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Matanzas, islamistas y mercenarios, el cruel cóctel de la "guerra" de Mozambique
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CUANDO EL HORROR SE HACE VIRAL

Matanzas, islamistas y mercenarios, el cruel cóctel de la "guerra" de Mozambique

Es complicado dar cifras certeras, pero algunos informes de organismos internacionales hablan de ya 1.500 muertos y 250.000 desplazados en el norte de Mozambique

Foto: Insurgentes islamistas en Mozambique el pasado abril.
Insurgentes islamistas en Mozambique el pasado abril.

Unos soldados del ejército de Mozambique persiguen, insultan y pegan con un palo a una mujer totalmente desnuda que camina por una carretera y que según algunas fuentes previamente había sido violada por todo el grupo. Le pegan fortísimo. En el cuerpo, en la cabeza. Ella grita. Ellos gritan. Ella se encoge, se protege, intenta zafarse hasta que un soldado le dispara casi a bocajarro. Cae al suelo unos metros más adelante, en medio del asfalto. Entonces, otros soldados empiezan a disparar a un cuerpo moribundo con el desprecio y crueldad con la que se mata a algunos animales.

Pasa todo en medio de una carretera del norte del país, según se ve un vídeo que se ha hecho público esta semana y que ha conseguido destapar este conflicto. Hay otras fotos y grabaciones no tan virales que enseñan decapitados, cuerpos muertos, casas quemadas… Está pasando, ahora, allí, junto a la frontera con Tanzania, en la región de Cabo Delgado, sin testigos hasta que el horror se hace viral.

placeholder Momento del vídeo en el que los soldados disparan a la mujer, indefensa.
Momento del vídeo en el que los soldados disparan a la mujer, indefensa.

Es complicado dar cifras certeras, pero algunos informes de organismos internacionales hablan de ya 1.500 muertos, 250.000 desplazados sobre una población estimada de casi 400.000 personas, y más de 200 ataques. Los insurgentes han tomado, incluso, algunas ciudades e islotes.

“La mayor parte de los ataques empiezan en la madrugada con tiroteos. Los supuestos terroristas van primero a por los agentes y funcionarios del estado y cuando toman la localidad mandan a la mayoría de la población a abandonarla. Algunos rehenes han estado secuestrados horas y otros días. La gente lo ha perdido todo, han quemado todas las casas”, señala M, un periodista local de la zona que pide encarecidamente que ocultemos su nombre. “No hay testigos. Nadie sabe lo que está pasando en la zonas ocupadas. Además, se han cortado las comunicaciones”, añade. Uno de esos pocos testigos, de hecho, era el periodista Ibraimo Abu Mbaruco, que trabajaba en la radio comunitaria de la estratégica ciudad de Palma y que, según algunos testigos, fue raptado por policías el pasado mes de abril y no se le ha vuelto a ver.

Foto: Un niño recibiendo la vacuna contra la poliomelitis. Foto: EFE Antonio Lacerda

“Los insurgentes han matado y raptan a muchas personas, la mayoría mujeres de entre 10 y 40 años. Hasta ahora no se sabe dónde están. También secuestraron a dos monjas brasileñas en Mocimboa da Praia (localidad desde hace semanas controlada por los radicales islámicos) y se consiguió liberarlas pagando 1,5 millones de meticais (17.000 euros)”, explica a este periódico O. R, un musulmán desplazado a Pemba (la capital de la provincia) y vecino de Mocimboa.

La rumorología, especialmente con símbolos internacionales como el secuestro de niñas por parte de grupos islámicos, hay que tomarla con pinzas en Mozambique, donde los bulos entre los ciudadanos se convierten rápido en verdades. Lo que no es un rumor es poder contar tus pertenencias. “He perdido todas. En los primeros ataques yo no estaba en Mocimboa y cuando pude entrar ya no quedaba nada. Ellos dicen que son musulmanes, pero es mentira, esa es sólo un excusa. Su objetivo es económico, Cabo Delgado es zona de grandes riquezas”, dice un empobrecido y atemorizado refugiado de 30 años que se siente vigilado: “Perdone, podemos hablar de otra forma. El Gobierno controla todas las comunicaciones, especialmente las comunicaciones con números extranjeros”.

