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El emperador Bloomberg, un 'workaholic' para poner orden en el caos de la Casa Blanca
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El multimillonario magnate de los medios

El emperador Bloomberg, un 'workaholic' para poner orden en el caos de la Casa Blanca

La estrategia y el trabajo duro, casi patológico, son dos de los pilares vitales de este magnate de 77 años. El otro es un viejo lema de los pensadores realistas: "el conocimiento es poder"

Foto: Michael Bloomberg. (Reuters)
Michael Bloomberg. (Reuters)

Conseguir la atención de los peces gordos de la banca neoyorquina no es fácil, sobre todo si eres un Don Nadie. Por eso el joven Michael Bloomberg se presentaba en sus despachos a primera hora de la mañana con cuatro opciones de bebida: dos cafés y dos tés, con y sin leche. A determinada hora del día, creía Bloomberg, nadie es capaz de rechazar su brebaje favorito. Así colocó las primeras de las famosas "terminales Bloomberg", que lo convertirían en el octavo hombre más rico del planeta.

La estrategia y el trabajo duro, casi patológico, son dos de los pilares vitales de este magnate de 77 años. El otro es un viejo lema de los pensadores realistas: "el conocimiento es poder". Tras apilar una fortuna de 57.000 millones de dólares y dirigir la alcaldía neoyorquina durante un récord (compartido) de 12 años, Bloomberg apunta hoy hacia el primer premio, la presidencia de Estados Unidos.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)

El precandidato demócrata empieza con varias desventajas. Su campaña ha comenzado tarde, se ha saltado cinco debates y no podrá participar en las primarias de Iowa o New Hampshire. Su condición de rico y exrepublicano es anatema para las sensibilidades más izquierdistas y los sondeos nacionales le dan un apoyo electoral cercano a cero. Pero Bloomberg, como de costumbre, tiene un plan.

"Todo el mundo pensaba que los dos primeros debates aclararían el proceso de las primarias, que se irían muchos candidatos", dice Richard Pacelle, director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Tennessee en Knoxville. "Pero nadie ha emergido como favorito. Y eso ha creado una situación en la que Bloomberg puede intervenir. Además, a este respecto, puede ser bueno estar fuera de los debates. Uno evita magullarse o ser atacado por todos los demás".

El millonario, continúa Pacelle, ya es famoso en todo el país. No le hace falta salir a pelear por los titulares y la atención del público, el mayor reclamo de los debates. El propio Bloomberg ha reconocido no tener demasiado interés en participar.

Moderado vs Sanders y Warren

Su condición de moderado también podría ser una baza. La izquierda del partido, que representan los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, tiene una base fuerte pero escueta, y los centristas Joe Biden y Pete Buttigieg están intentando venderse como los grandes unificadores. "Hay muchas dudas respecto a Biden", dice Richard Pacelle. "Bloomberg puede decir: he sido moderado toda mi vida, republicano, demócrata. Él ha defendido algo llamado 'tercera vía'. Creo que siente que puede atraer a los votantes independientes y a muchos demócratas centristas".

Foto: La candidata demócrata Elizabeth Warren. (Reuters)

Pero más allá de su estrategia o su perfil moderado, Bloomberg tiene sus propias divisiones acorazadas. Un botón nuclear personal, que ya le procuró la alcaldía neoyorquina en 2002 y que ya está usando, como es su estilo, de manera dadivosa.

Gastando a expuertas

Días antes de las elecciones parlamentarias en Virginia, una cantidad de dinero "sin precedentes" llenó las arcas de varios demócratas, como la aspirante Nancy Guy. Los dólares procedían de grupos fundados por el exalcalde neoyorquino. Esto sucedió a finales de octubre. Un mes después, Bloomberg lanzaba su campaña presidencial en Virginia. La maestra de ceremonias fue la victoriosa Nancy Guy.

Las tropas de Bloomberg son de color verde y ya han desembarcado en las playas electorales. Poco antes de anunciar campaña gastó 100 millones de dólares en anuncios en cuatro estados clave. El cuádruple de lo invertido, hasta el momento, por la campaña de Donald Trump. A esto se unen otros 57 millones tras haber oficializado la candidatura, y 20 más para registrar a 500.000 votantes en cinco estados. Presupuestos con los que ninguno de sus rivales se atrevería a soñar.

Gobernar Nueva York como una empresa

Su manera de gobernar, como demostró en Nueva York, reflejaría aquel mantra liberal de aplicar los principios empresariales a la gestión pública. El alcalde Bloomberg se puso varios objetivos: mejorar la salud del ciudadano medio, subir las notas de los colegios y aligerar el abigarrado paisaje de la Gran Manzana.

