Cerveza. (Unsplash/Engin Akyurt)

Para el público general el cambio será mínimo, pero en el mundo gourmet de la cerveza se trata de todo un acontecimiento. Las trapistas belgas se consumen mucho en el país, pero también se exportan a muchos otros mercados, como Estados Unidos o China. Pero en el mundo de las cervezas populares Bélgica es también toda una potencia. La empresa Anheuser-Busch InBev, con sede en Lovaina, a las afueras de Bruselas, es dueña de Budweiser, la cerveza patrocinadora del mundial, y de muchas otras cervezas de fama global como Leffe, Stella Artois o la argentina Quilmes.

Pero en general, más que la etiqueta "trapista", es la etiqueta "belga" lo que hace que muchas de estas cervezas tradicionales triunfen en mercados como el americano. Sin embargo, parte del secreto de las cervezas hechas en abadías de la Orden de Trapa, además de su alta graduación, son sus ingredientes y la relativa poca capacidad de aumentar la producción. La creciente popularidad de la marca está atrayendo cada vez a más consumidores que los monjes cistercenses no pueden cubrir. Chimay, una de las más famosas cervezas belgas, ha recibido críticas a lo largo de los últimos años por lo que los expertos consideran que es una disminución de la calidad para alcanzar a un mercado global.

Bélgica, un pequeño país en Europa occidental sin demasiada historia nacional y con pocos elementos que unifiquen a una sociedad enormemente dividida, cuenta con un par de elementos gastronómicos que la vertebran: el chocolate, los gofres, las patatas fritas y la cerveza. Es, de alguna manera, una forma de diplomacia blanda, parte fundamental de cómo el país se vende hacia el exterior.

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