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A la caza desesperada de otra nacionalidad para emigrar: "Dejaría de ser venezolana"
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el éxodo que no cesa

A la caza desesperada de otra nacionalidad para emigrar: "Dejaría de ser venezolana"

Son muchos los que escarban en sus orígenes y viajan para obtener un pasaporte distinto, como una suerte de salvoconducto que les ayude si un día tienen que salir de Venezuela

Foto: El pasaporte de Juan Guaidó. (EFE)
El pasaporte de Juan Guaidó. (EFE)

En los años 60, Lila Scott renunció a la nacionalidad canadiense para adoptar la venezolana y así poder ejercer como psiquiatra en el país donde tuvo hijos, nietos y vivió el resto de sus días. Hoy el camino se hace a la inversa. Son muchos los que escarban en sus orígenes, mueven papeles, actas de nacimiento e incluso viajan para obtener un pasaporte distinto como una suerte de salvoconducto que les ayude si un día tienen que salir de Venezuela o para facilitar sus trámites si están ya en otro país.

Una década después de que Lila cambiara su nacionalidad, Arnaldo Fernández salía de un Perú económicamente maltrecho hacia Venezuela. Se ganó una beca y, en el camino, conoció a la que luego fue su mujer. Tuvieron a Jeaneth (40). “Nadie pensó entonces en hacerme peruana. Por qué iban a hacerlo. Venezuela estaba perfecta”, cuenta esta venezolana por nacimiento afincada en Madrid.

Foto: Diosdado Cabello, con una bandera de Venezuela. (Reuters)

Antes de cumplir 18 años su padre le hizo el último aviso por si cambiaba de opinión. La ley entonces solo permitía sacar la nacionalidad por parentesco hasta la mayoría de edad. “Le dije a mi padre que si era porque él quería, que ok, pero que a mí no me interesaba. El país estaba bien. Y bueno, ya sabes la prepotencia de los venezolanos”.

Hace tres años, Jeaneth emigró a España con una visa de inversionista estampada en su pasaporte venezolano.

En marzo de 2018, el Congreso de Perú aprobó la modificación del artículo de la Constitución en la que se contemplaba que los hijos de padre o madre peruana nacidos en el exterior tenían derecho a la nacionalidad hasta los 18 años. La enmienda quitaba este límite de edad. En su momento, la congresista que impulsó la reforma dijo que al menos 200 hijos de peruanos en Venezuela esperaban por esta modificación.

Jeaneth no era de las que esperaba esta reforma, porque no la conocía. Pero cuando salió la noticia fue enseguida al consulado de Perú en Madrid. Fue tan rápido que aún no se había publicado en la Gaceta Oficial. “Lo más complicado fue sacar todos los papeles de Venezuela. Tanto así, que el consulado me dijo que mandara lo que tuviera como lo tuviera, porque si esperaba a la burocracia venezolana iba a ser imposible y ya habíamos perdido un mes”. Analizaron su caso y en un mes le dieron la nacionalidad. Se sacó el DNI y pasaron 10 días hábiles cuando tuvo su pasaporte en la mano. “No me podía ni creer lo poco que tardaron”.

"Dejaría de ser venezolana"

Justo el día de esta entrevista, Jeaneth había metido los papeles para obtener la nacionalidad española por arraigo. El trámite puede tardar seis meses, tres años, no sé sabe. Pero en ese caso tendría tres nacionalidades (venezolana, peruana, española) y le tocaría renunciar a una. “Si me preguntas ahora mismo, dejaría de ser venezolana. Pero te lo piensas. Hasta que no llegue esa situación, no le quiero dar muchas vueltas”, confiesa.

Foto: Pegatina en un un restaurante subvencionado por el Gobierno en Caracas. (Reuters)

La madre de Antonio Rey nunca había pensado en sacarse la nacionalidad argentina, heredada a la vez de su madre. Pero la crisis cada vez más acuciante y la necesidad de tener un plan B la empujaron a viajar a Buenos Aires y nacionalizarse. Regresó con DNI y pasaporte argentino y la posibilidad de que sus hijos hicieran igual.

