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El país que Occidente considera prorruso es el que más teme a Putin
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"Rusia no necesita motivos para invadirlo"

El país que Occidente considera prorruso es el que más teme a Putin

La UE no ha aceptado a Georgia como país candidato a formar parte del grupo por la falta de garantías democráticas y porque considera que no ha sido suficientemente duro con Rusia.

Foto: Georgianos protestaban en junio para pedir que el país sea candidato a formar parte de la Unión Europea. (EFE/Zurab Kurtsikidze)
Georgianos protestaban en junio para pedir que el país sea candidato a formar parte de la Unión Europea. (EFE/Zurab Kurtsikidze)
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En el bar Dedaena de Georgia, no todos los rusos son bienvenidos. Nada más entrar, tienen que rellenar un documento en el que afirman que no están a favor de la guerra en Ucrania ni de Vladímir Putin. Si no lo están, tienen que marcharse. "Soy un ciudadano ruso visitando Georgia. Por respeto al país y a sus ciudadanos, estoy de acuerdo con lo siguiente", empieza el documento. "No voto por Putin, es un dictador" o "Condeno la agresión rusa en Ucrania" son algunas de las casillas que el cliente tiene que rellenar si quiere consumir en este bar.

Las relaciones entre Georgia y Rusia nunca han sido fáciles. La guerra de Osetia del Sur, en agosto de 2008, acabó con el control ruso en este territorio y del secesionista Abjasia. Desde ese momento, el país los reconoció como independientes y los militares rusos están presentes en la zona. Actualmente, una quinta parte del territorio georgiano está controlado por Rusia. La guerra de Ucrania ha aumentado una tensión que nunca ha dejado de existir y que se ha intensificado por el aplazamiento de la Unión Europea para que Georgia sea un país candidato a ingresar en el grupo.

Por un lado, Georgia ha demostrado en varias ocasiones que quiere formar parte de la UE, pero, por el otro, su posición poco tajante contra la guerra en Ucrania ha sido interpretado como un acercamiento a Rusia. "Algunas personas tienen miedo de que si Rusia pierde la guerra quieran invadir Georgia para tener una victoria. Otros piensan que si gana, se sentirán confiados para invadir Georgia. Y otras creen que Rusia no necesita motivos para invadir el país. El miedo es real", explica Lincoln Mitchell, analista político y experto en relaciones internacionales, a El Confidencial.

Estos escenarios salieron a colación en conversaciones que el también experto en conflictos en ex repúblicas soviéticas tuvo en su reciente viaje a Georgia. Un miembro del Gobierno, un cooperante de una ONG y un diplomático retirado son las voces detrás de estos miedos sobre el futuro de las relaciones entre Georgia y Rusia. Las del país con la Unión Europea no tienen, a primera vista, un futuro prometedor.

Dudas democráticas

De buenas a primeras, una parte de Occidente ha criticado la posición poco radical de Georgia en lo que respecta a la invasión de Ucrania. Por miedo a tensar todavía más la cuerda, el Gobierno ha dudado de la eficacia de las sanciones contra Rusia y no ha criticado a Putin de manera abierta. Esta premisa ha sido utilizada por la oposición georgiana para criticar al partido en el poder y posicionarlo como prorruso frente a la comunidad internacional. "El Gobierno no cree que hacer sonar los tambores de guerra y el discurso duro contra Rusia sea el acercamiento más adecuado. Sobre si eso los convierte en prorrusos, tengo dudas", subraya Mitchell.

En junio, las perspectivas europeas de Georgia se disiparon y, mientras que Ucrania y Moldavia fueron aceptados por la UE como países candidatos a entrar en el grupo de los 27, la ex república soviética se quedó atrás. Algunos líderes europeos, como Emmanuel Macron, dudan de las garantías democráticas en el país. A pesar de los grandes avances en este sentido y del combate a la rampante corrupción, la UE sigue mirando con lupa cada acción del Gobierno.

Foto: Las banderas de la Unión Europea y de Ucrania ondean frente al edificio del Parlamento Europeo, en Bruselas, Bélgica. (Reuters/ Yves Herman)

Los últimos capítulos de la política georgiana no ayudan a mejorar su imagen. La justicia condenó en mayo a tres años y medio de cárcel al periodista opositor Nika Gvaramia, lo que se desencadenó una ola de indignación. "La condena destaca la creciente preocupación por la disminución de la libertad de prensa en Georgia y expone la creciente influencia del Gobierno sobre los tribunales en una serie de casos destinados a silenciar a sus críticos y opositores", alertó en ese momento Marie Struthers, directora de Amnistía Internacional para Europa del Este y Asia Central.

Por otro lado, Lincoln Mitchell sostiene que la Oposición se ha gastado mucho dinero y recursos para que cale el mensaje de que Georgia y Rusia tienen más vínculos de lo que parece. Lo ha hecho lanzando polémicas como la que rodea al hombre más rico de Georgia, el ex primer ministro Bidzina Ivanishvili, fundador del partido oficialista Sueño Georgiano. La oposición le define como un oligarca vinculado a Moscú y se estima su riqueza en 5.6 mil millones de dólares, lo que supone un tercio del PIB de Georgia.

