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Españoles en Marruecos: los que se 'bajaron al moro' para no regresar
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CADA VEZ MÁS ESPAÑOLES VIVEN EN MARRUECOS

Españoles en Marruecos: los que se 'bajaron al moro' para no regresar

Muchos españoles llegan cada año a Marruecos para probar suerte y, sin si quiera imaginárselo, acaban componiendo toda una vida al ritmo del país vecino

Foto: Un mercado en Rabat. (Reuters)
Un mercado en Rabat. (Reuters)

“Antes de cruzar el Estrecho, el único trato que había tenido con marroquíes era con los vendedores ambulantes que paseaban por la playa de Motril y con los que vendían hachís. Después, con los que llegaban en pateras a Algeciras". La frase, de Rubén García, resume la relación que la mayoría de españoles en la península han tenido con los marroquíes. Pero él, como cada vez más compatriotas, eligió instalarse en el país vecino, donde la población española se ha duplicado en la última década. ¿Por qué?

“Es un país que te atrapa por su comodidad”, explica Rubén a El Confidencial desde su casa en Rabat, un edificio de los años 70 del barrio Hassan que está al lado de la Tour Hassan y el Mausoleo Mohamed V, dónde están enterrados el abuelo y el padre del actual monarca marroquí.

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Rubén es de Motril (Granada) y llegó a Marruecos con 25 años como cámara de televisión. Su intención era estar un año y mudarse a Madrid. Pero después de una primavera, llegó la siguiente y la siguiente y la siguiente. Ya suma 16 años en Marruecos y relata cómo ha aprendido a querer el país en el que ha crecido y madurado como persona.

"Me acuerdo que la primera vez que vine grababa como si fuera un turista. Llegas con un montón de prejuicios. Con miedo. Con mucha atención puesta a todo. Todo parece sospechoso. Preocupado por si me robaban el equipo, con mucho respeto a que la policía me detuviera", recuerda este veterano de la comunidad de españoles expatriados en Marruecos. Para integrarse, solo tuvo que ver a sus nuevos conciudadanos con otros ojos. "Todos esos prejuicios se te quitan enseguida, en cuanto convives un poco con la población local y experimentas lo bien que te acoge”.

Marruecos de dos velocidades

Los escasos 14 kilómetros que separan Marruecos de la península no son lo único que nos separa. Las diferencias políticas, religiosas, económicas y culturales han sido fuente permanente de fricción entre ambos países, mientras la extensa comunidad marroquí en España -cercana a las 700.000 personas, con otras 200.000 nacionalizadas españolas-, es caldo de cultivo para los recelos y las desconfianzas. Sin embargo, los españoles que deciden mudarse a Marruecos han ido creciendo ininterrumpidamente desde hace diez años. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, actualmente viven 10.848 compatriotas desde los 5.770 registrados en 2009.

Para derribar tópicos, Rubén recalca que Marruecos es un país de contrastes con dos vertientes muy diferenciadas: "Por un lado, gente joven vanguardista con ideas muy abiertas, que te podrías encontrar en cualquier capital occidental. Y por otro, una más conservadora y religiosa que está involucionando y dando zancadas hacia atrás”.

Todo el mundo te saludaba. Me sorprendía que aunque te hubieran visto dos veces, se pararan a preguntarte por tu familia y por ti

A él, como la mayoría de entrevistados, les conquistó la cercanía y calidez que las sociedades europeas abandonaron hace décadas por un individualismo cada vez más arraigado. "Todo el mundo te saludaba por la calle. Me sorprendía que aunque te hubieran visto dos veces, se pararan a preguntarte por tu familia, por tus seres más cercanos. Por ti. Ese vínculo tan estrecho por vivir en el mismo barrio, por compartir el mismo espacio vital”, cuenta después de dar un trago a una cerveza Speciale, la más común de Marruecos.

Aunque sabe que, por muy cálida que sea la bienvenida, a la hora de integrarse siempre hay barreras que no te permiten ser uno de ellos. “En Marruecos siempre eres el 'gauri' – el extranjero- para lo bueno y para lo malo. Ya sea por el idioma o por la cultura", agrega, admitiendo que él, después de tantos años, no se siente cien por cien integrado.

Todo vale

Marta Castrillón llegó a Marruecos por amor. Y por amor se ha quedado seis años. Amor a su pareja y amor a esa "familia ampliada" de la que habla Rubén. Si año tras año sigue enganchada al país africano es por ellos y por la simple belleza de sus planes, que enumera con facilidad: “Ir al campo a hacer barbacoas y que pasen por allí los niños con los burros. Hacernos escapadas a sitios idílicos y vírgenes que prácticamente ya no quedan en España. Que te traiga a casa el pescador, directamente, los centollos y el pescadito recién pescado. La facilidad para encontrar comida natural y no procesada a un precio increíblemente bajo…”.