El Ayuntamiento se convirtió en una especie de corporación. Los empleados pasaron a trabajar en cubículos transparentes, los sueldos de los directivos aumentaron y siempre había café y cosas de picar en la oficina. El alcalde gobernaba en libertad; no debía favores a los grandes donantes, porque no los tenía, y usó 650 millones de dólares de su propio bolsillo para elevar el nivel de vida del gabinete, atraer talento y financiar todo tipo de iniciativas sociales y artísticas de la ciudad.

placeholder Michael Bloomberg este diciembre. (Reuters)
Michael Bloomberg este diciembre. (Reuters)

Pero, sobre todo, cada área de gestión se sumergió en un río de datos y estadísticas; una manera de vigilar en tiempo real el impacto de las políticas. El secreto de su éxito había sido precisamente ese. Bloomberg, que se había licenciado en ingeniería electrónica, aprendió la importancia de los datos trabajando en el desarrollo de sistemas de la banca de inversión. Cuando perdió su empleo en Solomon Brothers, Bloomberg inventó un dispositivo que daba a las compañías información económica y bursátil. En 1982, Merrill Lynch se convirtió en su primer cliente.

Como alcalde, Bloomberg cumplió muchos de sus propósitos: elevó las notas de los colegios, alargó la esperanza de vida, atrajo a la industria tecnológica y abrió nuevos paseos y zonas peatonales en Manhattan. Logró cambiar la ley para optar a un tercer mandato y acabó siendo el más popular de los últimos tres alcaldes.

Foto: Una tienda de Louis Vuitton en Manhattan. (Reuters)

En esta carrera por la eficiencia no todos fueron ganadores. Un 40% del territorio neoyorquino fue recalificado. A medida que se multiplicaban los condominios y barrios de lujo, también lo hacían el índice de personas sin hogar, los alquileres y la mudanza forzosa de miles de familias a la periferia. Bloomberg continuó la mano dura policial, herencia de Rudy Giuliani, y hace unos días pidió perdón por ello.

También tiene una vasta hemeroteca de comentarios machistas. Los empleados de su empresa, la típica “fraternidad” del Wall Street de los años ochenta, llegaron a regalarle un libro que confeccionaron con sus citas memorables. Entre ellas: “Si las mujeres quisieran ser apreciadas por su cerebro, irían a la biblioteca en lugar de a Bloomingdale’s", una de las tiendas más pijas de la época.

Su propio ser es una amenaza para Donald Trump. Neutralizaría sus ínfulas de negociador astuto; las empeñecería. “Como Trump, él es un hombre de negocios”, explica el profesor Pacelle. "Puede decir: soy un empresario más exitoso que tú. Él saca de quicio a Trump; libran una batalla personal desde hace mucho".

El mensaje de Bloomberg tiene tintes personales y existencialistas, como si fuera a librar un gran duelo final contra Donald Trump, el “timador”, según sus palabras. El millonario deslenguado que por donde pisa no crece la hierba. “Creo que hay un mayor riesgo de que Donald Trump sea reelegido”, declaró Bloomberg hace unos días. “Y, al final, me miré al espejo, y dije: ‘No puedes permitir que esto ocurra’”.

Las encuestas dan un ganador diferente en los primeros estados que celebran primarias. Pete Buttigieg es el favorito en Iowa, Bernie Sanders en New Hampshire y Joe Biden en Carolina del Sur. Cuando llegue el “Súper Martes”, en marzo, y en un solo día voten 15 estados, el emperador Bloomberg se presentará en el campo de batalla. Los otros candidatos estarán sucios y exhaustos, sus estandartes perdidos entre los cuerpos sin vida, las nubes de moscas taparán el cielo. Pero Bloomberg estará fresco, su armadura brillante, y se llevará la nominación. O ese es el plan.

Conseguir la atención de los peces gordos de la banca neoyorquina no es fácil, sobre todo si eres un Don Nadie. Por eso el joven Michael Bloomberg se presentaba en sus despachos a primera hora de la mañana con cuatro opciones de bebida: dos cafés y dos tés, con y sin leche. A determinada hora del día, creía Bloomberg, nadie es capaz de rechazar su brebaje favorito. Así colocó las primeras de las famosas "terminales Bloomberg", que lo convertirían en el octavo hombre más rico del planeta.

Bernie Sanders Joe Biden