Foto: Fotografía de la planta nuclear de Zaporiya (Ministerio de Defensa ruso)

El partido opositor Movimiento Nacional Unido (MNU) afirma que el oligarca gobierna en la sombra y que es el verdadero mandatario del país, aunque no existen garantías de que sea así ni de sus buenas relaciones con el Kremlin. "Ivanishvili es una figura solitaria que casi seguro está lejos de controlar el día a día de la política", sostiene Thomas del Waal, experto en Europa del Este de Carnegie Europe, en un artículo.

Cuando estaba en el poder, Ivanishvili firmó, en 2014, el Acuerdo de Asociación con la UE y mantuvo una política de no mantener relaciones diplomáticas con Rusia después de la Guerra de 2008. Sin embargo, los opositores insisten en la influencia del oligarca, lo que fomenta una visión prorrusa del poder político en Georgia. Además, han acusado al Gobierno de boicotear los esfuerzos para entrar en al UE. "Georgian Dream (el partido oficialista) habla de la integración en la Unión Europea, pero en la práctica sabotea las reformas y critica los valores y las instituciones europeas", afirmó Nodar Rujadze, uno de los dirigentes de "Sirtskhivilia" (Vergüenza), un movimiento que exige la dimisión del Ejecutivo.

El primer ministro, Irakli Garibashvili, ha intentado quitar hierro al aplazamiento de la decisión de la UE y sostiene que el objetivo será posible. No obstante, muchos están descontentos y desilusionados, lo que puede provocar un período de inestabilidad. "La geopolítica del entorno sigue siendo volátil y a algunas personas les preocupa que Rusia intente aprovechar el compromiso poco definido de Bruselas con la candidatura de Georgia", continúa del Waal.

"Europa va más allá de lo político, es simbólico"

En medio del juego de polémicas y de rifirrafes políticos, la población espera tener la oportunidad de entrar en al UE. Una encuesta reciente mostraba que el 82% de los georgianos quiere unirse al eurogrupo, un porcentaje incluso mayor que el de Moldavia y Ucrania. En junio, la voluntad del pueblo quedó clara con las "Marchas por Europa", para exigir mayores esfuerzos por parte del Ejecutivo. "Es una conexión con Occidente. A un mundo mucho más rico, más intelectual y más atractivo", subraya el analista Lionel Mitchell.

"La palabra Europa tiene un significado en Georgia que va más allá de lo económico y lo político. Es simbólico, es cultural. Y francamente alimenta varios prejuicios", continúa. Mitchell afirma que Georgia se ve como una isla de cristianos en medio de países con influencia musulmana, como Chechenia, Armenia y Turquía. "Quieren tener una mayor conexión con Europa como figura cristiana y con lo que representa", concluye.

Georgian Dream no está en una posición fácil. Por un lado, el partido enfrenta que una parte de su territorio esté ocupado por Rusia desde 2008, aunque también mantienen lazos económicos con Moscú. Rusia fue, de hecho, el mayor socio comercial del país en 2021. Por un lado, debe mantener una situación de estabilidad con Moscú, pero también atender la voluntad de los georgianos de convertirse en miembros de la UE. Lincoln Mitchell define las manifestaciones que ha habido hasta ahora de "nivel medio", pero la inflación actual, las consecuencias de la guerra de Ucrania y el miedo de los ciudadanos sobre el futuro de la nación pueden convertir el país en un polvorín.

Hay muchas maneras de medir el momento de tensión entre Georgia y Rusia. El bar Dedaena es una de ellas. Después de imponer que los ciudadanos rusos rellenen el formulario, la página web del restaurante fue víctima de un ataque de denegación de servicio. Desde la primera semana de agosto, los dueños de Dedaena han recibido además mensajes privados con amenazas y cientos de reseñas negativas. "En los primeros dos días recibimos en promedio una revisión o comentario por segundo (...) Nuestro sitio web también se ha caído 20 veces", afirmó Data Lapauri, uno de los fundadores, a la revista RA.

Foto: Ursula von der Leyen, junto con Volodímir Zelenski, en una imagen de archivo. (EFE/Dolzhenko)

Algunas de las amenazas incluían los dígitos "080808" en referencia al ataque de 2008. Un recuerdo más que vívido para los georgianos que ha estado más presente que nunca desde la guerra de Ucrania. Y que demuestra que la imagen de Georgia como un país prorruso tiene más de un matiz. "Tenemos que tener cuidado con lo que hacemos. Nuestra política es que no queremos darle a Putin una razón para invadir", reconocía Nikoloz Samkharadze, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de Georgia.

La ex república soviética es un miembro "potencial" de la UE y antes de dar un paso más en el proceso debe cumplir con ciertas condiciones. Más allá de saber si van a ser capaces o no de cumplirlas, los georgianos no saben qué les depara el futuro político. Dos preguntas les ronda la cabeza: ¿Qué hará Putin después de la guerra de Ucrania? Y, en el caso de que sea necesario, ¿quién ayudará esta vez a Georgia?

En el bar Dedaena de Georgia, no todos los rusos son bienvenidos. Nada más entrar, tienen que rellenar un documento en el que afirman que no están a favor de la guerra en Ucrania ni de Vladímir Putin. Si no lo están, tienen que marcharse. "Soy un ciudadano ruso visitando Georgia. Por respeto al país y a sus ciudadanos, estoy de acuerdo con lo siguiente", empieza el documento. "No voto por Putin, es un dictador" o "Condeno la agresión rusa en Ucrania" son algunas de las casillas que el cliente tiene que rellenar si quiere consumir en este bar.

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