El Gobierno controla todas las comunicaciones, especialmente las comunicaciones con números extranjeros

"Todo pasa bajo tierra. Lo último que sabemos es que han invadido la isla de Vamizi, que han quemado entera la isla de Metundo y que ahora están en la isla de Quifuqui”, explica telefónicamente L, un inversor en Cabo Delgado que pide al Confidencial también ocultar su nombre. Sus tácticas incluyen desplazarse en barcas a las pequeñas islas paradisiacas costeras, algunas dedicadas sólo al turismo, y ocupar, robar, matar y dar el salto a otro nuevo islote. “A Pemba han llegado miles de refugiados. Hay alguna ayuda del Programa Mundial de Alimentos para ellos, pero muchos vagan por todas partes”, explica L. “Hay 13 familias de Mocimboa y Macomia que se han unido y están ahora durmiendo bajo unos plásticos en la playa. Las ayudas no son suficientes para el elevado número de personas que cada día llegan. Además, hay el problema del desvío de donativos por las autoridades que deben distribuirlos. En definitiva, puedo asegurarle que la mayoría come lo que encuentran cada día y duerme al raso”, explica M.

El inicio de una guerra

¿Cómo empezó todo? Una guerrilla islámica radical, denominada Al Shabaab (pese a que comparte nombre con el famoso grupo terrorista somalí, carece de relación, y sí se apunta más a una conexión con los grupos extremistas musulmanes del centro de África), intenta desde 2017 tomar el control de esta zona norte del país para crear una república islámica independiente. De paso, tomar el control de la zona terrestre colindante a las inmensas bolsas de gas descubiertas hace diez años en las aguas territoriales. Las grandes compañías petroleras que ganaron los derechos de explotación han hecho allí millonarias inversiones. Se calcula que el país, con un PIB anual de 15.000 millones de dólares, recibirá en los próximos 25 años 95.000 millones de dólares en ingresos por el gas.

Pero este es un conflicto muy complejo, que va más allá de dinero y religiones, con un componente tribal que tiene su germen décadas atrás. Casi habría que irse hasta el inicio del periodo colonial para entenderlo. La insurrección musulmana radical era más en su origen una insurrección miserable. El entorno de este cruel escenario es el de miles de personas que viven en la absoluta miseria, alejados 3.000 kilómetros del corrupto poder de la capital, Maputo, en medio de una corrupción lacerante de las autoridades y en una región dividida entre tres etnias mayoritarias: makua, mweni y makonde.

Las autoridades de Maputo han sido incapaces de movilizar sus escasos medios militares, con una tropa mal pagada

Los primeros son los cabecillas de la revuelta y durante décadas se han sentido relegados por el poder; los segundos, makonde, son la etnia del actual presidente, Filipe Nyusi, y fueron siempre favorecidos en trabajos y cargos. Los ataques de los guerrilleros, según un estudio de Judd Devermont de agosto de 2019 titulado '¿Hay una insurgencia étnica en el norte de Mozambique?', se producen en las zonas de mayoría makonde.

Los guerrilleros iniciaron por tanto hace tres años su ofensiva y el Gobierno, sumido en enormes casos de corrupción, vigilado y vetado por los donadores internacionales que están hartos de los escándalos y han ido rebajando las ayudas, ha ido mirando a otro lado esperando que la solución la aportaran las compañías petroleras o la comunidad internacional.

La realidad es que las autoridades de Maputo han sido incapaces de movilizar sus escasos medios militares, con una tropa mal pagada, que ha heredado las malas prácticas de unos mandos que desangraron el país tras 20 años de una de las guerras más crueles que hubo en África, y con un segundo conflicto histórico en el centro del país, contra la Renamo, que desde hace ocho años son incapaces de contener. ¿Por qué? Porque en algunos casos, y esto lo viví entre 2012 y 2015 allí, los soldados no tienen gasolina para los vehículos, no tiene armamento o no tienen comida y se dedican a “asaltar” a los ciudadanos que deben proteger para meterse algo en el estómago. “Nunca pude imaginar hace tres años, cuando esto comenzó, que los insurgentes iban a controlar la carretera estatal, ocupar poblaciones, y que el Gobierno no iba a hacer nada”, señala M.

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Atentado en Mozambique

Llegan y huyen mercenarios rusos

La primera respuesta firme de las autoridades al creciente poder de los guerrilleros y sus cada vez más numerosos ataques fue el envío de unos mercenarios rusos de la compañía Wagner a principios de año. “Al principio vinieron soldados rusos pero huyeron enseguida porque no podían contenerlos”, explica L, el inversor de Cabo Delgado. Algunas fuentes consultadas hablan de una huida vergonzosa de los soldados a sueldo y otras de que los rusos estaban perdidos en la complicada geografía de la zona y optaron por retirarse.

