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Sondeos EEUU | Así gana Biden en las encuestas y así puede perder la presidencia
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ELECCIONES del 3 DE NOVIEMBRE

Sondeos EEUU | Así gana Biden en las encuestas y así puede perder la presidencia

El coronavirus ha hecho añicos la economía, que era la mejor baza electoral de Donald Trump para ganar la reelección, pero tampoco nadie da por segura su derrota. ¿Por qué?

Foto: Donald Trump y Joe Biden. (Reuters)
Donald Trump y Joe Biden. (Reuters)

Comencemos por lo básico. Joe Biden va a ganar las elecciones. Al menos, en el sentido clásico. Nadie duda de que el candidato demócrata —como su predecesora, Hillary Clinton— sacará más votos que Donald Trump el próximo 3 de noviembre. Pero eso no basta para arrebatar la presidencia —y el Senado— a los republicanos. La elección estadounidense es un combate táctico que se dirime en una docena de estados clave que pueden decantarse por unos pocos votos hacia uno u otro bando. Con cuatro largas semanas por delante, el desenlace de esta elección no tiene por qué ser necesariamente el que reflejan hoy los sondeos.

Así que podemos dejar de lado todas esas encuestas nacionales que muestran una consistente ventaja de unos ocho puntos —algunas llegan hasta los dos dígitos— en favor del exvicepresidente de Barack Obama. Las cifras de respaldo de ambos candidatos se han mantenido consistentes desde antes de las primarias demócratas y muestran que Trump tiene una base sólida del 40%. Puede que no suba mucho de ahí, pero no hay escándalo o desatino que logre arañar esa inédita capa de teflón presidencial que lo mismo le protege de un supuesto abuso sexual que de una supuesta traición a la patria.

Foto: Joe Biden y Donald Trump. (Reuters)

Pero que alguien como Trump, el presidente más temido y detestado por los progresistas de las ciudades y las costas en generaciones, logre esas cifras de respaldo nacionales implica que en otras zonas, especialmente en las áreas rurales y en algunos suburbios, sigue siendo extremadamente popular. Dado que la elección se gana al lograr una mayoría de 270 electores de los 538 que se reparten entre los 50 estados, una combinación acertada —y algo de suerte— podría renovar su mandato otros cuatro años.

Aun así, hay que destacar que Biden está mucho mejor situado en los sondeos de lo que lo estaba Clinton a estas alturas de la campaña en 2016. Ese año, la ventaja de la exsecretaria de Estado se fue evaporando rápidamente según se acercaba la recta final de la campaña, y apenas contaba con dos puntos más que Trump antes del primer debate. La encuesta 'New York Times'/Siena College da 49%-41% a favor de Biden, y ABC News/'Washington Post', 54%-44% entre votantes probables. Además, el actual aspirante demócrata podría beneficiarse de una menor cifra de votantes indecisos. Si en 2016, en torno a un 20% dudaba a estas alturas por quién votar —muchos que finalmente se decantaron por Trump—, esa cifra se ha reducido hoy a la mitad.

“Está muy claro: la posición de Biden ha permanecido mejor que la de Clinton”, dijo Mark Blumenthal, un experto en encuestas a 'The Wall Street Journal'.

Foto: Imagen: Laura Martín

El problema de las encuestas

Así que, a poco más de un mes para la elección, los sondeos le dan a Trump las de perder. El coronavirus ha hecho añicos la economía, que era su mejor baza electoral, dejando el país sumido además en una profunda crisis sanitaria, con un debate sobre salud pública en el que los republicanos no tienen un plan claro. Pero tampoco nadie da por segura su derrota. ¿Por qué?

Primero, los sondeos no son un buen método para predecir el futuro. Son fotografías estadísticas que capturan la opinión pública en un momento preciso y operan con unos márgenes de error que reducen su exactitud cuando hay resultados ajustados. En algunos casos, su diseño muestral puede infrarrepresentar a ciertos colectivos que habían permanecido poco activos políticamente en el pasado, como sucedió con parte del voto de Trump en 2016.

La movilización de las bases será clave y, en esto, los republicanos cuentan con ventaja

Otro factor de incertidumbre que se suma en esta ocasión es el inestable contexto por la pandemia. Esto complica aún más estimar la participación en el proceso electoral, elemento también distorsionado por la guerra de Trump con el servicio de correos, al que muchos estadounidenses recurren para votar. La movilización de las bases será clave y, en esto, los republicanos cuentan con ventaja. Sus votantes no sufren supresión de voto, como sucede desproporcionadamente en las comunidades negras y latinas, y suelen ser más disciplinados electoralmente. Además, los sondeos muestran que la base republicana está mucho más ilusionada por su candidato que la demócrata.

También es importante destacar que las preocupaciones de los estadounidenses en esta cita electoral son variadas y van más allá de cuestiones económicas y pandémicas. Asuntos como el nombramiento del nuevo miembro de la Corte Suprema, la violencia en las calles, la política exterior, la política sobre armas, la inmigración o el aborto se cuelan entre los 12 principales factores que dirigen el voto, según una encuesta de Pew Research de agosto que encabezan la situación económica y la atención sanitaria. En estos temas, Trump conecta todavía con el alma conservadora, blanca y religiosa de Estados Unidos. Y ahí es, en buena parte, donde se van a jugar la elección.