Foto: Varios fieles rezando en Marruecos. (EFE)

Todas esas cosas le apasionan. Pero más aún el “todo vale” tan característico de la sociedad marroquí. “No hay tantas prohibiciones del día a día como en Europa. No hay tanto problema por saltarse la norma. Aquí las normas están hechas para saltárselas”, cuenta.

Marta es de Vejer de la Frontera (Cádiz). Psicóloga de formación y bailaora y cantaora de flamenco desde que nació. Lleva el arte en la sangre. “Me vine a Marruecos por un chico que acaba de conocer -explica entre geranios y buganvillas en la terraza de su casa con unas vistas impresionantes a Rabat-. A los siete meses de llegar, me quedé embarazada y comenzó la aventura de criar a una niña en Marruecos”, cuenta esta gaditana, quien se reinventó profesionalmente para fusionar sus pasiones impartiendo talleres terapéuticos a través del flamenco.

Privilegios y problemas

Probablemente, muchos de los más de 700.000 turistas españoles que todos los años visitan Marruecos tengan una lista de agravios contra el reino alauí: policías corruptos que tratan de chantajearte con excusas peregrinas, timadores que te tratan de colocar chilabas y alfombras a precios astronómicos o la perenne suciedad que alfombra playas y campos. Estos males -que han ido bajando en intensidad gracias al auge del turismo- no son gran problema para los expatriados, que con los años han aprendido a sortear estos baches y se vuelven caras conocidas en su comunidad.

Este es el caso de Juan y Enrique. Llegaron a Marruecos cuando tenían menos de 25 años y regresaron a Madrid a los cinco años satisfechos de su aventura marroquí. Pero cuando pasaron los años y decidieron estabilizar su vida, no lo dudaron y se instalaron de nuevo en el país del norte de África. Y aquí siguen una década después. De momento, no entra en sus planes volver a España.

Sin nosotros quererlo, los marroquíes injustamente consideran que tenemos un estatus superior, les sale de manera involuntaria

Ambos coinciden en que la calidad de vida que tienen en Marruecos está muy por encima de la que tenían en España. El diferencial de renta per cápita (24.000 euros frente a 2.500 euros en 2017, según la ONU) hace que sus salarios europeos les permitan disfrutar de las mejores casas, que la mayoría de los marroquíes no podrían pagar, y hacer planes fuera del alcance del ciudadano promedio, como ir a buenos hoteles, restaurantes o pubs.

“Sin duda, se tienen ciertos privilegios que no se tienen en España. Sin nosotros quererlo, los marroquíes injustamente consideran que tenemos un estatus superior, les sale de manera involuntaria”, explica Enrique, que con Juan son socios de una empresa de transportes en Casablanca.

¿Para toda la vida?

Hay otros males de la sociedad marroquí que no tienen pinta de que vayan a mejorar. A Marta le repatea no poder pasear sola por la noche o tener que depender de un hombre para poder ir a la playa a ver la puesta de sol. "Por la mañana es un coñazo, porque tienes un montón de moscones alrededor. Pero por la noche ya es peligroso", explica con su voz pausada y el acento gaditano que le caracteriza.

Tienes que pensar qué ropa ponerte cada mañana, Aunque poco a poco vamos enseñando un poquito más

“Tienes que pensar qué ropa ponerte cada mañana, ropa que en España no usabas porque era demasiado de mojigata. Aunque poco a poco vamos enseñando un poquito más. Yo siempre me comparo con las suecas que vinieron a España en los años 70”, se ríe.

Marta recuerda que durante su embarazo todo fue genial y sintió mucho respeto. “Te ponen la primera en las colas, vas por la calle y te paran los coches para que cruces, cosa que después no pasa nunca… -comenta entre risas-. Además los niños aprenden varios idiomas y crecer en Marruecos les abre mucho la mente". Pero es consciente de que según los niños se hacen mayores, la falta de alternativas culturales y de planes para preadolescentes te lo pone muy difícil.

- ¿Te ves en Marruecos el resto de tu vida?

- "Lo que va a marcar la salida de Marruecos va a ser mi hija. No quiero criarla en una sociedad tan machista. Soy consciente de que en España también existe, pero aquí más… en el colegio, a nivel legal, institucional. Se les inculca a los niños desde que tienen 8 o 9 años", reconoce Marta con esa morriña propia de los que llevan a años fuera de su casa y anhelan las costumbres con las que crecieron.

"Marruecos es maravilloso para pasar unos años de tu vida, pero no para toda la vida. En España llega el veranito y vas oliendo la felicidad, las ganas de salir, las terracitas. La vida esa en la calle, es lo que más se echa de menos”.

“Antes de cruzar el Estrecho, el único trato que había tenido con marroquíes era con los vendedores ambulantes que paseaban por la playa de Motril y con los que vendían hachís. Después, con los que llegaban en pateras a Algeciras". La frase, de Rubén García, resume la relación que la mayoría de españoles en la península han tenido con los marroquíes. Pero él, como cada vez más compatriotas, eligió instalarse en el país vecino, donde la población española se ha duplicado en la última década. ¿Por qué?

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