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Del poder a la cárcel, ¿de la cárcel al poder? El inesperado retorno del clan Fujimori
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Susto o muerte en Perú

Del poder a la cárcel, ¿de la cárcel al poder? El inesperado retorno del clan Fujimori

El miedo al comunismo en las presidenciales de Perú ha hecho que la polémica heredera del clan Fujimori haya pasado de encarnar el peligro de un régimen autoritario y corrupto a convertirse en garante de la democracia

Foto: Asistentes a un mitin de Keiko Fujimori en Perú levantan una imagen de Alberto Fujimori. (Reuters)
Asistentes a un mitin de Keiko Fujimori en Perú levantan una imagen de Alberto Fujimori. (Reuters)

Keiko Fujimori podría estar cerca de convertirse este domingo en la próxima presidenta de Perú, y el mero hecho de que exista la posibilidad es algo sorprendente. Por la aversión que aún genera su apellido en su país, pero también por un controvertido historial personal que la llevó incluso a prisión, de donde salió hace apenas un año por "riesgo de contagio de coronavirus". Pero si algo ha abundado en estas elecciones peruanas, después de las campañas de miedo y polarización desenfrenadas, han sido los giros inesperados.

Uno de los más llamativos ha sido ver a Fujimori, hasta hace unos meses heredera vilipendiada del régimen autoritario de su padre para buena parte de los círculos liberales peruanos, convertida para estos ahora en la garante de la democracia. Pocos días antes de la segunda vuelta de este 6 de junio, la candidata fue arropada por varios miembros de las élites peruanas y —a la distancia— incluso por Mario Vargas Llosa, antiguo enemigo íntimo de su padre y otrora crítico feroz del fujimorismo.

"Creo que entre los peruanos he sido uno de los que han censurado de manera más crítica y sistemática al señor Fujimori desde que a los dos años de asumir el poder dio un golpe de Estado", recordó el Nobel el martes en un vídeo enviado desde su casa en Madrid, en el que reiteraba su petición a los compatriotas de votar por Fujimori en las “elecciones más importantes de la historia del Perú”.

Foto: Dos personas observan las portadas de este lunes ante el proceso electoral para elegir nuevo presidente. (EFE)

Al encuentro en una casona colonial de aires señoriales en la ciudad natal del Nobel, Arequipa, asistieron además el opositor venezolano Leopoldo López y su esposa Lilian Tintori, para advertir del peligro que representa otro "modelo chavista" en Sudamérica.

Si Keiko Fujimori es finalmente elegida la primera mujer presidenta de Perú en la segunda vuelta de este domingo 6 de junio —las últimas encuestas arrojan un empate técnico con el candidato izquierdista Pedro Castillo—, será en buena medida gracias al fantasma del comunismo y al miedo a una hecatombe al estilo venezolano. Es posible que solo el hecho de que su rival sea Castillo, abanderado de un populismo radical en un país sacudido por la crisis política y los escándalos de corrupción, pueda volver a abrir las puertas del Palacio de Gobierno a los Fujimori.

Una dinastía vilipendiada e incombustible

El fujimorismo se ha convertido en una fuerza incombustible en la política peruana desde el régimen autoritario de Alberto Fujimori (1990-2000), quien purga actualmente una larga pena de cárcel por crímenes de lesa humanidad. El movimiento político nacido para las elecciones de 1990 de la mano de un entonces desconocido ingeniero agrónomo y descendiente de inmigrantes japoneses —Alberto Fujimori se aventuró en la política con una candidatura improvisada para acabar derrotando a Vargas Llosa en segunda vuelta—, sin embargo, no ha conseguido hasta ahora recuperar la presidencia.

Foto: Fotografía de archivo de un manifestante disfrazado en una protesta contra Keiko Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori . (Reuters)

En 2016, Keiko, la hija mayor y heredera política del exmandatario, estuvo a punto de lograrlo, pero unas pocas decenas de miles de votos dieron un ajustadísimo triunfo de último minuto a su rival, el economista Pedro Pablo Kuczynski.

Muchos consideran que la remontada de Kuczynski fue en gran parte posible gracias a la movilización masiva del ‘antifujimorismo’, que se volcó en las calles con toda su artillería para impedir el regreso al poder de los herederos de un régimen acusado de violaciones de los derechos humanos y de una rampante corrupción. Entonces, claro, con el apoyo de Vargas Llosa, como en 2011, cuando el escritor apoyó sorprendentemente a Ollanta Humala (candidato formalmente de izquierda, Humala se lo agradeció pivotando hacia el centro derecha ya en el Gobierno).

