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¿Bolsonaristas sin Bolsonaro? "Su silencio es una táctica para no verse implicado"
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Un aliciente para asaltar el poder

¿Bolsonaristas sin Bolsonaro? "Su silencio es una táctica para no verse implicado"

Los simpatizantes de Bolsonaro asaltaron las instituciones brasileñas después del silencio del expresidente sobre el resultado de las elecciones y en medio de su estancia en EEUU

Foto: Una foto de Jair Bolsonaro después del asalto a las instituciones en Brasil. (Reuters/Ueslei Marcelino)
Una foto de Jair Bolsonaro después del asalto a las instituciones en Brasil. (Reuters/Ueslei Marcelino)

Si los simpatizantes de Jair Bolsonaro que asaltaron la plaza de los Tres Poderes en Brasilia pensaban que iban a recibir el entusiasta apoyo del expresidente, se equivocaron. Tras un silencio de varias horas desde su nueva estancia en Florida, Bolsonaro se pronunció casi desmarcándose. "Las manifestaciones pacíficas, dentro de la ley, son parte de la democracia. Sin embargo, el vandalismo y las invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla". Una tibia reprobación más pensada casi para protegerse de las prontas acusaciones de haber instigado el golpe: "A lo largo de mi mandato, siempre estuve dentro de las cuatro líneas de la Constitución".

Desde los inicios de la campaña presidencial en Brasil, Bolsonaro ha hecho todo lo posible para sembrar la duda sobre el resultado de las elecciones y dejó entrever que su fracaso solamente podría explicarse por un fraude en las urnas. Advirtió incluso de que ese escenario podría poner a Brasil en una situación como la que vivió Estados Unidos con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Para muchos brasileños, ese momento llegó este pasado domingo con su versión de ese atentado a la democracia.

El ultraderechista se ha alejado de la postura que muchos esperaban. A su derrota ante Luiz Inácio Lula da Silva le siguió un silencio y una ambigüedad con respecto a las manifestaciones organizadas por sus seguidores y las condenas por un supuesto fraude electoral sin pruebas. Sí condenó la violencia de las protestas, pero lo hizo de manera ambigua. Las indicaciones que esperaban muchos bolsonaristas sobre cuáles serían los próximos pasos a seguir brillaron por su ausencia, pero ni eso desalentó a los más radicales a intentar tomar el control de las instituciones brasileñas. "El silencio de Bolsonaro nunca fue un impedimento y creo que fue una táctica para tratar de no verse implicado en las acciones del grupo radicalizado de simpatizantes. Podría haberse adelantado e instado a la gente a que se detuviera, podría haber reconocido que perdió las elecciones. Pero no lo hizo", apunta el analista político Mario Sergio Lima, a El Confidencial.

Para Lima, el expresidente siempre fue un político con una retórica incendiaria y es justo considerarlo al menos un motivador intelectual de tales acciones. Por eso, el analista cree que el hecho de que Bolsonaro no esté en Brasil es más una coartada que otra cosa. "No reconocer la derrota fue solo la guinda de cuatro años de retórica agresiva, posturas políticas divisivas y radicalización de sus partidarios. Ha estado sembrando las semillas del escepticismo del sistema electoral durante mucho tiempo, por lo que no había forma de que sus partidarios más radicalizados no hicieran lo mismo", continúa.

Un asalto que estaba cantado

El ultraderechista puede haber estado más callado de lo que se esperaba, pero sus simpatizantes no lo estaban. La atmósfera política en el país hace tiempo que vive en tensión constante. A las provocaciones antidemocráticas de Bolsonaro se sumaron las acampadas de sus simpatizantes, disturbios y hasta el arresto de un bolsonarista cuanto intentó hacer estallar una bomba en un camión de combustible que se dirigía al aeropuerto. Además, los mensajes en redes sociales se han radicalizado todavía más en las últimas semanas. "Era solo cuestión de tiempo que decidieran hacer su versión de la invasión del Capitolio", apunta Mario Sergio Lima.

Desde Estados Unidos, Bolsonaro respondió al asalto y escribió en Twitter que las manifestaciones pacíficas forman parte de la ley y de la democracia. "Sin embargo, los ataques e invasiones contra edificios públicos como las ocurridas hoy (por el domingo), así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, están fuera de la ley", apuntó, en referencia a las protestas al final del mandato de Dilma Rousseff y tras su destitución. Al respecto, Anna Ayuso, investigadora para América Latina del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), opinó que, evidentemente, "hay libertad de expresión y derecho a manifestación, pero en este caso, en los campamentos se estaba reclamando un golpe de Estado y se rechazaban los resultados electorales. No es lo mismo que cualquier otra protesta".