Foto: Donald Trump y Xi Jinping, en una imagen de 2019. (Reuters)

Por último, siempre hay espacios para lo inesperado. En 2016, apenas dos semanas antes de la noche electoral, el director del FBI, James Comey, reabrió la investigación de los correos de Hillary Clinton, algo que para muchos analistas supuso el empujón definitivo para un Trump en pleno 'momentum'. “Habría ganado las elecciones si no hubiera sido por la carta de Comey el 28 de octubre”, reflexionó la excandidata en una entrevista con Fareed Zakaria, columnista del 'Washington Post' y de El Confidencial. Un candidato como Biden, con 77 años y propenso a errores y confusiones, podría tropezar en cualquier momento.

Joe no es Hillary

Aun con todos estos peros en mente, los demócratas se muestran confiados. "Joe", dicen, "no es Hillary". En algunas demografías clave en la victoria de Trump en 2016, como los blancos sin diploma universitario, son menos aversos a Biden y su estilo campechano que a la Clinton más cosmopolita. Y aunque no sea un candidato que motive a las bases más jóvenes y radicales del partido —que con Clinton decidieron quedarse en casa—, la amenaza de Trump ya no es una entelequia sino una realidad que de ganar otros cuatro años marcará el país por generaciones. Un potente revulsivo para los menos entusiastas del aspirante más viejo de la historia.

Al analizar las encuestas más recientes en los ‘swing states’ (estados clave) de 2016, aquellos que Trump logró arrebatar por sorpresa a los demócratas, se concluye que Biden también parte con mejores números que Clinton en este aspecto. En Wisconsin, donde el republicano ganó los 10 votos electorales de 2016 con tan solo 22.748 votos de diferencia, Biden lidera hoy con hasta siete puntos, según la media de encuestas que realiza el medio especializado FiveThirtyEight.

Algo similar ocurre en Pensilvania, el estado que más probablemente será el decisivo en la carrera por la Casa Blanca, donde el líder demócrata también encabeza la carrera con siete puntos de diferencia. En Michigan, otro 'swing state' que Trump aspira a conservar, la imagen se repite: según el 'polling tracker' del CBC News, Biden aventaja por lo menos cinco puntos a Trump. Más empatada está la carrera en Iowa y en Ohio, donde el enfrentamiento está muy igualado. Al sur, en Florida, las elecciones también se le están complicando a Trump. Pese a ganar con contundencia en 2016, ahora está al menos tres puntos por detrás de Biden en el promedio de sondeos —aunque aún dentro de los márgenes de error de la mayoría de las encuestas—.

placeholder Donald Trump y Hillary Clinton, en 2016. (Reuters)
Donald Trump y Hillary Clinton, en 2016. (Reuters)

¿Nuevos swing states?

Además, en esta elección, otros estados tradicionalmente republicanos parecen menos seguros para el magnate inmobiliario: tanto en Carolina del Norte como en Arizona o Georgia, Biden ya supera por unas décimas a Trump, aunque sería una sorpresa que estos estados acabaran tiñéndose de azul. Incluso los demócratas más optimistas fijan sus miradas en Texas, estado que no ha sido progresista desde 1976. Ahora, sin embargo, está apenas a unos puntos de convertirse en Demócrata. Estas condiciones también hacen que, al igual que puede haber una victoria por la mínima de Trump, haya escenarios que contemplan una auténtica marea azul de Biden que le den una supermayoría —que podría extenderse al Senado—.

Según el medio especializado, The Cook Political Report, los demócratas cuentan con 188 votos electorales sólidos y 24 probables de 17 estados, así que tendrían la victoria a 58 votos electorales. Muy cerca, teniendo en cuenta que otros siete estados, que agrupan 78 votos electorales, tienen tendencia demócrata. Por su parte, los republicanos suman 77 votos sólidos y 48 probables en 20 estados. Sumados a los 38 de Texas, donde tienen ventaja, los pondrían todavía a más de 100 votos de la mayoría. Cinco estados -Florida, Georgia, Iowa, Maine 2º distrito, Carolina del Norte y Ohio- que representan 85 votos electorales están demasiado ajustados para detectar una tendencia clara.

Si combinamos todas estas variables y las elecciones fueran hoy, Trump tendría como mucho una entre cinco posibilidades de ganar las elecciones, según cuatro modelos predictivos. El Modelo 538 le da un 21%, FiveThirtyEight, un 20%, Decision Desk HQ model le otorga un 17,8% y The Economist lo reduce al 13%. Un escenario poco probable, de momento, pero todavía factible.

“Si escuchas que hay un 20% de lluvia, no coges el paraguas. Puede que llueva y te enfades, pero también será en parte tu culpa”, decía Steven Shepard, editor y predictor electoral del periódico 'Politico' al 'Technology Review' del MIT. "Al fin y al cabo, un 20% no tiene por qué ser tan improbable".

Comencemos por lo básico. Joe Biden va a ganar las elecciones. Al menos, en el sentido clásico. Nadie duda de que el candidato demócrata —como su predecesora, Hillary Clinton— sacará más votos que Donald Trump el próximo 3 de noviembre. Pero eso no basta para arrebatar la presidencia —y el Senado— a los republicanos. La elección estadounidense es un combate táctico que se dirime en una docena de estados clave que pueden decantarse por unos pocos votos hacia uno u otro bando. Con cuatro largas semanas por delante, el desenlace de esta elección no tiene por qué ser necesariamente el que reflejan hoy los sondeos.

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