Keiko y la corrupción

Keiko Fujimori, en todo caso, ha demostrado tener un duro caparazón para aguantar los ataques de sus rivales a lo largo de las últimas décadas. En 1994, con apenas 20 años, se convirtió en primera dama del régimen fujimorista después de que su madre, Susana Higuchi, se retirara en medio de una guerra sucia con su marido, al que acusó de ordenar torturarla.

Foto: Familiares de las víctimas de la masacre de La Cantuta durante una ceremonia en Lima, en julio de 2008. (Reuters) Opinión

Después de estudiar Administración en Estados Unidos —para muchos, con dinero extraído de las arcas del Estado—, Keiko Fujimori volvió a Perú a construir su propia carrera política. Entre 2006 y 2011, fue parlamentaria y construyó su propio partido político, Fuerza Popular.

En noviembre de 2018, entró a prisión preventiva por pedido de la Fiscalía peruana, que la acusa de lavado de activos en un caso relacionado con el escándalo de la constructora brasileña Odebrecht en América Latina. Recuperó provisionalmente la libertad 12 meses después, solo para volver a pasar un periodo entre rejas entre enero y mayo de 2020, mientras se resolvía una nueva apelación. Aunque la Justicia determinó su liberación, su caso no está cerrado. La Fiscalía pide hasta 30 años de prisión contra ella por unos cargos que podrían quedar congelados en caso de que gane las elecciones.

“¿No les suena a ustedes que hablar de corrupción es sinónimo del fujimorismo?”, la fustigó su rival, Pedro Castillo, durante el último debate presidencial. Si el izquierdista carga con el sambenito del comunismo en estas elecciones, a ella le resulta difícil quitarse la etiqueta de la corrupción.

placeholder La candidata a la presidencia de Perú Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. (EFE)
La candidata a la presidencia de Perú Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. (EFE)

Al frente de Fuerza Popular, Keiko Fujimori se permitió en la última década por momentos distanciarse de su padre. Aunque nunca ha renunciado del todo al legado político del fujimorismo, sabedora del apoyo que también aúna su apellido en ciertos sectores de la población por la lucha contra el terrorismo del grupo maoísta Sendero Luminoso en los años noventa.

Recientemente, defendió como “un plan de planificación familiar” las esterilizaciones forzosas llevadas a cabo durante el régimen de su padre para intentar reducir la natalidad en las regiones más pobres del país.

Las opciones electorales entierran el hacha de guerra

Sus intentos por emanciparse de los seguidores más recalcitrantes de su padre en los últimos años, por otro lado, la llevaron también a enfrentarse con su hermano Kenji, el otro vástago del clan de los Fujimori dedicado a la política.

Foto: La sede de Odebrecht, gigante de las obras públicas en Sao Paulo, Brasil. (EFE)

Kenji, congresista entre 2011 y 2018, pactó con el Gobierno de Kuczynski para conseguir la liberación de su padre y desató con ello la furia de su hermana, que intentaba destituir con su mayoría parlamentaria al político que la había derrotado en las presidenciales de 2016. Ella se lo pagó echándolo del partido y probablemente mandando grabar a escondidas a su hermano en un acto de corrupción.

La guerra de los Fujimori, sin embargo, también es historia, ahora que el clan más determinante de la política peruana en los últimos 30 años podría volver a gobernar. Hace unos días, Keiko y Kenji escenificaron en público su reconciliación, en vista de las buenas perspectivas, otra vez, de llegar al poder. Y ahora cuentan incluso con el apoyo de Vargas Llosa.

Keiko Fujimori podría estar cerca de convertirse este domingo en la próxima presidenta de Perú, y el mero hecho de que exista la posibilidad es algo sorprendente. Por la aversión que aún genera su apellido en su país, pero también por un controvertido historial personal que la llevó incluso a prisión, de donde salió hace apenas un año por "riesgo de contagio de coronavirus". Pero si algo ha abundado en estas elecciones peruanas, después de las campañas de miedo y polarización desenfrenadas, han sido los giros inesperados.

Keiko Fujimori Mario Vargas Llosa Leopoldo López
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