En el mismo tuit, el ultraderechista insistió en que siempre ha actuado dentro de la Constitución y en defensa de las leyes y la democracia. Además, condenó que se le vinculara con el ataque a las instituciones. "Repudio las acusaciones, sin pruebas, que me atribuye el actual jefe del poder ejecutivo de Brasil", denunció. La reacción al que se ha considerado como el mayor ataque contra la democracia brasileña desde el golpe de Estado militar de 1964 ha sido, según los analistas, mucho más tibia de lo que requería la situación. Sobre todo porque tuvo lugar horas después del asalto y de que las autoridades controlaran la situación.

Foto: Policías antidisturbios entran al palacio presidencial de Brasil. (EFE/Andre Borges) Opinión

Los intentos de Bolsonaro para desmarcarse de la violencia y del asalto se enmarca en un momento frágil para el expresidente por sus problemas con la justicia. El ultraderechista perdió tras las elecciones el fuero que le garantizaba que solo pudiera ser investigado por el Supremo Tribunal Federal. Ahora, en cambio, puede responder ante la justicia común y cualquier fiscal puede presentar cargos en su contra. "Bolsonaro está en un dilema porque si vuelve a Brasil tendrá que enfrentar procesos judiciales, pero si no lo hace puede perder la capacidad de movilizar a sus simpatizantes. Yo creo que él mismo se quedó descolocado cuando perdió las elecciones y no contemplaba este escenario. Desde luego, el asalto le va a perjudicar", sostiene Ayuso en entrevista con este periódico.

Algunos congresistas en Estados Unidos ya han pedido la extradición de Bolsonaro y la prensa brasileña apunta que el expresidente podría intentar recurrir a Italia para evitar la cárcel. A pesar de que la presidenta Giorgia Meloni ha condenado el asalto, algunas fuentes apuntan a que dos hijos del ultraderechista están tramitando la ciudadanía en este país. Paralelamente, el periódico Globo afirmaba que el expresidente había sido ingresado en un hospital de Orlando tras tener fuertes dolores abdominales. Desde la cirugía a la que se sometió tras el apuñalamiento de 2018, Bolsonaro ha sido hospitalizado varias veces por esta dolencia.

Una parte de la Policía, del lado de los bolsonaristas

Por otro lado, el asalto a las instituciones ha puesto en el punto de mira a los agentes que supervisaban los edificios gubernamentales. La pasividad de la Policía Federal fue uno de los principales focos de preocupación para muchos analistas y numerosos vídeos en redes sociales mostraron cómo los agentes no hicieron nada para frenar a los simpatizantes de Bolsonaro. Hasta se hicieron fotos con algunos de ellos.

Foto: Lula en un Consejo de Ministros. (Reuters/Adriano Machado)

Las sospechas han provocado que el gobernador del Distrito Federal de Brasilia, el bolsonarista Ibaneis Rocha, sea apartado del cargo por un juez de la Corte Suprema. El ataque contra los tres poderes "solo podía ocurrir con la anuencia, y hasta la participación efectiva" de los responsables de la seguridad pública, sostuvo el juez. Por su parte, la investigadora Anna Ayuso afirmó que tampoco se tomaron medidas de prevención. "Estaban acampados, organizados y pidiendo un golpe de Estado. De hecho, otros campamentos en otras ciudades fueron desmantelados, pero este no", recuerda.

No ha sido hasta este lunes que la justicia ha ordenado el desmantelamiento de todos los campamentos de los bolsonaristas que no reconocen la victoria de Lula da Silva por la mínima. Cerca de 300 personas fueron arrestadas y 1.200 retenidas para ser identificadas después del asalto. Además, Lula ha decretado la intervención federal del área de seguridad de Brasilia hasta el próximo 31 de enero. Ha sido una de las primeras decisiones del presidente brasileño, que en su noveno día al frente del país ha sufrido uno de los mayores ataques contra la democracia de su país. A pesar de que han habido muertos y de que el asalto tuvo lugar cuando las instituciones no estaban reunidas, la marabunta de seguidores de Bolsonaro ha puesto de relieve la polarización política en Brasil.

En un país dividido en dos, toda señal, por muy pequeña que sea, puede ser suficiente para encender las protestas como las que han tenido lugar. Hasta el silencio del líder puede ser interpretado como un aliciente para asaltar el poder. "Eso indicó a una parte de los seguidores de Bolsonaro que le están apoyando, que están haciendo lo que su gran jefe no puede hacer", dijo Jairo Nicolau, politólogo del instituto de investigación Fundação Getulio Vargas, a The Washington Post.

Si los simpatizantes de Jair Bolsonaro que asaltaron la plaza de los Tres Poderes en Brasilia pensaban que iban a recibir el entusiasta apoyo del expresidente, se equivocaron. Tras un silencio de varias horas desde su nueva estancia en Florida, Bolsonaro se pronunció casi desmarcándose. "Las manifestaciones pacíficas, dentro de la ley, son parte de la democracia. Sin embargo, el vandalismo y las invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla". Una tibia reprobación más pensada casi para protegerse de las prontas acusaciones de haber instigado el golpe: "A lo largo de mi mandato, siempre estuve dentro de las cuatro líneas de la Constitución".

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