Foto: Oficiales de policía en las calles vacías de Ciudad de Panamá. (Reuters)

Tras el fracasado plan ruso, ha tocado el turno a los mercenarios sudafricanos. “Ellos están más adaptados a este tipo de terreno. Parece que actúan bajo la compañía de seguridad Dyck Advisory Group, guiada por el ex coronel Dyck, un viejo conocido del país por haber participado en las batallas en los 80 y 90 entre Renamo y Frelimo”, nos explica una fuente muy cercana al Gobierno regional.

Para el Gobierno central, hasta ahora, la clave ha sido que los ataques no afectaran al importante puerto de Palma y la zona de extracción de gas. Proteger el gas es más primordial que proteger a las personas. El Gobierno de Mozambique metió en el pliego de condiciones de los concursos del gas que se construyera en la ciudad de Palma una planta de tratamiento de gas, algo que las compañías no querían, para meter trabajo e inversiones en la zona. Un gesto único y pequeño con ese norte desolado. Las energéticas preferían tratar el gas en sus propios barcos y evitar así tocar tierra firme. Muchos analistas creen que es ahí donde está el germen de esta hoy destructiva revuelta: el norte sabe que ellos tiene la materia prima y se quedan unas migajas mientras el dinero baja inexorablemente al sur y se reparte entre algunas escogidas manos.

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Restos de un camión tras un atentado

La actual insurrección, y las presiones internacionales y de las petroleras, han hecho que el Gobierno esté implementando planes de desarrollo por valor de alrededor de 35 millones de euros y la creación de una agencia de desarrollo del norte que tendrá un presupuesto de cerca de 700 millones de euros, el 90% proveniente de donaciones internacionales.

¿Musulmanes contra cristianos?

La falta de información clara en el área de los ataques no permite aún contestar con rotundidad a esto. Cabo Delgado es una región con una alta mezcla de comunidad cristiana y musulmana; si prende la mecha religiosa las consecuencias serán catastróficas. “Parece que se han quemado iglesias por los insurgentes y los soldados del ejército han quemado también alguna mezquita por albergar terroristas”, señala M. “Entre los musulmanes y cristianos no hay aún problemas, pero el ambiente se está caldeando y empieza a haber algunas acusaciones entre ambas comunidades”, explica O.R.

Mientras, el Gobierno de Nyusi hasta ahora ha sido incapaz de tener un plan de recuperar la zona. Sus escasas tropas y su Policía han ido retrocediendo y perdiendo el control de parte del territorio, algo impensable en 2017 donde esto parecía una revuelta sin importancia. “Algunos se pasan al otro bando. Hay militares y policías que se han unido a los insurgentes. Es fácil comprar a alguien que no tiene nada. Muchos agentes y soldados viven en la absoluta pobreza”, explica L.

Una guerra de hambre y religión amenaza con volver a prender en el que fuera el país más pobre del mundo

El presidente, acorralado por un asunto interno que empieza a tomar un cariz grave y externo, lo que afecta a sus dos principales fuentes de financiación (donaciones y gas), ha anunciado un contundente envío de tropas (el problema es que sus tropas son las protagonistas del primer párrafo de este texto). Además, ha reclamado apoyos a la comunidad internacional y parece que Sudáfrica, el principal actor en la zona, jugará un papel principal en ese aspecto. Se espera también más dinero de las empresas energéticas para derrotar a los islamistas radicales.

¿Hay extranjeros entre los insurgentes? “Se sabe que hay tanzanos, somalís y kenianos”, dice O.R. “Cuentan parece con el apoyo de los grupos extremistas radicales musulmanes de África y hay somalís y tanzanos entre sus filas”, explica L. “Esperemos que no entren en Pemba. Lo más cerca que han estado es a 40 kilómetros”, concluye.

Los servicios de inteligencia ven ese escenario, el del control de una gran ciudad como Pemba, como muy improbable, pero tampoco nadie pensaba que más de 200.000 personas vagarían por campos y ciudades, tras perderlo todo, por una guerrilla radical musulmana que desafía a un estado casi inexistente. Una guerra de hambre y religión amenaza con volver a prender en el que fuera el país más pobre del mundo. Una bomba de gas ha vuelto a explotar en medio de la miseria.

Unos soldados del ejército de Mozambique persiguen, insultan y pegan con un palo a una mujer totalmente desnuda que camina por una carretera y que según algunas fuentes previamente había sido violada por todo el grupo. Le pegan fortísimo. En el cuerpo, en la cabeza. Ella grita. Ellos gritan. Ella se encoge, se protege, intenta zafarse hasta que un soldado le dispara casi a bocajarro. Cae al suelo unos metros más adelante, en medio del asfalto. Entonces, otros soldados empiezan a disparar a un cuerpo moribundo con el desprecio y crueldad con la que se mata a algunos animales.

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