A los meses, Antonio hizo lo que considera una inversión. Dio la misma vuelta que su madre y regresó con nacionalidad nueva. Vive en Venezuela, pero lo ve como un respaldo. “Si un día quiero emigrar, si tengo que pedir una visa en otro país, prefiero hacerlo con el pasaporte argentino. A los venezolanos nos cierran cada día más puertas”.

“Si un día quiero emigrar prefiero hacerlo con el pasaporte argentino. A los venezolanos nos cierran cada día más puertas”


Cada año aparece un ranking de pasaportes “más poderosos del mundo” basado en una medición de la confianza internacional que se tiene en los países emisores. Los datos los ofrece la Asociación Internacional de Transporte Aéreo y el reporte lo da la firma Henley & Partners. De América Latina, el pasaporte más valorado es el de Chile, que está en el puesto 14 por ser aceptado en 174 países sin necesidad de visa. Le siguen Argentina y Brasil en los puestos 17 y 18 respectivamente. Para llegar a Venezuela hay que bajar en el ranking hasta el puesto 38.

Aunque el pasaporte venezolano –según este ranking–, no es tan denostado como el de Colombia (puesto 45) o el de Haití -último de América Latina en el puesto 95-, en menos de cinco años se ha visto la caída de su fuerza. Hasta hace nada, ni Turquía ni Perú pedían visa. Ahora es necesario tramitarla. Igual que para Marruecos. En este último es un trámite más complicado, porque de 2009 el país africano movió sus dependencias consulares a República Dominicana tras el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) por parte de Hugo Chávez.

Preso por usurpación

Hay quienes tratan de llegar a esta doble nacionalidad pero pierden el origen entre las generaciones. El abuelo de César era francés. Los hijos nunca pidieron la nacionalidad y la segunda generación quedó por fuera. En caso de tener alguna oportunidad, tendrían que viajar hasta un pueblecito recóndito del sur de Francia para encontrar la partida de nacimiento de su abuelo y, tal vez así, lograrlo. Aurora (nombre ficticio) lleva años buscando sus orígenes entre Croacia y Córcega, pero aún no da con una raíz directa que le dé un anhelado pasaporte europeo. El abuelo de Kevin nació en Murcia, pero llegó a Venezuela antes de la guerra civil (no sabe precisar el año) y cuenta que ya no puede solicitar la nacionalidad española.

Foto: Un venezolano vende los enseres de toda una vida en el mercadillo informal. (Alicia Hernández)

Prefiere no dar ni su verdadero nombre ni su profesión, así que lo llamaremos Salvador Pérez. Su trámite se complicó tanto en los dos años que duró que incluso el abogado que lo ayudaba acabó preso. Su padre era español y eso lo llevó a solicitar la nacionalidad. Para eso tenía que ir antes al Saime (Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería), pero no le daban el registro de nacionalización porque no tenía el apellido del padre en la cédula.

Por su profesión, Salvador es alguien conocido y, según en qué esferas y qué momento, no muy querido por el Gobierno. “Cuando sabían que el trámite era para mí lo ponían todo un poco más difícil”, cuenta. Llegó el punto en que acusaron al abogado de usurpación de identidad, intento de fraude y alteración de documentos oficiales. Y fue preso. Por fortuna, todo eso pasó, el abogado quedó libre y hoy Salvador tiene su nacionalidad española y un pasaporte que le permite moverse con más libertad.

En los años 60, Lila Scott renunció a la nacionalidad canadiense para adoptar la venezolana y así poder ejercer como psiquiatra en el país donde tuvo hijos, nietos y vivió el resto de sus días. Hoy el camino se hace a la inversa. Son muchos los que escarban en sus orígenes, mueven papeles, actas de nacimiento e incluso viajan para obtener un pasaporte distinto como una suerte de salvoconducto que les ayude si un día tienen que salir de Venezuela o para facilitar sus trámites si están ya en otro país.

Hugo Chávez
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